Está es una nueva historia, es un Elsanna.
Como siempre nada me pertenece yo solo ocupo los personajes sin fines de lucro.
Capítulo I. Dolo.
Elsa despertó, el día era más pesado que los anteriores, y se quedó unos segundos viendo a la nada sentada al borde de su cama. Suspiro antes de levantarse y arreglarse para el día a día. Pasó en frente de una de las habitaciones de su hogar pero no tuvo la fuerza para abrir la puerta.
Subió a su carro, un Cadillac 48 negro. Sin realmente querer llegar avanzó por las calles tan comunes, por las que había pasado durante casi ya un año. Llegó al hospital, las enfermeras y doctores la saludaban, algunos con pequeñas sonrisas de simpatía, otros tantos más con pena que con otra cosa.
Al llegar a la recámara, vio lo que le partía el corazón desde hace ya bastante tiempo, un pequeño niño tendido en la cama, un pequeño sin cabello, su piel pálida, y aún dormido se podía ver cómo el dolor no lo abandona, sus ojos cerrados, y conectado a varias máquinas que hacen que pueda seguir con vida. El doctor que lo había estado atendiendo estaba a un lado, esperando la triste decisión, después de todo era una madre que ya había perdido la esperanza, intentaron de todo, transplantes y todo tipo de tratamientos, pero nada había dado resultados.
Se acercó a la cama, su mano acaricio las mejillas de su bebé, se inclinó contra el, y beso su frente. Cuando se enderezó las lágrimas recorrían sus mejillas sin ningún consuelo, le dio una señal al doctor antes de poder arrepentirse, el doctor detuvo los respiradores y el corazón artificial que hacían al pequeño seguir en el mundo de los vivos, casi enseguida se escucho el pequeño pitido que indicaba que el pequeño había partido.
El doctor no tuvo la fuerza para quedarse a ver cómo una madre abrazaba el cuerpo de su pequeño, como se destrozaba en aquel cuarto del hospital, como los lamentos retumbaban en las paredes, solo para recordarle a la mujer que esa era su realidad.
El funeral fue en la tarde de ese mismo día, los invitados, casi todos solo estaban ahí para despedir a el pequeño que alegro a más de uno con sus ocurrencias, el pequeño Olaf era el niño más amigable que se pudiera conocer, no había alguien que no lo creyera, y ahí estaban algunas de sus maestras, sus compañeros de escuela y algunos vecinos, todos se acercaban a la abatida madre que no hacia más que ver el agujero en el suelo, le daban el pésame, y se retiraban del lugar.
Elsa se alejó de la tumba cuando el último de los invitados había abandonado el lugar, al ir caminado hacia su carro, a un lado de este vio a alguien que no esperaba ver, era una mujer más alta que ella, un poco robusta, de piel más blanca que la de ella, de cabello negro, llevaba una gabardina de piel que era lo único que la protegía de la lluvia que caía sobre de ellas.
-¿Que haces aquí? - preguntó Elsa a la mujer.
La mujer no pareció importarle el tono que utilizó. - Solo vine a ver a una vieja amiga.
Elsa se quedo callada, viendo fijamente a la mujer.
- Sabes que no es tu culpa, no te atormentes. - dijo la mujer.
- Fue un gustó verte.
Elsa extendió la mano, y la mujer la tomo entre la suya.
- Cuídate, Elsa.
Elsa llegó a su casa, había contratado un pequeño servicio para los pocos invitados a su casa después del funeral. Al igual que este, solo escuchaba las palabras de las personas sin importarle realmente si eran sinceras o no.
Cuando el último de los invitados salió de la casa, Elsa despido al servicio y cuando estaba a punto de recostarse a dormir, el timbre sonó a su puerta, extrañada abrió pensando que sería algún invitado que olvidó algo, pero grande fue su sorpresa al ver a una persona de mensajería con una caja transportadora de perros.
- ¿Elsa Arendelle?
