Naruto no me pertenece. Es totalmente hecho Kishimoto Masashi (si hubiera sido mío, todo habría acabado en NaruSaku). Sólo uso sus personajes con fines creativos sin ánimo de lucro.

SUMMARY: Entre tatuajes y crestas, entre resentimiento y esperanza, dos mundos se juntan para descubrir lo mejor de cada uno.

Rescatando al último mohicano

Capítulo 1

Encuentro

Capítulo 1.1: La musa rosa

Hacía tanto calor que transpiraba por todo el cuerpo. Había caminado la última hora sin un destino aparente. No tenía muchas metas en frente a él y sólo ella ocupaba su mente. Ella. Infame, toda ella, por donde se viera. Culpable de su desazón. La odiaba y la amaba al mismo tiempo. Contradictorio y al mismo tiempo la verdad absoluta.

La gente le miraba al pasar como si hubiese salido de un video de música de "Mtv". Vestía un par de jeans con rotos en las rodillas y deshilachado en las botas. A pesar de lo que cualquier pudiese pensar, no habían sido presa del tiempo o de unas tijeras caseras. Habían salido directo de una tienda de cadena y a un precio muy exagerado contando que ni había porciones de tela.

Con mucho encantó se llevó su mano derecha al marco de sus gafas de marco cuadrado echándolas para atrás para que dejaran de resbalar por su nariz. Unos ojos vivaces de tono azul claro veían a través de ellas. Era más ciego que un topo y no veía más allá de tres metros.

Sus pasos sonaban fuertes con cada pisada debido a sus botas punk negras brillantes con un esmerilado rojo. Parecían nubes pronosticando el apocalipsis. Su camisa de botones negra manga larga contrastaba de manera caótica, la llevaba remangada un poco más arriba de los codos por el calor infernal. Pero su ecléctico aspecto no terminaba ahí, su rostro con un rastro de barba sin afeitar delimitaban una quijada varonil que tenía tres marcas como bigotes de gato en cada una. Y para adornar su cabeza estaba su cabello. Oh su cabello. Realmente él estaba muy orgulloso de él, era lo que más le gustaba de su imagen. Se esmeraba en cuidarlo todos los días.

Como picos desafiando la gravedad, su cabello rubio se alzaba en un corte mohicano. Los lados de su cabeza estaban rapados pero se podían ver una naciente de nuevo cabello muy fino.

Caminaba con espalda recta mascando una goma de mascar sabor yerbabuena cuyo olor se esparcía por el aire cuando reventaba una bomba con la boca o cuando explotaba cuando crecía más de la cuenta.

−¡Hombre puercoespín! −le señaló un niño pequeño que iba de mano con su madre.

El hombre le miró confundido y el niño se señaló así mismo apuntando a su cabello. El rubio sonrío con ojos cerrados emitiendo un leve "grr" cuando soltó la carcajada.-Así es como puercoespín.

−Lo siento, vamos Take-chan. Vamos −le dijo la madre a su hijo halando de la mano para irse. No se sentía nada cómoda con el hombre de mohicano. Sabría Dios qué clase de desadaptado social era.

Podía verle los tatuajes por los brazos que se perdían debajo de la camisa y quién sabe dónde terminaban. El hombre sabía perfectamente esa mirada de incomodidad que generaba en la gente y decidió seguir su camino sin rumbo despidiéndose del pequeño con la mano.

−No hables con ese tipo de gente. No lo hagas −fue lo que escuchó decirle al pequeño a manera de regaño. El chiquito solo hizo un puchero y volteó a verlo. Él solo infló las mejillas y abrió sus palmas para ponerlas al lado de su cabello y decirle con la boca "Señor Puercoespín".

Naruto Uzumaki amaba a los niños. Realmente sentía concordancia con ellos pues él también se sentía uno más. Tal vez ese era el aspecto que a su expareja le molestaba de él. Pero las cosas eran como era y él también era como era.

Era profesor de Bellas Artes en la Universidad de Tokio y su querido tormento le llevaba 8 años de edad. Ella 35 y el 27. Era soltera, jamás había tenido niños y su campo era la economía. Nunca se colocaba faldas, siempre iba en tacones stiletto, con el cabello recogido en una cebolla apretada y sus ojos eran fríos tras los lentes de marco rojo. Minako se llamaba. Un perfecto nombre para una no tan perfecta mujer.

Eran colegas en la universidad, cada uno es su área. Pero entre las sabanas y el calor de los encuentros eran viejos conocidos. Francamente se creería que él era el de las riendas y el que marcaba el ritmo. Pero ese conocido cliché de "solo estamos para un rato", era lo que ella le decía siempre. Él se dejaba utilizar, lo sabía, no era un idiota. De cierta manera masoquista le gustaba. De hecho le guardaba cierta devoción cómo si velara a una virgen; pidiéndole y orándole todos los días por algún tipo de felicidad que a ella le sobrara.

