Hola a todos y a todas! Bueno, esta historia rondaba por mi cabeza desde hace un par de semanas, pero hasta ahora no tenía muy claro cómo escribirla! Bueno, como os imaginaréis, será bastante más movidita y morbosa que Placebo, así que espero que se me de bien este nuevo género!
Para aclarar un poco el principio, contarios que Sakura es hija d unos millonarios desaparecidos y que, por la aparición de cartas amenazantes que parecen atentar contra su persona, su tía Mizuki y un juez deciden esconderla en un colegio de chicos. Pro hay un problema… y es que ella es la máxima representante del género femenino!
Disfrutad de la lectura!
RiMi.
Capítulo 1
Neko
Los mechones de desprendían de su propio cabello, cayendo lánguidos, como a cámara lenta, hasta llegar a posarse con la delicadeza de una mariposa, sobre el blanco suelo baldosado. Las manos del señor Fei iban y venían, cortando aquí y allá, destrozando aquella esplendorosa melena que poco a poco, iba desapareciendo para convertirse en un peinado corto, demasiado para la muchacha de dieciséis años que permanecía sentada en aquella maldita silla, esperando que aquel suplicio terminara.
Durante tres cuartos de hora, había mantenido sus grandes ojos verdes clavados en el espejo que le devolvía su propio reflejo, o al menos eso pensaba, aunque la persona que la observaba desde aquella superficie de cristal, no se pareciese en nada a ella.
- Bien, ya está.- El hombre se separó de la chica, y contempló con expresión satisfecha su obra maestra. En efecto, tal y como había previsto, Sakura Kinomoto había dejado de ser la preciosa hija del desaparecido millonario Fujitaka y su esposa Nadeshiko, para transformarse en un muchacho dieciséis años, apuesto y delgado, algo bajo para su edad, y poco desarrollado. Pero, al fin y al cabo, eso era lo que habían estado buscando con aquel radical corte de pelo.- ¿Qué le parece?
La aludida suspiró y apartó la mirada de aquel maldito reflejo. Bajo ella, una impresionante masa de cabellos castaños se arremolinaban, formando pequeños montículos que pronto serían barridos por el hombre que, en aquel instante, miraba a la muchacha en espera de una contestación.
- ¿Tengo que decir la verdad?- Preguntó entonces ella, resoplando.- Porque si es así…
El señor Fei sonrió amablemente.
- Una mentira piadosa no viene mal a veces.- Comentó, guiñando sus ojos tras las pequeñas gafas redondas.
- Parezco un chico de cara aniñada.- Dijo Sakura, contemplando de reojo el corto cabello.- Aunque sigo creyendo que no es un buen plan.
El hombre suspiró y se acercó un poco más, posando una de sus nudosas manos sobre el delgado hombro de la muchacha. Sabía que no iba a ser fácil para ella. Tendría que abandonar su magnífica casa, sus amigas y la cara escuela privada a la que asistía.
Lo cierto era que él tampoco estaba demasiado de acuerdo con la decisión que había tomado su tía, Mizuki Kinomoto, respecto a su futuro paradero tras quedar huérfana de padres y el juez que instruía el caso.
Sakura Kinomoto había vivido aquellos dieciséis años rodeada de los suyos, y protegida entre el cariño, los caprichos y la inmensa fortuna de su familia. Había crecido en una burbuja de cristal, que había acabado hecha miles de añicos. Y en aquellos momentos, tendría que enfrentarse ella sola sin ninguna capa etérea que la volviera invisible ante todo aquello que no quería ver por culpa de la desaparición de sus padres, que había levantado una asombrosa expectación sobre quién iba a ser el futuro heredero de la gran fortuna de la familia. De todas partes, habían surgido entonces deudas que pagar, personas que se hacían llamar familiares, y lo peor y culpable de que aquella chica tuviese que metamorfosearse en un muchacho, eran aquellas cartas. Aquellos trozos de papel que contenían serias amenazas para ella.
