Hola, soy nueva en esto de hacer fanfiction y vaya he decido hacerlo y tirarme a la piscina esperando que se diviertan tanto como lo hago yo cuando leo alguna de vuestras historias.
Aclaración los personajes son propiedad de CLAMP y de Tite Kubo, es una obra sin fines de lucro, sólo con motivos de entretención.
La brisa del viento era suave y fresca, removía a su paso las hojas que el implacable otoño hizo que cayeran de las copas de los árboles. Con ese clima templado, Sakura avanzaba rápidamente hacía su lugar de estudio, la Universidad de Tokio. Ella vestía una blusa de color blanco, y unos jeans pasados de moda. Esta tenida era poco llamativa y ocultaba una figura que se quisiera cualquier modelo, por algo su madre se dedicó en sus años mozos al modelaje. Su cara de tez clara, pero no blanca, no tenía vestigios de maquillaje y sus hermosos ojos de un verde esmeralda, eran escondidos por unas gafas gruesas cuyo negro marco últimamente se había puesto de moda. Su cabello castaño no era muy largo y estaba firmemente amarrado en un moño.
Mientras caminaba de forma apresurada, se maldecía en silencio, ya que el despertador había sonado a las 6:00 A.M. tal y como ella lo había programado, pero tonta y somnolienta decidió dormir solo "cinco minutitos más", los cuales se transformaron en más de una hora. Su trabajo de noche la estaba matando, pensó.
Su entrada era a las ocho y según su reloj, sólo quedaban quince minutos para que el tiempo se cumpliera, no quería llegar tarde a su primer día en la Universidad, no quería seguir siendo la misma que durante toda su vida de estudiante había sufrido para llegar antes que el maestro.
Finalmente y ya casi corriendo, la muchacha, distinguió la enorme fachada de la Universidad y su rojizo color, hacía juego con sus mejillas sonrosadas producto de "su deporte matutino". Ingresó y rápidamente se dirigió a la sala B-11. Ella ya había visitado la universidad un día anterior, porque en el fondo sabía que el primer día casi no tendría tiempo para buscarla. Su primera clase sería cálculo I, había decidido que estudiaría ingeniería comercial y negocios.
No conocía a nadie, porque desde que su padre había fallecido ella y su hermano Touya habían casi perdido el contacto. Por lo cual había decidido emigrar de Tomoeda, las deudas obtenidas por el tratamiento cáncer de cerebro, que poseía su padre había mermado todos los ahorros familiares, su casa fue rematada y todo fue vendido y aún así no alcanzó para saldar todos los compromisos contraídos. ¿Su madre? ella había muerto mucho antes, cuando ella sólo contaba con tres años de vida.
Pero así estaba bien, quería pasar desapercibida por la universidad, su trabajo era complicado y prefería que nadie supiera a lo que se dedicaba.
Sin poder evitarlo, los recuerdos la invadieron:
—Sakura te doy un plazo de tres días para que me pagues el alquiler del departamento —informó el señor Kisuke Urahara. Era su casero y dueño de una extraña tienda, donde casi nadie entraba. Él decía que aquella tienda sólo algunos podían encontrarla, Sakura nunca comprendió muy bien a lo que se refería.
—Señor Urahara, he tenido problemas pagando la cuota impuesta por el hospital, para saldar la cuota de mi padre, usted sabe mi situación, pero prometo pagarle a la brevedad —prometió la castaña en un tono avergonzado y bajando la mirada.
—Sakura de eso ya van dos meses —musitó Urahara—. Tengo una idea, un trabajo que te reportará mayores ingresos que esa tienda de productos de limpieza en la que trabajas, tienes dieciocho años, ¡joder!, tu empleador se aprovecha de ti, pagándote menos del mínimo legal. Y vaya que te exprime cada día, mira esas ojeras —apuntó con un gesto desaprobatorio.
Sakura se emocionó, notaba que el Señor Urahara, se preocupaba por ella, como lo hubiese hecho Touya en otros tiempos. Kisuke Urahara fue el único que la apoyó cuando llego a Tokio y vagaba por las calles buscando trabajo y un lugar en el que vivir. Los tres primeros días la Ojiverde había convivido en un albergue para aquellos menos privilegiados en la sociedad, hasta que conoció al señor Urahara, quien le ofreció un pequeño departamento por un mes gratis, mientras buscaba trabajo.
El departamento era pequeño, aunque ella prefería decir que era acogedor y casi estaba carente de muebles, por lo cual ella pensaba que casi no tardaría en ordenarlo. Prefería tomarse las cosas de forma positiva, tal y como Fujitaka Kinomoto, su amado padre —quien siempre poseía una dulce sonrisa— se hubiese enfrentado a los problemas.
—¿De qué trabajo se trata? —preguntó Sakura con las cejas arqueadas.
De eso había pasado más de un año, ahora contaba con diecinueve años y su perspectiva de la vida había cambiado diametralmente.
…
Mientras tanto, cerca de ella, se estacionaba una limusina de un reluciente color negro y vidrios polarizados, era un vehículo del año. Todos los estudiantes que pasaban por allí en ese momento, se detuvieron ante tal acontecimiento. Del vehículo se bajaron tres hombres vestidos con trajes negros, micrófonos de miniatura que llevaban en una oreja y gafas oscuras, todos denotaban una seriedad a toda prueba.
