Los Simpson y todos sus personajes pertenecen a Matt Groening y la Fox, y todo lo demás… He aquí mi segunda historia, algo más larga y dividida en varios capítulos. Espero que os guste ;)
Oscuridad
Hola a todos. Me llamo Allison Taylor. La mayoría de vosotros me conocéis - si es que me conocéis - como la mejor amiga de Lisa Simpson. Pero lo que voy a contaros poco o nada tiene que ver con Lisa o con nuestra amistad.
Como muchos otros niños, he tenido miedo a la oscuridad durante bastante tiempo, pero cuando entré en la pubertad, me di cuenta de era hora de enfrentarme a mis temores. De hecho, dado que me mandaron a un internado católico cuando tenía once años- cortesía de mi religiosa madre -, tampoco es que tuviera otra opción. No os molestaré contándoos todas las penalidades que tuve que sufrir; sólo os hablaré sobre los acontecimientos que os permitirán comprender toda la historia.
Todo comenzó la primera noche que pasé en aquel horrible lugar. Éramos dos docenas de niñas durmiendo en el mismo dormitorio, grande, oscuro y frío… y muy pronto me di cuenta que dormir era lo último que iba a hacer en aquella escalofriante sala. Mi cama, antigua y muy desagradable, se hallaba justo en una esquina, muy lejos de la rechinante puerta; aquello me convertía a mí, una solitaria y tímida empollona, en la víctima perfecta para más de veinte niñas. Yo sabía lo que iba a suceder, y me dije: "Bienvenida al infierno, Allie Taylor"
Y la pequeña Allie Taylor empezó a entender lo cruel que puede llegar a ser un grupo de niñas desagradables y amargadas. Como "calentamiento", me insultaron durante casi una hora, empleando términos que no me atrevo a repetir. Luego vinieron las amenazas - la mayoría de las cuales cumplieron durante los siguientes meses - y después… el siguiente paso sólo podía ser uno: me sacaron de la cama y comenzaron a empujarme de un lado a otro. Luego me pegaron y abofetearon, riendo como hienas… aún hoy recuerdo el sonido de sus terribles risas… Antes de ir más allá, me metieron un pañuelo en la boca, para que no pudiera gritar pidiendo ayuda. Y tuve muy buenas razones para gritar. Me pincharon con agujas y con chinchetas, e incluso con horquillas, dejando mis brazos y piernas como auténticos alfileteros; sin detener esta tortura me agarraron del pelo y empezaron a darme tirones, arrancándome varios mechones. El cielo sabe lo que hice - tal vez el mero hecho de estar allí y ser una víctima fácil - para recibir tan doloroso castigo.
Y no acabaron ahí, desde luego. Todos aquellos pinchazos me habían hecho llorar a mares, porque tengo una piel muy sensible; mis torturadoras se dieron cuenta y no lo olvidaron. Incapaz de gritar, a pesar que lo intenté con toda la fuerza de mis pulmones, fue un verdadero milagro que no acabara asfixiada con el sucio pañuelo metido en mi boca. Mientras guardaban sus metálicos instrumentos de tortura - esperando el acto final-, cuatro de ellas agarraron mis piernas y brazos y comenzaron a lanzarme hacia arriba y hacia abajo, deteniéndome a pocos centímetros del suelo… hasta que se cansaron de detenerme. Todo mi cuerpo golpeó el frío y duro suelo; casi me rompí las rodillas, y mis incontrolables y desesperados sollozos sólo consiguieron animar aún más a las chicas. ¿De qué agujero infernal habían salido aquellas diabólicas niñas? Yo creo que no eran humanas...
Mientras mi cuerpo, dolorido y castigado, yacía indefenso en el suelo, al menos una docena de manos me arrancaron el camisón. ¿Qué podría venir ahora? Empezaron a arañarme todo el cuerpo con sus uñas hasta hacerme sangrar; cuando se cansaron, me tiraron de nuevo al suelo y me pusieron boca abajo. Apretándome con fuerza contra la fría piedra, cogieron firmemente mis tobillos y muñecas. Sabía qué era lo siguiente: empezaron a pinchar mis manos y mis pies. A lo largo de mis palmas y de mis plantas, en todos y cada uno de mis dedos… Tal vez fuera por todo el dolor acumulado, pero para mí aquello fue lo peor de todo.
Cuando al fin se cansaron y fueron a la cama, yo me quedé allí, tirada en el suelo, llorando y sollozando, con un pañuelo sucio metido en la boca. Casi desnuda, y con mi pálida piel cubierta con miles de marcas de tortura, no me atreví a moverme durante un buen rato.
Cuando traté de llegar hasta mi cama, me di cuenta que no podía poner mis manos ni mis pies en contacto con nada, así que tuve que arrastrarme por el suelo, moviendo las caderas y usando los codos y las rodillas para avanzar. Cuando llegué a la cama, de alguna manera logré subirme encima el colchón, y me quedé allí, tendida boca abajo. Luego saqué el pañuelo de mi boca y comencé a secarme las lágrimas. Mientras mis manos buscaban mi almohada y mis sábanas robadas, noté que algo pegajoso salía de ellas… no me sorprendió mucho, y mis pies estaban aún peor; apenas pude caminar durante los siguientes días.
Pero a pesar de todo lo que me hicieron durante aquella terrible noche, o quizá debido a ello, me propuse demostrar a todo el mundo que no iban a ser capaces de destruirme. No me iban a derrotar. Iba a enseñarles a todas ellas algo que Lisa me había contado una vez: "la capacidad de soportar el daño sobrevive a la capacidad de infligir daño"
Allí y entonces, sumida en la oscuridad, hice una promesa. Lo que yo no sabía, es que la oscuridad me escuchó, e hizo su propia promesa: iba a ayudarme a cumplir mi promesa…
Pero algún día, tendría que pagar el precio…
