Disclaimer: Nada de esta historia me pertenece.

Primero que nada quiero pedir una disculpa a Marizpe porque esto es muy poco para un primer capítulo. Siento que si no publico esto tardaré más de lo que ya me he tardado. Trataré de apresurarme lo más que pueda.

Segundo, esto es un reto de foro El diente de león. He tomado la opción de Marizpe donde el señor Everdeen muere pero la señora Everdeen no enferma, ayuda a sus hijas, por lo tanto Peeta nunca le dio el pan quemado a Katniss. La señora Mellark muere años después y cuando Katniss y Peeta tienen dieciséis años el señor Mellark y la señora Everdeen se casan. A pesar de eso Katniss y Peeta comienzan a sentir cosas el uno por el otro.

Espero y mi explicación se haya entendido xD.

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Nobody sees

Nobody knows

We are a secret

Can't be exposed

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Forbidden

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— ¿Por qué alguien se volvería a casar?

— Todos podemos amar más de una vez, Katniss — dice Prim, acomodando una flor en su cabello. En esos momentos ella se siente como la hermana pequeña.

— No lo entiendo.

Observa a cada persona a su alrededor. La mayoría luce feliz por los recién casados. Parecen de verdad disfrutar del evento. Incluso los hijos del panadero, aunque de ellos no le sorprende. Los tres son amables con todos. Afortunadamente no son nada parecidos a su madre. Haría su relación más insoportable de lo que ya es.

— ¿De verdad lo harás?

— Como si tuviera opción...

Prim la mira con desaprobación, solo porque ella no se está viendo obligada a cantar en la boda de su madre.

Siente todos las miradas hacia ella. Su voz parece haberse ido. Katniss preparó a su madre para que no esperara una gran presentación. Tantos años sin haberlo hecho le han costado años de no practicar y considerando que no lo hace por gusto afectan.

Se lame los labios, sin saber a donde voltear a ver. Su primer instinto es a Prim. Como cuando tiene sueños donde no para de gemir y revolcarse en la cama. Pero esta ocasión no es esa. A pesar de saber que no está dormida desea que en cualquier segundo alguien la despierte. Quien sea. Odia ser el centro de atención.

No sabe ni como ni cuando pero la canción se ha acabado. Apenas lo nota y rápidamente vuelve a su lugar.

— Han pasado seis años, Katniss. Ya es hora.

Katniss Everdeen se considera una persona inteligente. Sin embargo no comprende porque su madre ha vuelto a casarse. Mucho menos porque ha tenido que ser con el panadero. Porque el menor de sus hijos la mira de forma extraña desde que cantó.

No le sorprende dudar de muchas cosas, está en su naturaleza. Pero no llegar a entender lo que pasa a su alrededor, siquiera lo más sencillo es algo que no puede soportar.

ooo

Son varias cosas que le molestan de su nueva casa en la panadería (bastantes como para molestarse en mencionarlas), pero la que más ha interferido con su horario es que si Katniss es una persona madrugadora, los panaderos le ganan. Por mucho. Incluso ha llegado a pensar que no duermen cuando es su turno de abrir la panadería.

Los últimos días salió de la panadería cerca de las cuatro de la mañana. Las primeras veces tuvo la suerte de no toparse con nadie. No había bajado las escaleras cuando escuchó un alboroto en la cocina. Ese día no había corrido con la misma suerte.

Pensó en la puerta trasera. Inmediatamente descartó la idea. Era de las pocas cerraduras que tenía la casa y la llave estaba justamente en la habitación de su madre.

Bajó resignada. No sabía siquiera porque lo intentaba. Los hijos mayores del panadero jamás la dejarían si eso significaba problemas para ellos. Tal vez podría llegar a un tipo de acuerdo, ya se le ocurriría la forma en la que también salieran ganando.

Para su sorpresa, fue el menor de los hermanos quien tenía a su cargo el negocio familiar esa mañana. Katniss sonrió y se dirigió hacia la puerta, ignorando completamente su existencia.

