Es increíble como se puede pasar en tan sólo un segundo de estar completamente feliz a derrumbarte en la tristeza. Lo sé porque es lo que me pasó a mi cuando, de un día para otro, mi mejor amigo había desaparecido por completo.
No había dejado nada más que un armario vacío y una nota en su escritorio en la que ponía "Lo siento, adiós".
No entendía como él, que me lo contaba absolutamente todo, me había ocultado lo mal que le iba en la universidad, las peleas que estaba teniendo con su madre y los otros muchos problemas que habían hecho que desapareciera. Es más, él siempre me decía que todo le iba genial y que era feliz, y, al día siguiente se había marchado, sin dar explicaciones, sin tam siquiera despedirse de mi. Aquel día, cuando su madre llamó a mi puerta junto con dos policías, se derrumbó mi mundo, dejó un vacío en mi vida, en mi corazón, muchos dirán que exagero, pero no, realmente mi vida sin él no tenía sentido, pasaba las noches en vela, y, cuando conseguía dormir tenía horribles pesadillas relacionadas con él, mi apetito había desaparecido, tenía los ánimos por los suelos y veía todo de forma triste y gris. En definitiva, mi vida era una mierda.
Ese día tenía que levantarme pronto debido a que tenía clases, pero como aquella noches apenas había pegado ojo me quedé dormida y cuando llegué a la universidad era ya el final de la segunda hora.
Entré con precaución al hall y fui hacia el pasillo donde se encontraba mi clase, que estaba atestado de gente. Me sentí aliviada porque con toda esa gente ahí nadie se daría cuenta de que acababa de llegar. Pero mi alivio se desvaneció cuando, por mirar hacia atrás, me choqué con la última persona con la que me apetecía encontrarme. Delante de mí acababa de aparecer el señor Shin, mi profesor de matemáticas, clase que me tocaba aquel día a primera hora, y también el director de la universidad.
Me miró de brazos cruzados y con el ceño cruncido, me hizo acompañarle a su despacho, donde me echó una charla sobre las consecuencias que tendría para mi futuro el faltar a clases, que duró algo más de media hora, después le puse la excusa de que el despertador no había sonado y me fui a mi clase.
Cuando entré y vi a la señora Lee, la profesora de historia, una mujer de mediana edad, de pelo castaño oscuro y piel blanquecina, que siempre iba con vestidos de tonos oscuros y un moño perfectamente recogido, mirándome con su cara de "como te atreves a interrumpirme", puse los ojos en blanco instintivamente, lo que hizo que ella arrugase el rostro.
- Con que al final, después de seis clases ausente, se ha dignado a aparecer por aquí señorita Park -dijo ella mirándome seriamente-
- Bueno, verá, se que me echa de menos si no vengo a entretenerla y que se aburre si no hay conflictos en clase -dije sonriendo de medio lado-
- No intente picarme, no va a conseguirlo. Siéntese ahora mismo -dijo en tono autoritario-
- Claro, si si...
La señora Lee siguió dando su clase y yo fui a sentarme a mi mesa, que se encontraba al final del aula, pegada a la pared, me senté y dejé caer la mochila al suelo. Justo cuando cerraba los ojos noté un golpecito en el hombro izquierdo así que volví a abrir los ojos al tiempo que giraba la cabeza para mirar.
En la mesa de al lado se encontraba mirándome Min, una chica de pelo negro, blanquita de piel y ojos marrones verdosos, que aparte de ser mi compañera de clase era mi mejor amiga, y la única que me quedaba. Estaba poniendo la misma cara de preocupación que llevaba usando para mirarme ya casi cinco meses, desde que todo había pasado.
Sonreí forzadamente, me encogí de hombros, giré la cabeza hacia delante y mantuve la mirada en un punto fijo de la pared, sin hacer caso a las palabras que salían de la boca de la profesora, envolviéndome, como siempre, en mi burbuja y dejando volar libres por mi cabeza esos recuerdos que una vez me habían hecho tan feliz, y que ahora solo me causaban dolor. Su voz grabada a fuego en mi mente y corazón...
"Me importas demasiado Dara"
"Siempre voy a estar a tu lado"
"Puedes confiar en mí, nunca te mentiría"
"Te quiero pequeña"
Me tembló el labio, señal de que iba a comenzar a llorar de un momento a otro. Me mordí el labio para contener las lágrimas y apartando la vista de la pared parpadeé varias veces y centré la atención en mis compañeros, a los que vi recogiendo sus cosas. Fue entonces cuando comencé a oir la voz de Min, que me estaba llamando. Giré la cabeza y la vi de pie a escasos centímetros de mí.
- ¿Qué? -la dije-
- ¿Cómo que qué? ¡Has vuelto a llegar tarde y no respondías cuando te estaba llamando hace un minuto! -dijo ella alzando un poco la voz-
- Me quedé dormida... y ahora solo pensaba - dije tranquila-
- ¿Otra vez? -suspiró- Dara, llevas sin dormir bien como cinco meses, deberías ir al médico ¿Has visto las ojeras que tienes?