Él era un espíritu libre de verdades para afuera. Para sus alumnos era un héroe, un pintor, un artista, un Rembrandt rencarnado en actitud rockera y botas ajustadas.

Se llevó unos audífonos diminutos color blanco a los oídos y encendió su reproductor de música. Dejo que el modo "aleatorio" hiciese su magia. "Será una señal divina la próxima canción. La que suene, eso haré" se dijo en actitud muy budista.

"She will be love" comenzó a sonar al ritmo de la muy conocida voz de Adam Levine.

−Vida mugre −dijo en voz alta cerrando los ojos con horror. Nadie sabía que canciones integraban su, no muy ecléctica, lista de canciones. Lo que le gustaba e incitaba sentimiento iba directo ahí. Caminó despacio con manos dentro de los bolsillos mascando su goma que rápidamente perdía el sabor. La propaganda "Sabor que durará por horas" pasó rápidamente por su mente e hizo un puchero de desencanto.

Sin más llegó a un cafecito muy sobrio que daba a un parque. El ambiente era perfecto para saciar su sed, encontrar algo de sombra y leer un rato. Ese día había sido automáticamente despachado de la casa de su amada pues ella no quería tenerlo más. Él muy diligente no dijo nada y se puso la misma ropa del día de anterior y salió a caminar. Era domingo y el lunes comenzaban clases de nuevo en la universidad.

Antes de entrar fue al quiosco de enfrente y compró el periódico. El vendedor sólo le señaló con la cabeza para que el mismo se auto atendiera.-Deje el dinero ahí-le ordenó el tendero sin muchas ganas de tener algún tipo de contacto físico con él. Naruto se alzó de hombros y musitó un leve "gracias" para entrar luego al café.

Una maid con orejas de gato le recibió con una expresión gatuna e infantil-Bienvenido a nuestro café "Nya" amo.

El rubio alzó la ceja izquierda viendo a su alrededor, contó hasta cinco para irse de ahí rápidamente. No soportaba esos sitios, no se fijó que ese lugar era uno de esos "infames" lugares donde para comer cualquier cosa te hacen hacer un "hechizo" con las manos para que la comida "supiese mejor". No alcanzó a poner una pierna atrás cuando la encantadora mesera lo tomó gentilmente de la mano libre y lo guio a una mesa para uno en la parte de afuera. Con parsimonia pensó que él era de esas personas que tenía marcado en el frente "solitario para siempre".

Se sentó de muy mala gana y una sonrisa forzada. Sería amable. Ella no le había importado como se veía lo cual le pareció meritorio y agradable. Sin embargo solo fue ver a su alrededor para notar el tipo de clientela. Al frente suyo estaba un grupo de personas personificando al grupo "Phantasmagoria". Naruto dejó el periódico en la mesa y se ajustó los lentes para ver mejor tratando de dar enfoque al grupo. Sí, como no, muy populares en su tiempo dejaron un legado de estilo metal-gótico que era imposible no distinguirlo. El rubio se giró notando que no estaba en Harajuku ni a sus alrededores. Al parecer los otakus cada vez ampliaban su espectro de acción.

Al lado derecho de él se encontraba unas lolitas cuyos vestidos les dificultaba sentarse correctamente. Parecían hacer maniobras suicidas cada vez que se acercaban por un bocado de helado de sus copas. ¿No tendrían calor con tanto encaje?

Respirando hondamente se relajó en su asiento y pidió un té helado con hielo extra y sabor limón. La "gata mesera" le sonrió dando una venia para retirarse. En verdad que toda la puesta en escena la encontraba graciosísima. Sí alguno de sus estudiantes lo encontrara había sido el acabose. Comenzó su lectura intensa del periódico.

Desgracias, desgracias, política, deportes, temblores y clasificados. Nada nuevo en el mundo japonés. La mesera de orejas llegó con el pedido y con la misma cortesía preguntó "sí algo más se le ofrecía que con mucho gusto se lo traía". ¿Le estaba coqueteando? ¿Cuántos años tendría? ¿16? La despachó con educación pero a la vez cortante. No le iban las pequeñas. De hecho sí hablaba de mujeres, amaba las mayores. Minako volvió a rondar su mente y se escurrió por el asiento. Entonces escuchó una voz que venía de atrás.

