Las cosas no son como se ven:

La tarde terriblemente calurosa no dejaba que nadie en Private Drive pensara con lucidez, el ardiente calor hacía escocer la piel y no importaba que se encontraran bajo techo, las altas temperaturas les sofocaban igualmente.

Aquel día era 1 de setiembre, para muchos un día como otros, pero para los magos y brujas en edad escolar aquel era el comienzo de un nuevo ciclo escolar, de hecho a esa hora de la tarde cuando el sol estaba en los más alto del cielo, la totalidad de la población estudiantil viajaba en el Expreso de Hogwarts con destino al castillo.

En cambio Harry Potter estaba sentado en su pequeña y calurosa habitación esperando con sus maletas listas a que fueran a buscarle. Aun recordaba con claridad la carta del director que le había llegado diciendo en concreto que pasaría a buscarle dos días después, lo malo de la nota no era que se perdía de irse con sus amigos sosteniendo largas y entretenidas platicas, lo malo era definitivamente el momento en que había llegado. Una lechuza color café había entrado a la sala llevando un pergamino en su pata justo cuando su tío Vernon Dursley estaba entablando una conversación con dos invitados y según esperaba futuros socios. Que la lechuza se posara en el hombro del sobrino y tendiera la pata como lo más habitual, había puesto de los nervios a los invitados, quienes sin mayor demora se habían marchado fuera de la casa sin ánimos de regresar. Entonces como de costumbre su tío había regresado furioso, para prenderla a golpes con el fenómeno de su sobrino que parecía disfrutar arruinando sus negocios, su vida y la de su familia. Harry no había tenido como defenderse, a decir verdad un solo golpe en el rostro, le había volteado directo a la cama y antes de que pudiera recobrarse ya había escuchado el chasquido del cuero golpeando contra la carne, sus gritos habían sido amortiguados por la almohada en la que había clavado sus dientes evitando así darle el placer de escucharlo gritar, dejando que nadie le viera sufrir. Varios minutos después la respiración entrecortada de Vernon avisó a Harry que pronto el sufrimiento acabaría y agradeció internamente la falta de estado físico y ejercicio de su tío, pues sino la tortura duraría mucho más. Ahora como era de esperarse se encontraba castigado y no tenía permitido bajar salvo para aprontar las comidas bajo el escrutinio permanente de Petunia, quien Harry creía que le odiaba aún más que su tío político.

Estaba ansioso, no podía negar que quería regresar a Hogwarts lo antes posible y que al leer la nota le había decepcionado un poco el saber que no podría acompañar a sus compañeros, pero asumía que debía ser por su seguridad y la del resto, así que simplemente suspiro deseando que llegaran pronto a por él.

En el despacho del Director

-Sirius no es viable que tu vayas -los ojos azules del director de Hogwarts miraron con seriedad los azules plomizos del ex residente de Azkaban -lo principal es traer a Harry sin imprevistos y ya contamos con un buen número de magos y brujas para que nos acompañe.

Sirius quiso protestar pero la seriedad de Dumbledore, solo le hizo dar dos pasos atrás asumiendo su derrota, la gran mayoría de los presentes sentía simpatía con lo que debía estar pasando por la cabeza del padrino de Harry y el visible apretón en el hombro de este de parte de Remus Lupin, pareció calmar al resto. En cambio Severus Snape, quien estaba entre los que irían a buscar al chiquillo, hubiera cedido gustoso su puesto, pues no tenía interés alguno en hacer de niñero, pero si había algo que tenía en claro era que jamás permitiría satisfacer a Sirius Black "regalandole" su lugar.

-Repasemos la forma en que le traeremos -más que preguntar exigió Alastor Moody

Segundos más tarde cada uno había indicado su posición. Harry iría sencillamente en medio y se moverían en bloque y a gran velocidad.

Aparecieron en la casa de la señora Figg y de ahí caminaron a prisa hacia la casa de los Dursley. Remus el más acostumbrado del grupo a tratar con muggles tocó timbre y esperó, varios minutos después, una mujer en su larga treintena, que aparentaba cerca de cuarenta años, delgada y alta, les abrió la puerta. El gesto de completo desprecio que apareció en su rostro no pasó desapercibido para ninguno de los presentes. Intentó a prisa cerrar la puerta, pero Albus Dumbledore estrategicamente se había adelantado saludando con una cortés inclinación de cabeza.

-Petunia ¿cómo has estado? Que alegría volver a verte -impulsó la puerta haciendo retroceder a la engreída mujer que no tardó en gritar a su esposo. Todo el grupo que le acompañaba entró tras el más poderoso mago de todos los tiempos, manteniéndose en silencio y entendiendo la ironía en cada una de las palabras que éste le dirigía a aquella mujer que en ese preciso momento era acompañada por un hombre obeso que aparentaba unos cuarenta largos, con el pelo canoso y un bigote prominente ojos pequeños y cejas pobladas. Segundos después otro joven bastante más obeso que el primero apareció allí, las mejillas rojas y de pómulos altos, increíblemente musculoso para su obesidad que pareció asustarse ante la visión de los recién llegados y retrocedió varios pasos tratando de cubrirse con el cuerpo de su madre fallando estrepitosamente en su acción.