Pero de todas formas, aquello era demasiado, en eso coincidía con la hija única de los Kinomoto. ¡Ella, que apenas había tenido contacto con algún individuo del género masculino, tendría que hacerse pasar por chico en una cara escuela privada únicamente reservada a muchachos!
Desde luego, las autoridades cada vez iban a peor. Y la señora Mizuki, también.
- Verá como todo sale bien.- Le animó el hombre, sin dejar de sonreír.- Intentaré hacer entrar en razón a su tía, pero no le aseguro nada. Ya sabe como es.
Sakura bufó como un gato enrabietado. Chascó la lengua y se levantó de un salto del asiento, pisando con indolencia los largos cabellos que cubrían el suelo.
- Sí, me temo que sí.- Respondió, echando a andar hacia las escaleras. Se detuvo un instante antes de subirlas.- ¿Dentro de cuánto nos vamos?
- La limusina vendrá a recogernos en media hora.- Informó el señor Fei.- Vístase y baje en cuanto acabe.
Ella asintió distraídamente con la cabeza, y echó a andar en dirección a su habitación, atravesando las escaleras con la expresión de un cordero yendo a un matadero. Cuando llegó a su habitación, cerró la puerta con cuidado, intentando hacer el mínimo ruido posible. Y entonces, explotó.
- ¡Mierda¡Mierda¡Mierdaaaaaa!- Se llevó las manos a la cabeza, ahora, apenas cubierta por aquel corto peinado masculino.- ¡Me quiero morir¿¡Cómo voy a estar encerrada en una escuela masculina durante meses¡No podré soportarlo!
Se dejó caer de espaldas sobre la cama, cubriéndose el rostro con las manos. Odiaba a los chicos, los odiaba con toda su alma. Eran sucios, brutos, escandalosos y tan sólo conocían dos temas de los que hablar: sexo y deporte. ¡Oh¡Es que tenía que ser una broma¿¡Cómo diablos se iba a hacer pasar por uno de ellos?! Era cierto que no se le daban mal los deportes, pero aparte del criket, el badminton y el tenis que enseñaban en el colegio al que había acudido desde pequeña, no tenía ni idea de cómo se jugaba en los demás. ¿Futbol¡Dios Santo, aquello era tan solo un mar de patadas¿Baloncesto¡Estaba bien si lo que querías era oler el sudor que desprendía la axila de un chico que te sacaba dos cabezas¿Y el Rugby¡Era el entretenimiento idóneo si querías acabar golpeado y con algún hueso roto!
Y bueno, respecto al sexo… Se sonrojó violentamente, como siempre hacía cada vez que éste se mencionaba o se introducía por casualidad en su cabeza. Bueno, lo cierto era que tenía menos idea que un niño de diez años. Estaba al corriente de lo mínimo y justo, y no quería saber más. ¿Qué haría entonces cuando se encontrase entre una charla con el sexo como tema principal, o peor, en las duchas, frente a la exposición de decenas de cuerpos desnudos masculinos, con todo al aire?
Se quedó sin respiración y tuvo que abanicarse con la mano para calmarse un poco.
Definitivamente, tenía la impresión de que su llegada a aquel maldito colegio masculino: Tomoeda´s High School, iba a ser la entrada al infierno por la puerta grande.
Sakura hundió la mirada en sus piernas, ahora, cubiertas por un pantalón negro que le quedaba algo grande. Aunque a decir verdad, todo lo que llevaba puesto le venía por lo menos dos tallas mayores. Aquel maldito uniforme que llevaba puesto le hacía parecer un saco sin nada dentro. La camisa, remetida hasta las rodillas en el interior de los pantalones, le venía enorme para disimular su incipiente pecho, que, a pesar de no ser gran cosa, destacaba con camisetas medianamente pegadas, y la chaqueta rojo oscuro que le sobrepasaba las caderas, parecía más bien un amplio abrigo.
Suspiró con pesadez, y miró el caro reloj de pulsera que llevaba en la muñeca desde que su padre se lo había regalado cuando había cumplido los quince. Las siete y media.