- Si, soy yo.
- Firme aquí, por favor. - dijo la mujer con una tabla para que pusiera su firma.
Elsa más guiada por la curiosidad que por otra cosa, firmó, y devolvió la tabla con la pluma.
La mujer alzó la pequeña caja y se la dio en las manos a Elsa, por último se retiró deseándole buenas noches.
Elsa camino por su casa hasta llegar a su sala, y dejó la caja sobre de la mesa. Abrió la pequeña puerta, para sacar a un cachorro de housky, su pelaje completamente blanco, con un pequeño collar en su cuello con una medalla.
- Copo. - dijo Elsa leyendo la medalla. - Valla nombre más original.
Elsa vio que sobre de la caja había una carta, la tomo mientras que el cachorro jugaba con sus manos.
"Mamá, posiblemente cuando leas esto, todo habrá acabado." Apenas comenzó a leer, Elsa sintió como las lágrimas se formaban en sus ojos, la garganta le ardía, y su respiración se hacía cada vez más pesada. "Quiero decirte tantas cosas, que no me alcanzaría el papel para poder hacerlo, pero sobre todo quiero que sepas, que te agradezco mucho que hayas sido mi madre, sé que posiblemente te estés culpando, y que no importa lo que diga, lo seguirás haciendo, pero no debes pasar por esto sola, y tu auto no cuenta, sé feliz, te ama... Olaf."
Elsa arrugo la carta entre sus manos, el papel cayó al suelo, mientras que abrazaba al regalo que le había dejado su hijo.
No supo realmente cuanto tiempo estuvo llorando, pero en cuanto lo dejo de hacer fue a su habitación con el pequeño perro en sus brazos, puso una manta en el suelo y recostó al pequeño en ella.
- Quédate ahí.
Pero cuando lo volteo a ver, tenía esa mirada que no cualquiera puede resistir.
- Está bien, sube.
El cachorro no necesito más para hacerlo, y subió a la cama.
Elsa acarició al animal hasta quedarse dormida.
A la mañana siguiente, el cachorro empezó a lamer el rostro de Elsa para que está despertará.
- Ya entendí, ya estoy despierta.
Casi enseguida empezó a sonar su alarma, se levantó de la cama y bajo por el periódico, copo corría por el pasillo junto con Elsa, está abrió la puerta para tomar el periódico, y el cachorro salió a hacer sus necesidades, Elsa espero a que terminara para dejarlo pasar nuevamente.
Cuando se sirvió su cereal para desayunar, se dió cuenta que no tenía nada para darle de comer al perro, por lo que le sirvió un plato con leche y cereal como el que comía ella.
- Lo voy a compartir contigo.
Después de arreglarse, subió al cachorro a su automóvil, y salió para comprar lo que el cachorro necesitaba.
En la carretera vacía, Elsa aceleró a tope, su automóvil había sido modificado para poder alcanzar los doscientos cuarenta kilómetros por hora sin ningún problema, a esa velocidad era un poco difícil controlar el automóvil, y cuando estaba por dejar que la vida se fuera, vio al cachorro jugar con una pelota a un lado suyo, con un suspiro dejo de pisar el acelerador y el auto disminuyó la velocidad.
Por su pequeño arrebato, la gasolina se consumió de manera acelerada, por lo que se estacionó en una bomba para cargar.
Apenas iba a la mitad, cuando un Audi, se estacionó en la bomba de junto, la música le aturdió un poco, pues pese a estar a un par de metros, aún así se escuchaba ensordecedor.
Tres hombres bajaron del auto, y mientras uno fue a la tienda de conveniencia, y otro cargaba la gasolina, el último un hombre castaño, con grandes patillas, de buen ver se acercó al Cadillac de Elsa.
- Bonito carro. - dijo el hombre golpeando el capote, para después acariciar a copo que se asomó a ver al invitado. - ¿Cadillac 49?