-Vernon es bueno verte -continuó Albus jugando con su larga barba blanca- Me gustaría poder quedarme a hablar con ustedes, pero en este momento cerca de cuatrocientos magos y brujas están llegando al Castillo y yo debo estar ahí para recibirles.

Para nadie parecía sorpresa que Dumbledore jugara con la cabeza de aquellos muggles que estaban retrocediendo en su propia casa.

Severus escuchaba con cierta diversión como su mentor parecía atreverse a jugar con aquellos muggles asustadizos, entendió con rapidez quien era quien y sintió cierta furia de que el chiquillo se hiciera esperar, estaba más que claro que como su padre se creía el centro de atención y se hacía rogar sabiendo la hora en que Dumbledore y su grupo irían a buscarlo, había decidido irse de la habitación.

-POTTER! -bramó su tío, haciendo retumbar al completo la casa. Severus se permitió alzar una ceja, aquel no era el modo en que esperaba que llamaran al niño, pero asumió que se debía al miedo que era visible en los ojos de ellos. Un vistazo escaleras arriba no mostró nada y segundos después Vernon subió de dos en dos los escalones abriendo una puerta en seco.

Desde abajo solo se escucharon varios golpes, pero nadie pareció alarmarse, Dudley y Petunia habían retrocedido varios pasos. Tres minutos después, Vernon regresó empujando y zarandeando a Harry de un brazo, el joven estaba apretándose con su mano libre la nariz de la que corría un hilo de sangre. La comprensión cayó sobre todos de golpe y los rostros expresaron rabia, furia, desconsuelo y sorpresa. En el grupo, la mayoría apreciaba a Harry como a ningún otro y verle allí sosteniendo su nariz, para evitar que la sangre siguiera corriendo pareció dejarles en shock, en cambio algunos como Dumbledore se pusieron furiosos y sin ser conscientes dejaron que la magia bullera en aquella habitación. Snape era un caso aparte, siempre había sido consciente de que Potter era un chiquillo mimado que solo buscaba restregarle en la nariz a todos lo que había logrado cuando era solo un bebe, y que se auto-adjudicaba dicho logro cuando nada había tenido que ver con él, sino que había sido un logro de su difunta madre Lily Potter; pero ver lo que sus ojos veían no parecía encajar en nada con sus planes. Allí delante de él, el joven había recibido un golpe que seguramente le había quebrado la nariz, por eso sangraba profusamente, en el brazo izquierdo tenía las marcas de la mano de su tío quien se suponía que le cuidaba y protegía durante el verano. El chico vestía literalmente harapos, el pantalón le quedaba al menos cuatro o cinco tallas más de las que debía de llevar, estaba roto en las rodillas y presentaba al menos cuatro dobles en la parte inferior, con lo que parecía ser una corbata de Gryffindor estaba atado en la cintura y por dentro del pantalón lucía una camiseta, abierta en varios sitios de lo gastada que estaba la tela que igualmente le quedaba bastante des-entallada. Los pies del joven estaban descalzos y aunque sabía delante de quienes estaba mantenía firmemente la cabeza hacia abajo.

Todas las observaciones hechas a Harry no dudaron demasiado, pues el joven había sido posicionado al medio del salón y ahora se escuchaba algo que golpeaba las escaleras, que todos asumieron era el baúl -Agarra fenómeno -gritó Vernon, lanzando la jaula con la lechuza que ululaba furiosa. Harry quien no había dicho palabra, movió con velocidad sus brazos hacia la jaula y la capturó en el aire. Los presentes asumieron que eran los reflejos ganados por el quidditch y desde el lado opuesto de la sala su tía le lanzó un bolso que también atrapó en el aire. En el momento preciso que se volteó para tomar el bolso, todos vieron el ojo morado que presentaba el joven contrastando horriblemente con el verde esmeralda de sus ojos.

-Harry -susurró Remus dando un par de pasos adelante y de inmediato Dumbledore tenía a Vernon con la varita en su cuello, la magia enrarecida en el aire, violenta, caótica desatada.

El chico pareció nervioso, acongojado y a la vez avergonzado. Caminó hacia Dumbledore que estaba conteniéndose de hechizar a aquel muggle, pues de haberlo hecho le hubiera matado pues la fuerza de su magia era evidente para todos -Señor -dijo tentativamente colocando una mano en el antebrazo del anciano, este de inmediato le miró, Harry aun con el ojo amoratado se mantuvo observándole con cautela- vamos a Hogwarts -no sonó como una orden, tampoco como una pregunta, más bien fue una petición.