Dios, esperaba llegar tarde y poder meterse en la cama sin tener que cruzarse con ningún estudiante hasta el día siguiente, pero al parecer, no iba a ser así.
- Señorito Neko…-. Dijo el señor Fei, volviéndose hacia ella.
La muchacha no se dio por aludida, siguió mirando su reloj con gesto ausente.
- Señorito Neko.
Nada. Sakura se mantenía impasible, perdida en sus pensamientos. El conductor de la limusina, extrañado de que aquel chico de cara aniñada no contestara, alzó la mirada por el retrovisor, que reflejaba la hermosa imagen del rostro del joven adolescente.
- ¡Señorito Neko!- Esta vez, la chica si reaccionó. Más por el ligero codazo que le dio el señor Fei en las costillas que por el nombre que la había llamado.
Suspiró, alzando los ojos al cielo. Claro, tendría que acostumbrarse a su nuevo nombre. Frente a los pocos que la conocían tal y como era, seguía siendo Sakura Kinomoto, huérfana de un famoso matrimonio adinerado, pero frente al colegio a excepción del director, que sabía muy bien su verdadera identidad, sería Neko Minami, hijo de empresarios que recorrían todo el mundo y que no tenían tiempo para ocuparse de él.
Con un bufido de desaprobación atascado en la garganta, la chica se volvió hacia el señor Fei, que parecía algo más aliviado al hacerla reaccionar.
- ¿Sí?- Preguntó, enronqueciendo lo más posible la voz.
- Mire allá a lo lejos.- Dijo el hombre, señalando con un nudoso dedo un hermoso palacete que se alzaba tras una colina coloreada de verde, rodeado por unos terrenos espectaculares.- Ya estamos llegando.
Sakura abrió los ojos de par en par, sorprendida.
- Vaya.- Murmuró sin poder evitarlo. Casi mejoraba a la academia a la que había acudido de pequeña.- No está mal del todo.
- Es la mejor escuela masculina de todo el país.- Repuso de pronto el conductor, lanzando una mirada amistosa por encima del hombro.- Se sentirá como en casa.
Ya claro. Como en casa. La muchacha meneó la cabeza, cuidando de que el hombre no se percatase de su sarcástica expresión, y se dejó caer sobre el respaldo del mullido asiento. Se preguntó en silencio que podría pasar, si en aquel instante, el conductor se percatase de que bajo esas ropas holgadas, se encontraba una chica aún a medio desarrollar. Bah, con lo que les gusta a los hombres ver a las mujeres vestidas con ropas masculinas, hubiese cambiado seguramente esa mirada afable por otra repleta de lujuria.
Sakura miró de nuevo hacia la ventana, que le regalaba a medias la imagen de su reflejo. Definitivamente, había dejado de ser la preciosa muchacha con la que se había acostumbrado convivir durante sus dieciséis años de vida, pero no obstante, con aquel nuevo corte de pelo, tan varonil, parecía uno de aquellos chicos afeminados que participaban a menudo en grupos musicales que desaparecían con la misma rapidez con la que surgían.
La belleza no se crea ni se destruye. Se transforma. ¿Era algo así, verdad?
De pronto, un potente frenado le hizo dar un salto de sorpresa sobre el asiento trasero y le hizo precipitarse sobre el de delante, golpeándose la cabeza. Tanto el señor Fei como el conductor soltaron una exclamación indignada tras la brusca forma de detenerse.
El culpable de ello era un muchacho alto y fornido, de oscuro cabello marrón y ojos pardos, que había lanzado una pelota de rugby a la calzada por la que en aquel momento estaba pasando el coche. Con gesto de disculpa, se acercó rápidamente al coche y recogió el ovalado balón.
¡No llevaba camiseta! Sakura lo contempló, boquiabierta ¡Santo Dios¿¡Esos cuadraditos que recorrían su torso, desde el pecho hasta la altura del vientre eran músculos?! Tuvo que apartar la mirada al sentir como un calor interno la encendía, haciéndole sudar las palmas de las manos.