— ¡Katniss! — algún utensilio de cocina se estrelló contra la mesa. Peeta tenía una cara de terror en su rostro—. Me espantaste. No noté cuando llegaste.

— Comprensible. Con todo el ruido que haces dudo que puedas escuchar tus pensamientos.

Él sonrió, pensando que era una broma. Katniss lo decía completamente en serio. Lo ignoró y siguió su camino.

— Espera — la detuvo—. ¿A dónde vas?

— Al bosque — respondió como si fuera lo más obvio. Para cualquiera debería serlo.

— No puedes ir, es peligroso.

— Ya tengo una madre, Peeta. No necesito otra.

No sabía que tan rápido podría ser hasta que estaba entre la puerta y ella, impidiéndole salir.

— Fuera de mi camino.

Parecía incluso un poco temeroso de enfrentarse a ella—. Sé que extrañas a tu padre, y que ir al bosque no te hace sentir tanto su ausencia. Pero ponerte en peligro no hará que él regrese.

— No trates de hacer como si supieras lo que me pasa. ¿Me dejas salir o tendré que quitarte?

— Puedes intentarlo, estoy en el equipo de luchas.

Katniss levantó una ceja—. ¿Serías capaz de enfrentarte a mí? — Peeta tragó saliva—. Eso me parecía.

Con un empujón, que requirió más fuerza de la que se atrevería a aceptar, pudo hacerse hasta la puerta.

— Antes de que cruces esa puerta, recuerda que tienes a una madre y un padre que se morirían si no regresas.

Ella rió—. No digas tonterías. El panadero jamás será mi padre.

ooo

El sonido de los cubiertos era el único ruido que podía escucharse. Todos disfrutaban de su estafado de ardilla. Ir al bosque esa mañana no lucía tan mala idea ahora.

Le dio una mirada burlona a Peeta, quien solo le veía con pena. Contó eso como una segunda victoria.

Comenzaron a levantar sus platos cuando la mano de su madre sobre su brazo la detuvo.

— Tenemos que hablar.

Ella asintió.

Esperaron a que las burlas de los Mellark y Prim se fueran. Por alguna razón, Peeta no se movió de su lugar.

— Katniss, no quiero que esto termine mal. Así que, por favor, primero escúchanos.

— Está bien.

— No puedes seguir escabullendote al bosque. Corres mucho riesgo en ese lugar.

— ¿Les dijiste? — estalló, dirigiéndose a Peeta.

— Él solo hizo lo que le parecía correcto, se preocupa también por ti. Ahora somos una familia — dijo el panadero.

Familia. Por alguna razón la sola idea de pronunciar esa palabra le secaba la garganta.

— ¿Y por qué no puedo ir? ¡Disfrutaron la carne que he traído! ¡Es necesaria para que podamos sobrevivir!

— Katniss, por favor — su madre intentó calmarla—. No queremos hacer de esto una gran cosa. Hemos decidido que desde ahora compraremos en la carnicería.

— Pero todo lo que venden ahí es basura. Tú lo has dicho, nada como la carne fresca.

— Creo que no has entendido, esto no está en discusión.

— Y lo mejor será que comiences a tomar turnos en la panadería como mis hijos — explicó el señor Mellark—. Peeta se ofreció a ayudarte hasta que aprendas.

La sonrisa que le dio él no funcionó de nada—. Seguiré yendo al bosque, no puedes obligarme a ser otra más de tu mano de obra.

— Imaginé que reaccionarias así, por lo que tomé tu chaqueta de cuero.

— Puedo ir a cazar sin ella.

— No si la quieres de vuelta — dijo el panadero.

— Es el único recuerdo de mi padre que me queda — sus ojos comenzaron a humedecerse—. No pueden hacerme esto.

— En cuanto mejores en el negocio te la devolveremos.

— Si ya estamos entrando en ese tipo de terrenos, ¿qué le parecería si golpeo a Peeta en la cara? — levantó su puño—. Para que no olvide a su madre.

— ¡Katniss! — exclamó su madre alarmada—. Deja de actuar como una niña

— No estoy actuando como una.

