Disclaimer: Todo, absolutamente todo, pertenece a Rowling.

Un millón de gracias a Doncella de Lorde por haber beteado este fic y tenerme paciencia, entre otras muchas, muchas cosas. ¡Muchísimas gracias!

Éste fanfic participa en el reto "Para cada sensación, una estación" del foro El Escorpión Que Coleccionaba Rosas.


Capítulo Uno

"You are the loneliest person that I've ever known. We are joined at the surface but nowhere else. I look in the glass and stare at your, strained, grey, motionless face and ask. Underneath, is there a golden soul?" Opposite, Biffy Clyro.


Él era quizás la persona más solitaria que hubiera conocido jamás.

Perdido e inseguro lo había encontrado. Lo sabía, estaba segura de ello. Debido a la soledad en la que se veía rodeado, al principio había sido difícil averiguarlo. Pero después de analizarlo mejor, de tratar su serenidad etérea de las formas más complicadas y estúpidamente planeadas, había conseguido de cierta forma serpentear los muros de su fortaleza y penetrar en el castillo de grueso mármol. Pero aquella había sido la parte fácil. Ahora tenía que lidiar con los guardias de armaduras de hielo que le impedían el paso.

Las flores agonizaban como su esperanza en el otoño. Las hojas se marchitaban y caían a pedazos como sus intentos. Los veía ser pisoteados y volverse millones de partes en el suelo, muertos. Podía haber desperdiciado su tiempo, como los animales que recibían el invierno sin haberse preparado de manera correcta durante el otoño. Y que probablemente yacerían luego en el suelo con las esperanzas esfumadas de sus alientos como las hojas de los árboles que se esparcían con el viento, también muertas.

Pero tenía determinación. Aquella diminuta lucecita que se observaba a los lejos gritándole en silencio que podía intentarlo una vez más. Como aquella planta que se niega a morir porque cree que puede seguir intentándolo. Si tan sólo tuviera algo, lo que sea, de cooperación por su parte…

Probablemente la planta muera, fracase. Como ella.

Estaba solo. Ella quería brindarle compañía. No la quería. O eso parecía. O ella quizás era muy idiota para no darse cuenta de que la quería lejos. Lejos de él. De sus asuntos. De su propia vida.

—Déjame, Weasley —le espetó con impaciencia, cerrando con brusquedad el libro y levantándose con brusquedad—. Consíguete una vida.

—Quería hablarte de… —comenzó ella de forma atropellada mientras veía a su pequeña plantita agonizar con más fuerza.

—Permíteme anotarlo en mi libreta de cosas que no me importan —resopló, mirándola con hastío.

Rose cerró los ojos con fuerza y los abrió casi al mismo instante. Las palabras llegaron a su boca casi sin aviso.

—Éstas sólo, Scorpius Malfoy. No tienes a nadie, ¿no lo ves? Te estás pudriendo en tu fortaleza helada rodeada de obstáculos casi inquebrantables mientras no ves que a tu alrededor hay personas que quieren… que se interesan por… que (y Merlín me libre) se interesan por ti Malfoy. No puedo creer que seas tan estúpido como para no verlo.

Cerró la boca de inmediato y enrojeció casi al instante, sintiéndose estúpida y casi humillada. Eso le ocurría por bocona. Así que se permitió maldecir mentalmente. Observó al primogénito de los Malfoy, que no se había movido durante su patético discurso. Tenía el ceño muy fruncido; Rose se mordió la lengua, esperando una ácida respuesta. Sin embargo, Scorpius Malfoy se echó a reír como enfermo.

Rose lo miró sin comprender. ¿Pero qué rayos le sucedía? Lo vio apretar el libro en sus manos mientras se reía a carcajadas.

—Puede que no tenga a nadie —se encogió de hombros, luego de haber respirado profundamente y limpiarse unas lágrimas imaginarias—. Sólo a mis padres. Los demás no me interesan. No los necesito.

—No, no es verdad —Rose negó con determinación—. Mientes, Scorpius Malfoy. Siempre necesitamos de alguien sin importar que…

Scorpius resopló y luego sonrió con sorna, burlándose de su comentario.

—Quizás, Rose Weasley, te diste cuenta de eso demasiado tarde.