Sintió como el señor Fei la miraba de reojo con el ceño fruncido, pero se hizo la tonta contemplando el techo del automóvil, como si encontrase algo fascinante en él.
El conductor de la limusina ahogó un suspiro resignado y bajó la ventanilla, asomándose a través de ella con gesto cansado. Al parecer, conocía a aquel apuesto muchacho que a punto había estado de provocar un accidente.
- Touya, en serio¿tienes que lanzar esa maldita pelota cada vez que paso por aquí?- Preguntó, meneando la cabeza con estoicismo.
El chico sonrió y se apoyó con ambos brazos en uno de los laterales del coche, ofreciéndole una maravillosa vista a la muchacha, que abrió los ojos de par en par al ver aquel torso griego estampado en su propio cristal.
El señor Fei carraspeó con incomodidad.
- ¿Es verdad que hoy viene uno nuevo?- Preguntó el chico, metiendo la cabeza en el interior el vehículo.- ¡Anda¿eres tú?
Sakura se encogió sobre el asiento cuando el tostado y sudoroso rostro del chico se aproximó demasiado al suyo, tan pálido y perfecto, como el de una muñeca de porcelana. Apenas logró asentir con la cabeza cuando sintió como aquellos ojos la recorrían de arriba abajo con el ceño fruncido de manera pensativa.
- ¿A qué curso vas?- Le preguntó amistosamente.
La chica tuvo que tragar saliva antes de contestar.
- A… a… primero…-. Titubeó con la voz más ronca que sus cuerdas vocales le permitieron emitir.
El tal Touya asintió distraídamente con la cabeza.
- Pareces…-. Tanto ella como el señor Fei se miraron entre sí con pánico. ¿Tan malo era su disfraz¿Se habría dado cuenta de que era una chica? -… más pequeño.
El hondo suspiro que se escapó de ambas bocas no pareció ser significativo para los restantes miembros del automóvil. El conductor miró de reojo al reloj, y apartó al muchacho con delicadeza.
- Tenemos una cita dentro de diez minutos con el director.- Le dijo, cerrando la ventanilla.
Tras un leve gesto de despido con una inclinación de cabeza, el coche aceleró y dejó tras él al dueño de aquel maravilloso y trabajado torso. Sakura meneó la cabeza y la dejó apoyada sobre el cristal, deseando que su frialdad clamase un poco el rubor que había cubierto su cara.
El señor Fei la contemplaba con preocupación. No, definitivamente no había sido una buena idea llevarla a esa escuela.
Al anochecer, los amplios terrenos del Tomoeda´s High School eran el lugar preferido de los estudiantes en el que estar. A pesar de qua estaban en Octubre y el frío comenzaba a hacer su aparición con la misma parsimonia con la que las hojas caían de los árboles, los alumnos aprovechaban las últimas horas del día al aire libre, practicando algún deporte, charlando, maquinando cuál sería la siguiente broma, o bien, comentando la película porno que le habían sustraído el día anterior al profesor de biología.
Touya Hida, seguido de los gemelos Tsukishiro, Yuki y Yue, se acercó a un grupo de tres muchachos que parecían muy entretenidos mirando un par de folletos, cuya portada, rezaba en grandes titulares las cuatro maneras posibles de tener un multiorgasmo.
- ¡Señor Li!- Bramó Touya, enronqueciendo la voz.- ¿¡Otra vez ojeando revistas obscenas?!
El aludido dio un salto de sorpresa, y con gesto alarmado, se apresuró a sentarse sobre los objetos mencionados, esbozando a la velocidad de la luz la expresión más angelical que le permitían sus facciones. Sus dos amigos, que también se habían entretenido comentando a grandes voces el titular de las revistas, se pegaron más a él, tornando sus expresiones divertidas y lujuriosas, en otras serias y graves, como si los acabasen de interrumpir en mitad de un debato sobre el por qué de la paz mundial.