Naruto se giró un poco para ver y encontró una melena rosada larga y abundante. Era una mujer hablando por teléfono. Su tono de voz era bastante agudo y se quejaba como una enajenada con su interlocutor. "Pobre" pensó retomando su lectura. Sin embargo la voz llegaba más allá de su capacidad de concentración. Negó con la cabeza y esta vez sí se concentró. Sin embargo las palabras "maldito, desgraciado", "ojalá se muriera" llegaron a sus oídos. Naruto sonrió con mucha gracia recostándose en la silla y bajando el periódico. Aguzó el oído para escuchar lo que hablaba.

−No, eso que dijo él no es cierto. Es un grosero idiota. ¿Qué más se podría esperar de un hombre? ¡Ha! −dijo ella por su teléfono celular.

El rubio negó con la cabeza y rio por lo bajito. Recargó su rostro en una mano que apoyó con su codo en la mesa. Muchos podrían ser imbéciles, ¿por qué él no podía ser así? Debería ser como su mejor amigo Sasuke. Ese tipo no decía ni "Mu" y ya las tenía locas a todas. Revoloteándole como colegialas ebrias. Y él, como si nada, pasaba de ellas y se encerraba mustió en su cubículo para preparar las clases de Semiótica II. Entre profesoras, colegas, estudiantes y una que otra extranjera, era el terror de la facultad de Humanidades y Lenguas.

¿Qué se echaba el desgraciado? ¿Agua bendita con mezcla de feromonas intensas? En cambio él, era buen tipo, genial conversador, creativo hasta las náuseas, sabía escuchar, no se consideraba feo, tenía buen cuerpo, tal vez un poco bajo, pero aun así más alto que el promedio. ¿Y qué ganaba? Andar como imbécil detrás de los pantalones de una mujer que no le daba ni la hora.

Siguió escuchándole atentamente. A juzgar por lo que hablaba le habían sido infiel. Y ella no muy a gusto, desmadraba con tanta furia que creyó que el teléfono celular por el que hablaba se iba a romper. Él no era de ser chismoso, y en verdad que no le interesaba estar en plan de "acosador", pero cada cosa, que la mujer de su lado decía, le causaba muchísima risa.

−El maldito no merece ni que rompa la relación por un mensaje de texto.

Naruto no pudo sostener más la risa que había estado sosteniendo y se carcajeó botando todo el té encima de su periódico. La mujer volteó atrás curiosa por el escándalo y vio cómo se atoraba el rubio sin consuelo.

−Te llamo después −dijo ella colgando para ir en socorro del pobre hombre que tosía con una fuerza tal que parecía expulsar el hígado. El hombre dio dos palmadas a su pecho con el puño de su mano y le miró tranquilizándola.

−Ya estoy bien, gracias −le dijo carraspeando con la garganta. Trató de respirar de nuevo tranquilamente y con profundidad para evitar el ahogo.

−¿Seguro? −le preguntó sobándole la espalda. ¿Le estaba acariciando la espalda?

Naruto se irguió de inmediato para verle. El corazón le brinco de una manera muy extraña que no asemejó a nada que no fueses un sentimiento de ¿nostalgia? Vio su rostro fino y ojos enormes. Eran verdes y brillaban intensamente por el sol. Estaba sonrosada. Que escandalosamente bonita era. Con sus labios fruncidos y rosas. Olía muy bien. Cerró los ojos inmediatamente para no dejarse llevar como un loco. Era un maldito lunático. En verdad lo era. Estúpida sensación de nostalgia.

−Seguro. Pero ¿sabe? Ha sido toda su culpa−respondió al fin viéndole por encima de sus anteojos con una sonrisa burlona.

−¿Disculpe? −preguntó con sorpresa y mal genio mezclados. La vio pararse firme con tono de reproche y manos en las caderas. Respiró fuerte y se llevó su mata de cabello hacia atrás. Poco lograba pues algunos mechones habían quedado adelante.

−Usted habla de cosas muy divertidas −quería desesperadamente hacerle conversación. Era tóxica su presencia. Tóxicamente relajante.

−¿Me está acosando y tras del hecho le salgo a deber? −preguntó indignada. Naruto abrió los ojos con desconcierto sintiéndose sorprendido en su pobre intento de ocultar su rol de "acosador". Vio como la rosa tomaba su teléfono con rabia y se iba del café dejando el dinero en la mesa.

−Oiga espere, espere −le dijo levantándose él también sacudiendo el rastro de té que tenía en sus brazos. Dejo un dinero pagando definitivamente más de la cuenta.

En conclusión él estaba negado para dialogar con el género opuesto. Necesitaba dejarle en claro que no era ningún acosador. Necesitaba hacerlo.

−¿Qué? ¿Qué quiere? −le preguntó con hastío volteándolo a ver.

−Pero que fiera −comentó con risa burlándose de ella.