- Gracias, pero es 48. - dijo Elsa notando el acento ruso del hombre.
- Un clásico, y dime cuánto quieres por el.
Elsa vio al hombre con extrañeza. - No está a la venta.
- Todos tienen un precio.
- Yo no.
Elsa vio como el enojo subía por el rostro del hombre, pero uno de sus amigos se acercó a él, mientras que Elsa subió al carro lista para irse.
- Vámonos.
- Davayte ubedim etu suku. (Deja convencer a esta perra).
- eta suka ne sobirayetsya ubezhdat' (está perra no se va a convencer) - contesto Elsa en ruso para sorpresa de los hombres que encontraron en las palabras de Elsa una ofensa.
El castaño estaba a punto de arremeter en contra de Elsa, pero fue detenido por su compañero.
- Que tenga un buen día. - dijo el hombre rubio.
Elsa manejo a su casa, y acomodo las cosas del cachorro para que jugará.
En la madrugada mientras Elsa dormía, copo empezó a tratar de despertarla, Elsa pensó que quería ir al baño, por lo que se levantó para abrirle la puerta y que saliera a hacer sus necesidades, pero al llegar a su sala, escucho un ruido extraño, al voltear a un lado, sintió un golpe en su cabeza que la hizo tambalear y caer al suelo.
Copo trataba de defender a su ama, mordiendo los pantalones de los hombres que la golpeaban.
- Encárgate de ese jodido animal. - escucho decir a uno.
El pequeño housky corrió al sentir que le harían daño, aún en el suelo Elsa vio como golpeaban a su perrito, y ella no podía hacer nada para defenderlo. Escucho los aullidos de dolor del cachorro, mientras que ella iba perdiendo la conciencia por los golpes que recibía.
Elsa despertó desorientada, pero su corazón se encogió cuando al abrir por completo los ojos, su pequeño cachorro estaba delante de ella, su pelaje blanco estaba manchado de sangre, le habían reventado el vientre, haciendo que dejara un rastro de sangre en el suelo, Elsa cargo al pequeño animal entre sus brazos, y lo abrazó.
Elsa enterró a copo en su jardín, y limpio el piso de su casa, mientras tallaba la madera, una parte que creía muerta, volvía con mucha fuerza, solo podía pensar en una cosa.
VENGANZA.
- Cambio de escena -.
El grupo de hombres llegó con el Cadillac a un taller mecánico, tocaron el claxon para que les abrieran la puerta.
El hombre a cargo vio el automóvil con cierto miedo, era un auto que era difícil ver, y ese en particular lo conocía muy bien.
- Kleinton, necesito papeles nuevos y toda esa mierda para este bebe. - Dijo el castaño al hombre.
- ¿De dónde sacaste esto, Hans?
- Que importa. - Hans se extraño que le hiciera preguntas. - Tu nos perteneces solo debes hacer lo que te digo.
- Yo trabajo para tu madre, no para ti. - Dijo el gran hombre, para después dar una vuelta con cierta desesperación. - Vete de aquí.
- ¿Que no entiendes?, tú nos perteneces, si digo que me saques papeles para este auto tú lo debes hacer.
Kleinton estaba poniéndose nervioso. - ¿De dónde lo sacaron?
- Se lo robe a una puta, y mate a su perro. - Dijo Hans riéndose.
Kleinton soltó una risa seca. - ¿La mataste?
- No.
Kleinton río más fuerte. - Mataste a su perro.
Y sin que nadie se lo esperara, Kleinton le dio un golpe en el rostro a Hans con el dorso de su mano.
Sus compañeros le apuntaron a Kleinton sin creer lo que había hecho. Pero este se acercó más a la arma que le apuntaba. - Adelante, dispara.
Todos estaban a la expectativa de lo que pasaría, pero los hombres bajaron las armas.
- Mi madre se enterara de esto.
- Te juro que tú madre estará de acuerdo conmigo, ahora lárgate de mi taller.
