Star Wars, todos sus personajes, lugares, idiomas y contenido le pertenecen a Disney. Este es un proyecto sin fines de lucro.
There is no ignorance; there is knowledge.
There is no fear; there is power.
I am the heart of the Force.
I am the revealing fire of light.
I am the mystery of darkness
In balance with chaos and harmony,
Immortal in the Force."
Odio
La sala estaba en completa oscuridad, -No hay ignorancia; Hay conocimiento…-. Los grilletes le restringían bastante el movimiento, atado contra la pared, desnudo salvo por un pantalón. Se escucharon ruidos procedentes del corredor que estaba afuera, venían de regreso, los Sith adoraban torturar a sus prisioneros, su cuerpo estaba destrozado, tu torso estaba lleno de heridas, y pese a que no las podía ver, sentía como la sangre ahora seca había llegado hasta el piso, ésta vez no habían ocupado sables de luz.
El hombre se quejó mientras trataba de respirar, -No hay miedo; Hay poder…-. Los ruidos incrementaban en potencia y frecuencia con cada segundo que pasaba. La respiración profunda lo ayudó a tranquilizarse y a centrarse en La Fuerza, -Yo soy el corazón de La Fuerza…-. Ahora podía distinguir bien los sonidos, eran pisadas y voces, no sonaban Sith, de hecho sonaban muy familiares. Las pisadas se detuvieron frente a la puerta, -¡ÁBRELA!- se escuchó desde el otro lado, el prisionero cerró los ojos y suspiró. La puerta se vino debajo de un solo golpe, de ella emergieron tres personas, a dos las conocía de sobra, el tercero lo conocía por nombre. Maestro Jan Kaleeg, Jay Krioz y su hermana Ellie. El maestro Kaleeg era de piel morena, con algo de cabello, era un hombre que cruzaba los sesenta años, sin embargo su físico era veinte años más joven, salvo por la cara. Jay y Ellie eran distintos; él tenía veintiocho años y ella veinticinco, su cabello era negro azabache, comparado con el castaño claro de ella; Ellie era más baja que Jay, ambos llevaban túnicas estándar de los Jedi.
-James, venimos a sacarte-, dijo el anciano Jedi. Hizo unas señas para que los dos jóvenes liberaran al otro. La luz golpeó a James de lleno en la cara, su cabello era castaño, lo llevaba a la altura de sus hombros, era un poco más alto que Jay, y su piel clara se veía de color rojizo debido a las heridas. -¿qué tan mal está?-, preguntó el anciano, -podría estar peor-, contestó Ellie, -lo estará si no lo sacamos de aquí-.
El joven cargó al herido a través del pasillo en las entrañas del enclave Sith, los pasillos parecían interminables, la oscuridad era prominente, ligeramente atenuada por un brillo verde que venía del suelo, muchos niveles por debajo de ellos.
No faltaba mucho para llegar a la salida, donde los encontraría un equipo de extracción de la República. Jay miró al maestro Jedi, -¿tiene el holocrón por el que James vino?-, el maestro buscó en la mochila que llevaba sobre la túnica, de ella sacó una figura piramidal de colores rojo y negro, del largo del antebrazo de Jay, -lo veremos cuando llegue la extracción-, le contestó el maestro Kaleeg. El joven se detuvo abruptamente, Ellie siguió avanzando con James sobre su hombro, Jal miró a su aprendiz con recelo, y tranquilamente tomó su sable de luz. Jay contestó con un ataque de relámpagos de la Fuerza.
Pese a que vio el ataque venir, el experimentado Jedi no pudo hacer nada frente al ataque rápido del joven Padawan. Jay sacó su sable de luz doble, -no es nada personal-, dijo al tiempo que empalaba a su antiguo maestro. Ellie soltó un grito mientras la escena sucedía detrás de ellos, James volteó horrorizado frente a las acciones de su mejor amigo; y antes de que Jay pudiera tomar el holocrón, lo lanzó por la sala. Usando la fuerza como aliada, el Jedi tomó el sable del recién asesinado maestro, una vez posada la mano sobre la empuñadura éste se encendió; el maestro Kaleeg no ocupaba un botón de encendido, usaba la fuerza para activarlo, la hoja brillaba en un verde intenso.
