Alexiss's Story

Capitulo 1

Todo había pasado muy rápido. De estar acostada tranquila, aprovechando un feriado, a estar corriendo por mi vida junto a millones de personas en el mundo. Me dolía el costado, las piernas me temblaban del cansancio y los ojos me escocían por el humo en el ambiente. Todo eso, y lo que sucedía alrededor, se podía resumir en una simple oración.

El fin del mundo

Suena raro, ya que usualmente nosotros solemos leer eso en historias fantasiosas, o en obras escolares. En los libros la gente era valiente y lo afrontaba, las cosas se solucionaban y había un lado mágico oculto en todo. Pero esta es la vida real. La gente entraba en pánico, el Apocalipsis seguía y lo más parecido a la magia son los packs de mierda que te dan de regalo cuando eras chiquito.

Debo de dejar de estar en mis pensamientos y actuar rápido. Seguir pensando de ese modo solo haría que terminara achicharrada como las galletas de Betty Crocker que mama intentan siempre preparar. Moví la cabeza a ambos lados, intentando descubrir entre las ruinas de los edificios alguna guarida de salvamento, o "Cascarones", como yo los suelo llamar, ya que pareciera que se iban a caer en cualquier momento. Después de una exhaustiva búsqueda, diviso a los clásicos soldados haciendo entrar a la gente a una improvisada guarida subterránea. Corro entre los restos de las edificaciones, intentando mirar al suelo lo menos posible, ya que los cuerpos muertos de varias personas se extendían como hormigas aplastadas. Después de saltar sobre el cadáver de un pobre perro – ver a las personas me cae mal, pero ver un animal hace que se me revuelva el estomago – llegue al Cascarón, una guarida militar hecha entre los momentos de pánico. Ni bien entre me deje caer sobre un peñasco, masajeándome tanto brazos como piernas, fijándome de que no tuviera ningún hueso roto.

A mí alrededor observaba a gente en malas condiciones, tanto heridas emocionalmente como físicamente. Por donde mirara, encontraba niños llorando entre los brazos de sus madres, mientras estas los consolaban con palabras suaves y esperanzadoras. Pero vi en los ojos de cada una que no creían que fuera así. El temor ensombrecía su rostro, hasta la más bella de ellas parecía una mascara distorsionada de lo que fue, una sombra de un pasado cercano. Me pare después de unos cuantos masajes más en las plantas de los pies, y fui a investigar las profundidades del Cascarón.

El Cascarón era una serie de túneles especiales, hechos en las alcantarillas, donde la gente se refugiaba del terror de la superficie. Fui caminando tranquila por el lugar, observando las distintas habitaciones en busca de alguna cara familiar. Puede que suene raro, pero era la mismísima verdad, estaba tranquila. Esa era una de las tantas cualidades que la gente amaba y odiaba de mí. Era capaz de tomarme cualquier situación con calma, en especial las más complicadas.

Deambule por lo que parecieron horas, hasta divisar en la sala "U – 912" a mi madre, teniendo a su lado a mi hermano. Me dirigí a su lado con rapidez, hasta posarme enfrente de ella. Al verme, dejo asomar las lágrimas retenidas en los ojos, abrazándome con fuerza, como si temiera que fuera a desaparecer de un momento a otro. Poso su cabeza en mi hombro, sollozando con fuerza, seguido de unos cuantos hipidos. Cuando sentí que se tranquilizo, la aparte cuidadosamente y la mire a los ojos, esperando tranquilizarla.

– Ya llegue, no pasa nada, estoy en casa – dije lentamente, intentando que mis palabras llegaran al alborotado cerebro de mi madre. Ella me miro sin comprender, y luego esbozo una dulce sonrisa, que hizo que me sintiera como si nada estuviera pasando.

– Ya era hora, Al, mamá no paraba de llorar, creo que me hizo un nuevo traje de lagrimas – dijo mirándome con una mirada impaciente, pero traviesa a la vez. Siempre solía saludarme del mismo modo, dejando de lado siempre lo de "Buenos días, hermana" o al menos un hola. Pero lo prefería así, nada de formalidades.

Mi nombre es Alexiss Oleander, y aquel boludo enfrente de mí es Hawk Oleander, mi hermano menor. Vivimos en la zona de Argentina, en un pequeño pueblo, llamado Monte Hermoso. Vivo allí desde antes de que naciera mí hermano, cuando tenía 3 años. En ese entonces papá aun vivía con nosotros. Entonces, un año después, el desaparece sin dejar rastro, lo que produjo un altercado en nuestra familia. Todo el mundo creía que Lisa FoxGlove Oleander, mi madre, era la causante de su huida, ya que el estuvo actuando normal antes de irse. Hubo una lucha muy fuerte, en la cual mi madre pudo huir nuevamente a Monte Hermoso. Desde entonces ellos no nos molestan, pero estoy segura de que siguen allí, esperando que nos suceda algo malo. Nosotros tres nos tuvimos que valer lo más que pudimos. Por suerte mi madre y padre plantaron un jardín en miniatura en la zona de atrás, con lo que pudimos sobrevivir estos 10 años.