Los hombre subieron al automóvil y salieron de ahí. Uno de los compañeros de Hans le aviso a su jefa de lo que había pasado.
Kleinton saco una botella de whisky y empezó a tomar, dejo que todos sus trabajadores se fueran, lo que vendría a continuación era algo tan aterrador que no quería que ellos estuvieran.
Kleinton saco su teléfono, y marcó un número que no creyó volver a marcar.
"¿Bueno?"
- Anna, habla Kleinton, sucedió algo con tu hermana.
Después de esa llamada, espero a la otra que sabía recibiría.
- Cambió de escena.
Giselle estaba en el penthouse de su edificio, había recibido un mensaje sobre un incidente con uno de sus mejores hombres. Así que lo llamo para saber que es lo que había sucedido.
- Kleinton, escuche que golpeaste a mi hijo, ¿es cierto?
"Sí, señor "
- Se puede saber porque.
"Mató al perro, y robo el auto de Elsa Arendelle."
Un escalofrío recorrió la espalda de Giselle. - Ya veo, gracias.
Giselle, vio a la ciudad que controlaba. Y espero a que llegara su hijo para hablar con el.
- Cambió de escena. -
Elsa llegó en camión al taller de Kleinton, al entrar este le ofreció un vaso con Whisky.
- Siento lo de Olaf.
Elsa asintió en reconocimiento.
- Tu carro lo tiene Hans, el hijo de Giselle.
- ¿Giselle Westergaard?
- Ella misma.
Elsa se levanto y camino por el taller.
- ¿Tienes un auto que me vendas?
Un Mustang 68 salió corriendo del taller, con Elsa al volante.
- Cambió de escena.
Hans llegó a la oficina de su madre, había acabado con un trabajo que está le había encargado.
Al llegar la vio en la barra de su bar personal, estaba junto a uno de sus hombres de confianza.
- Todo listo, esos malnacidos no volverán a molestarnos.
Giselle sonrío, y se acercó a su hijo, y Hans nunca se espero lo qué pasó. Giselle le dio un golpe en el estomago haciendo que vomitara y cayera al suelo.
-¿Por que? Todo salió bien con los italianos. - Se quejo en el suelo Hans.
- Esto no es sobre de los italianos. - dijo Giselle antes de darle una patada en el rostro a Hans.
- ¿Es sobre Kleinton?, solo robe un maldito auto.
- No es sobre lo que hiciste, si no a quien se lo hiciste. - Dijo Giselle. - Hace años había dos mujeres, que les decían las baba yagas.
- ¿El hombre de la bolsa?
- Ellas no eran el hombre de las bolsa, eran a quien llamabas para encargarse del maldito hombre de la bolsa, esas dos mujeres son dedicadas, decididas, honorables, cualidades que tú careces, una vez las vi matar a veinte hombres solo con un maldito lápiz, una de ellas dejó atrás este mundo, por la única razón que una mujer lo haría, su hijo, pero para hacerlo le di una misión imposible, en los cadaveres que se enterraron ese día, está fundado todo lo que tenemos, y ahora me entero robaste el auto, mataste a su perro, justo el día después de la muerte de su hijo.
Hans se levanto. - Déjame encargarme de esto, puedo matarla.
- No escuchaste nada de lo que dije, Elsa Arendelle no es alguien que alguien como tú pueda encargarse.
- Cambió de escena.
Elsa se baño, la agua recorría su piel, en la pálida piel había varios tatuajes que la tinta resalta demasiado, pero el que llamaba más la atención era una virgen con un bebé en brazos, ambos cadaveres, una corona en su hombro derecho y una cruz en el izquierdo.
- Cambió de escena.
Anna estaba en un avión privado, el rumbo New York.
Había querido estar para su hermana durante los tiempos difíciles que tuvo, pero ambas sabían que si estaban juntas, solo podía significar una cosa.
La muerte haría acto de presencia.
