¡YO NO SOY EL DUEÑO DE LOS PERSONAJES DE HOTEL TRANSYLVANIA! A EXCEPCIÓN DE LOS OC'S
I
¿Perdida o robada?
El día de Dennis comenzó de lo más extraño posible.
Se despertó en una cama de un hotel algo peculiar junto a una mujer. Vale, esa no era necesariamente la parte rara, la… ¿mujer loba? Bueno, la mujer loba era linda, pero no sabía quién era ella ni qué hacía allí con él, durmiendo juntos. Se incorporó y se frotó los ojos tratando de pensar con claridad.
Miró con detenimiento la habitación. Era grande, sí, tenía un aire acogedor y hogareño, no lo iba a negar; las paredes eran oscuras, de un tono entre negro y marrón y en cada esquina había una columna de estilo antiguo. Miró por la ventana y notó un paisaje extraño, árboles secos y casi sin vida a lo lejos, y un poco más cerca, una caída de unos treinta o cuarenta metros hasta un lago de aguas traslucidas. Bueno, eso no era algo común, pero para él ¿qué era común?
Trató de levantarse, pero la mujer loba a su lado se movió un poco. Ahora que reparó en ella empezó a asustarse. Las mujeres lobas son mitos, cuentos que se les relatan a los pequeños para que obedezcan o a los hombres para que vuelvan temprano a casa y no se queden afuera, parrandeando. La mujer loba aparentaba un poco su edad… ¿Diecinueve? ¿Veinte? Vale, eso sí que daba miedo. No sabía cuántos años tenía.
Ella abrió los ojos y le sonrió, una fila completa de filosos dientes se asomaron en sus labios, causando que Dennis se intimidara.
—Buenos días, Dennis.
Llevaba unos pequeños vaqueros desteñidos con varias rasgaduras y una franela muy fina. Tenía el cabello, igual que su pelaje, suelto sin ningún arreglo o trenza alguna, cayéndole por la espalda en una melena color chocolate, y que en algunos lugares las puntas se curveaba hacia arriba. Llevaba tres perforaciones en cada oreja. No llevaba maquillaje, como si no quisiera llamar la atención, aunque no le funcionaba. Era muy guapa. Sus ojos eran de un azul claro, como un cielo sin nubes.
Dennis se alejó de ella.
—Esto… yo no…
La puerta de la habitación se abrió con un estrépito y alguien saludó:
—Hola, par de melosos.
Era evidente que se supone que debía conocerla. Era una chica de unos veintiún años y con tez morena, su piel era color chocolate como el cabello de la loba a su lado, solo que un poco más claro. Tenía una larga y abundante melena castaña rizada; y unos ojos marrones claros. Iba casi igual que la loba en la cama, pero ella tenía una sonrisa risueña en el rostro.
Detrás de ella llegó un hombre lobo con aspecto agotado y soñoliento, que lucía mayor que la morena. ¿Veintitrés? ¿Veinticuatro? No lo sabía. Tenía unos bermudas negros que le llegaban hasta las rodillas e iba con el torso al aire.
—Clarisse, te dije que no los despertaras así —dijo el lobo—. ¿Qué tal si los hubiéramos interrumpido en un momento… ejem, íntimo?
La morena, Clarisse, se encogió de hombros.
—Sería venganza. —Clarisse le guiñó el ojo—. ¿Acaso no recuerdas hace años cuando Dennis nos atrapó infraganti? Y la otras veces también.
El lobo le lanzó una mirada furibunda a Dennis, al haber recordado lo sucedido, luego ladeó la vista. Un leve sonrojo asomó en sus mejillas.
—Vale, pero no fue «infraganti» como lo dices. Solo fue después.
Clarisse rio con fuerza y le pasó el brazo al lobo por el hombro.
—No te pongas así, Wilbur, que bien que te gustó.
El lobo, Wilbur, agachó la mirada y se llevó a Clarisse de la mano para evitar que dijera algo más comprometedor, mientras ella salía riendo sin contenerse. A Dennis esa escena le dio corte y miró a la loba a su lado.
—¿Siempre son así? —quiso saber.
—Siempre. —La loba se encogió de hombros—. Clarisse ha estado con la idea de querer hacernos lo mismo que nosotros a ella.
—¿Y qué le hicimos nosotros a ellos?
