Disclaimer: Percy Jackson es propiedad de Rick Riordan y la editorial correspondiente.


Separación y reencuentro.

"Debo protegerlos" pensó el dios desesperado; no creía tener demasiado tiempo. Se encontraba en un hospital gratuito congestionado por la cantidad de gente, estando en uno de los pasillos medianamente vacíos por tratarse del área restringida para médicos. Aunque no era Hécate, la niebla lo protegía lo suficiente para que ningún empleado lo mirara dos veces.

Esto no era demasiado normal; no solo por la parte del dios preocupado, sino por el hecho de donde se hallaba. Poseidón era rey de los mares, su influencia de poder no se encontraba en algún punto de Nueva York que era donde estaba ahora; sin embargo no importaba, tenía una misión que cumplir.

Zeus les había prohibido interactuar con sus hijos e interceder en sus vidas, pero eso era lo de menos, si se enteraba que había roto el juramento-aunque se sabía que él ya lo había roto-no perdería el sueño por volar en pedazos todo el edificio. Y en definitiva, eso era algo que él no iba a permitir.

Sin que nadie lo notara, se coló por el área de maternidad. Había varias cunetas, sin embargo él se centró en dos que estaban especialmente juntas, con un par de bebés de piel blanca y una pelusa de cabello negro. Una parte de él se alegraba de poder estar más cerca de sus hijos, más se sentía increíblemente culpable "De verdad lo lamento" pensó en la madre de los niños; había tenido una vida pésima y aun así la luz en su oscuridad era la espera de esos dos pequeños, le mataría en el alma lo que iba a hacer más no quedaba alternativa.

Estaba agarrar a los dos bebés y desaparecer cuando tres voces al unísono le interrumpieron "No podemos permitirlo" se oyó fuerte y claro.

— ¡No pueden quedarse aquí! —susurro desesperado, no podía ver la figura de las moiras, pero tampoco necesitaban estar presentes para comunicarse. Tenía prisa, cada minuto fuera era un minuto donde Amphitrite o Tritón podrían notar que no estaba en el palacio, o que Zeus se diera cuenta que se hallaba en territorio mortal.

"El chico tiene un destino que cumplir, de no estar presente todo será destruido" la advertencia no ayudo a los ánimos del dios. En definitiva, no podía ser tan egoísta como para llevarse a su hijo de todas formas, sin contar que no serviría de nada llevarlo a un lugar a salvo para que en una década o dos acabe muerto junto con el resto del mundo.

— ¿Sobrevivirán si los dejo? —pregunto levemente esperanzado. La vida rara vez le sonreía a los semidioses, y estos no solían sobrevivir mucho; pero si le aseguraban que sus hijos estarían bien con su madre, el gustoso se iría de allí.

"No es algo que podamos asegurar" susurraron las voces, el inmortal suprimió un gemido. Detestaba la idea de tener que dejarlos a su suerte; eran sus primeros hijos en décadas, no deseaba que perdieran la vida estúpidamente como lo hicieron en la segunda guerra mundial; tenían que estar a salvo, o por lo menos…

— ¿Qué hay de la niña? —interrogo con un hilo de voz. Odiaba la idea de tener que alejar a sus hijos, ya iba a ser malo no tener a su padre como para no contar con su hermano/a; no obstante sus opciones eran limitadas, si al menos uno de ellos podría estar a salvo, se quedaría un poco tranquilo al menos.

"No tiene que estar con su hermano, pero tarde o temprano deberán reunirse otra vez" le advirtieron las moiras; no estaba seguro si querría decir que se volverían a ver o que había una profecía con ellos juntos, más decidió pensar en positivo.

— Bien, me conformo con eso—respondió sintiendo que el aire se hacía más liviano; las presencias se habían marchado. Tomo a la pequeña recién nacida sus brazos, mientras se esforzaba lo suficiente para influenciar en los mortales, aunque no era su área de poder un dios tenía sus recursos "Lo lamento mucho, Sally" y desapareció como una brisa del océano.

