When your friends are here / Crash.

Ugh, tenía que sacarme esto. Desde que vi Cars 3 necesitaba hacer el POV de McQueen & Sally en el hospital. Lo siento, soy así.
El titulo del fic lo saque directamente y sin vergüenza del OST de la película:
"When All your friends gone/Crash" lo modifiqué y quedóasí. Volví al fandom luego de variooos años, yay!. También, tengo este headcanon en donde Sally y Holley tienen la misma relación de besties que McQueen/Mater. Odié Cars 2, pero extrañé a Holley en la tercera parte. /3 Lo más probable es que sea Multi-Chapter e incluya a varios personajes.

¡Los reviews alimentan a la historia! Espero que lo disfruten.

¿Habían sido dos, tres vueltas?

Dos, no...Tres…seis.

¡¿Por qué era importante eso?!

Dos, tres vueltas...en cámara lenta. Pánico, shock, desesperación.

Sally Carrera jamás se había sentido tan desesperada en su vida. El pánico se había apoderado de ella al instante que el auto de su novio se había encontrado volando violentamente por aquella pista en Los Ángeles. Ten Cuidado, ten cuidado. ¿¡Por qué no tuviste cuidado!?

Desesperación, terror e impotencia habían sido aquellos sentimientos más apegados en aquellas últimas cuarenta y ocho horas desde que pasó lo que solo ella creía que sucedería en sus pesadillas más violentas de los últimos once años.

Bueno, la posibilidad siempre estuvo ahí. Hasta llegó a hablar de esto una noche con el viejo Doc Hudson, un tiempo antes de perderlo.

― ¿Crees que alguna vez pasará?

― No mientras me encuentre con vida ― fue lo que Doc había contestado. Viendo cómo se llevaban a otro corredor al hospital ―Junior―a quien le había tocado lo inevitable. Sally aún era bastante nueva en esto de las carreras, nunca había tenido el interés de ser parte de ese deporte; hasta que McQueen había aparecido en su vida, pero era plenamente consiente cuán peligroso era dar quinientas vueltas a una velocidad de casi 190 kilómetros por hora. Luego de que hayan liberado a McQueen de aquella sala de hospital ―por los pocos golpes que había recibido aquel día― se aferró al corredor #95 en toda la noche, y toda la semana el único tópico de conversación entre ellos había sido del cómo él tendría más cuidado.

Claro, luego del World Grand Prix, en donde quisieron hacer literalmente volar a su novio en pedazos le quedó claro que el peligro sería una de esas cosas con la que ella tendría que aprender a vivir. Al regresar de Londres, se había prometido a sí misma nunca más faltar a ninguna sola carrera en la que él participara.

Y, así fue. En los últimos seis años de su vida, ella había estado ahí presente repitiendo la misma frase a McQueen antes que cada carrera empiece: Por favor, ten cuidado.

Ten cuidado, ten cuidado…por favor no me dejes. La rubia miró a su al redor por un minuto. El cansancio se estaba haciendo cada vez más tangible y la ansiedad y el pánico aún estaban presentes. En especial la ansiedad. Habían pasado cuarenta y ocho malditas horas y aún no podían darle un pronóstico alentador del estado del corredor. Suspiró e intentó abrazar sus piernas de nuevo en el pequeño asiento en el pasillo del hospital. Cerró de nuevo los ojos, pero lo único que podía ver cada vez que los cerraba era ver aquel auto volar en cámara lenta frente a sus ojos y luego ver la imagen de su novio extendido en el asfalto recibiendo los primeros auxilios. Y la sangre, toda esa sangre. Por favor, no me dejes. Por favor no me dejes.

Saltó de golpe al sentir una mano sobre su tensa espalda.

― Oye Sal. Flo quiere que comas algo. Compramos café y un sándwich―. Sally no dijo nada, no hacía falta decir nada. Simplemente tomó el café entre sus manos y miró a un costado fijándose como la persona había tomado el asiento a su lado ― ¿No quieres ir a tomar un baño? Reservamos una habitación en un hotel cerca de aquí. No es tan cómodo, pero al menos tiene agua tibia― Sally simplemente subió la mirada lentamente. De inmediato ojos de color verde se encontraron con los de ella. Ella mordió sus labios, lista para que otra marea de lágrimas vinieran.

― ¿Cuándo llegaste de Londres? ― musitó entre lágrimas. Holley de inmediato la abrazó, acariciando suavemente su rubio cabello, nunca había visto a su mejor amiga de esta manera.

―Él estará bien, lo estará Sal. Tienes que ser fuerte. Todos estamos aquí, contigo.― la rubia simplemente se limitó a asentir con la cabeza, secándose las lágrimas una vez más.

― Fue tan horrible. Dio tantas vueltas, cuando lo sacaron del auto aún estaba consciente y gritó tanto. Yo no podía hacer nada, los guardias estaban ahí sujetándome tan fuerte que aún tengo moretones. Y la sangre…oh por Dios, nunca había visto tanta. Y-yo Holley, no sé si podré ser…yo qué pasará con él…qué pasara con mig―. Y una vez más, el llanto se había apoderado de ella.

Holley sabía cuán mala era la situación. Al ver lo que había pasado en las noticias, había tomado el primer vuelo desde Singapur a Los Ángeles. No es que abandonaría a quien ella consideraba su única familia de los últimos años. No cuando el mejor amigo de su novio y el novio de su mejor amiga, se encontraba luchando entre la vida y la muerte.

― Shhh, todo estará bien. Saldrá de esta. Todos estarán bien Sal ― fue lo que repitió por las siguientes dos horas a la rubia, quien cada quince minutos padecía del mismo ataque de pánico.

Luego de cinco ataques de pánico más, Sally simplemente cayó rendida en el regazo de la espía.

La peli castaña suspiró profundamente, tomando el café frío que Sally finalmente no había tocado. Él tenía que salir de ésta, siempre lo hacía. Finalmente sacó el celular de su pequeño bolso y envía un mensaje a su jefe que no estaría disponible para la próxima misión, ya que su familia la necesitaba.

Tres horas después, la médica que atendía a McQueen salió a dar el reporte que el corredor se encontraba estable pero su pronóstico aún era reservado. Ambas asintieron pidiendo que la mantengan informadas. Luego de media hora más, y logrando que Sally tomará una tasa del agrio café del hospital, Holley volvió a su celular para ver si podía lograr entrar al sistema del hospital.

Flo llegó un tiempo después, y en todo momento abrazó a Sally consolándola una y otra vez cada vez que la rubia caía de nuevo en las garras del pánico y la ansiedad. Luego de cuarenta minutos, dos tranquilizantes y la promesa que la británica se quedaría de guardia en el hospital por la noche, Sally cedió a abandonar aquel asiento de pasillo y disponerse a descansar luego de cuarenta y ocho horas.

Tienes que salir de esta, McQueen.

―Esta será una estadía divertida― musitó para ella misma. Disponiéndose a tomar el asiento que su mejor amiga había estado ocupando hace unos minutos.

Tienes que salir de esta.