Las Tácticas de un Par de Rompecorazones

Capítulo 1

(PCR, 2007)

Amiga territana, amiga albertfan: la próxima vez que pienses defender a tu galán frente al "bando contrario"… ¡detente! Porque ni Terry es tan bueno, ni Albert es tan santo. Después de todo, no son más que un par de rompecorazones. ¿No lo crees? Bueno… sigue leyendo… ¡Luego no digas que no te avisamos! :-) J


Albert y Terry eran los mejores amigos. Si bien los separaban algunos años, su amistad había quedado sellada, literalmente, a sangre, una noche de agosto, en Londres,cuando Albert había ayudado a Terry en una pelea que bien pudo haberles costado a ambos la vida.

Los jóvenes tenían mucho en común. Ambos eran, básicamente, almas libres. Cada uno tenía una relación bastante particular con sus familias, las que no los habían aceptado, pero tampoco les permitían alejarse. Sin embargo, de una manera u otra, ambos habían conquistado su libertad y no les interesaba transarla por nada del mundo. Por eso, cuando la vida los unió inesperadamente en una cantina, peleando mano a mano, Terry no pudo dejar de sorprenderse. Hasta ese momento, nadie se había arriesgado así por él. Para Albert, en cambio, no era motivo de tanta admiración. Era una cuestión de ser bien nacido.

La amistad entre ambos se fue estrechando mes a mes, año a año. Con el paso del tiempo, Albert había aceptado volver a Estados Unidos a asumir formalmente como líder de su familia y Terry había optado por tratar de concretar el sueño de su vida: ser un gran actor. Ambos llegaron juntos a Nueva York. Terry permanecería en la ciudad, luchando por hacerse un nombre en Broadway. Albert, en cambio, debía tomar el tren que lo llevaría a Chicago, donde también debería luchar por consolidarse en el mundo de los negocios.

Pero los amigos, casi hermanos, siguieron en contacto. Muchas veces Albert debió visitar Nueva York por cuestiones de negocios, tal como más de una gira llevó a Terry a Chicago a presentar alguna obra. En dichas ocasiones, al calor de una copa los amigos compartían sus penas y alegrías, así como las historias de sus conquistas amorosas. Porque hay que decirlo: ambos eran unos rompecorazones.

Terry era alto, de pelo castaño oscuro y dueño de vivaces ojos verde azulados. Su porte noble y voz profunda, sumada a su innegable talento y carisma, lo habían convertido rápidamente en uno de los actores más asediados por admiradoras de todo el país. Albert no se quedaba atrás. Su complexión atlética, sus anchos hombros, caballera rubia y profundos ojos azules hacían que más de alguien se preguntara si era justo que un solo hombre lo tuviera, aparentemente todo: juventud, atractivo, inteligencia y dinero, mucho dinero. Desde luego, el dinero por sí mismo atraía a muchas, pero a Albert aquello no le preocupaba; estaba seguro de que era imposible que alguien lo hiciera caer en alguna de sus triquiñuelas. En el caso de Terry, las cosas no eran tan distintas. El acoso de sus fans lo fastidiaba en extremo, porque nunca le había gustado ser el centro de atención… o al menos, nunca había aceptado que le gustara serlo. Pero en su fuero interior, se sentía absolutamente satisfecho y orgulloso por ser tan talentoso y gozar del amor de tantas chicas bellas.

En suma, ambos amigos se sentían los reyes del mundo. Tenían todo (y a todas) a sus pies. No les faltaba amor, les sobraba dinero, todos reconocían sus innegables talentos, cada uno era el mejor en lo que hacía y sus vidas recién comenzaban. Tanta seguridad hizo que, con o sin intención, varios corazones femeninos resultarán heridos por los jóvenes. Ellos simplemente se encogían de hombros y lamentaban las lágrimas de sus amores, pero en realidad, nunca les afectó ni les preocupó mayormente si alguna chica salía lastimada. Después de todo, ¿no era ya un privilegio que ellos fijaran sus hermosos y asediados ojos en ellas? ¡Desde luego que sí!

Pero en la vida nada es gratis y tarde o temprano hay que pagar por lo bueno… y por lo malo.

- ¿Terry?

- ¡Hermano! ¿Dónde estás?

