- En serio… ¿Barbie? ¿Barbie, San? ¿No se te pudo ocurrir otro nombre?

- Satanás ya estaba cogido.

Quinn rodo sus ojos y se alejo de ella. Necesitaba urgente una copa y algo de espacio para intentar calmarse y que el mosqueo que traía con ella por arrastrarla hasta allí no se apoderara de la poca serenidad que le quedaba. Ya en la barra, se aventuro a pedir una cerveza negra, como le gustaban. Viendo con malos ojos que las demás quisieran guardar las apariencias desde un principio tomando bebidas discretas como café, tónica… pero tal vez ese juego así funcionaba.

Hasta el momento y sin haber estado en una, ella creía que las citas rápidas estaban fundamentadas en la banalidad y el aspecto físico. De hecho, varios estudios demostraban que sólo treinta segundos suelen bastar para formarse una primera impresión, y que son suficientes tres minutos para saber si hay conexión con la persona que tienes delante. Y siendo honestas, siete minutos no alcanzaría para preguntarles más allá de quienes eran, que les gustaba, en que trabajaban, que odiaban. Por ello, seguía creyendo que ahí el físico llevaba la delantera, la ves, te ve, le prestas atención, te parece atractiva ¿Sí? ¿No?

En realidad, lo más que le preocupaba era no saber qué tipo de mujeres acudían a una empresa para que les ayudara a conocer gente y encontrar pareja. ¿Tanto era el afán de no perder el tiempo? ¿Dónde quedaba el espacio para la conquista, ese momento de espera, de incertidumbre que genera el encuentro? En parte, sintió que tampoco era una idea tan descabellada, la sociedad actual empuja a la satisfacción inmediata, no hay momento de pausa, de deseo, un espacio para la espera y el fantaseo de lo que será, exigen inmediatez, rapidez en todo, en el trabajo, en el viajar, en el comer, en el hacer ¿Por qué iba a ser la excepción la manera de socializar?

- Estas chicas deben tener algún problema, porque si no lo tuvieran no tendrían porque recurrir a este tipo de citas. – Dijo sin dejar de observar a las que creía sus futuras citas cuando Santana se detuvo justo a su lado.

- El problema que tienen, es que yo estoy felizmente comprometida.

- ¿Por qué me has arrastrado contigo? ¿Britt sabe que estas aquí?

- Fue idea de ella – Se limito a responder.

- ¿Ella quiere que quedes con otras chicas? – La miró con curiosa expresión, entre sorprendida e incrédula.

- ¿Eres idiota? Claro que no ¿Qué demonios estas pensando, Fabray?

- ¿Entonces? – Le preguntó

- Estamos preocupadas.

Desvío su mirada a su bebida mientras se reprochaba"Vamos, cuéntaselo de una maldita vez ¿De qué te sirve callar tus sentimientos?" Sin embargo las palabras seguían mudas en su garganta, aferradas. Preguntándose ¿Por qué eran, de pronto, tan frecuentes los silencios en ella? ¿Por qué para ella eran tan necesarios y para otros parecían tan acusadores? Parecía que al mundo le costaba un poco comprender a aquellos que preferían ser dueños de lo que callaban antes que ser esclavos de lo que decían.

Frustrada, cansada al no conseguir entender su conversación silenciosa, Santana clavó sus ojos en Quinn, sintiendo como la impotencia y la rabia contenida crecían por momentos, luchando por salir.

- No soportamos verte así. No me engañas, ni a mí ni a nadie, llevas unos meses sumida en la tristeza, la melancolía... Algo te pasa pero no lo dices. Te dedicas a ver los días pasar, y así no puedes seguir el resto de tu vida.

- ¿Y se os ocurrió que hacerme venir y conocer chicas era la solución?

- ¿Se puede saber qué coño te pasa? – Dijo fulminándola con la mirada.

Le surge la duda de decir algo, cualquier cosa. Pero no. Tomo un trago de su cerveza, al tiempo que sus ojos se paseaban por la sala, viendo como todas estaban sumergidas en sus smartphones. Ninguna intercambiaba una mirada, ni una sonrisa amable. Desde aquel momento supo que allí no encontraría a nadie para ella.