— Mañana en la mañana te quiero ayudando a Peeta a hornear — dijo con voz firme—. Te guste o no.

Katniss observó la mirada furiosa de su madre, al panadero incómodo y a Peeta esperanzado a que aceptara.

— Si solo te ibas a casar por ambición hubieras elegido a alguien más rico.

ooo

— Sabes, el pan no algo del otro mundo. De hecho es muy fácil de preparar.

— Ajá.

— Incluso puedes llegar a disfrutarlo. En especial la parte de la decoración. Puedes crear las figuras que tu desees.

— Ajá.

— Tal vez te cueste un poco de trabajo perfeccionarlas. No sé que tan buena seas dibujando, así que no puedo juzgar — Peeta observó como Katniss no le prestaba atención. Sus uñas eran, de la nada, más interesantes—. Katniss, ¿estás escuchando lo que digo?

— Ajá.

— Katniss — dijo derrotado—. No puedo enseñarte si no muestras el mínimo interés.

— Pues no lo hagas.

— Mi padre dijo...

— No me interesa cualquier cosa que salga de la boca de tu padre — le interrumpió—. Deberías estar acostumbrado a eso.

— Creo que eres muy desagradecida con todo lo que él ha hecho por ti.

— Peeta, no soy su obra de caridad.

— Eso no es lo que quise decir.

— Como sea, ¿ya vas a terminar con lo que estabas diciendo?

— Acabamos de empezar.

— Se ha sentido como una eternidad.

Peeta, la mayor parte del tiempo, era una persona paciente. Siempre dispuesto a ayudar a otros, no importa cuanto tiempo tomase.

Con Katniss era otra historia. Sabía que no era la chica irritante que estaba siendo en ese momento. Lo había visto con Prim. Y si iban a tener que convivir por varios años más en la misma casa, quería hacerlo bien.

— Quiero ser tu amigo, de verdad lo intento — dijo con los puños cerrados—. Pero no puedo hacerlo si eres tan cerrada con las personas. Si no te permites conocerlas.

— No tengo ningún interés en que seamos amigos.

— Ahora que somos hermanos, me gustaría tener ese tipo de relación. Me llevó bien con Darren y Lenn, pero no es lo que estoy buscando.

— Te pidieron que me enseñaras a hacer pan, no contarme tu drama familiar.

ooo

— ¿Katniss? — preguntó Peeta, al pie de la escalera—. Tienes prohibido ir al bosque, ¿recuerdas?

Peeta no sabía que hora era, solo que probablemente fuese muy temprano. Incluso para iniciar labores en la panadería.

— No voy a cazar — lo esquivó, sin importarle su presciencia.

— ¿Qué haces con eso? — señaló un paquete que tenía sobre su espalda—. ¿Te vas?

— Chico listo — le sonrió mientras se daba la vuelta hacia la puerta.

— No puedes irte.

— Necesito un poco de tiempo.

— Está bien — se quitó su mandil lleno de harina—. Te acompaño.

— A solas.

— Nuestros padres fueron muy claros, Katniss. Nada de ir al bosque.

— Observame.

— Los llamaré.

— Hazlo. Dudo que puedan alcanzarme.

— Sé a donde vas — le recordó—. Puedo hacer que los agentes de paz vayan a buscarte.

— Y en cuanto me encuentren, me colgaran. Gran idea.

— Katniss, por favor — la tomó del brazo. Ella aún dándole la espalda—. No puedes dejarnos. No puedes dejar a Prim.

— Sueltame.

— No hasta que me digas un buen argumento por lo cual decides dejar a todo mundo atrás sin importar lo que te pase.

— Te lo digo por segunda vez — su voz se quebró —. Fuera de mi camino.

Peeta le hizo voltearlo a ver a los ojos. Katniss apenas y podía contener las lágrimas, se mordía el labio. Parecía como una niña pequeña.

— Tranquila — le intentó limpiar las lágrimas con su mano. Inmediantamente ella apartó el rostro, como si su toque quemara—. ¿Qué está pasando, Katniss? Puedes decirme lo que quieras.

— Yo... — balbuceó—. Yo no quiero estar aquí.

