Andén 9 y ¾

Aquella mañana Hermione despertó en la habitación de Ginny. Como cada año desde que se conocieron, Hermione y Harry pasaban unos días antes de empezar el curso en casa de los Weasley. Aquellos días habían llegado a su fin, y los baúles con ropa, libros, calderos, ingredientes, tinta, plumas, cuadernos y demás estaban preparados en el salón desde la noche anterior. Aquel año sería el último año de Harry, Hermione y Ron y estaban nerviosos y excitados por ello. Los nervios de Ron se debían a que se veía poco preparado para enfrentarse a los exámenes para poder llegar a ser auror; los de Hermione, por otra parte, eran por lo de siempre: ni siquiera había empezado el curso y ya pensaba que no iba a tener tiempo de estudiarlo todo; Harry, por su parte, nunca dejaba ver sus inseguridades ni sus nervios.

Hermione se destapó y toco el frío suelo con sus pies descalzos. Bostezó mientras miraba cómo Ginny seguía durmiendo. Salió de la habitación con cautela y cerró la puerta silenciosamente. Bajó las escaleras deprisa y vio que Molly ya estaba despierta preparando el desayuno.

-Buenos días, cariño.

-Buenos días.-Respondió Hermione con una gran sonrisa.-Huele muy bien.

-En diez minutos ya estará listo el desayuno.

Hermione se sentó en una silla cualquiera de la larga mesa. Vio cuatro sobres encima de la mesa. En la carta que había encima de todas rezaba:

"Ronald Billius Weasley

La Madriguera"

Cogió los sobres con curiosidad y vio que en una de ellas ponía su nombre.

-Ah, sí. Esta mañana han llegado cuatro lechuzas con cartas para Harry, Ginny, Ron y para ti.

Abrió la carta rompiendo el sobre y sacó el contenido. Esta constaba de una simple hoja.

"Buenos días Señorita Greanger,

Me complace recordarle que no olvide que hoy a las 9.00am parte el expreso de Hogwarts desde el andé de la estación londinense. Después del trayecto y una vez vestidos todos los alumnos con sus respectivos uniformes, el profesorado le esperará en el gran comedor para que dé lugar la selección de los nuevos alumnos y la cena de bienvenida.

A continuación le adjuntamos el horario que cursará durante el próximo año en nuestra escuela de magia.

Saludos cordiales,

Albus Dumbledore."

A continuación observó el horario adjunto en la misma hoja. Sabía que se había apuntado a demasiadas asignaturas en su época de EXTASI, pero si el curso anterior había logrado pasar todas con nota Exraordinario, excepto en Defensa Contra las Artes Oscuras, la cual había obtenido una nota de Supera las Expectativas. Como en su TIMO. Solo dejaban estudiar esta asignatura en el EXTASI si se obtenía una nota de Extraordinario, pero Hermione no la obtuvo, así que tuvo que hablar con Albus Dumbledore, Minerva McGonagall y Severus Snape para que pudiese cursar Defensa Contra las Artes Oscuras. Al principio el profesor Snape estuvo en desacuerdo, pero unas palabras cálidas y convincentes de Dumbledore hizo cambiar de opinión al severo profesor.

-Voy a despertar a los demás, ahora vengo.-Dijo Molly desapareciendo por las escaleras.

-De acuerdo.

Unos sonidos metálicos llamaron la atención de Hermione, la cual levantó la vista justo a tiempo para apartarse de la mesa con las cartas en la mano para que el mantel, los platos, los vasos, los cubiertos y la comida volasen desde sus respectivos lugares a la mesa. Después de unos segundos los objetos y los alimentos dejaron de moverse y la mesa quedó impecable. Al ver toda aquella comida, a Hermione comenzó a hacérsele la boca agua.

Las escaleras chirriaron y Harry apareció bostezando seguido de Ginny, a la cual se le notaba muy nerviosa.

-No sé, Harry. Tengo miedo de los EXTASI.

-No te preocupes, Ginny. Mira lo tranquilo que está tu hermano Ron.

Ron apareció por las escaleras con los ojos cerrados. Parecía sonámbulo.

-A mi hermano solo le ponen nervioso las arañas.

-¿Arañas? ¿Dónde?-Dijo él abriendo los ojos de golpe y mirando a todos lados.

-Vamos chicos, a desayunar.-Dijo Molly apremiándolos.-Si seguís a este ritmo llegaremos tarde, como siempre.

-Hola Hermione.-Saludó Harry poniéndose a su lado.

-Buenos días. Han llegado las cartas con el horario.-Hermione las repartió entre sus amigos mientras comenzaban a desayunar.

Harry abrió el sobre y no leyó la carta, pasó directamente a mirar su horario. Tenía muchas horas libres entre medio de las clases, así que podría dedicar su tiempo libre a practicar Quidditch.

Ron también abrió perezosamente la carta y miró el horario. A Ron aquel horario le encantaba. Durante aquel curso tendría mucho tiempo para practicar Quidditch… y hacer el vago. No se planteaba cómo le repercutiría aquello en su futuro, más bien pensaba que ya lo iría arreglando a medida que se le presentasen las adversidades. O, como último recurso, había pensado en pedirles trabajo a sus hermanos Fred y George en la tienda, a lo que los gemelos se habían negado rotundamente.