- ¡Touya!- Exclamaron los tres, cuando descubrieron que tan sólo se trataba de él.
- ¡Menudo susto nos has dado!- Se quejó Yamasaki, extrayendo bajo el trasero de su amigo una de las revistas.
- ¿Por qué no te has reunido con nosotros después de las horas de estudio?- Le preguntó otro de los chicos, entornando sus ojos grises tras unas finas gafas de montura cuadrada.
- Elemental, querido Eriol…-. Dijo uno de los gemelos, encogiéndose de hombros.- Él quería…
- … ver la nueva adquisición de la escuela.- Su hermano acabó la frase por él relajando los hombros que había encogido.
- ¿Y?- El muchacho que aún no había hablado, el que había mantenido las revistas a salvo bajo el peso de su trasero, alzó su mirada parda hacia los recién llegados.- ¿Cómo es?
- Una auténtica…-. Comenzó a decir Yuki.
- … Monada-. Terminó Yue.
Touya asintió con gesto contundente.
- Una peluca, un par de tetas y una falda, y sería una chica preciosa.- Afirmó, echándose a reír.- Cuando lo vean las chicas del Tomoeda´s High School femenino, se lo querrán comer.
- ¡Bah!- El chico meneó la mano y se dejó caer sobre el fresco césped con expresión aburrida.- Mientras no le guste a Meiling…
Eriol se echó a reír y negó con la cabeza, como si diese todo tema relacionado con aquel nombre por imposible.
- Aún no me puedo creer que te guste.- Comentó en tono afable.
- Y yo aún no sé cuantas veces tengo que decir que no me gusta.- Le replicó el aludido, bufando por lo bajo.- Todos sabéis muy bien que solo estoy con ella porque me lo paso bien.
- Muy bien…
- Pero que muy bien…-. Subrayaron los gemelos, arrancando una exasperada mirada del chico.
- Por cierto, Shaoran.- Dijo Touya, recordando de pronto algo.- Ayer pregunté al director Terada en qué habitación estaría el nuevo, y por lo visto, se encuentra entre la que compartes con Eriol y la de los gemelos.
- ¿La individual?- Preguntó el muchacho de las gafas, arrugando el ceño.- Creía que esa habitación estaba reservada a personajes importantes…
Yamasaki se encogió de hombros con gesto complaciente.
- Quizás sea hijo de algún ministro extranjero, o de uno de esos que se han hecho multimillonarios por ganar la lotería… quién sabe.
Shaoran, tumbado bocarriba, se estiró como un gato perezoso, extendiendo las manos hacia ese Sol que estaba ya a punto de desaparecer tras los verdes prados.
- Por cierto¿cómo se llama?- Preguntó.
- La verdad es que tiene un nombre extraño.- Comentó Touya, haciendo una curiosa mueca.- Neko, Neko Minami.
- ¿Neko?- Los muchachos se miraron entre sí y se echaron a reír con estridencia.- ¡Por Dios¿Qué clase de padres le pondrían a su hijo un nombre cómo ese?
Shaoran se incorporó de pronto, justo cuando el último resquicio de Sol se escondía del todo. De un salto se levantó, sacudiendo su oscura cabellera para desquitarse de las pequeñas briznas de hierba que se le habían pegado al cabello.
Sonrió, con aquella maravillosa sonrisa que podía tumbar a cualquiera chica con buena vista.
- En fin. Supongo que ya descubriremos si es tan apacible como un neko… o tan arisco como él.
Por lo menos tenía un dormitorio para ella sola. El director Clow, muy amablemente, le había concedido situarse en uno de los pocos individuales con los que contaba el colegio. Y, en aquel instante, con el gesto de congoja del señor Fei de despedida rodando por su cabeza, lo agradecía con toda su alma.
Se dejó caer sobre la cama, y miró de reojo el reloj. Las doce y media de la madrugada, y ella aún sin desvestir. Aunque la verdad, con tantos sobresaltos en el día, recalcando sin duda la aparición de aquel torso desnudo de infarto, había sudado como nunca lo había hecho y necesitaba urgentemente un baño.