Pero ahora todo había acabado. Lo más probable es que la granja, junto con la casa, estuviera carbonizada, o a punto de estarlo. Nos encontrábamos solos, a pesar de estar rodeados de gente. Mi hermano, con solo 9 años, no parece haber dado cuenta de la situación en la que estamos. Pero mejor, ya que no queríamos que madurara con mayor rapidez. Ya era suficiente que lo hubiera hecho yo. El tiene que concentrarse en los estudios, en los amigos y en Internet, como siempre…

No supe cuanto tiempo estuve así, pero cuando me di cuenta me había quedado dormida durante mucho tiempo. Estaba cansada. Esto del fin del mundo no era nada fácil. La cabeza me dolía y mi cuerpo me dolía por la incomoda posición, además de los duros dolores del esfuerzo físico desmesurado. Pero era un precio leve a cambio de un par de vidas. Mi madre me había dejado acostada en el sólido banco de madera, cubierta de una manta lila claro que me tapaba de pies a cabeza. Afuera escuchaba un creciente murmullo, que denotaba una gran cantidad de ira y enojo. Me pare con dificultad, algo dormida y cansada por la inapropiada posición, pero como siempre la curiosidad me dio fuerzas y logre ponerme en pie.

Mire alrededor intentando orientarme por el Cascarón, descubriendo que la habitación "U – 912" estaba completamente vacía. Me paso la mano por mi pelo Albaricoque – herencia de mi padre, una de las pocas – intentando aplanar el estilo electrizante que me dejo el letargo. Pero seguía en ese desesperante estado, logrando que me diera por vencida. A nadie le importaría como estuviera físicamente, ni aun que llevara un salmón en la cabeza. Estaban todos apilados en el Túnel Principal, donde un hombre se encontraba parado en una caja de madera como tribuna, intentando apaciguar a la gente. Después de acercarme un poco, pude distinguir a la persona.

Bartholomew "Bart" Teodore Amrine Atwood era el líder proclamado momentáneamente por los "D.F.A" – "Defence Forceo of the Apocalypse", la fuerza defensiva del Apocalipsis, recién establecida en la ciudad – que muchos consideraban también su líder. Podían haber pasado cerca de 3 horas desde su nombramiento, y apenas 4 desde la creación del D.F.A, pero se sentía como el rey del mundo. Pude notar en su mirada el fuego del poder, algo que compartían casi todos los políticos, presidentes y demás personas importantes del país, un fuego que reflejaba la ambición, poder y avaricia de quien la tuviera. Mi madre siempre decía que en los ojos de la gente, esa mirada separaba a la gente buena de la mala, o al menos de la confiable. Hasta ahora no se había equivocado.

– ¡Señoras y señores, saben muy bien las amenazas que estamos sufriendo ahora! ¡Saben bien cuantos seres queridos hemos perdido, cuanta sangre se a derramado, cuantas esperanzas y sueños se han perdido! – Empezó Bart con su discurso – ¡Por eso mismo ahora debemos estar unidos para afrontar la situación y salir con vida de la batalla! ¡Corren tiempos de destrucción y dolor, un tiempo del cual nos reíamos, diciendo que no viviríamos para contarlo! ¡Cuan equivocados estuvimos! ¡Si hubiéramos podido ver lo que sucedería, estaríamos mejor preparados! Y no encerrados en este despeñadero ¡Pero debemos seguir! ¡Demostrémosles a nuestros descendientes como pusimos la cabeza alta y el pecho al frente, mirando a la muerte a los ojos, burlándonos de ella en su lecho! ¡Mostrémosles que estamos hechos de acero! – Una ola de vectores acompaño el discurso. Pero no duro mucho, ya que un hombre salido de la multitud grito un fuerte "¡Me opongo!". Todo el mundo se quedo callado, mirando al robusto hombre de entrada edad que había empuñado la espalda contra el líder.

Pero ese no era el fin. Detrás de el un grupo de gente tomo sus mismos ideales. La gente empezaba una revelación. Ver como la gente cambiaba de opinión tan rápido me enfurecía. Así empezaban las cosas, la gente cambiaba tan rápido de opinión y al final comentan errores. Me fui, con la esperanza de tranquilizarme, caminando el recodo que en la otra ocasión no había seguido.

Fui al paso ligero, sumisa en mis pensamientos. Los sucesos del día corrían por mi memoria como el agua, haciendo que la realidad se estrellara de pronto contra mí ser. Ya no tenía hogar. Nada de ir al colegio con mis amigas. Nada de ir al colegio con Cloe, ni reírme de las cosas que encontrábamos en MsPaintAdventure. Aun me acordaba de cuando nos habíamos fugado de casa para ir a nuestro "club". Nosotras somos las capitanas del lugar, y siempre estamos presentes en las reuniones. Lo que hace creer a Thomas King que no merece su puesto de segundo al mando. Pero los valoramos a todos por igual.

Mientras estaba en mis pensamientos, jugaba a patear una piedra, de considerable tamaño, buscarla y volverla a patear. Igual que mi vida. Todo marcha bien hasta que ¡zas! Una patada en medio de las pelotas. Me hubiera gustado tener más tranquilidad. Volví a patear la roca, pero esta vez sentí como paraba cerca, golpeando contra una superficie de metal. Me sorprendí por ello, ya que sonaba más bien como una chapa, en vez del característico grosor de las tuberías. Me adentre en la oscuridad, tanteando todo a mi paso, hasta sentir el frío tacto del acero bajo mi mano. Busque entre mis bolsillos y encontré mi linterna – mi fiel compañera hasta el final – logrando alumbrar el lugar.

Era una zona profunda del lugar, seguramente fuera del manto humano durante siglos. Quizá desde el momento en el que fueron construidas las cañerías. Pero el acero parecía reciente, no había ningún rastro de oxido. Fui caminando por el mural, observando la construcción con detenimiento, hasta encontrar lo que menos me esperaba.

– O dios mío – dije al mirar al frente. Sonara raro, pero delante mío, había…

…Una puerta