¿Cuándo habían cambiado sus sentimientos hacia ella?
Por mucho que lo pensara, Balthier era incapaz de recordarlo. Pensó en la primera vez que la vio en los acueductos de Garamsais, luchando contra aquellos soldados. Después de ayudarla supo al instante que era una mujer con apariencia vulnerable, pero con un fuerte carácter. Todo ello acompañado de una gran belleza, algo que tanto Vaan como él apreciaron en el mismo instante en el que la vieron.
Balthier había conocido a lo largo de su vida a muchas mujeres,y, gracias a la práctica y a la experiencia había aprendido a conocerlas, tratarlas y entender cuáles eran sus necesidades.
En cambio con Ashe, era diferente. Llevaba puesta una coraza de mujer dura que la hacía prácticamente inaccesible y en la cual escondía sus sentimientos. Era algo que podía entender: había perdido a todos sus seres queridos y a su reino. Se sentía impotente y por ello no quería mostrar debilidad ante nadie.
"Princesa, imaginad que este es un ciudadano de Dalmasca. Vuestra indecisión pone en peligro la vida de los dalmasquinos. Y la suya será la primera que se perderá".
Él y Fran entraron a robar en su palacio, y accedió a ayudarla sólo por la recompensa que la futura reina pudiera ofrecerle. Balthier nunca imaginó que la princesa actuaría de ese modo. Pese a que él se había movido con fines egoístas, ella le entregó al juez rápidamente la neticita. No tenía porqué hacerlo, pero lo hizo. Le salvó la vida. Pese a que es algo que hubiera hecho por cualquiera de sus compañeros, nunca creería que lo haría por él.
Ahora recordaba, que a partir de ese momento no la vió igual. Supo que empezó a cambiar todo.
A menudo la observaba, sin que ella se diera cuenta. Era pequeña pero tenía un cuerpo bien proporcionado. Sus ojos eran grises y expresivos, no era necesario que hablara para saber qué es lo que se le pasaba por la cabeza. Sus labios eran carnosos, y cuando en ellos se dibujaba una sonrisa, contagiaba a todo aquel que estuviera a su lado.
Balthier no paraba de maldecirse, se había acostado con muchas mujeres, pero ninguna había causado en él tal efecto como lo hacía la princesa. Cuando más consciente era de que nunca podría besarla, más se odiaba por encontrar cosas que hacían que cada vez le gustara más.
Se estaba enamorando (él, el pirata del aire más buscado y el más mujeriego) y, por más que quisiera, no podía hacer nada para evitarlo.