Arthur bajó ya vestido y se puso a desayunar justo cuando los cuatro jóvenes habían terminado. Las dos chicas fueron a la habitación de Ginny y ellos a la habitación de Ron para prepararse. Se ducharon, se vistieron y bajaron al salón. Quedaba media hora para las nueve de la mañana, justo el tiempo que necesitaban para llegar a la estación. Molly metió los baúles en el coche con la varita y nles apremió para que entrasen.

-Vamos niños, todos a dentro o no llegaremos a tiempo.

Una vez dentro del coche el espacio se ampliaba a través de un hechizo. Molly ni siquiera había cerrado la puerta del coche que Arthur arrancó y salieron volando, literalmente.

Durante todo el trayecto Molly no paraba de quejarse de que no habría ningún año en el que pudiesen llegar puntuales a la estación; Ron dormía plácidamente con la boca abierta; Hermione jugaba con sus manos nerviosamente; Harry tranquilizaba a Ginny; Arthur conducía sin hacer caso a nadie.

Al llegar a la estación todos corrieron a descargar los baúles y ponerlos en los carros. Entonces eran las 9.58am.


Neville recorrió todos los vagones en busca de algún compartimento vacío o alguno donde estuviesen sus amigos, pero no encontró ninguno que cumpliese algunas de las dos opciones. Encontró un vagón donde había una chica con el pelo ondulado rubio ceniza hasta la cintura. Al abrir la puerta la chica se giró y miró a Neville con unos grandes ojos violetas. Neville se quedó impresionado de lo hermosos que eran sus ojos. Era la primera vez que la veía y la chica tenía todavía cara de niña, así que imaginaba que era de primero.

-Perdona, ¿está ocupado?

Ella negó con la cabeza y siguió mirando por la ventana. Neville entró y se sentó en la otra punta del vagón. Se sintió bastante incómodo con aquel silencio, así que decidió mirar por la ventana del pasillo a ver si reconocía a alguien. A cada minuto que pasaba se ponía más nervioso. Muchos alumnos iban y venían por el pasillo. A todos los conocía de vista, pero nunca había trabado amistad con ninguno de ellos. Una chica con el pelo liso y largo rubio pasó como un rayo frente a la puerta. Neville la reconoció y abrió rápidamente la puerta.

-¡Luna!

La chica se giró y lo miró con sus grandes ojos azules. Una sonrisa muy tierna asomó en su rostro.

-Hola Neville. Qué bien te veo.

-Gracias.-Neville notó cómo sus orejas se iban calentando.-¿Quieres pasar? Estoy aquí solo… bueno, con otra chica… no la conozco… ehm…

-Sí, claro.

Luna se acercó al compartimento abrazada al último número de El Quisquilloso. Los dos se sentaron y Luna miró a la chica.

-Hola.

La chica se giró y miró con sus ojos violetas a Luna. Le regaló una sonrisa, pero no le devolvió el saludo.

-Soy Luna, y él es mi amigo Neville.

-Hola.-Neville mostró sus dientes torcidos en una sonrisa.

-Mara.

Neville levantó una ceja confundido.

-Encantada de conocerte, Mara.

El Expreso de Hogwarts arrancó y comenzó a dejar atrás progresivamente más deprisa los andenes repletos de familiares despidiéndose con la mano. Mara giró de nuevo la cara y miró por la ventana mientras Luna se hundía en El Quisquilloso.

De pronto, cuatro personas irrumpieron en el compartimento haciendo que las tres que ya se encontraban en el interior se sobresaltasen.

-¡Por Merlín!-Soltó Neville poniéndose en pie.-Qué susto me habéis dado.

-¡Neville!-Hermione saltó a los brazos del chico y le apretó en un efusivo abrazo.-Me he acordado mucho este verano de ti.

-¿Y eso?-Las orejas de Neville volvían a coger el mismo color rojo que antes.

-He estado practicando un hechizo. ¿Sabes que mis padres son dentistas?

-Den-¿qué?

-Dentistas. Es una profesión muggle que arregla, ordena y cura los problemas en los dientes y las encías. He aprendido un hechizo para arreglar los dientes. Déjame probarlo contigo.

-No sé Hermione… ¿es seguro?-Neville retrocedió un paso.

-Claro que sí. Sonríe ampliamente y no te muevas.

En un visto y no visto Hermione ya tenía su varita en la mano. Neville se sintió un poco presionado, así que hizo caso a la chica. Esta realizó un movimiento suave y rápido de muñeca y pronuncio unas palabras. Un rayo blanco salió de la punta de la varita hacia la boca de Neville. Este sintió un cosquilleo por toda la boca y, por inercia, cerró la boca. Todos en el compartimento le miraban con curiosidad. Neville repasó sus rostros con la mirada y luego sonrió.

-¿Y bien?-Preguntó él con miedo.

Hermione soltó una carcajada y miró a sus compañeros.

-Madre mía Neville, te saldrán admiradoras por doquier.