Miró las toallas blancas que reposaban sobre la elegante silla de madera del escritorio, y titubeó. Aunque a decir verdad, la indecisión tampoco duró en demasía. Porque dos minutos después, se levantó de la cama y comenzó a desnudarse con presteza.
A esa hora, todos estarían durmiendo. A nadie se le ocurría ir a las duchas de madrugada¿no?
Dejó el uniforme perfectamente doblado sobre la cama, y con cuidado, se quitó las vendas que le envolvían el pecho, con la intención de aplastarlo un poco y disimularlo si la camisa no llegaba a hacerlo del todo. Aquello era una de las cosas que más le molestaban al hacerse pasar por chico. Había oído que no hacía demasiado años, las jóvenes chinas se colocaban vendas en los pies con tal de impedir su crecimiento. Pues bien, ella no quería que por culpa de éstas, su pecho, ya de por sí no demasiado desarrollado, no creciese menos de lo que estaba en sus planes.
Suspirando con resignación, se envolvió en la toalla y salió de su dormitorio con cuidado.
Lo cierto era que el colegio le había impresionado. Tras el recorrido turístico por el que le había guiado el director Clow, había contemplado atónita como la institución se había encargado de remodelar un palacete del siglo XVII para construir la mejor escuela masculina de todo Japón. Aquello lo podía ver en cada resquicio de las galerías que atravesaba en aquellos momentos, ornamentada lo suficiente, con elegancia y riqueza, de colores oscuros y rojizos.
Tres minutos después, llegó a la entrada del baño. Abrió la puerta con cuidado, intentando hacer el mínimo ruido posible, y descubrió, aliviada, que no había nadie dentro a pesar de que la luz estaba encendida. Suspirando, se dirigió hacia una de las cabinas y, nada más introducirse dentro, abrió el grifo del agua caliente. No obstante, fue un potente chorro de agua fría la que cayó sobre ella, helándola por completo.
Sobresaltada y calada hasta los huesos, soltó un agudísimo chillido que hizo un tremendo eco en las paredes del baño.
- ¡UYYYYYYYY!
- ¿¡Estás bien?!
Al escuchar aquella voz desconocida, se abalanzó como una posesa sobre la toalla y se cubrió con ella, a pesar de que el chorro helado seguía corriendo desde la campana de la ducha hasta su espalda.
La puerta de su cabina fue abierta a la fuerza, y tras ella, apareció un muchacho semidesnudo, con una corta toalla enredada en torno a su cadera.
Sakura enrojeció abruptamente, e intentó retroceder con rapidez. No obstante, resbaló con el jabón, trastabilló, y acabó resbalando, cayendo con fuerza sobre su trasero. La toalla, hasta entonces seca, se acabó por empapar tanto como su dueña.
El muchacho, que había contemplado la escena con los ojos como platos, sacudió la cabeza y se apresuró a cerrar el grifo. Cuando comprobó que ni una sola gota caía de la ducha, se acuclilló en dirección a la muchacha, que, con la cara más parecida a una tetera al rojo vivo que a una persona normal, se pegó a la pared como una lapa.
Sólo imaginarse que aquel chico que estaba inclinado sobre ella, estaba también desnudo, le hacía delirar de vergüenza.
Además, y para empeorar la situación, se acababa de percatar de que el condenado era guapo. Tremendamente guapo.
Bajo una cabellera de color chocolate, húmeda por el agua y revuelta, se encontraban unos grandes ojos de iris formados por matices cobrizos, rodeados por los mechones que se le pegaban a la piel perlada de agua y enmarcados por unas largas pestañas negras. La nariz, ni muy grande ni muy pequeña, ligeramente respingona, se encontraba sobre un par de labios enrojecidos que se hallaban entreabiertos, como si su dueño estuviese a punto de decir algo. El cuerpo inclinado hacia el de Sakura, era robusto en su justa medida, no tan trabajado como el del tal Touya, pero sí lo suficientemente para atraer la atención de su mirada femenina.