La loba lo miró, extrañada.
—Interrumpirlos varias veces en sus momentos, y Clarisse ha estado empeñada en cacharnos a nosotros también —sonrió—, pero no ha tenido suerte. Ayer casi nos atrapan, aunque tu idea de decirle a Wilbur que la entretuviera fue estupenda, ¿no lo recuerdas?
Dennis se extrañó al oír esas palabras y duró un momento en asimilarlas. Al hacerlo, chequeó como estaba, y se dio cuenta de que andaba sin camisa y con unos bermudas. Se ruborizó al punto de que su piel pálida adoptó el mismo color de sus rojizos cabellos.
—¿Por qué me miras así, zing-zing? —preguntó ella, al notar la mirada su mirada.
—No te conozco —respondió Dennis.
La loba frunció el ceño.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—¡No! No tengo ni idea…
La loba intentó tomarle la mano, pero Dennis la apartó.
—Lo siento —dijo—. No… no puedo…
La loba lo miró serena, en su expresión había algo que calmaba a Dennis. Sí, estaba asustado por todas las cosas que pasaban sin que les lograra encontrar el sentido, confundido por saber quién era ella y quiénes eran la pareja que entró hace un momento a la habitación, pero la mirada de ella lograba calmarlo. Ella dio un largo suspiro como tratando de asimilar toda la situación, pero Dennis detectó algo de dolor en el gesto, probablemente esa exhalación era para evitar romperse.
—¿Te has golpeado la cabeza o algo? ¿De verdad no sabes quién soy o qué somos?
Dennis se encogió de hombros en un gesto de impotencia.
—Peor aún. Ni siquiera sé quién soy.
La loba lo guió por unos pasillos intricados y algunos con poca luminosidad, bajaron por unas escaleras y llegaron a un vestíbulo. Era enorme, el techo era en forma de cúpula y el suelo era de una piedra que parecía mármol, pero más oscura. Obsidiana, tal vez.
El vestíbulo lo impresionó, sí, aunque los huéspedes le quitaron el aliento. Habían fantasmas, esqueletos, otros hombres lobos, un enorme hombre azulado: Frankestein; momias, brujas, zombies y demás.
Algo que capturó su atención fueron unos pequeños jugando, había un niño que parecía un vampiro, pero que de un momento a otro desapareció y reapareció en otro lugar. No era como si se hubiera trasportado, parecía más bien como si se hubiera hecho invisible y luego se dejase volver a ver. Junto a él había unos niños lobos haciendo desastres, sin embargo, no eran como Dennis se los había imaginado, estos cuando hacían sus travesuras se desarmaban, en sentido literal. Uno de ellos se desprendió el brazo como su fuera un lego y fue a parar a darle un golpe en la cabeza a otro lobo, después de la travesura el brazo volvió de nuevo a su anfitrión.
No supo cómo interpretar eso.
Ella lo llevó hasta donde estaban la morena y el lobo que habían entrado, o mejor dicho, irrumpido a su habitación. Les susurró algo y ellos pusieron expresiones de asombro e incertidumbre. Se acercaron a Dennis junto a ella y lo llevaron a una de las habitaciones apartadas del vestíbulo.
Al principio Dennis estuvo algo cohibido, pero una vez en la habitación elegida (la cual difería mucho de la de donde despertó) los tres se sentaron en unas sillas cercanas y le indicaron que se sentara en el largo sofá. Se le vino a la mente una idea algo boba: parecía un paciente de un psicólogo.
Esta vez, todos iban con ropas más presentables. Clarisse y Wilbur iban con una camisa negra con las letras TDG (no sabía que significaban), el lobo con los mismos bermudas negros y la morena con unos jeans. La loba a su lado llevaba una camisa rosada con una calavera negra estampada y unos jeans desgarrados. En su cuello colgaba un fino collar con tres dijes: una luna, una estrella y un reloj.
No supo por qué, pero al ver ese collar sintió unas enormes ganas de abrazarla.
Wilbur se inclinó y habló:
—A ver… ¿De verdad no recuerdas nada?
—No —respondió Dennis.
—Hum... ¿Qué es lo último que recuerdas?
—Una luz.
—¿Una luz? —preguntó Clarisse.
—Sí; no sé si fue un sueño o algo, pero lo último que recuerdo (por no decir lo único) es una luz opaca, de un azul oscuro, y luego desperté sin saber nada.
