Disclaimer: Nada excepto la trama y redacción me pertenecen.
El día libre de Jean había empezado horriblemente mal. Algún vecino desconsiderado había tenido la genial idea de ponerse a hacer agujeros en la pared a primera hora – en realidad no – de la mañana, cuando él sólo llevaba doce durmiendo. Le daba igual que el sol ya estuviese alto en el cielo y que el resto del mundo hubiese empezado ya su vida diaria, Jean quería seguir durmiendo.
Dio varias vueltas en la cama, intentando ignorar el ruido infernal que hacía aquel taladro, pero no era capaz de volver a conciliar el sueño. Así que, muy a su pesar y habiéndose mentalizado de que tenía que abandonar la calidez de aquel mullido colchón, se levantó.
Llegó a la cocina arrastrando los pies y miró en la cafetera por si acaso algún ente mágico lo había preparado mientras él soñaba que un titán se comía a Eren y le dejaba vía libre para casarse con Mikasa. No fue así. Con un suspiro que acabó en bostezo, abrió la nevera y buscó la jarra de café sobrante del día anterior. Apenas quedaba, pero no le apetecía nada hacer más, así que se lo echó en la primera taza limpia que encontró y decidió saltar al siguiente paso: calentar la leche.
Pero la jarra de la leche no estaba dentro de la nevera, así que Jean echó un vistazo rápido a la encimera de la cocina hasta darse cuenta de que estaba dentro del fregadero, junto a todas las demás cosas sucias que llevaba toda una semana sin lavar. No iba a perder el tiempo limpiando en vez de desayunar, por lo que cogió el tetrabrik y se echó la leche directamente en la taza. Metió la taza en el microondas sin prestar atención al tiempo que estaba poniendo y esperó mientras veía el recipiente girar dentro del electrodoméstico.
El microondas pitó y Jean se sentó a la mesa, a la que no había quitado el mantel el día anterior, con su café caliente. Pero estaba demasiado caliente, además de que se había olvidado de echarle azúcar y estaba asqueroso. Sin embargo, le parecía una tontería demasiado trabajosa levantarse a coger leche fría y el azucarero. Quizá no fuese el mejor café del mundo, pero tampoco era tan imbebible.
Se quemó la lengua bebiendo aquel horrendo café con leche pero, quién sabe, si se hubiese echado leche fría y no hubiese controlado bien la cantidad quizá habría sido peor. Lo único más asqueroso que el café recalentado sin azúcar era el café recalentado sin azúcar frío.
Con mucho esfuerzo se puso en pie al terminar y dejó la taza usada en el montón de cacharros por lavar. Había pensado en llamar a Marco para hacer algo, pero se dio cuenta de que el vecino había parado con el taladro, así que prefirió volverse a la cama. En realidad, ni siquiera le apetecía hacer nada con Marco.