"¡Pero que imbécil soy!" se golpeó mentalmente. No sabía que le pasaba. Era como sí se viera en una galaxia lejana. Su cuerpo estaba haciendo cualquier sandez. En lugar de proyectar una imagen tranquila e interesante estaba comportándose como un perfecto mentecato.

−Usted es un atrevido y si no se larga voy a llamar a la policía.

−Era una broma. Una inocente y blanca bromita −dijo con chulería acercándose a ella con actitud relajada.

La mujer de largos cabellos rosas volvió a tomárselo para echarlo para atrás. Un gesto que realizaba con frecuencia cuando estaba de nervios. Y precisamente ese hombre no le ayudaba.

−Mire en verdad lo lamento. En serio lo siento, pero es que escucharla hablar por teléfono me dio mucha risa. Los comentarios que hace en contra de mi género francamente son crueles −le dijo con una sonrisa grande

−No sé en dónde le encuentra lo gracioso.

−No todos son tan malos mujer. Algunos somos muy adorables.

¿Le estaba coqueteando a una perfecta desconocida? ¿Qué pensaba de la vida? Las tribulaciones de Naruto iban a velocidad de la luz surcando por su cabello en forma de cresta.

−Ay por favor −le dijo dando media vuelta para irse. Él por supuesto la siguió.

−Si nos diera la oportunidad nos encontraría irresistibles.

−Yo francamente lo encuentro exasperante −le dijo con una sonrisa fingida apresurando el paso.

−¿Exasperantemente irresistible?

−No, solo ridículamente exasperante.

−Usted en serio que es toda una fiera.

−¿Qué quiere?, de por Dios, ¿qué quiere? −le dijo ya cansada parándose frente a él. Estaba roja de la rabia. Sus mejillas parecían dos manzanas. La encontró muy adorable y exageradamente tierna. Llevaba su larga melena rosa suelta. Le llegaba hasta la cintura y tenía un par de ojos verdes que le parecieron impresionantes.

−¿Usa lentes de contacto? −le preguntó sin más.

Bueno. Era la verdad. Sus ojos parecían de mentira. Como de muñeca de exhibición. De esas que se coleccionan y se guardan en los escaparates que usan las tías solteronas y no permiten que nadie toque. Sintió pavor de él en ese momento. Era como si se hubiese ido en automático. Hablaba lo primero que se le ocurría con toda la intención de no apartarse de ella.

La mujer muerta de la histeria se giró y comenzó a correr para alejarse− Déjeme tranquila.

−¿Entonces sí usa? −preguntó corriendo detrás de ella.

Era un maldito demente. Ahí iba él corriendo detrás de una mujer que acababa de conocer. Quiso llamar a la policía por su cuenta y auto acusarse. ¿Pero qué demonios estaba haciendo? Su lado racional suplicaba de rodillas en su mente que se detuviera. Que aún podía haber una salvación para él.

−¡Déjeme en paz! −gritó sofocada.

−¿Eso fue un sí? −le gritó con esperanza.

La mujer paro cansada y respirando fuertemente. Ella no tenía estado físico y el calor solo le provocaba más agotamiento. −No, no son. Mis ojos son así de nacimiento.

El rubio limpió una gota de sudor que bajó por su quijada y le vio sonriente −Pues déjeme decirle que son los ojos más bonitos que he visto.

Toda la verdad. Nunca en su vida había visto ojos más placenteramente estéticos. Para él la belleza era una esencia básica de su vida. En ella parecían convergir miles de aspectos fabulosos que le activaban la creatividad y su musa inspiradora. ¡Bingo! ¡Eso era!

La rosa abrió los ojos como platos y exhaló rendida. −Usted es muy raro señor.

−Ah sí, por cierto. Mucho gusto, mi nombre es Uzumaki. Uzumaki Naruto −dijo extendiéndole la mano para saludarla. Ella vio la mano con desconfianza pero igual se la estrechó viendo a sus ojos azules. Azules como el cielo. El cielo que a ella tanto le gustaba.

−Soy Haruno, Sakura Haruno.

−No me mire así por favor, no soy ningún pervertido.

−Pensé que era un acosador, pero ahora pienso que es un pervertido.

Naruto sonrió con agrado y rio con mucho alivio. Se notaba que no ella no era de complicarse mucho por las cosas. Sakura le miró con una sonrisa disimulada y se echó el cabello para atrás.

−Por favor, permítame acompañarla mientras defiendo a mi género.

No permitiría bajo ningún concepto que su musa rosada se fuese libertina a otros lugares. No, él la necesitaba para realizar magia.

−Su género no tiene remedio −contestó orgullosa mientras se erguía.

−Es que no ha tenido el placer de conocerme a mí.

¿De dónde estaba saliendo ese Naruto pícaro? Él mismo se sorprendió por dentro cuando esas palabras salieron de su boca sin ningún recato. Sin embargo ella solo le miró no entiendo del todo el comentario.