Posterior a ellos descendió un joven de unos veinte años, de aspecto duro. Sus ojos eran de un color ámbar que en esos momentos destilaban fuego, su cabello estaba desordenado y era de color castaño, su contextura era delgada, pero a pesar de traer puesto unos pantalones de vestir oscuro y una camisa azul clara, se notaba que realizaba ejercicios y que era fuerte.
Muchas chicas alrededor comenzaron a suspirar, a la vez que el joven comenzaba a avanzar hacía su sala, refunfuñando algunas blasfemias en chino, con el ceño fruncido. Mientras sus guardaespaldas le seguían, observando todo de manera minuciosa.
Shaoran era el nombre de este joven, y su enojo aumentaba a cada instante, no quería que a su primer día de universidad asistieran sus guardaespaldas, no quería ser el mismo que había sido durante toda su educación.
—«Seguro que con este contingente espantaré a todos o peor atraeré a los indeseables» —pensó el joven castaño — «Maldita la hora en que mi madre se enteró que hoy era mi primer día en la Universidad» —agregó con cansancio.
Enfurruñado avanzó por los pasillos, ya casi era la hora de entrada, ¿Cuál era su sala?
—¡ah sí, la B-11! —se contestó a sí mismo.
Se había inscrito en la facultad de Economía y Negocios, la carrera de Ingeniería Comercial, ya que como heredero de la fortuna Li, tenía que prepararse para cuando llegase el momento.
Ensimismado en sus pensamientos seguía su camino, cuando en la intersección de un corredor con otro, sintió que un cuerpo chocaba con el suyo, cayendo ambos y el cuerpo quedando sobre él, en el suelo. Fue un instante pero pudo ver los ojos más preciosos que hubiese visto jamás y además eran de su color favorito: verde. Velozmente fue levantado por sus guardaespaldas.
—¿Se encuentra bien señor? —preguntó uno de los guardaespaldas de manera formal y educada.
—Sí, Wei gracias —respondió atónito.
—Señorita no debe correr por los pasillos, podría haber provocado un percance mayor —murmuró el segundo guardaespaldas, utilizando un tono amable pero al mismo tiempo reprobador, ayudándola a ponerse de pie.
—Lo siento —dijo mientras acomodaba su cabello y se dirigía a la víctima de su negligencia—. Siento haberle causado problemas, espero que no se haya hecho daño —susurró, con la cabeza gacha y sonrojada de pies a cabeza.
Shaoran miró a la mujer y se le secó la boca, muchas veces había leído de que cuando encuentras a tu persona destinada, el mundo parecía detenerse, eso era justamente lo que él percibía.
—No… No hay problema —tartamudeó y se sonrojó por lo temblorosa de su voz—. «Maldita sea Shaoran, no es momento para ponerse como idiota» —pensó.
El tercer guardaespaldas, le entregó las gafas a Sakura, quien se las puso a la velocidad de la luz. Quería escapar lo más lejos posible de ese hombre cuyos ojos parecían miel, le parecía inaudito lo que le pasaba a su cuerpo. Al momento de caer se quedó como un boba mirando esos ojos, eran los más bellos que hubiese visto alguna vez, no sabía cuánto rato se había quedado como imbécil arriba de él, si no hubiese sido por aquellos hombres que vestían de negro, quizás aún estaría encima de él, sin decir nada. Luego se levantó y disculpó con aquel dueño de esos ojos hermosos. No fue capaz de verle nuevamente o corría el riesgo de no dejar de verlo, por eso cuando le entregaron sus gafas, recordó que las clases ya estaban por comenzar.
Hizo una reverencia sin verle la cara al hombre de ojos de miel, volvió a disculpase mascullando una disculpa casi en un susurro y se fue a paso rápido como si el mismísimo diablo le pisara los talones. Huyendo de esa fuerza que distinguió en aquellas orbes casi doradas.
Shaoran por su parte, no encontró el habla para despedirse. Wei le recordó que llegaría tarde, fue el momento en que se arregló la ropa y siguió su camino, también muy apurado.
Sakura llegó al salón justo antes que el maestro, un viejecito rechoncho y de cabello cano. Al comenzar la clase, el profesor dio su nombre, su e-mail y sus horarios de consulta en su oficina. Iba a comenzar la cátedra cuando unos leves toques en la puerta lo interrumpieron.
Shaoran se encontraba enrojecido su piel era casi color carmín, cuando el maestro abrió la puerta, lo observó con reproche y le señaló que entrará al salón de clases con un gesto en la mano.
—Señor Li, le exijo que esta sea la última vez que llega con retraso a mi clase, ser uno de los herederos más importantes del país vecino, no le da privilegios por sobre sus compañeros —le espetó.
—Sí señor —respondió con un tono casi militar, las risillas en el salón no se hicieron esperar.
—Y esto va para todos, una vez que yo llegué al salón nadie más entra, ¿quedó claro? —preguntó el maestro a la audiencia, recibiendo una afirmación.
