Atrás ni para tomar impulso

Tenten

—¡Tirofijo, tirofijo! —la ovación aumenta la adrenalina que siento cada vez que peleo. Mis puñetazos, veloces y potentes, van y vienen con un frenesí casi inhumano. Miro a mi oponente como un tigre observa a un cordero, ya casi estoy lista para dar el golpe final.

Basura. Eres horrible. Grábatelo en la cabeza. Fuiste, eres y serás siempre una maldita huérfana— me dice con rudeza. Escupe en mi cara, cerca de mis ojos hinchados y rojos de tanto llorar.

En un descuido de mi rival, conecto un puño a su mandíbula que lo derriba y deja inconsciente. Suelto un suspiro que he retenido toda la pelea, mientras escucho los incesantes gritos de victoria que por el esfuerzo me permito disfrutar. Al frente de todos, Gai me sonríe con pésame y yo le doy un pulgar arriba para hacerle saber que todo está bien.

Todo está bien.

Neji

Miro con atención mi nuevo cuarto. Lo tenía todo: ventanas destrozadas, cama mohosa, espejo quebrado, baño sin agua y el inodoro con un mojón encima, piso mugriento y lo mejor: la compañía de mi fastidiosa prima, ya que la casa no contaba con tantas habitaciones.

—Esto es una porquería— murmuro con asco. Abro la ventana para apreciar un poco el paisaje, pero sólo me encuentro con un parquecito con un sube y baja destruido y un montón de drogadictos fumando.

¿Enserio creíste que te quería? Neji, por favor, despierta. ¡No seas iluso! —sus carcajadas resuenan en mí, destruyéndome. No sólo ella, sino también sus amigos se ríen de lo estúpido que fui. De lo inocente. Y actualmente, de lo ridículo que me veía.

Mis puños se ponen rígidos inconscientemente. Ahogo un suspiro ante lo crudo de ese recuerdo y me acuesto en la cama, cansado.

Pero me lanzo con demasiada fuerza, y puedo oír el crujido de una de las tablas que sostiene la cama.

Lee

Estaba en mi cuarto, aburrido, lanzando una pelota al techo para poder relajarme e irme a dormir una vez por todas. El insomnio que desde hace años me acompañaba rechazaba tercamente mi deseo de descansar, así que tenía que matar tiempo hasta que finalmente mi subconsciente me dejara en paz. Lo cual podía ser en un par de minutos, u otro día.

El piso estaba cubierto de sangre, al igual que mi cara. Las personas atrás de mi me felicitaban por el hallazgo realizado. Sin embargo, lo único a lo que le prestaba atención en esos momentos era al cuerpo desfigurado del hombre al que acababa de matar.

—¿Bestia Verde? —llaman a la puerta. Veo pasar el lumbral a la persona que es mi salvador. Me hago el dormido, y Gai se queda en la entrada de mi cuarto al ver que estoy en brazos de Morfeo. Sé que tiene una expresión de ternura en el rostro, a pesar de no verlo—Buenas noches, Lee. Descansa.

Oigo el sonido de la puerta cerrarse. No puedo evitar soltar una pequeña sonrisa. Las cosas han cambiado bastante.

Hinata

La noche era algo fría, pero las estrellas lo compensaban. A través de aquella ventana todo parecía tan… irreal. Los cambios que experimenté esta semana nunca los pensé atravesar. Era algo que todavía me tenía en un trance, como si fuera una broma pesada o simplemente una pesadilla.

¡Huye Hinata, huye! —alcé mi mano para que Danna la alcanzara. Pero no pasó. En vez de eso, escuché con horror los sollozos de la que durante este tiempo fue como mi madre, ahora de nuevo en manos de esos monstruos. No pude ver más. Corrí y corrí, dispuesta a realizar la última orden que esa valiente y amorosa mujer me había dado.

Me permití soltar una lágrima, y luego dos, y después tres. Y así hasta que me encontraba llorando silenciosamente, apoyada en la ventana. Con el ánimo por los suelos.

—¡No llores, preciosa! —escucho que gritan. Me asomo, y un hombre con el pelo naranja montado en el sube y baja roto me saluda amistosamente.

Cierro la ventana de inmediato y me acuesto rápidamente en mi cama. Eran las dos de la mañana y en unas horas tendría mi primer día de clases en esa nueva escuela.

Naruto

—¿La asusté? —pregunto al aire. La soledad del parque me permitía pensar adecuadamente. También podía llorar sin que nadie me viera. Tal vez la pobre chica pensó lo mismo, pero yo de metiche metí mis narices donde no debía y ahora seguro cree que soy un violador, o un acosador.

El callejón era cada vez más sucio y maloliente. La rata a mi lado se acurruca en un intento de calentarse ante aquel frío descomunal, pero yo no tengo más opción que aguantar. Cierro mis ojos con lentitud, pero me despierto enseguida cuando veo a un hombre tambaleante acercarse a mí.

Me bajo del juego para niños y me siento, apoyándome en el gran árbol del parque. Uso mi chaqueta como manta y me acurruco, listo para ir a dormir. Observo por última vez antes de cerrar los ojos el balcón en donde hasta hace unos minutos estaba la chica.

Era bastante linda.