19 años después
Harry finalmente abrió la ventana para dejar pasar a una enorme lechuza que llevaba veinte minutos picoteando insistentemente. La había estado viendo todo ese tiempo, pero se negaba a recibirla. No esta vez, no este año. No, porque llevaban un mes peleados. No porque en lugar de disculpas había recibido un maldito asentimiento. Mas la lechuza insistía. Quince minutos. Harry se asomó y vio que el ave sólo traía una carta. Veinte. Molesto, y quizás un poco decepcionado, le arrancó el recado que llevaba en las garras.
Tres palabras. Sólo había tres palabras en el maldito pergamino.
"No digas no."
Por mucho que regañara su ingenuidad, Harry había esperado algo más. A pesar de que Draco lo había visto ese día en el andén y apenas si había asentido con la cabeza, Harry esperaba que en aquel detalle que llegaba a su casa todos los años hubiera algo más.
Bajó el pergamino con un suspiro derrotado, se pasó la mano por el cabello y gruñó entre dientes:
—¿Y ahora qué, Draco?
Apenas las palabras dejaron sus labios, el encantamiento detectó que no había pronunciado la palabra "no" y el pergamino se dobló de nuevo y luego se desdobló en diecinueve partes que florecieron ante sus ojos. Ahora entre sus manos había un ramo con diecinueve flores. De una de ellas cayó un pétalo que flotó por el aire y al chocar contra el piso se convirtió en una nueva carta.
Harry echó un vistazo nervioso hacia la puerta de su recámara y mordiéndose los labios recogió y abrió la nueva carta. Tardó un rato en estabilizar sus manos temblorosas lo suficiente como para no ver las letras borrosas, pero lo logró.
"Sí, sí. El "grandísimo idiota insensible" mandándote flores. Ahora por los mejores diecinueve años de mi vida. Si esperas que te diga más, sueñas. No necesitas ponerlas en agua, son imperecederas. Pero si se los ordenas morirán… igual que lo nuestro.
Ahora, seriamente: Basta. Ya no me digas que no estás listo. No escondas esta tarjeta como las otras dieciocho.
Draco"
Harry sujetó las flores con fuerza con un brazo y se mordió el pulgar de la mano que aún sostenía la carta. Había mucho que perder. Había mucho que ganar. Llevaba años buscando el momento y la forma menos dolorosos de decirle a Ginny que lo que vivían no era un matrimonio sino una amistad retorcida. Se había dado cuenta que había situaciones en las que no podía ser valiente y atrevido. Y ahora, ahí estaba la oportunidad en bandeja de plata.
Harry Potter se levantó y con el ceño fruncido y las manos sudorosas dejó la tarjeta totalmente a la vista en su mesita de noche. Las flores, esas no. Las rosas las tomó en sus brazos y se desapareció con ellas para ponerlas en un florero y acomodarlas en el recibidor del departamento que compartía con Draco. Ahora, al parecer, el lugar iba a estar más concurrido.
Fin
Notas: Iba en el transporte público y pasaron dos canciones sobre rosas y se combinaron en mi mente dando como resultado esto. Es la primera historia que publico, ojalá no sea tan mala!