Sakura se giró y comenzó a caminar sin prisa. Él la siguió con tranquilidad echando miradas furtivas de soslayo para verla. Era hermosa. Muy encantadora y olía a naranjas. Su cabello y ese verde de sus ojos era un contraste delicioso. Era como ver un postre caminando. Un postre olor a naranja intenso y profundo.

Sakura Haruno la musa rosa.

Capítulo 1.2: El caballero mohicano

Se giró rápidamente comiéndose las lágrimas cuando vio a su amado novio en la cama con otra mujer. Había decido darle una sorpresa y prepararle el almuerzo, así que no vio problema cuando entró furtivamente al departamento de él con la llave de emergencia que escondía en una meterá al lado de la puerta.

−¡¿Qué haces aquí Sakura?! −fue lo primero que gritó su novio con las piernas de una mujer de cabellos negros enrolladas a su cintura.

−¡No te preocupes, que la próxima vez te aviso!

No se le ocurrió decir más. Su estado de shock era absoluto y no pudo pensar en algo más inteligente que gritarle. Azotó la puerta no sin antes tirar la docena de huevos que había traído por toda la sala. Eso era mejor que los horribles cuadros de bodegón que tenía para decorar su apartamento. ¿Bodegones? ¿Cuántos años tenía? ¿65?

No era que le doliera particularmente el corazón, llevaban saliendo apenas dos meses. De hecho agradeció saber su verdadera naturaleza. Odiaba perder el tiempo. Igual las lágrimas de humillación le mojaban las mejillas. Caminaba por la calle hecha una furia y la gente la miraba con consternación. Una que otra persona intentó acercarse a ella para preguntarle por su bienestar, pero ella con una mirada asesina los alejaba.

Sakura Haruno era una joven de 17 años que comenzaba la próxima semana su carrera como Artista Plástica. No era mala para la pintura, para el dibujo técnico, para las técnicas de coloreado, para la escultura o para un mero sombreado. No por exceso de habilidad había escogido esa carrera.

Desde muy pequeña Sakura, siempre sintió una necesidad de expresar por medio material, lo que su mente insistía en producir. Y eso podía derivar en numerosos caminos. Así que una formación e instrucción en diversas herramientas fue la opción más lógica para ella. No iba a aprender qué era el arte para ella, ni mucho menos a encontrar alguna perdida vocación, ella solo necesitaba pulir y encontrar las técnicas para expresar ese mar de unicornios y tiburones de terciopelo morado que tenía muy dentro de su alma.

El calor del verano la golpeaba como a un saco de boxeo. Le costaba respirar bien y sentía el sudor nacer de su cabeza y mojar su cabello. Su cabello que adoraba pero que ahora odiaba. En situaciones así era como cargar con un perro pesado. Y pensar que se lo había arreglado para ese día. Había durado dos horas usando la plancha alisadora para dejarlo recto. Como de propaganda de peluquería. Pero todo se fue al carajo, ahora las puntas volvían a ser onduladas y a moverse por su cuenta. Podía sentirlo.

"Ahí siento el pulpo" se dijo mentalmente tratando de echarlo para atrás. No había traído algún gancho o cinta para atarlo.

Desde pequeña ella decidió por convicción y por un acto de mera terquedad y rebeldía contra su madre, que nunca lo iba a cortar. Así que desde los 13 años Sakura Haruno no paso unas tijeras por sus cerdas rosas. Las peinaba todos los días y las perfumaba hasta la última punta. Su longitud cubría toda su espalda y alcanzaba a cubrir la mitad de pequeño trasero. Y es que ella mínima. Era baja y sin mucho busto. Era más bien plana y con cara encantadora. Parecía una pequeña ninfa de los bosques.

Durante su adolescencia ella siempre fue el centro de la atracción masculina. Lo que le faltaba en atributos, ella lo cubría en aura y hermosura. Ojos grandes verdes, rostro encantador y de aspecto sumiso; con labios tan rojos que parecía que comiera una paleta de cereza siempre.

El problema es que siempre terminaba escogiendo a cada idiota. No era muy brillante en el ámbito emocional. De hecho era medio idiota, así que cuando vio lo que vio con su "novio", el cuál era más bien un amigo de salidas frecuentes con derecho a besos profundos, se abofeteó mentalmente. Paro en seco a mitad de la acera que daba a un parque con grandes árboles de cerezo que le otorgaron un poco de sombra e hizo un juramento muy a lo "boy scout".

−No más sapos para buscar príncipes- dijo en voz alta como un juramento de caballero ante una reina.

Dos muchachos de colegio pasaron en ese momento y rieron frente a sus declaraciones. Ella se puso totalmente roja y entró al primer local que encontró.