— ¿Por qué? — con cuidado la hizo sentarse en uno de los sillones de la sala. Ella apenas y lo notó—. ¿Alguno de mis hermanos te molesta?

— No, no es eso. Ellos han sido muy amables desde que llegamos.

— ¿Entonces?

— Odio lo que mi vida se convirtió en el momento en que mi madre se volvió a casar. Solo... todo es tan perfecto.

— ¿Y? ¿Cuál es el problema?

— Me parece imposible seguirle el ritmo. Las cosas pasan tan rápido. Cada vez que intento estar en el mismo nivel pasa algo que me hace sentir que no hago las cosas bien.

— Si es por lo del pan quemado, Katniss, no te preocupes. A cualquiera le podría pasar.

— ¡No es sobre pan! No me gusta la panadería, no me gusta vivir en ella. Hay mucho fuego. Lo odio. Duele, si te acercas puede incluso matarte. Y estar aquí las veinticuatro horas del día me hace sentir como si mi vida se estuviera incendiando.

— Katniss...

— Trato de ser como ustedes, ¿sabes? La familia perfecta, los que son amables con todos. Pero yo no soy así. Y cuando lo intento me miran como si me estuviera burlando de ellos. No encajo en este lugar.

— Es cuestión de tiempo antes de que sientas que perteneces aquí.

— Siquiera puedo tener el cabello del mismo tono — toca la punta de su trenza.

— Creo que... no tienes que preocuparte por eso. Cualquier tono se vería muy bien en ti.

Se encogió de hombros—. Lo que sea.

— Estoy hablando enserio. No a cualquiera le quedan tan lindos los ojos grises como a ti. Si yo los tuviera de ese color daría miedo.

Katniss pasó de sus bromas.

— ¿Eso te parece una buena razón o habría que tenido que llorar más? — le dice después de un rato.

— Definitivamente un poco más de llanto me hubiese convencido — estuvo a punto de celebrar la semi sonrisa que le dio—. Personalmente no te dejaría ir... pero nadie se va a enterar si les digo que no te vi salir.

En esta ocasión si fue una sonrisa verdadera—. Gracias.

— De nada — le sonrió de vuelta—. Solo tienes que regresar. Te estaré esperando para darte tu siguiente clase sobre el pan.

Se levantó de su asiento—. No te prometo nada.

— No es necesario, sé que tomarás la decisión correcta.

ooo

— Así que, siendo esta tu tercera semana en mi curso intensivo sobre el pan. Katniss Everdeen, te entrego este delantal rosa — posó sus manos en su cadera, acariciándola un poco—, simbolizando el fin de un extraordinario camino que termina con esta ceremonia. Un día tan común como hoy, llegaste a mi con un nulo conocimiento de, lo que a mi parecer es el arte más hermoso, la repostería. Mañana tras mañana me demostraste la inmensa capacidad que posees y que nunca había visto en nadie más.

Katniss soltó una carcajada.

— Y con este nudo — tomó los listones de los extremos del delantal amarrándolos con cuidado—, eres oficialmente una trabajadora de la panadería Mellark. ¡Aplausos, por favor! ¡La mejor alumna que he tenido!

— Y eso es lo que dirás cuando pueda hacer una tanda completa sin incidentes — le devolvió el delantal.

— Sí, eso es lo que haré.

— No sé para que te molestas en hacer todo esto.

— Quiero que seas ambiciosa. Conseguir ese delantal es una meta para que te esfuerces más.

— Ojalá fuera tan fácil.

Katniss tuvo que admitir que la compañía de Peeta no era tan mala como pensaba. Él era amigable, haciendo bromas que lograban sacarle varias sonrisas. Sabía retroceder cuando su humor no era el mejor.

— Escucho mucho parloteo, chicos — la señora Everdeen bajó de las escaleras—. ¿Cómo van las clases, Peeta?

— Bien. Katniss pasó esta mañana de terrible a mala.

— Oye, pensé que habías dicho que estaba mejorando.

— Y lo estas. Ya no eres un desastre.

