Era un día precioso, con el sol radiante y las clases de la semana ya en el pasado. Ai estaba en la biblioteca del segundo piso, con un libro en la mano y un enorme ventanal a su izquierda que daba una buena vista del patio del instituto. Pasó otra hoja de su libro y después de leer unas líneas, volvió a mirar a través de la ventana, al campo de futbol, donde el equipo de futbol hacía sus prácticas semanales. Todos eran jóvenes, grandes y llenos de fuerza y energía que rebosaba en los cuerpos cincelados por el trabajo físico constante. Todos, excepto él. Syo. Siempre el más bajo del grupo y siempre con esa apariencia de niño frágil. Y aun así, igual de fuerte, enérgico y rápido que sus compañeros. O incluso más. Bueno, esa pasión con la que se movía entre ellos, bailando con la pelota a sus pies y burlando a todos… Definitivamente era algo para admirar. Una sonrisa tenue se dibujo en su rostro cuando vio al rubio festejar un gol más de su equipo.
Sabes que no te quemarás si sales al sol – habló una voz que llegaba desde su otro hombro – Tampoco hay alguna dramática barrera que te impida ir a… no sé, saludarlo y decirle tu nombre.
Ai volteó para encontrarse con la amplia y contagiosa sonrisa de Reiji. Lastima que él parecía inmune a sus encantos. – No se a que te refieres, Kotobuki-san – contestó Ai, volviendo a sus libros, con la misma expresión helada que llevaba siempre.
Que me llames Reichaaaan – lloriqueó el más alto – ¿Y cómo que no sabes? Ya se han pasado 3 meses desde que te lo comes con la mirada.
El joven de ojos índigo se tensó al oír eso. Tal vez, tenía una idea, pero jamás lo admitiría. – No es el lugar adecuado para que me lances indirectas que ni siquiera son ciertas. Esto es la biblioteca, respétalo. Y si no tienes nada que hacer aquí…
Sí, claaaaro que no entiendes – sonrió Reiji con picardía – Por eso, este adorable sonrojo – le picó la mejilla con un dedo, pero se abstuvo de continuar con eso al recibir una mirada asesina de parte del otro – Ya, ya – rio – Hagamos la paz. Solo vine a darte la buenas noticias – se sentó frente a él y se inclinó para crear un ambiente de secretismo - ¿Recuerdas que a principio de año teníamos que inscribirnos a alguna actividad extracurricular y decidimos entrar al programa de tutoría? Pues, ya tenemos pobres almas que necesitan de nuestros conocimientos – contó con emoción.
¿Es todo lo que tienes que decirme? ¿Podrías, por favor, no desperdiciar tanto de m tiempo?
Mmm, el señor gruñón es simplemente adorable – fue la respuesta de Reiji, haciéndose la voz más fina. Ai sólo rodó los ojos. Se lo merecía por hablarle así al pelirrojo – De todas formas, adivina quién tendrá el agrado de recibir tus tutorías en química, mi querido Mikaze Ai – terminó con una sonrisa traviesa y la voz llena de entusiasmo.
El entusiasmo no llegó a infectarlo al gélido Ai, al menos no de forma muy visible. Por un solo segundo, una alegre esperanza brilló en sus ojos, pero se aseguró de sacudirla de inmediato. – No tengo idea, Kotobuki-san. Lamento decepcionarte, pero la parapsicología no es una ciencia verdadera.
Rei-chaaan – corrigió Reiji – ¡Y sí lo es! Tan verdadera como cualquier otra – Ai sólo rodó los ojos. No iba a discutir eso con él en ese momento – Pero si quieres jugar de esta forma, bien por mí – se levantó – Parece que el destino se esta encargando de darle una mano a tu tímido corazón, Ai-tan. ¿No piensas que es adorable? – se despidió, riéndose para sí mismo.
Ai solo lanzó un suspiro resignado, viéndolo desaparecer por la puerta de la biblioteca. "Al fin, paz", se dijo y volvió a su libro. Pero era imposible. Una mirada más al patio y a esa gran sonrisa en aquel cuerpo tan pequeño y Ai ya estaba cerrando el libro. Tenía que volver a casa. No precisamente porque estuviera ansioso por confirmar las insinuaciones de Reiji. Era sólo una coincidencia que se desviara tanto hacia la sala de tutorías. No tenía nada que ver con revisar el tablero de informaciones con la lista de tutores asignados.
… Y no estaba feliz por saber que desde el lunes pasaría cinco horas semanales con Syo Kurosu. "Es un día muy bonito…", pensaba Ai, de camino a casa.
