LA BELLA Y LA BESTIA

CHAPTER 1

—¡Despiértate ya, coño!

—Humm... ¿Qué pasa, Ace?

—Llevas 15 horas durmiendo, me preocupas. —dijo el mayor corriendo las cortinas de la habitación —Tienes que encontrar algún curro, no puedes estar toda la vida así.

—Estoy harto de que todos me repitáis lo mismo cada día. ¡Voy a desayunar que tengo hambre!

—¿Desayunar? Pero si ya es mediodía.

Ace era el hermano mayor de Luffy. Él siempre fue el que se preocupaba más por su hermano menor, aunque otros esparcieran que era un irresponsable y un arrogante que no se podía comparar con el bueno de Sabo.

Los tres vivían en un apartamento en una gran ciudad llamada Skypiea llena de oportunidades y llena de frescura.

Sabo trabajaba de bombero, y es por eso que era admirado por muchos. Al contrario, Ace curraba como repartidor de pizzas, a quien todo el mundo le caía mal. Y después estaba Luffy que, con sus 20 años solo obtuvo el certificado de primaria.

Los días del menor se basaban en dormir hasta las tantas y salir de juerga. Pero algo en él le decía que eso debía cambiar, y no solo porque todos se lo echaran en cara, sino porque le frustraba ver cómo los demás avanzaban con sus vidas y él no.

—Voy a estar fuera toda la tarde. Cuida bien de la casa.

—Lo siento, Ace. Yo también saldré con Zoro y los demás al bar que vamos siempre. —intentó decir mientras engullía los cereales.

—¡Tsk! ¿Qué no sabéis hacer otra cosa que ir a bares?

—Los bares son divertidos. Por cierto, ¿y Sabo?

—Ni idea. Me dijo que volvería por la noche y que te haría barbacoa.

—¡Genial!


Le gustaban los domingos y caminar bajo un cielo de verano. Le subía la moral, pues los fines de semana podía disfrutarlos con sus amigos porque estaban libres para él y sin ningún trabajo ni universidad de por medio.

Al entrar al bar MacLaren's pub, vio enseguida a los amigos que había conservado de la infancia sentados en la mesa de la que normalmente solían apoderarse.

—¡Hola, chicos!

—Vaya, hoy estás más animado de lo normal. —canturreó Usopp alegre por la aparición de su mejor amigo.

—¿Cómo no voy a estarlo? Hoy habéis venido todos, incluso Brook.

—Yohohoho. ¿Queréis que toque una canción? He traído el violín.

—¡Síí! Me encantan tus melodías. —elogió Chopper.

—Son súpeeeer. —dijo Franky.

—Eso ni se pregunta. —sonrió Sanji.

—Haz lo que quieras. —contestó Zoro esbozando media sonrisa.

Ellos eran la alegría del bar. Casi todos los domingos, Brook se situaba sobre una tarima y tocaba una canción, daba igual el instrumento que los propietarios del establecimiento le prestaran o el que él se trajera allí, dejaba a la clientela cautivada.

Hizo lo propio y cuando estuvo a punto de comenzar, se detuvo al ver entrar a un grupo de chicas jóvenes muy atractivas.

Eran cuatro chicas muy bellas. Una tenía un pelo bien largo y muy negro con ojos azules y muy alta, de tez muy blanca y un tanto creída juzgándola por sus gestos.

Otra destacaba por sus ojos turquesa, también tenía el pelo negro y era alta pero no tanto como la anterior. En su mano traía un libro grueso de arqueología.

La que parecía más joven era la que más inocentona se veía. Su cabello de un azul celeste era precioso y lo llevaba recogido en una alta cola.

Y por último y no por ello la menos hermosa, la última mujer que entraba por la puerta. Su esbelta figura y sus ropas muy a la moda le acentuaban su encanto. Pero eso no fue lo que dejó encandilado a Luffy.

Aquella melena larga de color naranja era lo que más le gustaba de esa chica.

—Pero si es Robin. —dijo Zoro fijándose en la chica que traía el libro.

—¿De qué conoces a esa preciosidad, marimo de mierda?

—Fue una compañera del instituto, cocinero de mierda.

—Dile a tu amiga que se unan a nosotros. —dijo Franky divertido.

