En silencio, simplemente ámame, bríndame ese éxtasis que brilla en tus ojos y que puedes manifestar en formas de fuego líquido para que me deje cicatriz en la piel, para que no pueda olvidar tu fragancia, para que no pueda olvidar ese tacto tuyo que inmisericorde se cuela por mis caderas y te llena de satisfacción.

Dame esa virtud de la cual gozas, deja que se deslice por mis labios pálidos, deja que la sangre que compartimos fluya de una dentro de nuestras venas. Acaríciame, mi piel es tu piel. ¿Acaso no ves lo que mis iris lilas te piden? Mi amado hermano, te pertenezco enteramente. Hazme sufrir, no me importa nada ahora. Por amarte tanto así, me he hecho acreedor al castigo de vivir en unión de lazo contigo.

¿Me preguntas que si es doloroso?

No me importa que la palabra "hermano" rompa mis sentimientos. Da igual. Aprendí a ser masoquista para guardarme mi propio sentir, alejado de ti, alejado de tu corazón. Mi amado hermano mayor ¿podrás perdonar a este chiquillo molesto, indisciplinado y caprichoso? No te guardaré rencor, se que a quien en verdad perteneces, es a alguien más. Tampoco puedo odiar a quien amas, sin embargo la dilatación de las arterias de mi corazón me molesta, como si bombeara excéntricamente la tristeza que se acumula y me vuelve un objeto pesado.

Sé que lo haces por compasión.

Podría enloquecer si tuviera tu alma conmigo, podría perderme en el sin fin de emociones que juntos podemos crear, podría morir de felicidad si al menos tomaras mis sentimientos como algo completamente verídico y no como algo sucio que tiene que ser saciado para que no se pudra.

Hermano… ¿Es mucho pedir que me hagas el amor sin pensar en la presa que te espera en casa?

Otra vez, más de lo mismo, mentiras bañadas de placenteros gritos de agonía, de dulces gemidos de placer mutuos, de arcadas dolosas. Ese fuego líquido que se siente se apega cada vez más dentro de mi, ese inolvidable momento en el cual dejo de ser tu hermano menor para convertirme en parte de ti.

Nuestra conexión debe y merece ser eterna. No puedes suprimirme el deseo, no puedes dejarme con las ganas de aprender a contradecir las verdades.

Si tomas mi mano en medio de nuestro pleno acto de rebeldía, me desmoronaré, me romperé, sollozaré y pediré que pares. Las lagrimas producto de la pasión danzante no son más que las preferencias perdidas, no es más que una parte inútil de mi existencia que pide ser borrada, que pide ser eliminada, muerta y sepultada.

Sólo por ser tú, dejare que me empujes directamente al vacío oscuro, a ese abismo del cuál no pienso salir; mi jaula de oro impedirá que la caja de pandora vuelva a ser abierta y para entonces, yo desapareceré.

Desapareceré como el viento de la estación fría de otoño, dejándote gélido al día siguiente.

Para nosotros hay final feliz. Es un polvo, un olvídalo, un abrazo fraternal.

Para ti, es un pequeño escapismo a la realidad, algo nuevo, algo que deseabas probar y no volverás a hacer.

Y para mi, tu hermano menor…

Es mi sentencia para nunca volver a salir a ver la luz del sol.

Cuando se apague la luz, dejaremos de ser nosotros.

¿Estoy en lo cierto?