- Sí, las he visto, gracias -dije algo cortante, ella volvió a suspirar-
- Solo estoy preocupada por ti. Desde que Jungkook se marchó dejando nada más que una nota y sin haberte dicho nada, a pesar de que eras su mejor amiga... -fue bajando el tono hasta callarse a medida que mi expresión pasaba de cansasa a enfadada y carraspeó- perdona, a lo que voy es a que llevas mucho tiempo sin dormir bien, seguro que comes mal porque estás más delgada y te estás poniendo más pálida que yo, y no doy médico pero se perfectamente que eso no es bueno
- ¿Podemos salir de clase ya? -dije cambiando de tema ya que no quería seguir hablando de eso- necesito un maldito café o creo que voy a morirme aquí mismo
Salimos de la clase, que ya se había quedado vacía y fuimos hacia la entrada principal, que era donde se encontraban las máquinas expendedoras de comida y bebida.
Me acerqué a la máquina de café, metí unas monedas, presioné los botones y me quedé mirando todo el proceso de preparación que hacía la máquina como si fuera la cosa más interesante del mundo. Cuando ruve mi café entre las manos me senté junto con Min que acababa de coger un brick de zumo de una de las máquinas. Noté que me miraba así que mientras me llevaba el vaso a la boca la miré.
-¿Tu madre... ha dicho algo? -dijo ella, yo bajé el vaso hasta tenerlo apoyado en el muslo-
- No, aún no - me encogí de hombros- pero la oí hablar con alguien por teléfono - hice una pausa, y cuando volví a hablar, lo hice mirando fijamente a la pared que tenía enfrente- ella cree que estoy exagerando un poco, que la cosa no es tan grave -suspiré- pero que va a llevarme a un... especialista
- ¿Especialista? ¿Se refiere a un psicólogo? -dijo ella confusa-
- Exacto -dije asintiendo levemente, después le di un sorbo al café-
- No creo que sea para tanto, eso es exagerar
- ¿Tu crees?
- Sí. Igualmente deberías ir al médico para que te recete algo para que puedas descansar
- ¿Como qué?¿Drogas?¿Algun tipo de cloroformo?¿Anestesia?
- ¡No! -dijo pegándome flojo en el brazo- simplemente unas pastillas normales que hagan que tus endorfinas se activen y así consigas relajarte y puedas dormir -dijo y yo me quedé mirándola con una mueca cuando la oí decir "endorfinas", pero no dije nada al respecto-
- Aun así seguiré teniendo pesadillas
- Pero esque si no duermes como es debido vas a enfermar
- Estoy bien -mentí-
De repente sonó la sirena del final de recreo, apuré el café, tiré el vaso y nos dirigimos a clase.
Aguanté las últimas clases y cuando sonó la sirena de salida hice que Min recogiese sus cosas rápido para salir lo antes posible de allí, cada vez odiaba más ese sitio y cuando atravesamos la puerta de la valla del recinto sentí que me quitaba un peso de encima.
- Oye, odio esto, pero tengo que irme a un sitio con mi padre -me dijo Min señalando a un hombre apoyado en un coche negro- así que no puedo acompañarte hoy a casa
- No pasa nada -la dije-
- Prométeme que vas a ir directamente a casa
- ¿Por qué tengo que...
- Prométemelo -dijo seria interrumpiéndome-
- Vaaalee -dije alargando la palabra-
- Esta noche te llamo - dijo, yo asentí y se marchó-
- Lo siento... -dije en voz baja cuando sabía que ya no podía oírme-
Me quedé mirando como Min montaba en el coche y después este arrancaba y giraba por una calle hasta perderse de vista. Decidí volver a casa caminando, aunque estuviera a cuarenta y cinco minutos de la universidad. Mientras paseaba miraba a las personas, muchas de ellas estaban acompañadas por otras e iban hablando y sonriendo felices. Cuando pasaron por mi lado un chico y una chica, y este la abrazó, me dolió el corazón. En ese momento mi mente se transportó de nuevo hasta mis dolorosos recuerdos y cuando volví en mi ya estaba comenzando a cruzar por el puente que estaba a mitad de camino.
Miré a mi alrededor y lo único que vi fue coches pasando a mi izquierda. No había personas caminando por allí, hasta que de repente, en el otro extremo del puente, delante de mi, vi una figura que andaba en sentido contrario y cada vez se acercaba más.
Cuando pude ver a aquella persona con claridad reconocí que se trataba de un chico de pelo, camisa Y pantalones negros, que llevaba puesta una chaqueta fina de lana de color verde oscuro que le llegaba hasta medio muslo.
Tenía la piel de un tono pálido grisáceo y andaba lentamente, arrastrando los pies, como si estuviera cargando un gran peso sobre sus hombros. Por alguna razón me recordó a mi y de alguna forma me sentí contectada a él.
Cuando pasó por mi lado le miré de reojo, pero después no me atreví a girarme, almenos no lo hice hasta que oí un golpe en el suelo, ahí tuve la necesidad de girarme y entonces...
