Prólogo
Cuando era pequeño aprendí que llorar no sirve de nada, que era mejor permanecer en silencio y moverme lo menos posible para evitar problemas.
Cuando tenía seis ya sabía ser prácticamente invisible; no llorar, no preguntar, no quejarme, obedecer rápidamente. Si hacía algo, era mejor mantener la boca cerrada, aunque me descubrieran, inclinaba la cabeza y apretaba los labios pese a lo que me hicieran. Aprendí a sacar provecho de lo único que me pertenecía: mis pensamientos. Nadie podía controlar mis sueños y en ese mundo podía ser y hacer lo que quisiera. Pensé, así puedo soportarlo... vivir. No me importaba nada, ni nadie.
Cuando cumplí ocho volví a la realidad.
Conocí a una chica; era pequeña y lloraba con facilidad, algo común cuando llegaban a este lugar. Lo difícil cuando llegan es que aún tienen sueños y la estúpida idea de exigir lo correcto e incorrecto...
No pude evitar tratar de protegerla y, para hacerlo, no podía seguir en mi pequeña burbuja de invisibilidad, tuve que volver a enfrentar la cruel realidad.
Cuando cumplimos diez, descubrí que había decidido protegerla porque sabía que era parecida a mí. Pero las diferencias solo nos transforman en objetivos, nos impide ser invisibles, nos aísla del resto y nos hace vulnerables a nuestros enemigos... estábamos solos y no había esperanza. Nuestra vida no tenía un camino a seguir... Nuestra diferencia no nos ayudaba en nada, pero nos permitía pensar que tal vez el mundo era diferente afuera y nosotros no pertenecíamos a ese lugar.
Cuando llegué a los catorce pensé que era un milagro. Ella así me lo dijo y yo le creí. Después de todo, a pesar de las dificultades ella era muy inteligente. Los libros eran su escape y el mío era protegerla. Era nuestro presente; sin sueños ni anhelos, sin pasado. Nada servía para salir del infierno... solo podíamos aguantar. En tres años seríamos mayores de edad y podríamos enfrentarnos al mundo cruel con nuestros medios. Tal vez, solo tal vez, el mundo de afuera sería mejor.
El día de mi cumpleaños número quince no la vi... era tan extraño. A pesar de ser verano había una tormenta, como un presagio a lo que pasaría.