—¡Tsk! Hazlo tú mismo...

—Menudo cobarde eres. Ya la saludo yo de tu parte. —fanfarroneó el rubio.

Después de saludar y tontear un poco con las muchachas, las condujo a la mesa con sus colegas.
Luffy no podía quitarle los ojos de encima a la pelirroja. Y al percatarse el narizotas de la atención que le brindaba su amigo a la joven le dio un codazo.

—Disimula un poco... —le dijo él.

—Shishishi. No puedo evitarlo, es muy guapa. —susurró Luffy.

Las féminas se acomodaron en los espaciosos bancos de madera que rodeaban la mesa. Parecían estar muy calmadas a diferencia de los varones que estaban algo nerviosos.

—Y bien, ¿cómo os llamáis? —preguntó Usopp.

—Yo me llamo Nefertari Vivi y estudio ciencias políticas. Tengo 19 años. Un gusto conoceros. —se presentó la peliazul.

—Soy Nico Robin y tengo 24 y fui compañera de clase de Roronoa Zoro en el instituto. Es también para mí un placer conoceros.

—Detesto a los hombres como tú que me preguntan mi nombre como si nada. ¿Quién te crees tú, pordiosero? —contestó tajante Boa Hancock.

—¡Oye, no le hables así a Usopp! —gritó Luffy.

—¿Acaso osas gritarme tú a mí, hombre indigno?

—Pff... Me das asco.

Luffy se levantó del asiento y se fue al lavabo. Deseaba calmarse pero no estaba dispuesto a consentir ninguna burla hacia sus amigos y menos a Usopp, de quien todo el mundo se burlaba por la peculiar nariz.

Cuando volvió, las chicas ya no estaban. Sintió un vacío, él quería conocer a la pelirroja que ni siquiera la oyó presentarse.

—¿Dónde están?

—Se han ido, las has asustado y han salido corriendo. —bufó Sanji habiendo dado una calada al cigarro.

—No le creas. Tenían cosas que hacer, hemos quedado mañana con ellas por la noche. —informó el narizotas. —Gracias por defenderme de esa loca.

—De nada. ¿Sabéis el nombre de la chica del pelo naranja?

—Ahora que lo dices... no ha llegado a mencionarlo, ya le preguntarás mañana —dijo Zoro.

—¿No jodas que te gusta? —cuestionó Sanji alucinado.

—Quiero conocerla. —sonrió Luffy —Hoy no cenaré aquí. Me voy a casa que hoy Sabo hará barbacoa.


El día esperado llegó. Por la mañana sus amigos no paraban de preguntarle por teléfono si le gustaba esa muchacha, ¿tanto les extrañaba que se interesara en una mujer? Porque lo único que quería él era conocerla y hacerse su amigo, algo en ella le despertaba cierta curiosidad.

El día lo pasó con otro grupo de colegas que tenía, ya que su círculo de "amigos" era bien extenso. Lo que usualmente hacía con ellos era emborracharse e ir de discotecas y bares. Luffy era tan inocente que pensaba que si se divertía haciendo cosas como esas, ya merecía la pena gastar todo el día con gente como esa.

El moreno era muy popular, conocía a numerosos grupos del barrio y le daba igual con quien pasara las horas mientras se divirtiera. Y como comprenderéis, ellos también eran unos nini, ni ganas de estudiar ni de trabajar.

A la noche quedó en el bar con el grupo de amigos de toda la vida como solían hacer con la excepción que esa noche la pasarían de cháchara con las chicas.

Brook y Franky ese día acabaron súper cansados por el trabajo así que no se presentaron a la quedada, de la misma manera Chopper por el tema de la universidad.

—Aquellas mujeres están tardando, dudo que vengan. —comentó Zoro pasota.

—Yo tengo la enfermedad de no-querer-ver-a-la-loca... ¡Mejor que no venga! —se quejó Usopp.

—La investigué por internet y se ve que es una modelo, de momento poco conocida. —dijo Sanji. —Boa Hancock, señores.

—Estás enfermo. —soltó Zoro.

Las mujeres llegaron pero faltaba una. La pelirroja no estaba entre ellas. Eso no le gustó para nada a Luffy.