Se encontraba en un muelle abandonado de Nueva York, pensando. Tenía a su hija al menos, pero ahora debía hallar un lugar seguro. En el campamento mestizo no podrían hacerse cargo de ella por ser tan pequeña, ella era griega así que no podría ir con los romanos y no podía ir con ella hasta el palacio sin estar seguro que Amphitrite no planeara algo. Solo quedaba una opción, una terrible opción que haría que su hija lo odiase, pero era el mejor plan. Llamo a una de las nereidas de su corte.

— Busca el clan perdido en el fin del mundo—le instruyo a la nereida tan pronto apareció en el muelle; tenía el denso cabello negro y ojos azules, pasaba perfectamente como humana—trata que no te vean y de no ser posibles dales una excusa, no les digas quién eres.

La sirena asintió, tomo a la niña en brazos y rápidamente se perdió entre la niebla de la noche.

"Lo lamento mucho, Andrómeda" pensó Poseidón, antes de hundirse en el océano.

17 años más tarde…

— ¿Cómo sabes que es por aquí? —pregunto medianamente dudosa la voz de una chica. Eran tres adolescentes-o al menos eso se asumía, dado que ocultaban sus identidades-traían ponchos con capuchas que escondía sus caras, pantalones que parecían contra el frío y zapatos de gamuza, era como ver a una tribu indígena pérdida de Alaska.

— En mi sueño decía que debía buscar un campamento escondido en una zona silvestre de Nueva York, ¿Qué tanto bosque puede haber en Nueva York? —argumento una segunda voz, también de una chica; sonaba más entusiasmada que la primera, aunque esa no parecía miedosa.

— ¿Y qué vamos a saber nosotros? ¡Hace una semana no habíamos puesto un pie en estados unidos! —exclamo la tercera figura, esta vez era un chico. La segunda resoplo.

— El mensaje fue claro, "el 18 de Agosto, encontraras el campamento en una zona silvestre de Nueva York, y sabrás quién eres" ¡Y hoy es dieciocho, no podemos estar tan lejos! Oigan, para una vez que un dios manda algo-y mi padre, si a ver vamos-no le voy a hacer oídos sordos—decía la chica decidida, aunque no se veía su expresión parecía bastante emocionada.

— Para empezar, ni siquiera deberíamos escucharlo en todo caso; no crecimos con el lema "Los dioses solo traen cosas malas" para que esto pueda salir bien—argumento el chico.

— Además, tu sabes quién eres; eres Selene Fate, hasta sabes que eres una hija de Poseidón, ¿qué más información necesitas? —pregunto la primera voz poniendo una mano sobre la chica llamada Selene. Esta suspiro.

— Ya, y tú eres Cassandra Fate y él Wolfgang Acis Fate; pero ese no es el punto—terció Selene, bastante terca en el asunto. De repente se notó su voz algo melancólica—por favor, todos hemos pasado toda nuestra vida queriendo saber de dónde venimos; incluso si es de un dios, no podemos dejar pasar esto.

Cassandra y Wolfgang parecieron mirarse entre ellos-aunque bien no podrían verse las caras-y por lo visto ambos tomaron la misma decisión, irían con su amiga.

— ¡Bien! —con esa idea en mente, siguieron su búsqueda. Aun si era muy de mañana-había amanecido hace poco menos de una hora-seguían con las ataviadas ropas, no poseían algo que fuera más ligero y preferían mantener su identidad oculta, si alguno de su grupo los hallaba…

— No puede ser…—susurro sin voz Selene, con sus amigos flanqueando a su lado. Acababan de llegar a la entrada de un campamento; como puertas de entrada, se encontraba un pino con un dragón enroscado en las ramas y resguardando una manta dorada, y a pocos metros, una estatua magnifica de doce metros.

— Es Atenea—intervino Acis—estoy casi seguro de que es ella.

