Lilith toma sus llaves, las acerca a la puerta, ingresa una de las llaves a la cerradura, abre la puerta lentamente, al dar el primer paso siente el olor a los cigarrillos que fuma Zelda, su Zelda.

-Adelante gran Lilith, a que debo el honor de su visita- la ironía y el sarcasmo en su tono de voz congelo a la madre de todos los demonios.

-Zel, necesitamos hablar – quien diría que sintiera miedo de una simple conversación.

Zelda se levanta del sofá donde se encontraba.

-Vamos al punto.

-He cometido un error…- uno imperdonable y Lilith lo sabe.

-Has cometido un error ja!, que sincera de tú parte…

-Lo siento….

-Vienes a pedir disculpas que noble de su parte gran Lilith.

-Zel…- la voz le tiembla- solo me deje llevar…

Zelda no pudo seguir manteniendo su careta, aquella frialdad de la cual estaba haciendo gala, se fue de golpe al suelo, levanta la voz, sus gritos resuenan por toda la casa, incluso Ambrosse y Sabrina escuchan.

-Mientras me decías te amo ibas teniendo sexo en cualquier lado como una perra en celo.

-Sigo teniendo las debilidades de uds las brujas, muchas veces sin pensar lo que hacemos lo siento.

-Si no hubieras sido tú la que exigió exclusividad, prometiendo que sería reciproco- toma aire- Si has venido aquí para hablar escucha…

Sabrina y Ambrosse están en las escaleras, en cualquier momento esto se descontrola y a pesar de ser una poderosa bruja tía Zelda no es rival para Lilith.

Escuchan la voz de tía Zelda, cual trueno resuena por toda la estancia.

-Voy a decirte lo que siento! verte morir en este mismo momento
bastarda.

Mas mal que bien Lilith se trata de escusar..

-Me fue atrapando su mirada en silencio y en su trampa sin querer fui cayendo.

-Claro ahora la culparas, no quiero escucharte más maldita, quiero que te haga desaparecer el señor oscuro.

Lilith se lleva las manos a la cara, sabe que su error es gigante, pero debe recuperar a Zelda a su Zelda.

-Es como despertarme de un sueño te vi tan grande pero eras tan pequeña que lástima, me deje engañar como una cría.

-Sé que aunque la culpa fue mía, ella quiso robarte lo que tu más querías. Ella jugaba todo el tiempo conmigo, yo me di cuenta pero…

-Pero qué! Que pobre disculpas darás… - Zelda cierra los ojos, ¡su voz cada vez es más fuerte- tú! Tú como pudiste! Habiendo tantas otras más…

En ese momento con la cabeza gacha entra Hilda al salón.

Zelda mira a su hermana toma aire…

-Tú, habiendo tantas otras más, tú como me puedes traicionar – su voz sale como un profundo odio- con mi sangre con mi hermana

-Malditas traidoras sin alma, largaos de aquí!