Cuando llegaron a la mesa, Hancock se presentó con mejores modales.

—Ayer puede que me equivocara contigo. Mi nombre es Boa Hancock. —consiguió decir ella vergonzosa. —¿y tú?

—¡Yo soy Monkey D. Luffy! Y no te preocupes Hammock, shishishi.

Boa Hancock se quedó asombrada de la enorme sonrisa del muchacho. Sintió un ardor en sus mejillas cuando dijo su nombre, a pesar de que estuviera mal pronunciado.

En ese mismo instante, ella decidió que lo haría completamente suyo de por vida.

—Por cierto ¿dónde está vuestra amiga? —preguntó él.

—Esta noche no ha podido venir, dijo que tenía que trabajar. —respondió Vivi quien se sentó al lado del susodicho.

—¿¡Quéeee!?

—Calla, Luffy. ¿Cómo se llama la damisela? —preguntó el cocinero del restaurante Baratie.

—Su nombre es Nami y trabaja de recepcionista en el hotel One Piece. Es mi mejor amiga desde la infancia y la aprecio muchísimo, seguro que si la conocéis a fondo os caerá súper bien. —la halagó Vivi.

—Con que Nami... ¡Me han entrado más ganas de conocerla gracias a ti! —se emocionó levantándose del banco. —Ese hotel no queda muy lejos. ¡Voy a verla ahora mismo!

El moreno se abalanzó sobre su abrigo y salió escopeteado. De ese modo dejó perplejos a todos los presentes.

—Nunca entenderé a los hombres. Yo le doy mil vueltas a ese engendro. —dijo la vanidosa modelo.

—Fufufu... Creo que a Luffy-san se le olvidó preguntar por su soltería. —rió la arqueóloga.

—¿¡Que Nami tiene novio!? Bueno, en cierta manera no me extraña... ¿Y quién demonios es el cabrón afortunado? —bufó Sanji.

—Huy, pues no es uno cualquiera... Se llama Trafalgar D. Water Law. Es guapo, misterioso, inteligente, súper popular en toda la ciudad... es el hombre perfecto para mi amiga. —suspiró Vivi.

—Yo no entiendo que le ven a esa mujer. Su mal carácter le quita todo el encanto femenino, si es que aún lo conserva...

—Huele a envidia por tu parte, Hancock. —se mofó Usopp para después recibir una patada de Sanji.

—¡Maldita sea! Ordinario hombre, debes llamarme Hebihime-sama y de ninguna otra forma. ¿Cómo te atreves a decir que yo le tengo envidia a esa bruja? Nami no es lo que todos pensáis, es una lagarta y es más TÓXICA que el veneno.

—No lo creo. Luffy nunca se fijaría en una persona así aun sin conocerla. —expuso Zoro.

—Por favor... Que ingenuos sois los hombres.


Haciéndose hueco entre el gentío con empujones y codazos logró ver el tan ansiado hotel. Era precioso. No era uno de lujo pero que estuviera en el centro de la ciudad y fuera de renombre ya decía mucho del tipo de sitio en el que trabajaba su futura amiga.

Entró por la puerta de cristal esperando ver a la chica nada más entrar. Y así fue.

La vio en recepción atendiendo. Nami trabajaba vestida con el pelo recogido en una larga cola. Su ropa consistía en un blazer negro de algodón, unos pantalones negros de campana muy formales y unos tacones oscuros también. Estaba elegante y radiante.

—Hola —saludó él.

—Bienvenido al Hotel One Piece. ¿En qué le puedo ayudar?

—Soy Luffy, el de ayer por la noche, ¿te acuerdas?

—¡Por supuesto! Disculpa, es que con tantos clientes una ya ni se molesta en intentar reconocer a nadie —rió Nami.

—Quisiera hablar contigo. ¿Sería posible?

—Claro. Si no te es molestia esperar, mi turno acaba dentro de una hora.

—Perfecto. Te espero fuera entonces.

Le pareció una mujer increíble, además era preciosa y la risa melódica que soltaba por sus labios era encantadora.

Se sentó en uno de los bancos de la acera, enfrente de la puerta casi. Aunque se encontrara en pleno verano, esa noche refrescaba bastante y pensó que esperar una hora allí plantado sería una pérdida de tiempo. Mataría el tiempo caminando.