- Seguro que estas chicas tienen conflictos para relacionarse de manera "normal".

Harta de sus quejas, haciendo acopio de la poca paciencia que le quedaba, Santana suavizó el tono de sus palabras, algo que le empezaba a resultar complicado, porque por mucho que la quería no la entendía, y su mutismo y quejas comenzaban a sacarla de quicio.

- Basta, estoy harta de tus lloros, gimoteos y continuo mal humor ¿Acaso alguna vez no has pensado que una cita está siendo más larga de lo que debería? ¿En cómo decir me voy sin ofender a la descerebrada con la que hayas quedado?... Joder, deja tus prejuicios de lado, ahora si no te gusta la chica tan sólo tienes que soportarla siete minutos, y ya, listo, ¿De acuerdo? nada pierdes rubia... y lo mejor de todo… – Su voz tomaba un tono juguetón – la oportunidad de un segundo round.

En la mesa de registro le habían entregado una tarjeta roja con un numero y un espacio en blanco para que pusiera su nombre, su apodo o como quisiera que la identificaran. Quinn, así de simple, aunque siempre había fantaseado con adoptar otra personalidad. Había querido ser Elizabeth, bióloga marina o Sophie, bibliotecaria e inventarse una historia. En esta ocasión decidió que sería mejor y más sencillo ser transparente.

Además de la tarjeta de identificación, le entregaron un kit de bienvenida que consistía en un bolígrafo, una listas de varías preguntas destinadas a funcionar como salvavidas si los silencios incómodos se presentaban: ¿Te gusta viajar? ¿Cuál es tu idea de una cita perfecta? ¿Qué música te gusta?... Y su Date Card, una lista de todas las participantes que iba a conocer y donde debía ir apuntando cual de sus citas le ha gustado más o ha despertado algún instinto en ella. Tres alternativas, atracción, amistad, sin afinidad… y ¡voilà!, así de simple o complicado, tanto como marcar una de las tres opciones y esperar dos días para ver si en su bandeja de entrada ha recibido un correo electrónico con el resultado de quien la quiere contactar para una segunda cita.

Laura, una mujer encantadora, les indicaba el lugar que deberían ocupar en la sala. Ocho mesas en total y cinco ya estaban ocupadas por mujeres que no eran de su estilo. ¿Ven? Todo es físico, la primera impresión. Es así, Una mirada y ¡zas! Ya has encasillado a esa persona. Esa sensación no es una conclusión lógica y razonada, es más bien una sensación inconsciente que decanta tu corazón hacia un lado u otro. Lo peligroso del tema no es solo que esa primera impresión pueda estar totalmente equivocada, sino que es bastante determinante y marca mucho sobre las percepciones posteriores, más racionales y precisas que te muestran cómo es en realidad la otra persona.

Una vez instaladas todas las participantes, Laura procede a explicar las normas a seguir.

- Buenas noches y bienvenidas a "7 minutos". Esto es muy fácil, cada participante tendrá 7 minutos para charlar con la persona que tiene enfrente suyo, pasado el tiempo las participantes con la tarjeta identificativa de color verde se cambiaran de sitio para conocer a una nueva participante y así sucesivamente hasta conocer a todas las participantes.

En ese momento de espera, en el que los nervios ya han invadido los cuerpos de las participantes, Quinn siente una sensación de vacío que la llena. Mira a su alrededor sacando fuerzas de donde no las hay para seguir adelante con aquel juego. Le da un buen trago a su cerveza y vuelve a mirar a su alrededor y piensa que después de todo, aquel tipo de encuentros no esta tan mal, es una forma de evitar la angustia de encontrarse sola un sábado por la noche invadida por una autocompasión insoportable.

- El inicio y final está marcado por una campana – Laura hace sonar la campana y Quinn siente la necesidad de salir corriendo como si de una alarma de incendio se tratase – Pero no os preocupéis, tendréis un respiro de 90 segundos para que podáis despediros de vuestra cita y anotar en vuestra Date Card las impresiones que les ha dejado antes de pasar a la siguiente.

Ahora sí, empieza el juego.