Qualis eram
Rigardo escribe sobre la virgen de cabellos oscuros, debajo de la luz lunar, cuya única compañía es Juno encendida y Hécate mordiéndole las rodillas, hincada como está sobre un cuerpo (probablemente un joven con poca suerte y malos reflejos. Jamás ha visto a esa niña utilizar sus verdaderas habilidades para cazar. Se acerca a sus presas como si fuera una viajera con escasa ropa y problemas mentales. Cuando estas se pasan de manos, se encuentran con sus dientes y no tienen mucho tiempo para gritar: en seguida estos se hunden en sus gargantas). Apoya el cuaderno sobre las rodillas y se muerde los labios, tras aspirar un cigarrillo hasta el cansancio, la ceniza y el aburrimiento. Realmente no tiene hambre. Recuerda las lecciones en ese colegio de Razavia, cuando iba a ser sacerdote y lo único que rescata es la poesía que le enseñaron a hacer con propósitos morales. Porque cuando Isley no se encuentra y es imposible reñir con alguien que no responda gruñidos mezclados con sollozos, entretenerse con eso no está nada mal.