Wilbur, Clarisse y la loba se miraron los tres con una expresión de duda, y a su vez con nerviosismo.
Clarisse puso los ojos en blanco y empezó a soltarle información.
—Bien, veamos: Te llamas Dennis, nosotros tres somos tus mejores amigos, aunque Winnie es más que eso, ya sabes, tú y ella… —Clarisse levantó las cejas de manera sugerente.
—¡Para, Clarisse!
Winnie se puso colorada. Dennis también notó que se le encendía la cara. Si era la pareja de una mujer loba llamada Winnie lo sabría. No podría olvidársele.
—Sufre amnesia o algo parecido —dijo Winnie, su tono era dolido—. No recuerda nada. Debemos averiguar la manera para ayudarlo. Debemos decírselo a tío Drac.
—¿Tío Drac? —se extrañó Dennis.
—Oh, cierto —intervino Wilbur—; deja te aclaro las cosas rápidamente: estás en un hotel, el Hotel Transylvania para monstruos y humanos. El dueño es tu abuelo, el Conde Drácula, un vampiro. Tu madre, por lógica, es una vampiresa por lo que tu…
—¿Me estás queriendo decir que soy un vampiro?
Winnie hizo una mueca con sus labios.
—No exactamente. Tu madre es una vampiresa, sí, pero tu padre es un humano. Eso te coloca en una posición en el medio. Eres un vampiro, pero también un humano…
—¿Un mestizo? —completó.
—Eso mismo. Ya vas captando —dijo Clarisse, para luego proseguir con la descarga de información—. Amas con locura a esta preciosa loba aquí a mi lado, tanto así que hace tres años te enfrentaste con uno de sus líderes y con su pretendiente a la fuerza solo por ella. Peleaste con la valentía de un caballero con el líder y lograste vencer, casi te mueres después de eso, pero no nos enfoquemos en la parte negativa. —Hizo un ademán con la mano para restarle importancia—. Lo importante es que lograste que ambos estuvieran juntos y todo lo demás. Desconozco los detalles, solo sé que son muy «unidos». —Clarisse dibujó unas comillas en el aire con una sonrisa pícara—. ¿Qué más? Ah, sí, siempre me das todos los postres en la cena en el comedor del hotel, odias a muerte Breaking Benjamin y amas Three Days Grace con la misma intensidad que amas a Winnie.
—¡Clarisse! —soltó Wilbur, regañándola.
—Vale, no hagas caso a la última parte, pero lo primero si es cierto.
—Clarisse —dijo Dennis—, eres rara.
—Sí, me lo dices mucho —sonrió la morena—. Será mejor que Winnie te refresque la memoria. Nosotros… —Miró a Wilbur con apremio—, iremos a desayunar.
Wilbur miró a Clarisse como preguntándole por qué saldrían, ella le frunció el ceño, durante unos minutos tuvieron una silenciosa batalla de miradas, pero la morena ganó, y Wilbur bajó las orejas, resignado, y con un bufido, salió acompañándola.
En la habitación quedaron solos Dennis y Winnie; se hizo un silencio un tanto incómodo entre los dos. Luego de un rato ella habló:
—¿D-de verdad n-no recuerdas nada de lo n-nuestro?
Dennis la miró fijamente y notó que aunque arrastrara las palabras de la pena, en el fondo estaba al borde del quiebre. El solo ponerse en su lugar lo hizo sentirse mal. ¿Cómo podría Dennis soportar que de un día para otro su pareja no recordase nada de él? Debía de ser algo muy doloroso, sin embargo, por más mal que se sintiera por ella, no podía mentirle, si de verdad ella era su pareja debía hablarle con la verdad y no hacerle falsas esperanzas.
—No. —Movió la cabeza en un gesto negativo—. Lo siento.
—¿Nada de nada?
—Recuerdos como tal no, pero si sensaciones —dijo—. Cuando vi a Clarisse y Wilbur sentí algo, como si los conociera desde siempre, mas no sabía el por qué; y contigo… contigo es algo más fuerte, no sé cómo explicarlo, pero cuando vi ese collar que llevas… —Dennis señaló el collar—. Al verlo sé que es algo importante, pero no recuerdo por qué.