Sakura tragó saliva y apartó la mirada. No se atrevía a seguir descendiendo por aquel cuerpo. Sabía lo que venía a continuación y no quería desmayarse en mitad de aquella embarazosa escena.
- ¿Te has hecho daño?- Le preguntó el chico, ayudándole a levantarse.- Cómo te he escuchado gritar…
- Sí… digo¡No!- Sakura carraspeó, al ver la cara de sorpresa del muchacho al escuchar su desafinado tono, que parecía no querer acatar un timbre bajo.- No esperaba que el agua saliera tan fría, por eso grité.
- Ah, ya veo…-. El chico calló durante un instante, pensativo. Sakura esperó con el corazón en vilo, preguntándose en silencio si él se habría percatado que bajo la toalla que la envolvía se hallaba un cuerpo con medidas demasiado diferentes para tratarse de un muchacho.- Tú debes ser Neko Minami¿verdad?
- Eh…-. La chica dudó, pero casi de inmediato se dio cuenta de lo que el chico se refería.- Sí, claro. Por supuesto que soy Neko Minagui.
El muchacho arqueó una ceja, con expresión desconcertada.
- ¿Minami o Minagui?
Sakura se mordió la lengua, maldiciéndose por lo bajo. Mira que equivocarse en su "propio" apellido.
- Minami.- Corrigió tras un titubeo.- Y… ¿y tú?
El muchacho sonrió, acatando por fin una expresión mas relajada.
- Shaoran Li.- Respondió sonriendo.- Pero puedes llamarme Shaoran.
- Oh. Bien.
La muchacha bajó la mirada, notando como de pronto, su cuerpo recordaba que estaba desnudo y empapado, y comenzaba a quejarse estremeciéndose en potentes temblequeos.
Decidiendo que ya había tenido suficiente por aquella noche, dio un paso con la intención de marcharse, pero de nuevo, el maldito jabón hizo su aparición, produciendo de nuevo, que la muchacha resbalase. Sin embargo, Shaoran reaccionó rápido y consiguió estrecharla entre sus brazos poco antes de que se diese de nuevo de bruces contra el suelo.
El rostro enrojecido de Sakura adquirió un matiz violáceo cuando se vio abrazada de aquella manera, casi tumbada sobre el frío piso, como si acabasen de adoptar una de las apasionadas posturas del tango.
- Tienes que tener más cuidado¿no crees?- Dijo él en voz baja, a una distancia que le resultó demasiado corta a la chica.- Vaya… visto de cerca, sí que eres tan mono como dijeron los gemelos.
Sí, desde luego. Aquella noche ya había tenido más que suficiente.
Farfullando algunas palabras de disculpa, consiguió desquitarse de aquellos brazos cálidos y salió de la puerta del servicio como una exhalación.
Se pegó a la pared de la galería, respirando agitadamente.
- ¡No… pienso… volver… a ver… a ningún… chico… desnudo!
Pero de pronto, de la puerta que se hallaba justo al lado de Sakura se abrió, surgiendo de ella un amplio grupo de muchachos que pasaron junto a su lado, sonriéndole abiertamente, ataviados con cortas toallas que apenas les cubrían y geles de baño. Entre ellos, pudo distinguir al chico del torso perfecto, Touya, y a un par de gemelos que le guiñaron un ojo al unísono.
Pasaron corriendo, levantando una ráfaga de aire que removió un poco los cortos cabellos de la muchacha.
Sakura se quedó completamente helada. Joder. Acababa de sufrir la mayor impresión de su vida.
School: Colegio exclusivo para chicos. Os gustó? Si? no? En cualquier caso, espero que me enviéis reviews con vuestra opinión!
Hasta otra y muchos besos!
Recordad que un fanfic con reviews… Creo que ya sabéis como sigue :)
Muchos besos!
RiMi.