"Café Nya" leyó en un menú ya adentro. Sakura se fijó en qué lugar había caído y se emocionó. Perfecto, amaba encontrarse en esos sitios de "sub-culturas", era un ambiente donde todos personificaban y pretendían. Lo mejor, es que era casi que obligatorio y todos amaban esa interacción social. Un mundo de fantasía, de estética, de hedonismo, de arte…

Con un aire más renovado se sentó en una mesita que daba al parque. La brisa de repente la sintió más fresca y la vida menos cruel. Ella era toda una reina del drama. Pero claro, no se podía ser un buen artista plástico sin esa cualidad.

Una hermosa mesera, de seguro menor que ella, llegó para atenderla. Muy diligente paso el menú y se disculpó con una reverencia para que Sakura decidiera que pedir en completa tranquilidad. Sin perder el tiempo sacó su cuadernillo de notas varias e hizo un bosquejo rápido de la muchacha. Iba con su delantal de mesera, una cofia blanca de encajes, un par de orejas de gata que iban con el color de su cabello marrón y esa falda de vuelos negra tan característica. Era sensualmente joven y eso lo encontraba perturbador. Lindo pero perturbador.

La chica gato volvió y tomó su pedido. Solo un café negro. Nada de leche ni crema. Odiaba eso. A pesar del calor necesitaba "algo fuerte" para tranquilizarse. Eso era lo más pesado que ella introduciría en su sistema. Sakura jamás tomó pues nunca le causó interés el alcohol. Solo se había emborrachado una vez, lo suficiente para jamás volver a intentar; recordarlo le producía nauseas.

La mesa la sacó de su tren de pensamientos cuando colocó frente a ella una taza de porcelana blanca con decoración de lilas en el borde, de un estilo victoriano que le fascinó.

−¿Necesita algo más?

−Así estoy bien. Muchas gracias.

−"Nya" −contestó con gesto gatuno y se fue.

Sakura soltó una carcajada que le ayudó con su mal humor. Llevó la humeante taza y bebió poco. Delicioso. Tomó su bolso tejido y comenzó a ahondar en él para dar con el bendito aparatito para unir a la gente y acortar distancia. "¡El teléfono se usa para acortar distancia no para alargarlas!" le gritaba su madre cuando la rosa pasaba más de la hora hablando con su mejor amiga. Cosa que iba a hacer en ese instante.

−¡INO! −fue lo primero que gritó cuando sintió que contestaban al otro lado de la línea.

−¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

−NO

−Oh Dios mío! ¿Dónde estás? ¿Qué pasó?

−¡Ese imbécil me engaño!

−… ¿Qué?

−Pues eso, que hoy fui a darle la sorpresa y lo encontré con otra.

−Mira Sakura, no vayas a tomar a mal lo que te voy a decir pero… ¡ERES UNA ESTÚPIDA! PENSÉ QUE TE HABÍA PASADO ALGÚN ACCIDENTE.

La rosa retiró el teléfono móvil de su oreja para ponerlo enfrente. Incluso desde esa distancia podía escuchar la chirriante voz de su amiga.-Lo siento… ya cálmate. Chillas como un cerdo.

La escuchó resoplar tratando de llamar la compostura de nuevo-Entonces ¿con quién estaba?

−¿Él? Con una mujer…

−Ah pues eso lo sé, menos mal fue sincero con lo de la causa hetersoxual −dijo con sarcasmo. −Me refiero a ¿quién era la mujer?

−Serás idiota, yo qué voy a saber.

−Ah pues no sé, tal vez pudo ser una vieja conocida.

−¿Y eso qué tiene que ver?

−¿Doble traición? ¿Posible caso de mal gusto? Muchas cosas.

−Odio que no me escuches en estos momentos.

−Te escuchó y lo lamento. Pero es que nunca me cayó bien.

−Ya sé.

−Yo te lo dije.

−Ya sé.

−¿Ves lo que paso?

−¡Ya se! No sé para qué te llamo.

−Porque al contrario de tus prospectos a novios yo si te soy fiel. Te acepto en la salud, en la pobreza y en la "feura".

−Esa palabra no existe.

−La acabo de acuñar. Es la mejor manera de expresar mis sentimientos.

De repente Sakura sintió como alguien se sentaba tras de ella, vio de reojo y vio una cresta rubia que la ondeaba el viento. Brillante y de un olor muy masculino. Cerró los ojos y sonrió sin querer.

−Es un maldito desgraciado. Degenerado. Con mi boca lo bese y ese besando a quién sabe qué personas. Tal vez agarre un herpes.

−Deja de ser tan exagerada y sí es así te compro el antibiótico. Hay que ver lo bueno. ¿Besaba rico?

