Volveremos a vernos
El tacto de la lápida es tan frío como la propia muerte. Siento que debería retirar mi mano, pero no puedo hacerlo. Sé que tu cuerpo no yace aquí y, aún así, al acariciar cada una de las letras esculpidas que componen tu nombre, me parece estar tocando tus suaves cabellos; creo ver mi sonrisa reflejada en tus profundos ojos azules; siento tu cálido aliento susurrándome al oído… Como siempre quise hacerlo y como nunca me permití. Ahora ya no estás…
La verdad es que he venido hoy aquí porque necesito despedirme. Pensaba desaparecer sin más, sin dar ningún tipo de explicación a nadie, como suele ser mi costumbre. Pero esta mañana, al levantarme y ver lucir nuevamente ese potente Sol por cuyo brillo entregaste tu alma, he sentido que debía venir a verte. Bueno, a ver el hermoso "gatito", así es como lo llaman todos en el Santuario, que Lithos ha esculpido en tu honor.
Ni siquiera sé si podrás escuchar estas palabras; si quedó algo de ti tras aquella gran explosión. Sólo sé que todo mi ser me grita que volveremos a vernos, que volveremos a encontrarnos, pero todavía no.
Por eso, antes de seguir mi camino, necesito pedirte disculpas. Disculpas por todo el tiempo que perdimos, disculpas por todas las silenciosas súplicas que tus ojos me dirigían y que yo ignoraba, disculpas por todas aquellas palabras que quedaron silenciadas en mis labios… Disculpas, en definitiva, por esta máscara que me obstiné en llevar cuando sabía que era innecesario.
Sólo puedo prometerte que todo eso cambiará. El destino volverá a unir nuestros caminos y, cuando eso ocurra, espero que puedas reconocerme, porque ya no llevaré ninguna máscara.
Te buscaré en una nueva vida Aioria, santo dorado de Leo.