— ¿Y tú que vas a saber? —Decía con una leve voz de burla Cassandra— para lo que sabemos de dioses, podría ser Hera o tu madre.

— Eso no importa—corto Selene, que parecía estar a punto de estallar entre el júbilo y la incredulidad— solo tenemos que entrar, si podemos averiguamos de quién es—tomo la mano de ambos muchachos y los hizo entrar.

Fueron con sigilo tratando de que nadie los viera, aunque el lugar parecía casi desierto, se encontraron con algunas siluetas de adolescentes despistados, tan somnolientos que no notarían nada a más de un metro de distancia de ellos; igualmente se ocultaban cada vez que veían a alguien. Estaban llegando cerca de una armería cuando lo vieron.

— Mierda—susurro Cassandra, sorprendentemente atolondrada. Selene, que parecía la más despierta de ellos, agarro a los dos otra vez y se escondieron detrás del edifico—esto está mal; una cosa es estar en la tierra de los dioses pero esto-

— Este campamento adora a los dioses—dijo Wolfang nervioso. Estaban observando a lo lejos las cabañas; tenían distintas decoraciones y símbolos, pero estaba claro: todas eran de distintos dioses, casi como si fueran templos para honrarlos— si saben quiénes somos…de dónde venimos…

— No pasara nada—trato de convencerlos la que parecía ser la líder de la operación, pero tampoco era muy optimista— el clan nunca ha ido contra los dioses, ellos no-

— El grupo Fate no es fanático de los dioses—le recordó Wolfgang— sino ha ido en una guerra contra ellos es porque no son idiotas, pero están establecidos en la tierra más allá de los dioses por una razón, si ellos siguen a los dioses y estos nos quieren muertos, no nos escucharan.

Cuchicheaban en voz baja preocupados, a tal punto que no notaron que había otras tres figuras no muy lejos de ellos.

Sin necesidad de ir de incognito; Annabeth, Jason y Percy caminaban juntos saliendo de las cabañas. Jason quería hablar con Annabeth sobre la arquitectura para un templo y había interceptado a la pareja junta, por lo cual estaban los tres charlando, o dos y el otro bostezando.

— ¡Por favor chicos! Sé que están entusiasmados, pero es mi cumpleaños, ¿podríamos saltarnos todo lo malo y lo aburrido para luego? —se quejó Percy, que a pesar de su comentario, estaba nervioso. Habían recibido un mensaje de su amiga Rachel, era algo imposible, pero se sentía ansioso por alguna razón.

Ambos se estaban riendo, hasta que la rubia los acalló. Su novio iba a preguntarle que sucedía hasta que los vieron: tres figuras encapuchadas detrás de la armería. No tenían idea de quienes podrían ser, y si no eran semidioses como pudieron haber entrado, sin embargo no importaba; ningún campista se vestiría así, y cualquiera que tuviera algo que ocultar era sospechoso.

Los tres se dieron una mirada tácita, luego de la lucha contra Gea, con una miraba captaban la idea general y estaba claro: iban a atrapar a los intrusos. Se acercaron lentamente, hasta que la figura que estaba más al borde salió detrás de la armería y parecía hacer ademan de irse; Annabeth y Jason agarraron a los otros dos antes de que la siguieran, haciendo que la que estaba libre se volteaba.

— ¡Dejen a mis amigos! —ordeno Selene, mientras como si surgiera de la nada, una espada de oro imperial surgió de su ropa. Percy rápidamente saco a riptide y choco espadas con la adversaria.

El movimiento fue tan brusco que logró hacer que la capucha de la chica se cayera; su piel era blanca, como si no supiera que es un bronceado, su cabello denso y negro caía hasta la mitad de su espalda, y sus ojos relucían de un verde agua que miraron impactados a Percy.

Percy le devolvió la mirada, sorprendido. Nunca había visto esa chica, pero lucía prácticamente igual a él.