Ella se quedó pensando y la verdad era que no. Movía mucho la boca y tenía una manía nada excitante a morderle el labio de abajo. Se la devoraba sin tacto y ella fruncía la boca en gesto de "supervivencia pasional".-Mmmm… pues… si, algo.

−¡Que rico!—contestó Ino con sarcasmo−.La escuchó hacer una pausa para seguir. –Recuerdo que cuando intentó salir contigo dijo, y cito textualmente, "ella ha estado pendiente de mí en todo momento, atenta de mi situación; siento una clase de deber con Sakura".

−No, eso que dijo él no es cierto. Es un grosero idiota. ¿Qué más se podría esperar de un hombre? ¡Ha! −dijo ella por su teléfono celular.

−Vuélvete lesbiana−dijo su amiga con mucho desinterés.

−Si no puedo con un hombre, no me imagino aguantarme a una como yo.

−Ahora ya sabes cómo me toca de difícil.

Sakura frunció el cejo molesta. ¿Para qué servía su mejor amiga? Pues para recriminarle y amargarle más la vida. ¡Ah! Que bella amistad.

−El punto es ¿qué piensas hacer? ¿Vas a hablar con él?

−El maldito no merece ni que rompa la relación por un mensaje de texto.

Fue cuando sintió como el hombre de atrás comenzaba a reír de una manera desaforada y después el ahogo. Tocia demasiado hipando por aire. Sakura se levantó rápidamente.

−Te llamo después −dijo ella colgando a su amiga Ino para ir a socorrer al extraño "hombre-punk". El hombre dio dos palmadas a su pecho con el puño de su mano y le miró tranquilizándola.

−Ya estoy bien, gracias −le dijo carraspeando con la garganta.

−¿Seguro? −le preguntó sobándole la espalda. Quería tranquilizarlo de alguna manera y no se le ocurrió mejor que hacerlo de esa manera.

Entonces él se irguió y la volteó a ver. Sakura respiró profundamente y sintió esa loción tan deliciosa. Provenía de él, era cautivante. Le hipnotizaba el sentido del olfato, porque el de la vista estaba siendo seriamente atacado. Era un hombre guapo. Pero su apariencia tan "escandalosa" era como una vorágine de estilos para decir mucho sobre él y al mismo tiempo esconderlo todo. Sus ojos azules… que ojos tan endemoniadamente bonitos.

−Seguro. Pero ¿sabe? Ha sido toda su culpa−le respondió el hombre viéndola por encima de sus anteojos con una sonrisa burlona. El muy idiota se creería muy sensual y lo peor de todo, era que sí lo era.

−¿Disculpe? −preguntó ella con actitud seca y deje de mal humor. Sintió como sus mejillas se enrojecían y ahí estaba ella de nuevo… interesándose en puros sapos. No había terminado de romper con su novio cuando ya el corazoncito le hacía "pum pum pum" de manera intensa. Llevó sus manos a las caderas para que su cuerpo le diese un aire aún más ofendido para después mandar su largo cabello para atrás.

−Usted habla de cosas muy divertidas.

−¿Me está acosando y tras del hecho le salgo a deber? −preguntó indignada tratando de volcar todas las sensaciones intensas de culpabilidad a él.

Sakura respiró fuertemente y con ello el aroma de él y se giró tomando su teléfono móvil y bolso para irse del café dejando dinero para pagar en la mesa.

−Oiga espere, espere.

La estaba siguiendo. Oh Dios mío, en verdad la estaba siguiendo.

−¿Qué? ¿Qué quiere? −le preguntó furiosa volteándose a verlo mientras caminaba más rápido. Quería ue se alejara, si la seguía caería ante su aroma. No podía permitirse ser tan boba.

−Pero que fiera −comentó con risa burlándose de ella.

Sakura enrojeció y caminó más rápido provocando un movimiento de ola de sus largos cabellos rosados. ¿Por qué atraía a cada estúpido a su vida? De seguro era mujeriego que le encantaba andar de jueguitos con niñitas como ella. Horror.

−Usted es un atrevido y si no se larga voy a llamar a la policía.

Bueno, eso no era cierto pero no quería estar más cerca de él. Sus ojos cielo tras esos antejos le despertaban sus más oscuros fetiches.

−Era una broma. Una inocente y blanca bromita −dijo con chulería acercándose a ella con actitud relajada.

La mujer de largos cabellos rosas volvió a tomárselo para echarlo para atrás. Un gesto que realizaba con frecuencia cuando estaba de nervios. Y precisamente ese hombre no le ayudaba. Podía sentir el calor en su rostro y como se mordía el labio de abajo muy nerviosa.

