Hola!! Como sabrán, desde un principio, publiqué directamente el capítulo seis, pero luego de recibir un review diciéndome que no encontraba la historia, me di cuenta que era injusto hacerlos buscar la primera parte, así que aquí les dejo el capítulo número uno y les recuerdo que los primeros cinco capítulos no son míos, sino que pertenecen a TsukiTai. Solo no quería que la historia quedé sin terminar así que me contacté con ella y me dió su permiso para poder continuarla. Sin más preámbulo, espero que les guste.
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Disclaimer: Los primeros capítulos de esta historia no me pertenecen a mi, sino a TsukiTai y los personajes de The Prince of Tennis tampoco.
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Lo último que me gustaría ser
Capítulo 1: Lágrimas.
- No tengas miedo a llorar delante de la gente, que se den cuenta que eres diferente. -
Pov Sakuno
Al mirarme en el espejo podía ver en lo que me había convertido. Era decepcionante. Aquellas trenzas caían sobre mis hombros y me sobrepasaban la cintura. Mi timidez, mi miedo, esa no era yo.
¿Qué me había ocurrido?
En mí no había respuesta a esa pregunta. Me tomé la cabeza entre las manos y poco a poco fui quedando de rodillas frente al espejo. Mi rostro estaba empapado en lágrimas, mis ojos ardían de tanto llorar, ni siquiera yo misma podía verme así, sabía que me veía patética. Levanté la vista hacia el espejo y el enojo pudo conmigo. Con la ira corriéndome por la sangre, golpeé el vidrio, aunque solo logré astillarlo un poco. Mis nudillos sangraban y tenían unas pequeñitas astillas que parecían brillantina, pero eso no importaba. Me levanté del suelo y me dirigí al guardarropa. Tomé prenda por prenda y las arrojé una por una al suelo. Nada de eso servía. Volví al suelo y rasgué casi toda la ropa, como si eso me hiciera sentir mejor.
Ryoma se había ido, después de lo que había pasado, luego de ese tiempo que compartimos. Enterarme me rompió el corazón.
¿Cuándo me había convertido en ese patético ser? En aquel tren, ese día había arruinado mi vida. Ojalá él nunca hubiera aparecido para salvarme de esos patanes.
Aún recordaba cómo era antes de conocerlo. No podía echarle la culpa de todos mis males, pero si de haberme usado. Siempre fui torpe, algo indecisa y tímida, pero no poder decir una palabra sin tartamudear era algo grave. Al subir a ese vagón todo se acabó para siempre y ya no había retorno del desastre en el que me había sumergido.
Él ya no estaba. Juró eterno amor, me marcó de una forma que no creí que pudiera ser capaz y se fue a Estados Unidos.
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Pasos firmes la distinguían de la antigua Sakuno. Miradas de asombro por todas partes. Murmullos. Todo aquello junto en el corredor del Seishun Gakuen. La fila de casilleros repleta de adolescentes con miradas extrañas. Todos dirigidos a ella. ¿Quién era la misteriosa chica? ¿Cuántos años tendría? ¿Cuándo había ingresado al colegio? Esas eran algunas de las tantas preguntas que resonaban a lo largo del pasillo.
Botas grises no muy altas, pero tampoco tan bajas, piernas que lucían estilizadas hasta llegar a la falda unos dedos más arriba de lo que acostumbraba usar, una bonita falda negra, simple. Una camisa blanca de mangas cortas y una corbata algo desarreglada color gris. En su muñeca izquierda una cinta negra atada con un nudo doble, en señal de luto. Su cabellera de un tono rojizo llegaba aproximadamente a la cintura, solamente que las ridículas trenzas habían desaparecido. Su hermosa tez blanca, labios rosados y ojos rojos como la sangre misma, todo eso enmarcaba el rostro ideal. El punto medio entre una chica obediente, tierna y linda y una rebelde sin causa.
La peli rojiza frenó en el casillero correspondiente. Allí la esperaba su amiga desconcertada, sin palabras, y eso, en Tomoka era bastante raro.
- ¿Sakuno? ¿Eres tú?- Tomoka tartamudeaba un poco.
- ¿Qué quieres Tomoka?- Sakuno simplemente abrió el casillero, buscando algunos cuadernos que tenía guardados.
- ¿Qué…?- Tomoka tomó la muñeca de Sakuno.- ¿Qué es esta cinta? ¿Acaso murió alguien?- Murmuró discreta, cómo nunca antes.
Bruscamente tiró de su muñeca para soltarse de Tomoka y cerró el casillero con fuerza. La miró directamente a los ojos y sin titubear dijo:
- Sí… Sakuno Ryuzaki murió… Me voy.
- ¿Co- Cómo dices? ¡¿Qué demonios te pasa Sakuno!?
Todos estaban mirándolas, eso sería un buen rumor luego… Sakuno seguía inmutable ante las miradas y los alaridos que Tomoka daba.
- ¿Qué es lo que quieres Tomoka?- Pronunció con una mueca de cansancio y dolor.- Ya no puedo con esto, estoy demasiado cansada.
- Quiero… ¡Quiero que me devuelvas a mi amiga! Quiero a la verdadera Sakuno…
- Lo que quieres es alguien que te siga a todas partes sin cuestionar nada, eso es lo que quieres, pero ya no…- Los ojos de Sakuno comenzaban a cristalizarse por las lágrimas.- ¿Acaso no te das cuenta que nadie quiere acercarse a ti? ¿No te das cuenta que no eres el centro de atención? Ya dejemos de fingir por favor.
Sakuno caminó unos cuantos pasos dejando detrás de ella una montaña de sentimientos confusos. Las lágrimas descendían por las mejillas de Tomoka.