Winnie asintió y se frotó un ojo, quitándose una lagrima que la estaba empañando. Se levantó y le dijo que la siguiera.
Recorrieron unos cuantos pasillos plagados de habitaciones y llegaron de nuevo al vestíbulo. Allí se encontraban Clarisse y Wilbur hablando muy seriamente con dos hombres lobos algo mayores. Winnie se acercó a ellos y los saludó a ambos con un abrazo. No supo por qué, pero de repente Dennis tragó grueso. Esos lobos eran los padres de ella, no recordaba sus nombres ni por qué se sentía así cuando veía al lobo más adulto, pareciera que hubieran tenido una riña en el pasado, pero no recordaba nada de eso.
Detestaba estar sin memoria.
Después de eso Winnie habló con dos personas más. Una vampiresa de cabello corto negro y ojos azules y, junto a ella, un hombre algo mayor; ¿cuarenta tal vez? Tenía el cabello rojizo desordenado y unos ojos marrones. Una sensación de apreció afloró por ellos, y de nuevo, no supo el por qué.
Las expresiones de la pareja fueron primero de sorpresa y luego de tristeza, como si estuvieran dolidos por algo. Al rato Winnie volvió con él y le contó que había hablado con sus padres. Eso lo tomó desprevenido y ahora entendía por qué sintió aquello. ¡Ellos eran sus padres!
Winnie lo guió hasta otra habitación y se detuvo en la puerta. A ambos lados de esta habían dos armaduras como haciendo guardia, apenas la loba se les acercó estas hablaron y le preguntaron sobre lo que quería y a quién buscaba. Dennis pegó un respingo al verlas hablar.
—¡Ha-ha-hablan!
Winnie le sonrió.
—Claro que hablan, están encantadas, zing-zing. —Cuando pronunció «zing-zing», lo hizo con melancolía, como si le doliera.
No sabía que quería decir ella por «Zing», pero aún no podía sacarse esa sensación dolorosa al verla así.
—Claro —asintió—; ¿y qué hacemos aquí?
—Venimos a ver a tu abuelo, tal vez él tenga alguna respuesta para ti.
Dennis asintió. Sintió una extraña inquietud, no obstante, decidió entrar con ella. Si podía recuperar sus recuerdos no duraría en ver al mismísimo diablo si le tocara hacerlo. La puerta se abrió y ambos entraron.
Adentro era un enorme salón hexagonal, en cinco de las seis paredes había enormes y altos libreros llenos de folios, papeles, libros y demás. En el centro del salón había un escritorio ejecutivo repleto de papeles, y detrás de estos, un vampiro firmando y sellando documentos a una velocidad inaudita. No aparentaba más de treinta o cuarenta años, pero como era un vampiro, y nada más que el mismísimo Drácula, Dennis no se fiaba mucho en la apariencia.
Winnie saludó y el vampiro, al verlos, sonrió alegre.
—Winnie, Denisovich, ¿qué los trrae aquí? —preguntó; él se percató de la peculiar forma de cómo pronunciaba la R.
—¿Denisovich? —le preguntó Dennis a Winnie, arqueando una ceja—. ¿Me llamo Dennis o Denisovich?
—Oh, no; ye llamas Dennis —le aclaró—, pero Denisovich es como tu nombre vampiro, o algo así.
—Vale —dijo, aún no tan convencido.
Drácula arqueó las cejas ante el comportamiento de Dennis, y Winnie le explicó todo lo sucedido. El que Dennis se levantó sin recuerdos y sin nada, y que aunque le contasen algo de él, no le llegaba ningún recuerdo; también le contó de las sensaciones que sentía cuando veía algo o alguien cercano a él.
Drácula frunció el entrecejo, pensativo.
—Esto es extrraño. —Miró fijamente a Dennis—. No crreo que sea hipnosis. Los vampirros no pueden hipnotizarr a otrros vampirros y tampoco concorrdarría con la luz opaca. Deja llamo a mi padrre —añadió.
Se dirigió a una de las armaduras cercanas y le susurró algo. No pasaron ni veinte minutos cuando llegó un vampiro aún más viejo que Drácula, tenía una piel azulada y unas garras cuyo largo era igual a sus dedos. Saludó a Dennis, pero este no le devolvió el saludo, estaba muy impresionado (por no decir aterrado) como para procesar alguna acción que implicase otra cosa que no fuera sorprenderse.