Jay se levantó y activo su sable doble, que brillaba en color amarillo; -¿porqué?-, dijo James mientras caminaba encorvado, tratando de mantenerse en pie, -¿por qué no?-, dijo Jay con tranquilidad antes de lanzarse en un ataque frontal, James detuvo la hoja con un bloqueo lateral al tiempo que se hacía hacia su derecha, forzando a Jay al lado izquierdo cerca del borde. –no estuve tanto tiempo lejos, ¿Qué fue lo que sucedió?-, Jay hizo equilibrio en el borde mientras James le apuntaba con el sable, -la guerra cambia la manera de ver las cosas, hasta tú, el "incorruptible" guardián de la República ha visto secretos oscuros, no eres ningún extraño al lado oscuro-. James sujetó el sable con ambas manos, -una cosa es conocer las artes oscuras, y otra muy distinta dejarse envolver por ellas-, Jay continuó con una serie de ataques con ambas hojas de su sable; James logró bloquear todos los golpes, cada vez con menos agilidad, estaba demasiado débil. Ellie estaba mirando pasmada el combate entre ambos compañeros, Jay llevaba todas las de ganar, James estaba débil, herido y necesitaba mantenerse concentrado para poder tener el sable encendido.
Tras varios momentos de defensiva, James logró ponerse a la ofensiva, sus ataques no eran tan seguidos como los de Jay, pero al ser un Caballero Jedi totalmente ordenado tenía mejor técnica que su amigo, golpe tras golpe, la ira comenzaba a dominar al traidor, James lo veía en sus ojos, antes castaños, ahora con un iris amarillezco, -¡GOLPEAME!-, gritaba el joven caído en su furia, -tú tratas de parecer siempre perfecto, tú y las enseñanzas de tu maestra, el lado de la luz, el fuego en la oscuridad, ¡ÉSTO ES EL FUEGO REAL!-, dijo antes de lanzar un fuerte ataque de relámpagos, James apenas pudo bloquearlo; el golpe lo mando al suelo. El ataque cesó cuando James perdió el sable de luz, que salió disparado hacia una pared, James se estaba sofocando, tenía quemaduras del ataque de Jay en todo el pecho y brazo derecho.
Ellie tenía lágrimas en los ojos, le habló a su hermano, pero éste no contestó, estaba mirando a su derrotado compañero, con una de las dos hojas encendida, -¿Lo ves James?-, dijo mientras reía, -yo siempre he sido más fuerte, soy más fuerte porque la piedad te vuelve lento y predecible, yo mato cuando tú no puedes, tú hermosa y pura moral te frena de hacer lo que debes, te limita y es por eso que eres débil-, en la última frase escupió todo su odio. Ellie se levantó y corrió hacia su hermano; -por favor Jay detente, no debes hacer esto-, dijo entre lágrimas, sujetándolo de la manga de su túnica, -no hay vuelta atrás hermanita-, dijo mientras la empujaba con la fuerza.
James se movió un poco, no le quedaba mucha fuerza, Jay levantó el sable, listo para ejecutar a su mejor amigo. El holocomm de Ellie se encendió, -Estamos llegando, ¿Dónde están? Tenemos a una horda de imperiales detrás de nosotros-. Ellie alzó la mirada y vio que los pasillos estaban repletos de Sith, no atacaban, ni se movían, estaban presenciando el espectáculo. -¿Qué esperas?-, dijo James en un suspiro, Jay encendió la segunda hoja de su sable, listo para dar el golpe final. Su hermana se levantó y miró a su hermano, las lágrimas le habían inundado la cara, respiró profundamente dos veces, y cuando Jay bajó el sable de luz para ejecutar a James, ella actuó. Una fuerza imparable golpeó al joven caído, lanzándolo hacia la pared, de hecho, todo ser que estaba de pie, se encontraba en el piso, herido. Ellie se encontraba de rodillas, recuperando la fuerza, luego se acercó a James y lo comenzó a arrastrar, el Jedi se quejó mientras ella lo tomaba por sus heridas, -Vamos, levántate, ya llegaron por nosotros-. Una explosión destruyo la entrada al enclave, de ella surgió un escuadrón completo de comandos, los cuales ayudaron a la joven a sacar al Jedi de ahí. –el…holocrón-, dijo James entre suspiros, Ellie tomó el artefacto y siguió corriendo.
Llegaron a la plataforma del enclave, soldados imperiales llegaban por todas partes, había dos cónsules Jedi protegiendo la nave, eran un sable azul y un sable verde, Demian y Regina bloqueaban los disparos de los soldados mientras contestaban con ataques basados en la fuerza, -¡MUÉVANSE!- gritó la Jedi mientras regresaba un disparo de un francotirador; Ellie vio segundos después a un soldado cayendo al vacío.