¿En serio todos pensaban lo mismo de ella?
Esa pregunta resonaba en su cabeza. Ya sin fuerzas se sentó en el suelo y cubrió su cara.
- Sakuno…
- Perdón Tomoka.- Susurró sin que nadie la escuche.
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La campana había tocado y de a poco el salón de clases comenzaba a llenarse. Ella aún seguía en su mundo, viendo por la ventana el patio totalmente desierto. La brisa lo recorría y, aunque nadie podía disfrutarla, creaba un espléndido paisaje al elevar las flores que yacían en el suelo. Sakuno suspiraba al ver el espectáculo por la ventana. Deseaba estar allí, pero en lugar de eso, se hallaba en la aburrida clase de inglés.
Por un segundo, desvió su mirada al interior de la sala. El color verde agua de los uniformes femeninos y el negro traje de los varones pintaba un cuadro monótono del que Sakuno estaba cansada, del que quería escapar. Lo único que no podía evitar mirar era aquel pupitre vacío en el centro de la sala. En la esquina estaba Tomoka con los ojos irritados y por primera vez sin decir ni una palabra.
- Ryuzaki, al frente.- Se escuchó la voz del profesor.- Complete las siguientes frases.
Sakuno ni siquiera dirigió la mirada hacia él, solo siguió mirando por la ventana.
- Señorita Ryuzaki, acaso…
- Sí lo escuché.- Lo interrumpió y destinó su mirada a él.
- ¿Entonces qué es lo que está esperando?
- Que llame a otra persona.
Desinteresada volvió a dirigir la mirada al patio. Nadie quería perderse de vista aquella representación de rebeldía por parte de Sakuno.
- Esa no es forma de dirigirse a un adulto, ahora, si no es mucha molestia, por favor retírese de la clase.
- De acuerdo.
Sakuno tomó sus cosas y se levantó del pupitre.
Tap, tap, tap. Los pasos se oían golpear el suelo seguros. Ella sola, caminando por el corredor vacío. Sin que nadie la viera se acercó a las escaleras y tomó valor para subir. A medida que ascendía escalón a escalón sentía el fresco del aire colarse en sus pulmones.
Pov Sakuno
El pecho se me había congelado, sentía a mi corazón comprimirse. Paso a paso fui viendo aquella azotea y los recuerdos saturaban mi mente. Imágenes y más imágenes aparecían fugaces, y el viento me golpeaba, no ayudaba demasiado, solo quería dejarme volar. Dejé mis cosas contra la pared, la mochila y las raquetas. Miré a mi alrededor curiosa, nunca me había acercado a la orilla de la azotea, nunca me fue necesario. Pero ahora, en ese instante necesitaba ver lo pequeña que era a comparación del paisaje que tenía debajo de mis pies. Aquello era inmenso y yo… Yo solo era una pequeña hormiga que caminaba al borde de la cornisa con problemas que no le importaban a nadie más que a ella, decidiendo si hacerlo o no. ¿Qué podía perder? Absolutamente nada.
Volteé mi rumbo hacia las raquetas de tenis y tomé una, también una pelotita. POC - POC - POC. La pelota iba y venía de mi raqueta a la pared, aunque en ningún momento golpeaba en el mismo lugar.
- Abre más las piernas…- Cerré fuerte los ojos, todavía podía oír su voz.
~ Basta… ~
- Flexiona las rodillas…- Respiré hondo, ya desaparecería.
~ No eres real Ryoma… ~
- Sabes que sí lo soy Ryuzaki…
- ¡Basta!- Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos como manantial.- Por favor basta Ryoma… Sal de mi cabeza… Déjame tranquila.
Era consciente de que solo era mi imaginación, pero parecía tan real. Podía verlo frente a mí, con su mirada fría, remarcando mis defectos y mi cabeza gritaba que era una ilusión, pero no quería hacerle caso, quería que fuese tan real como lo parecía.
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El tiempo pasó veloz, transcurrió fugaz como un recuerdo y Sakuno no mostraba cambios. Dos años desde aquellos recuerdos. Su popularidad había llegado a las nubes y su nombre era conocido en cada rincón de Seigaku, solo que no era Sakuno Ryuzaki.
El segundo semestre estaba a punto de comenzar y, como era habitual, las inscripciones para ingresar a Seigaku ya estaban disponibles, eso transformaba al lugar en un manicomio. Sakuno tenía suerte de estar en el último año de preparatoria, así no tendría que preocuparse por compañeros nuevos. Al menos no era algo habitual.
Esa mañana Sakuno caminaba entre la multitud. Seigaku era el caos total si se sumaban las inscripciones de los diferentes clubs de deportes y clubs de artes, y eso sin contar a los postulantes para centros de delegados, juntas de padres y de directivos. Así era cada nuevo semestre. Al mismo tiempo que revisaba su celular esquivaba a las personas que cruzaba.
Su celular sonó y lo que leyó en el texto la dejó más estresada de lo que estaba:
Junta en el Club de Tenis, 15:00 hs.
- Diablos.- Miró su reloj y suspiró.- Faltan diez minutos.
Comenzó a apurar su marcha por el patio del colegio cuando sin querer tropezó con alguien. Su bolso y su raqueta cayeron al suelo y en instantes se inclinó a recogerlas.
- Lo lamento.- Dijo malhumorada.
El joven de tez clara hizo el ademán de ayudarla pero esta mostró una actitud muy arrogante. Sin importarle levantó la raqueta del suelo.
- ¿Te ayudo?
- Puedo sola.
Se levantó y al verlo a la cara empalideció. Sus piernas comenzaron a perder firmeza y su mente perdía su seguridad. Sin notarlo las mejillas se le enrojecieron levemente.
~ Ryoma… ~