Shaoran buscó con la vista un asiento desocupado, al final distinguió uno detrás de la castaña que era culpable de su desgracia, ella estaba como un farol muy colorada, luego de un breve contacto visual, ella bajo la mirada. Avanzó hacía aquel puesto y se sentó detrás de ella.
La clase avanzó rápido y sin darse cuenta, Sakura casi no prestó atención a lo que expuso el maestro, ya que durante la mayor parte del tiempo sentía esa mirada profunda en su espalda, la tensión era palpable y se sentía muy culpable por la reprimenda que había sufrido su compañero.
Los otros estudiantes abandonaban el salón, la joven reunió todas las fuerzas de las que fue capaz y se puso de pie.
—Li esto… bueno… yo quería reiterar mis disculpas y siento que te hayan regañado por mi culpa —diciendo las últimas palabras de forma atropellada y sin pausas—, es por eso, que quiero invitarte a tomar un café o un helado, para reparar en algo el daño.
Shaoran había estado cabreado durante toda la clase por culpa de la chica que estaba sentada delante de él, lo habían avergonzado delante de toda la clase y ella no había sostenido siquiera su mirada. Su enojo se fue rápidamente cuando la castaña con sus mejillas sonrojadas le había invitado a tomar algo en compensación.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó a la muchacha, con la voz más ronca de lo habitual y sin tartamudear, por lo cual se felicitó interiormente.
—Sakura Kinomoto —contestó entrelazando sus manos en un gesto que demostrada su nerviosismo—. Puedes llamarme Sakura, si quieres —expresó.
Yo soy Shaoran Li, si te llamo Sakura tú me llamaras por mi nombre —sentenció—. Mucho gusto —le dijo extendiéndole la mano.
Ella correspondió a su saludo y al tomar su mano, se percató de la suave textura que poseía, aumentando su ya gigantesco nerviosismo. Sus miradas colisionaron y se produjo una atmosfera silenciosa y agradable.
Se quedaron un instante unidos por sus manos, Shaoran iba a hablar cuando escuchó que alguien carraspeó.
Ambos se soltaron al instante, como si los hubieran descubierto haciendo algo realmente malo, ella se sonrojó y rápidamente tomó una prudente distancia del puesto de Shaoran.
Quien los había interrumpido era un joven muy apuesto de ojos azules y pelo negruzco azulado, era casi tan alto como Shaoran aunque su color de piel era por poco tan blanca como la nieve, su complexión era atlética y vestía una camiseta de color gris con unos jeans que combinaban bastante y le daba un aire de rebeldía.
—Shaoran no es ni el primer día y ya estás conquistando a una bella señorita, eres un pillo —dijo el pelinegro mirando a Sakura con dulzura y dirigiéndose a ésta—. Soy Eriol Hiragizawa, primo de Shaoran —musitó a la castaña mientras tomaba su mano y depositaba un leve beso.
—Eriol, ¿qué crees que haces? —gritó Shaoran con el ceño evidentemente fruncido, poniéndose de pie y observando que la castaña no podía enrojecer más.
—Saludarla, así es como se hace en Inglaterra, pequeño ignorante —apuntó un sarcástico Eriol.
Shaoran echaba chispas por los ojos, se concentraba en controlar su ira y no romperle la estúpida sonrisa que tenía Eriol en el rostro.
Repentinamente, Sakura sacó la voz diciendo:
—Tengo que irme, Shaoran siento lo ocurrido, me avisas si es que aceptas mi invitación, te dejo mi número y lo acordamos —le entregó un papel con su número de móvil apuntado. Hizo una breve reverencia a ambos y salió corriendo nuevamente. Dejando al par de primos boquiabiertos.
Corrió tanto que sólo se detuvo cuando sintió que el dolor en un costado le era insoportable, llegó a un área verde que poseía una pintoresca fuente, unas flores que expelían un agradable aroma y unas bancas blancas, que hacían que el lugar pareciese sacado del antiguo Japón.
La paz que irradiaba el lugar se vio violada por la tormenta que la castaña tenía en su cabeza, ¿por qué le había dejado su número? ¿Por qué lo invitó en primer momento? ¿Qué acaso no bastaba con una disculpa verbal?
Vaya, su torpeza siempre le había traído problemas, pero todas la veces que algo así ocurría, se disculpaba, seguía su camino y jamás se involucraba con nadie. Antes de la muerte de su padre era sociable. Pero luego de que comenzará con el trabajo que le había ofrecido el Señor Urahara, supo indudablemente que tendría que renunciar a las relaciones personales, al menos hasta que se hubiera graduado de la Universidad. Era de esta manera en la que había elegido vivir, más por necesidad que por ambición, pero ella lo había elegido. Y no se podía retractar.
Por eso le sorprendía su reacción frente a Shaoran, se sentía voluble y vulnerable, no quería tener contacto con nadie, sin embargo su ser le gritaba que debía seguir en viéndose con él. Ahora sólo rogaba para que Shaoran no la llamara y pudiese olvidar todo este lio.
NOTAS DE LA AUTORA: Gracias por leer, espero les haya gustado y espero traer pronto la actualización. Saludos