- ¿Dónde crees? En mi hotel, por supuesto, ¿preparado para una fiestecita privada? ¡Tengo novedades!

- No me digas. Seguro que tus novedades usan falda y perfume francés.

- Por supuesto. Pero no me hagas perder tiempo en el teléfono, ya sabes que soy un hombre ocupado.

- Bueno, me vas a perdonar, pero una hora del tiempo de Terry Grandchester vale unos cuantos miles de dólares, amigo. ¿Sabes cuántas revistas quieren entrevistarme esta semana?

- No creo que más que las que quieren entrevistarme a mí.

- ¡Eres un jactancioso!

- Y tú un iluso. Vamos, enviaré a mi chofer a tu departamento en 30 minutos, ¿te parece?

- Por supuesto. Si uso mi auto, tendremos a un batallón de fans en cinco minutos frente a tu hotel. Además, yo también tengo novedades…

- ¿En serio? No puede ser, ¡eres un insoportable!

- Sí, lo soy. Pero todos me aman.

- Jajajaja... Ok, el chofer pasará por ti en 30 minutos. Trata de no atrasarte tanto, es sólo una reunión entre viejos amigos, ¿bien? No necesitas arreglarte tanto, puedes dejar al actor en tu casa.

- Y tú puedes dejar al magnate en tu oficina. ¡Nos vemos!

Una hora después, ambos se daban un fuerte abrazo en uno de los bares del hotel de Albert en Nueva York. Para ambos, sólo lo mejor. Los mejores tragos, la mejor ropa, la mejor comida y, desde luego, las mejores chicas.

- A ver, a ver, ¿qué novedades tienes, millonario? ¿Te compraste un nuevo banco? ¿O alguna mina de oro o diamantes?

- Nada de eso, cómo crees. ¿Acaso te parece que sólo vivo para hacer dinero?

- Pues….

- No contestes – lo interrumpió Albert con una sonrisa torcida.

- Ok, como quieras… jajajajaja.

- Jajajaja… Bueno, sí: vivo para hacer dinero, pero no me queda de otra. Ya sabes, mi familia es …

- … una de las más tradicionales y poderosas de Estados Unidos y se espera que yo, como cabeza de la familia, me preocupe del patrimonio… - completó Terry imitando a Albert con voz afectada - ¡Vaya! No necesitas decírmelo otra vez. Me sé el cuento de memoria. ¡Apesta! ¿Todavía le dices lo mismo a todas tus conquistas?

- A decir verdad… ¡Sí! Y, ¿sabes qué? ¡Funciona de maravillas! – confesó con una amplia sonrisa el millonario, a coro con su amigo - Bueno, ¿y tú? ¿Todavía con el cuentecito del pobre hijito del duque y el rechazo de la realeza británica? No me digas que aún funciona…

- A decir verdad las revistas me han robado mi cuento. Ya todas lo conocen, así que he tenido que echar mano a mi fecunda imaginación para contar nuevas historias, nuevas aventuras, como la nuestra en Londres. Aunque en realidad, ser Terry Grandchester es más que suficiente.

- Uuu… Tu ego es casi tan grande como tu fama, amigo.

- Y tu ego, Albert, es casi tan grande como tu fortuna.

- En realidad… ¡Sí! ¡Salud por eso!

Si alguna vez ambos jóvenes habían tenido problemas de autoestima, nadie podría decirlo a juzgar por la amena charla. Luego de un par de copas y mucho alardear, llegó el momento de compartir las novedades.

- Bueno, ¿y? ¿Qué te pasó ahora?

- Ay, amigo, ahora sí que estoy enamorado.

- ¡Nooo! ¿Otra vez? – preguntó con una sonrisa incrédula Terry - Creo que es la decimocuarta vez que te enamoras este año, Albert. ¿No se te cansa el corazón?

- Momento, Terry. Esta vez es diferente.

- ¡No me digas! Diferente como fue con Sophie… ¡No! Ya sé: tan diferente como fue con Holly, o con Mary, o con Linda, o con Amy, o con Cinthia…

- Oye, no te metas con Cinthia. Lo nuestro fue muy fuerte.

- ¡Seguro! Estuvieron juntos casi cinco meses. ¡Todo un logro! – ironizó Terry.

- Bueno, es que esa manía de ella por casarse.

