Tomoe desgarro completamente la ropa de Nanami, mientras que ella no podía ni siquiera hablar y mucho menos moverse, eso gracias seguramente a la droga que los seguidores de Akura-ou le había lanzado, cuando ella y la guardia falsa se dirigían al casamiento de Yukiji

Decir que estaba aterrada era quedarse corta, claro que ella había soñado en innumerables ocasiones, el momento en el que entregaría a Tomoe y siempre fueron ensoñamientos románticos, tal vez incluso infantiles.

-no será divertido si no te defiendes humana, pero creo que esto será mejor para ti, si te tomo de esta forma siendo virgen no te dolerá tanto así que supongo que estoy siendo muy generoso contigo.

La vos de Tomoe se escuchaba maligna y llena de deseo. Cada capa de ropa que desgarraba no solo descubría la delicada y suave piel de Nanami, si no que, al pasar sus garras, dejaba pequeñas heridas goteantes de sangre y eso le hacía desearla más, la sangre de esa pequeña mujer lo volvía loco, su aroma, su pequeño cuerpo debajo de él, lo hacía sentirse poderoso.

Nanami lo sentía todo, cada arañazo, cada gota de sangre brotando de su piel y deslizándose por ella, Tomoe, este no era su Tomoe, aquel que había jurado protegerla, estaba lastimándola, en el momento que el Kitsune se detuvo y se levantó, una pequeña bocanada de aire pudo llegar a sus pulmones, pero ese pequeño alivio dio paso al terror, al ver que el Kitsune solo lo hacía para despojarse de sus propias ropas, y darse cuenta que ella ya estaba completamente desnuda ante la mirada hambrienta de el.

Tomoe sujeto las piernas de Nanami separándolas, mientras hundía su cabeza en ellas, con su lengua entrante en ella, descubrió que sabía mucho mejor de lo que imaginaba, así que se separó para arrancarse dos garras de su mano e introducirlas en la pequeña cavidad de Nanami, descubriendo ya lo que su olfato le decía, esa mujer era completamente pura y de el.

Normalmente Tomoe, la tomaría para después, solo divertirse matándola, pero esta ocasión sería diferente, esta mujer le gustaba para un rato más, incluso tal vez para hacerla su concubina.

introdujo uno del os pequeños pechos de ella en su boca, lastimándola con sus colmillos y al sentir la sangre fluir en su interior, perdió todo signo de conciencia y dejo salir completamente a su Kitsune interno. De una estocada la penetro, sin importar el dolor que le causo, ni la débil barra que se interpuso, entraba y salía con desesperación, alternaba los besos desde sus pechos, cuello, boca, todo era de él.

Esta increíble, pequeña, frágil, cosa humana, fue puesta en su camino quizás por alguna deidad, aunque lo más probable, fuera un gran golpe de suerte, puesto que todos los dioses que él conocía lo odiaban, buscando su destrucción.

Nanami lloraba, estaba sintiendo, como su alma y corazón se quebraban en miles de pedasos, sintió asco por Tomoe, que la tomaba de una forma descuidada, al igual que asco por ella, porque una parte muy adentro de si misma, amaba que el Kitsune la tocara de esa forma, sintió el miembro de el, en el momento que entro, fue un dolor pasajero para después convertirse en un cosquilleo tan placenteramente endemoniado y en el preciso momento lo sintió palpitar, lo supo no solo él, se iba a venir, si no también ella, Nanami iba a experimentar su primer orgasmo.

El Kitsune no pudo más, su miembro palpito y las paredes vaginales de esa humana se contrajeron dolorosamente, delicioso apresándolo y derramando su semilla en ella, en ese preciso momento, sin tener conciencia, de el, ni el control de su cuerpo, la mordí, en el hombro, marcándola como su compañera, a ella a una simple humana, que le dio más place,r que el de cualquiera otro demonio que el poseyera. Una pequeña marca en forma de, fuego azul quedo tatuada para siempre en la pequeña clavícula de Nanami.