A Neville volvían a ponérsele las orejas rojas.

Todos intentaron acomodarse en los asientos pero vieron que eran demasiado. Mara se levantó y se dispuso a marcharse, pero Luna le cortó el paso.

-Tranquila, puedes quedarte.

-No quepo.

Luna sacó su varita y la alzó. Ni siquiera hizo ningún movimiento y el compartimento se hizo más grande.

-Sí cabes.-Luna volvió a sentarse y a sumergirse en El Quisquilloso.


Draco Malfoy se encontraba sentado en un sillón en el vagón de los prefectos. Sus codos estaban apoyados en los reposabrazos y sus dedos unos contra los otros, tapando su boca con ellos. Tenía el ceño fruncido y miraba hacia el frente sin mirar. Sus compañeros iban y venían a su alrededor pero él no les hacía caso. Todos mantenían conversaciones fluidas y entretenidas, pero él solo pensaba en algo que había estado pensando durante todo el verano.

Un mes antes de terminar el año escolar del curso pasado se había dado cuenta que había bajado el nivel de Transformaciones hasta tal punto que vio imposible poder aprobar la asignatura en su examen final. Para ello estuvo pensando alternativas de cómo poder aprobar la asignatura. Llego a una conclusión que le pareció inverosímil, ya que él era un Malfoy y no podía rebajarse a tal nivel simplemente por orgullo. Pero tuvo que hacerlo.

Desde hacía unas semanas había venido el calor repentinamente, estaban en plena primavera y los alumnos comenzaban a estudiar sus exámenes finales en los extensos jardines de Hogwarts. Todos menos una persona. Aquella mañana había estado dando vueltas por la sala común sin parar. Sus amigos le habían llamado la atención más de una vez pero él nunca contestaba. Al final se decidió y puso rumbo hacia la biblioteca. Al llegar a la entrada de esta, paró en seco y miró las numerosas mesas vacías que habían en ella. Pero una persona estaba allí, sumergida en uno de los libros que estaban repartidos por toda la mesa. Se acercó con paso decidido y ligero, pero ella no levantó la mirada hasta que él empujó una silla con el pie para llamar su atención. Hermione levantó la mirada y lo miró con ojos desconcertantes. Las manos de Draco estaban en sus bolsillos.

-¿Quieres algo, Malfoy?

-Necesito que me hagas un favor.-Ella alzó ambas cejas sorprendida.-Necesito que me des clases de Transformaciones o suspenderé.

-¿Y qué gano yo con eso?

-Granger, me he rebajado hasta límites insospechados al venir aquí a pedirte este maldito favor.

-Eso no responde a mi pregunta.

Draco miró fastidiado hacia los lados por si alguien los estaba viendo.

-No volveré a meterme contigo.

-Ni con mis amigos.

-Ni con tus amigos.

-Nos dejarás en paz.

-Os dejaré en paz.

-Y no harás trampas en los partidos de Quidditch.

-Y no…-Draco se calló.-Eso no lo prometo.-Puso una sonrisa maliciosa en sus labios.

-Como quieras.-Hermione se encogió de hombros y siguió con su lectura.

-Está bien.-Draco apoyó ambas manos en la mesa y se reclinó hacia delante.-No prometo no hacer trampas, pero prometo no hacer daño a tu querido amigo San Potter y a los Pobretones Weasley.

-Has dicho que no te meterías con ellos.

-Todavía estamos asentando las bases del trato.

-Mañana después de la cena en la biblioteca.

Hermione bajó la mirada y siguió con su lectura. Draco se giró y salió con paso ligero de la biblioteca.

A medida que iba pasando el tiempo se le iba haciendo más fácil no meterse con ella ni con su grupo, excepto por aquellas veces que Ron Weasley le dedicaba miradas asesinas. En aquellos momentos se le hacía un mundo evitar soltarle algún comentario.

Cuando todos acabaron sus exámenes y recibieron las notas, Draco Malfoy vio que había pasado Transformaciones con un Supera las Expectativas.

Un día por el pasillo, Draco y Hermione se chocaron y ella vio cómo Draco le dedicaba una sonrisa de satisfacción. Aquella noche Hermione descubrió que tenía una nota en el bolsillo de la túnica. Lo desplegó y leyó:

"Hermione, Transformaciones aprobada. D."

Hermione se alegró por él. Durante todo aquel tiempo Draco no había sido tan maleducado, frío, desagradecido, impertinente y egocéntrico como solía ser. Hermione había podido ver en él un atisbo de… ¿humanidad? No sabía bien lo que era, pero era bonito. Además, aquella nota le había dejado impactada. No por el hecho de que no le diese las gracias. Era cierto que Draco había bajado un pelín de las nubes, pero no había flaqueado tanto. Era por el hecho de que, en aquella nota, era la primera vez en toda su existencia que la llamaba por su nombre y no por su apellido.

Después de aquello, no volvieron a hablar. Pero Draco estaba furioso. Y mucho. Porque, durante todo aquel verano, no había podido dejar de pensar en por qué Hermione le había hecho cambiar su carácter. Aquello tenía un trasfondo, pero no quería ni pensar en ello.