Para Pilar, porque me hizo sonreír aunque no sabía que lo necesitaba.

Sí, ya sé. Kurtbastian.


Lento.

Se miraron a los ojos apenas la música lenta comenzó a sonar, Kurt era capaz de jurar que podía escuchar el latido de su propio corazón aún más fuerte que la melodía de la banda. Respiró profundo, aún sin moverse de su lugar, con los ojos clavados en los orbes verdosos que le observaban desde arriba.

Tragó en seco, sintiendo cómo su garganta se cerraba ante las palabras que quería pronunciar, ante los mil y un ademanes que deseaban minimizar el sonrojo que sentía pintado en sus mejillas, pero fue incapaz de procesar cualquier otra cosa que no fuese la mano de Sebatian Smythe entrelazándose con la suya, arrastrándole hacia el medio de la pista, acercándole a él en un baile tan íntimo como público.

—No deberías estar nervioso —susurró, su nariz pegada a su cabello, inhalando la esencia a jazmines que le había vuelto loco desde un principio —No voy a morderte —Kurt dejó escapar un suspiro involuntario, sintiendo cómo su cuerpo quemaba allí, donde sus pieles se rozaban, incluso sobre la tela de sus trajes.

—¿Y qué pasa si así lo quiero? —ojos cielo se encontraron con pupilas dilatas y una sonrisa que insinuaba picardía. Las perlas blancas de Sebastian relucieron ante la luz de ambiente y, al dar un giro repentino, Kurt se vio embriagado por el aroma de su colonia: fuerte, masculina, perfecta.

—Si me concedes la siguiente pieza —dijo, sosteniéndolo cerca de sí —prometo hacer todo lo que quieras —si alguien le hubiese preguntado, Kurt Hummel diría que sus palabras fueron idénticas a un ronroneo.

Minutos después, tras los aplausos de los presentes en la fiesta, recordó que su burbuja era transparente. Sebastian no pronunció sonido al ser tomado de la mano y acarreado hacia las habitaciones, ¿cómo podría, siendo que sus labios se encontraban ocupados en actividades más interesantes?