- Sí. Qué feo, ¿no?

- Sí, muy feo. Oye, pero déjame hablar. Esta vez sí que es diferente. Conocí a una chica exquisita, refinada, espectacular. Es tan diferente a las demás… Es tan profunda, tan misteriosa, tan independiente y bella como pocas. No te había hablado de ella, pero ahora estoy asustado, amigo.

- ¿Asustado? ¿Por qué? ¿Muerde?

- ¡No! Es que… ya llevamos casi siete meses…

- ¿Siete meses? ¿Y no me habías contado? ¡No puedo creerlo! – sentenció el actor en tono ofendido.

- Terry, basta. Esto es en serio. De verdad… bueno… no sé, cómo decirlo, pero… creo que esta vez… creo que esta vez estoy enamorado. Enamorado de verdad.

- Caramba. No puede ser. ¿Tú? ¿Enamorado?

- Sí. Por eso tengo miedo. Ja ja... –rió algo tenso Albert, pasándose una mano nerviosamente por el cabello - No me vas a creer, pero hasta he pensado en pedirle matrimonio.

- ¿Matrimonio?

- Sí. Es terrible, ¿cierto?

- A decir verdad, sí, es monstruoso. Pero creo que te entiendo.

- Gracias, amigo… - Albert hizo una pausa y entonces se dio cuenta de las palabras de su amigo - ¿Eh? ¿Tú me entiendes? ¿Cómo que me entiendes?

- Es que… No te lo había contado tampoco, pero… yo también conocí a una chica maravillosa, angelical, genial, sensual, bella…

- ¿Y cuándo?

- Pues ahora que lo pienso, también hace unos siete meses. Y me tiene loco, amigo, te juro que me tiene loco. Nunca antes me había sentido como me siento con ella, nunca había tenido ganas de… ¿casarme?

- Uufff… Valiente par de amigos somos, ¿no crees?

- Pues sí. ¡Salud por eso! Por la amistad y el amor.

- ¡Salud!

Los jóvenes siguieron conversando un buen rato sobre las cualidades incomparables de sus respectivas conquistas. Ambas eran la personificación de la perfección, la belleza y la gracia.

- Te digo, Terry, esta chica es fabulosa. Creo que estoy absolutamente enamorado de ella.

- Uff, y yo de mi nueva Julieta. ¡Es tan dulce, tan bella!

- Cielos, amigo. Qué afortunados somos.

- Lo único que lamento es que tiene que viajar tanto. ¿Sabes? Trabaja en TBS y tiene que viajar constantemente a diferentes estados. Cada vez que se va me deja suspirando…

- ¿Para TBS? Oye, pero qué coincidencia. Mi novia también trabaja para la misma empresa. Son unos desgraciados. La pobre también se la pasa viajando.

- Ya he perdido la cuenta de las despedidas… Y ella se va siempre con sus hermosos ojos verdes llenos de lágrimas.

- ¿Verdes? – preguntó Terry.

- Sí. Verdes como esmeraldas. Y su cabello es dorado y ondulado, salvaje, su voz es melodiosa, su sonrisa es la más alegre que he oído nunca.

La cara de Terry cambió bruscamente y dejó su trago de lado.

- Espera un momento, viejo. ¿Estudió en Londres?

- Sí, en el San Pablo.

- ¿Y tiene una amiga que se llama Annie?

- Sí – respondió Albert extrañado - ¿Cómo sabes?

- No puede ser – dijo Terry – dime, Albert, ¿tiene unas hermosas pecas sobre la nariz?

- Sí. Diablos, Terry, ¿cómo sabes tanto?

- ¿Cómo sé tanto? ¿Cómo sé tanto? Porque mi novia se llama Candice…

- ¿White?

- Sí.

- No puede ser.

- Mi novia se llama Candice White, es rubia, de enormes ojos verdes, trabaja para TBC y viaja constantemente por todo el país, su mejor amiga se llama Annie, estudió en el San Pablo, en Londres, y tiene las pecas más graciosas que he visto en mi vida.

La cara de Albert se tornó pálida. La cara de Terry, en cambio, estaba cada vez más roja. Entre ambos amigos, silencio.

- Camarero, tráiganos otra botella de whisky.

CONTINUARÁ...

(PD: Este minific tiene TRES pequeños capítulos)