Mientras paseaba por las concurridas calles se topó con una carnicería y no pudo evitar entrar.

—Que coincidencia verte aquí, Mugiwara-ya.

—¡Cuánto tiempo, Torao! Y que lo digas, el mundo es un pañuelo.

—¿Cuánto tiempo? Pero si hemos pasado todo el día juntos tomando birras. —se rió por las ocurrencias del muchacho. —Oye, conociéndote... ¿acaso tienes dinero suficiente? Te presto si es que no.

—Llevo lo justo para invitar a una chica. No tenía planeado comprar carne, he entrado a mirar.

—Vaya, pues que tengas suerte con la chica. Ya nos veremos. —dijo dándole un sutil golpe en el hombro. —Yo que ya tengo mi cena comprada me largo de aquí. Hasta pronto, Mugiwara-ya.


Se había distraído por culpa de todas las tiendas que vio. Al llegar, Nami lo esperaba sentada en el mismo banco que él había dejado una hora atrás.

—¿Has estado esperando aquí por mucho tiempo?

—No mucho. Y bien, ¿de qué querías hablarme?

—Nada en concreto, solo quiero conocerte. Ya sé, vamos a una cafetería que hace frío.

Mientras caminaban, la joven se sentía intimidada por Luffy quien no paraba de mirarla.

—¿Es que tengo algo en la cara? —preguntó incómoda.

—Tus ojos son de color salsa barbacoa. Como molan...

—Qué cosas dices... —respondió riéndose.

Fueron a comer a un local de comida rápida. Allí pudieron conocerse mejor. Nami se abrió por completo a Luffy. Nami era una mujer trabajadora que se estaba labrando un futuro y necesitaba trabajar por la noche para pagarse ella misma sus estudios. También le reveló que quería dedicarse a la meteorología.

Y no solo eso, Luffy se dio cuenta de que la joven no era lo que a primera vista aparentaba. Ella demostró ser muy diferente a la vez que hablaron en el hotel confundiéndolo como cliente. Una mujer de fuerte cáracter era lo que la definía.

—¿Y tú de qué trabajas?

—Yo no trabajo.

—¿A no? ¿Entonces, qué estudias?

—Tampoco estudio.

—¿Y qué haces?

—¡Salir de fiesta y dormir mucho, shishishi!

A la joven no le entraba en la cabeza que mientras ella estaba aprovechando cada día de su vida en formarse para un futuro cercano y currando hubieran otros de su misma edad que se estuvieran tocando las narices. Pero como tampoco era asunto suyo, no iba a meterse donde no le llamaban.

—Pienso que no tenemos una vida para desperdiciarla trabajando como esclavos. Eso no es libertad. Muchos idiotas cuando ya sea tarde se arrepentirán cuando vean que no han sabido vivir como es debido. Lástima por ellos... —despotricó el moreno.

—No soy la más adecuada para poder comprenderte, y por lo que veo tú a mí tampoco ya que yo he estado trabajando desde los ocho años cada tarde que salía del colegio.

—¡Pues qué asco de niñez! ¿Quién es tan pringado como para trabajar a tan temprana edad?

—¿Sabes una cosa, Luffy? Quizá esos pringados no nacimos con las mismas condiciones económicas en casa que tú, y no nos sobre tiempo para pensar en cómo deberíamos vivir la vida.

Ella se levantó de la silla, cosa que sorprendió a Luffy quien la tenía como una persona calmada.

Y era cierto que lo era pero cuando los ricos o no necesariamente pero sí con mucho morro se burlaban del esfuerzo de las personas humildes y trabajadoras como ella, le conseguían tocar la moral.

—Ya nos veremos otro día si cabe la posibilidad. Que tengas buenas noches, Luffy. —se despidió levemente indignada mientras se abrigaba y dejaba sobre la mesa unos cuantos billetes de berries.

—Dije que invitaría yo.

—Y te lo agradezco pero esta vez no puedo consentirlo. —dijo dándose la vuelta para irse.

—No sé qué piensas tú, pero para mí ha sido un gran placer conocerte.

—Yo no podría decir lo mismo. —respondió ella girando la cara para ofrecerle la mirada más gélida jamás vista.