Winnie y Drácula le hicieron un resumen de la historia y el vampiro se le acercó a Dennis, analizándolo.
—Yo tampoco pienso que sea hipnosis pero… —dijo entonces el vampiro.
—Un momento, ¿hipnosis? ¿Quién es usted en primer lugar?
El vampiro anciano sonrió.
—Soy tu bisabuelo: Vladimir, pero dime Vlad.
Dennis se quedó estupefacto y no opuso resistencia cuando Vlad le tomó el rostro con sus garras que parecían colmillos y lo ladeaba en todas direcciones, en busca de alguna marca.
—No hay marcas en la piel por lo que no pudieron ser brujas, esto deja una sola opción: magia.
—¿Magia? —preguntaron Dennis y Winnie al unísono.
—Sí, magia, puede ser como la de… Drácula, ¿cómo se llamaba el papel de baño parlante? —inquirió Vlad haciendo un gesto con la mano.
—Murrray.
—Ese, puede ser magia como la de Murray.
Dennis y Winnie cruzaron miradas angustiados. Aunque no la recordara, podía sentirse calmado cuando la veía a los ojos.
—¿Y cómo lo descubrimos? —preguntó Winnie.
—Sencillo. Denisovich, cierra los ojos —pidió Vlad.
Dennis le lanzó una mirada a Winnie, como preguntándole su de verdad debía hacerlo, ella asintió de forma tranquilizadora.
Dennis tenía miedo de que algo le pasara, o peor aún, de que olvidara lo poco que le habían dicho, aunque decidió confiar y cerró los ojos. Sus pensamientos y sentidos se enturbiaron como si se hubiera sumergido en un profundo y oscuro lago.
Lo siguiente de lo que fue consciente es de que sus ojos se abrieron. Se hallaba recostado en el sofá del salón y Winnie se hallaba arrodillada junto a él, tomándole la mano. Un lindo gesto, pero lamentablemente no podía recordarla todavía por completo. Detrás de ella se hallaban hablando Drácula y Vlad.
—… muy grave —estaba diciendo Vlad.
Dennis se reincorporó, sin soltarle la pata a Winnie.
—¿Qué pasó? —preguntó— ¿Cuánto tiempo…?
—Solo unos minutos —dijo Winnie, apretándole la mano—. Pero ha sido tenso, casi te deshaces.
Dennis esperaba que no lo dijera en sentido literal, sin embargo, la expresión de Winnie era muy seria, además de que también sentía el cuerpo débil.
Vlad se volvió hacia Dennis.
—Por lo general los recuerdos se pierden por un buen motivo —comentó Vlad—, se hunden bajo la superficie, como los sueños, y si se duerme bien, puedo recuperarlos. Pero este…
—¿Magia fuerrte? —preguntó Drácula.
—Muy fuerte —convino Vlad.
—¿Negrra?
—No, ni siquiera negra.
—¿Fuerte? —preguntó Dennis, confundido— ¿Negra?
Vlad se puso una mano en la frente, cosa que debió mínimo hacerle unas marcas horribles debido al largo de sus uñas, aunque ese no fue el caso.
—Verás, Denisovich, hay varios tipos de magia en los monstruos: común, blanca, fuerte y negra. La común es la simple, los vampiros puros podemos manejarla, hacer que leviten objetos y cosas sencillas como esas. La blanca puede crear vida, no vida compleja como una persona o monstruo, pero si en el sentido vegetal; o sea, hacer florecer flores y esas cursilerías, las dominan algunos monstruos, en su mayoría (e irónicamente) los fantasmas…
—Que contradictorio —dijo Winnie, pero Vlad no le prestó atención.
—…para borrar recuerdos se necesita dominar una de las dos restantes: la fuerte y la negra —explicó el vampiro de piel azulada—. La magia fuerte la dominan, de forma nata, las brujas y, de forma aprendida, algunos monstruos aislados, como yo. Con la fuerte pueden esconderse los recuerdos en el subconsciente de la mente, lo cual se me haría sencillo sacarlos, pero para borrarlos se necesita la negra. Con la negra los borras por completo y listo. Fin del cuento. Recuperarlos se puede, sí, pero es muy riesgoso, ha habido veces que quien los desea recuperar se deshace, desaparece, incinera o simplemente muere.