Lograron subir en la nave cuando un Sith surgió de las llamas que cubrían la entrada al enclave Sith, el único comando que no llevaba casco se lanzó al ataque, el Sith lo atacó con su sable, sin embargo el soldado le sujetó del brazo al tiempo que le encajaba su cuchillo de combate en el abdomen. Enfurecido, el Sith logró soltarse y empaló al valiente soldado; cuando el cadáver tocó el piso, la nave ya había despegado y estaba saliendo del planeta.
Dentro del transporte James estaba muy malherido, entre las torturas que había recibido por parte de los Sith y las heridas en su reciente combate con el Jedi caído, no le quedaban fuerzas. –Está entrando en estado crítico, Demian, ¡tú puedes curarlo!-, gritó el médico de la nave. El cónsul se acercó corriendo, su piel era morena y su cabello negro, su físico no era el de un guerrero, pero era un experimentado sanador y tenía una gran conexión a la fuerza. Posó sus manos sobre el herido y cerró los ojos, Ellie miraba con desesperación, pues James ya no estaba respirando, Regina la detuvo de abalanzarse sobre el cuerpo y esperó a que su compañero terminara. Pasaron unos segundos antes de que hubiera alguna reacción, fue en ese momento que el pecho de James comenzó a moverse de manera tranquila, -es todo lo que puedo hacer por él aquí, necesita estar dentro de un tanque Kolto-, las dos mujeres asintieron. El piloto del transporte habló por el radio, -estamos llegando al Victoria, prepárense para atracar-. No habían pasado seis minutos cuando el enorme crucero de combate, que se encontraba cerca de Dromund Kass, la capital del imperio Sith, donde tenían cautivo a James, saltara a la velocidad luz, sacándolos de espacio imperial. Regina llegó al puente de mando. El almirante Jenkins la saludo cuando ella le habló, -llévenos a Tython-, el almirante asintió y respondió, -por supuesto comandante-, luego volteó hacia su gente y comenzó a dar las órdenes pertinentes.
Jay no sentía su cuerpo, era como ver desde alguien más, no podía hacer nada, había rostros en su visión, discutían algo, él no los podía oír. Los lores Sith iban y venían, siempre había nuevas caras, Jay no sabía cuánto tiempo había pasado. Uno de ellos aparecía con mayor frecuencia que los demás, era anciano, su cabello era completamente blanco y lacio, sus ojos eran amarillos con rojo, y su piel, llena de arrugas era grisácea, aparentemente todos los demás lo reverenciaban. Los sentidos resurgieron, tenía sed, se sentía acartonado, como si fuera un cuero a la mitad del desierto. –Está despertando, avisen a Lord Viass-. Llegó el anciano que parecía ser el líder, el Lord Sith se acercó y lo examinó, Jay trató de moverse, el anciano sonrió y comenzó a hablar, -no gastes tus energías muchacho, las necesitarás en un momento-, acto seguido asintió en dirección a su asistente, el cual apretó un botón en una consola. Seis agujas salieron de la mesa, las cuales se encajaron en el abdomen del Jedi caído. Parecía que le habían devuelto la vida y las energías, al costo de un dolor que Jay jamás había experimentado, no pasó mucho antes de que comenzara a gritar, la inyección estaba quemándolo en cada molécula de su cuerpo, Lord Viass sólo sonrió, -lo estás haciendo muy bien, muy bien-, dijo con una sonrisa malvada en su rostro, después todo fue negro.
De pronto la luz inundó su vista, trató de recordar lo que había pasado, todo era un torrente de imágenes que no tenían sentido, olores, sabores, sensaciones que le causaron piel de gallina, entonces todo cesó, recordaba lo que debía recordar; había matado a su maestro, había intentado matar a su mejor amigo, había herido a su hermana, había traicionado a los Jedi, había traicionado a la República. Una voz lo sacó de su mente, -interesante set de recuerdos joven-, dijo el anciano Sith, Jay se levantó de la mesa, y miró su mano izquierda, tenía piel, y un poco de músculo, pero el resto eran piezas de metal, -un suvenir de tu hermana, logramos mantener piel para que tus habilidades no se vean reducidas-. Jay se miró, llevaba un traje de cuero negro, armadura metálica delgada y flexible en el tórax, hombreras que llevaban grabados oscuros, su mano izquierda era la que mas resaltaba, tenía una especie de garras metálicas, pero no parecían estorbarle. –Debes sentirte débil sin tu herramienta, mi querido aprendiz-, dijo el Sith al lanzarle un sable de luz doble, parecido al que antes usaba, pero ahora con más grabados y con dos púas sobresaliendo de cada orilla. Jay encendió el arma, las hojas brillaban en un color rojo intenso, él caído sonrió, -gracias, maestro-.