−Mire en verdad lo lamento. En serio lo siento, pero es que escucharla hablar por teléfono me dio mucha risa. Los comentarios que hace en contra de mi género francamente son crueles −le dijo con una sonrisa grande

−No sé en dónde le encuentra lo gracioso.

−No todos son tan malos mujer. Algunos somos muy adorables.

Le estaba coqueteando. Ella no le iba a seguir el juego. No lo iba a hacer y punto final.

−Ay por favor −le dijo dando media vuelta para irse. "Aléjate de mí hombre delicioso" pensaba con pasos largos dispuesta a correr.

−Si nos diera la oportunidad nos encontraría irresistibles.

−Yo francamente lo encuentro exasperante −le dijo con una sonrisa fingida apresurando el paso.

−¿Exasperantemente irresistible?

−No, solo ridículamente exasperante.

−Usted en serio que es toda una fiera.

−¿Qué quiere?, de por Dios, ¿qué quiere? −le dijo ya cansada parándose frente a él. Estaba roja de la rabia. Ahí estaba él viéndole muy divertido. Su cabello era hermoso y el corte mohicano le sentaba a la perfección. Pudo distinguir la mitad de un tatuaje de un símbolo a manera de remolino debajo de las mangas recogidas de su camisa negra. En el otro brazo también distinguió lo que podía ser algo azul con blanco pero no alcanzó a verle forma.

−¿Usa lentes de contacto? −le preguntó sin más.

Sakura abrió los ojos con sorpresa por la pregunta. ¡Pues claro que eran de ella! Con orgullo podía decir que era de los pocos atractivos de ella digno de admirar. Se giró presa de una ira salida de ningún lado y comenzó a alejarse de nuevo.

− Déjeme tranquila.

−¿Entonces sí usa? −preguntó corriendo detrás de ella.

−¡Déjeme en paz! −gritó sofocada.

−¿Eso fue un sí? −le gritó con esperanza.

La rosa paro ya cansada por el calor. Nunca le había gustado correr y su resistencia física era muy precaria. El sol del verano le prendía fuego a su piel sintiendo un leve mareo que pasó en el minuto en que dejó de correr. −No, no son. Mis ojos son así de nacimiento.

−Pues déjeme decirle que son los ojos más bonitos que he visto.

Sakura respiró con normalidad viéndole con mucha sorpresa escudriñando sus ojos para ver algún atisbo de burla o mentira. No encontró nada. No se sonrojó pues, la verdad es que era la verdad. A ella también le gustaban muchos sus ojos.−Usted es muy raro señor.

−Ah sí, por cierto. Mucho gusto, mi nombre es Uzumaki. Uzumaki Naruto −dijo extendiéndole la mano para saludarla.

−Soy Haruno, Sakura Haruno −respondió tomando la mano de él, delicada pero fuerte. Más grande que la suya. Un temblor la recorrió haciéndole sonreír en su interior. Pero en su rostro solo se reflejó una desconfianza muy merecida. No todos los días un perfecto extraño te persigue por la calle tratando de hablarte de cualquier cosa.

−No me mire así por favor, no soy ningún pervertido.

−Pensé que era un acosador, pero ahora pienso que es un pervertido.

¿Sería un pervertido? Sakura le miró de nuevo con actitud algo seria y decidió caminar a su destino. Esta vez con calma y tranquilidad. Él la acompañaba y con él su rico aroma.

−Por favor, permítame acompañarla mientras defiendo a mi género.

−Su género no tiene remedio −contestó orgullosa mientras se erguía recordando a su "ex –patán".

−Es que no ha tenido el placer de conocerme a mí.

La mujer no lo volteó a mirar para no caer en risillas innecesarias. Le diría "SI" a la vida y que pasara lo que tenía que pasar. Al menos sí el desastre venía de la mano de Naruto Uzumaki, sería un desastre que le gustaba. Porque era muy sexy todo él.

Él la siguió con tranquilidad echando miradas furtivas de soslayo para verla. Ella disimuladamente le veía para no atraer la atención. Era caballero y olía a madera y almizcle. Su cabello rubio parecía alcanzar el sol y su porte intelectual con lentes le provocaba sentimientos intensos.

Naruto Uzumaki el caballero mohicano.

Continuará

Sandeces random

*El Naruto y la Sakura de este fic están basados en el Naruto y la Sakura del final de mi otro fic La Virgen Jurada. Son muy lindos, me encantan. Así que tenía que explorarlos.

*Este es un One-Shot es de unos tres capítulos nada más.

*Dedicado a Agadea y a su bebita hermosa. Es un regalo para los dos.

Toda crítica es bienvenida, sí y solo sí es constructiva.

Miyuki Uchiha

Escuchando Smooth Criminal por 2CELLOS.