—Pero… ¿no es eso lo que tengo, cierto? —quiso saber Dennis, esperanzado; no le hacía mucha gracia terminar incinerándose o deshaciéndose en polvo.
Vlad negó con la cabeza.
—Contigo es algo todavía más complicado y a la vez más perverso —continuó, soltando un suspiro—. A ti no te han borrado la mente ni te han enterrado los recuerdos. Te los han robado.
En el salón se hizo un silencio digno de un cementerio. Las miradas pasaban de Dennis a Vlad como si fuera un partido de tenis profesional, mientras la tensión aumentaba.
—¿Qué es peorr que la magia negrra? —preguntó por fin Drac.
—Las maldiciones primarias.
—¿Las qué? —se confundió Dennis.
—Las maldiciones son magia usada para fines malignos, de ahí el nombre, lógico. Sin embargo, esas se pueden quitar o anular de una u otra manera, el caso del collar de Winnie hace tres años fue un claro ejemplo. Si no mal recuerdo era la maldición de la pureza, algo realmente estúpido porque ya sabemos cómo se anuló.
Dennis notó Winnie empezó a sonrojarse y por alguna razón él también.
—El problema es cuando suben el nivel. Las maldiciones primarias, son netamente para hacer sufrir, no hay manera de anularlas ni de interceptarlas. Si te aplican una, triste por ti. Pero… —se apresuró a agregar al ver el rostro de su bisnieto—, la que te lanzaron es la maldición del olvido: Oblivio. Esa maldición, como dije, sustrae los recuerdos, mas no los borra; es decir, te los quitaron, sí, pero no están del todo perdidos. Alguien los tiene. ¿Quién? No lo sé, pero ha de ser alguien que te tenga un odio enorme, porque las maldiciones primarias no las ejecuta cualquier enclenque, se necesita una de las emociones primarias para ejecutarlas: ira, miedo, odio o amor.
Winnie apretó la mano de Dennis, demasiado fuerte, debía agregar.
—Eso quiere decir que debemos encontrar a quien le hizo esto Dennis, y ¿después? —quiso saber ella.
—No lo sé —dijo Vlad con un encogimiento de hombros.
—¿Cómo que no lo sabe? —soltó ella.
—Pequeña, solo conozco dos de las muchas maldiciones primarias que pueden generarse.
—¿Cuáles son?
—Una del odio y una del amor.
Dennis arqueó las cejas.
—¿Amor? ¿Cómo se supone que eso es una maldición?
Vlad sonrió.
—La maldición Amare en su tiempo fue algo… complicada, pero con el paso de los siglos se le vio como algo bueno y terminó creando lo que ves ahora, parejas que siempre estarán juntas pase lo que pase. Se pensó como un castigo para los monstruos que desobedecieran, haciéndolos enamorarse de alguien peligroso o imposible, porque como se sabe, no hay nada peor que un amor no correspondido.
—¿Se pudo romper?
—No, Denisovich, sigue activa, solo que ahora la llaman de otro modo.
—¿Cómo?
—Zing.
Se hizo un silencio absoluto en el salón. Dennis miró de soslayo a Drácula y el vampiro no podía contener su sorpresa, tenía los ojos muy abiertos; miró a Winnie y, sin saber por qué, le apretó la pata lo más fuerte que pudo, sin llegar a lastimarla. Quería sentirla cerca. Se vieron a los ojos y se sonrieron. Entendió una cosa: si un Zing, como dijo Vlad, significaba para siempre, ella esperaría el tiempo que fuera necesario hasta que él recordase. Por ende, no podía darse el lujo de hacerla esperar. No la amaba como tal, pero sentía una enorme necesidad de hacerla feliz.
Había perdido sus recuerdos, aunque en el fondo, ella seguía allí, en un lugar especial en su corazón. Puede ser que vuelva a enamorarse de ella, poco a poco y sin prisas, pero por ahora, la quería cerca, a su lado.
Se levantó a duras penas, sea lo que sea que Vlad le había hecho lo dejó muy debilitado. Winnie le tomó el brazo y lo pasó alrededor de su cuello, haciéndole de soporte. Dennis le sonrió y sus ojos se desviaron a sus labios, hipnotizados por su forma y preguntándose a qué sabrían; quería besarla.
—Vale —dijo al fin—, es hora de ir a buscar mis recuerdos.