— Tú si sabes como hacer animarme — Katniss rodó los ojos. Siguió haciendo los bollos. Algo había en la masa que le impedía que quedaran iguales a los de Peeta. La otra opción era que como ellos decían, era mala en la panadería.

— Tal vez deberían usar el horno viejo — dijo la señora Everdeen.

— ¿No es uno de estos? — preguntó Katniss, viendo tres hornos a su alrededor que no se veían muy nuevos.

— Está en la parte trasera, es un poco peligroso — voy a encenderlo.

Sin que Katniss tuviera tiempo de ofrecerse y así practicar, Peeta ya había salido de la habitación.

— Sabes, hija — le dijo—. Estoy muy contenta de que intentes tener una buena relación con los Mellark. En especial con Peeta.

— Él es agradable — se encogió de hombros.

— Tal vez deberían tratar de ser un poco menos cercanos... físicamente hablando.

— ¿A qué te refieres? — dejó los ingredientes en su lugar para mirar a su madre, sin entender a que se refería.

— Cuando llegué estaba sujetándote de la cintura.

— Solo estaba poniéndome el delantal.

— Podrías ponertelo tú.

— Estás exagerando. Y tú eres la que quería que trabajara en la panadería en primer lugar.

— Solo digo, que cualquiera puede mal entender ese tipo de comportamiento.

— Si tu lo dices — no hizo más que decirle algo para que las cosas no se salieran de control. No es que no le gustara discutir con su madre, pero no tenía ánimos para eso.

— Lo siento, ¿interrumpo algo? — dijo Peeta en la puerta—. El horno ya está listo.

— No, no era nada importante — Katniss terminó de poner los panes en la bandeja.

— Terminaremos de hablar de esto después — le susurró.

Katniss creía que su madre solo buscaba razones para no estar de acuerdo con ella. Recordó como las manos de Peeta en su cintura no era un gesto particular que las personas hacían, no con ella por lo menos. Nunca se había declarado fanática de las muestras de afecto a menos de que fuesen con Prim. Tampoco es como si tocar su cintura fuese algo comprometedor. Daría lo mismo si al pasarse la sal se tocasen los dedos. Un gesto tan simple como ese no debería alarmar a nadie.

Abrió la puerta del horno. Inmediatamente notó porque no lo tenían en funcionamiento. Podía sentir más calor con ese encendido que con los otros a la vez. No se veía tan viejo como lo imaginó aunque debió ser el primero que consiguieron para la panadería.

Estaba a punto de meter la primera bandeja cuando notó algo extraño de color oscuro.

— Peeta, hay algo dentro del horno — dijo preocupada.

— ¿De qué...? — por un segundo se veía horrorisado. Trató de conversar su rostro indiferente, esperando a que ella no lo notara. Pero lo hizo—. ¿Por qué no vas a traer un... un poco de harina?

Katniss sonrió, pensando que era otra de sus bromas—. ¿Qué tan importante tienes ahí para querer deshacerte de mí?

— Nada.

Ella se acercó pero Peeta se interpuso en su camino.

— No me gusta tu costumbre de ponerte frente a mí. Déjame ver que es.

— No puedo.

— Si no la sacamos podría comenzar un incendio. Es un alivio que no haya empezado ya — Peeta no se movía—. No puede ser tan malo.

Con ayuda de unas tinzas sacaron la bola negra caliente.

— Katniss, yo... déjame explicarte.

— ¿Es la chaqueta de mi padre? — su voz se quebró—. ¿La quemaste?

Se acercó lentamente para evaluar los daños. No fueron ni dos segundos lo que la tocó, el ardor en su mano fue instantáneo.

— Te traeré una pomada.

A lo largo de todo el tiempo que llevaban viviendo juntos Katniss le había dado muchas miradas. Gran parte de ellas eran de desagrado mientras rodaba los ojos. Pero nunca le había visto de esa manera. Con los ojos enrojecidos haciéndole sentir culpable, para luego cambiar a algo parecido a la decepción.

— Fue un accidente. De haber recordado que la puse ahí jamás hubiera encendido el horno.

— Aléjate de mí.