Bella, hija de la familia de la mafia italiana, los Swan, quiere tener una vida normal y no seguir los pasos de su padre, por lo que se muda a New York a estudiar enfermería a la Universidad de New York. Su padre se asegura de que no la reconozcan y que la protejan, contratando a un equipo especial de seguridad para que la sigan a su nueva vida. Ese equipo especial consta de 9 agentes, liderados por Anthony Masen, quienes harán lo imposible para que, ni siquiera la más inesperada de las sorpresas, pueda herirla.
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Cap.1: la salvezza
Los adoquines de piedra resonaban a mis pies como nunca los había escuchado, el calor abrasador de aquel verano italiano se confundía con la agradable brisa marina que recorría mi columna como un escalofrío continuo y las personas que caminaban tranquilamente a mi alrededor no se inmutaban ante lo que estaba sucediendo. Los envidio, pensaba con frecuencia, pero nunca tanto como en aquel momento, en el que ellos podían disfrutar de un agradable paseo por la tarde o comprar un granizado en la heladería de la esquina. Ellos podían relajarse y descansar… yo no.
Siempre trataba de canalizar mis emociones y sentimientos —pensar con la cabeza fría, como le llamaba—, pero no podía evitar culpar de algún modo a Charlie de lo que me estaba sucediendo ni podía contener las lagrimas en la comisura de mis ojos por más que las rehuía. Sabía que mi tiempo se agotaba, sabía que mis piernas colapsarían y que mi fuerza no sería suficiente para defenderme, ya no.
Mis piernas se detuvieron al llegar a una placita al lado de la bahía y pude percibir el aroma de las cocinerías en los restoranes junto con la sal de la brisa. Detuve mi paso, tratando de atesorar ese momento y pude sentir la suavidad de mi holgada camisa blanca, la frescura que se colaba por mis sandalias y supe que el short azul no me lograría abrigar por muchos minutos más; el atardecer terminaría en cualquier momento. Estaba cansada, agotada y por mucho que quisiera dejar de arrancar, de que me capturaran y de que me interrogaran, no valía la pena dejar todo por lo que había tenido que pasar y pelear para poder sobrevivir de las enemistades de mi padre.
No supe que fue lo que me impulsó a seguir, pero sabía que en mi interior las ganas de vivir jamás cesarían, aún no era tiempo de darse por vencida. Aún estaba aguardando ese algo. Y volví a correr.
Escuché nuevamente pasos acelerados y fuera de lugar detrás de mi, como si no pertenecieran al tranquilo verano que todos disfrutaban. Pertenecían a mi mundo y volví a sentir aquella angustiante sensación que sentí dos días atrás. Esta vez no me detuve y solo pensé en lo mucho que quería salir de esta y ver a mis padres nuevamente… porque los vería ¿verdad?
Entre tanta gente que paseaba por las calles sentí que podía tener algo de ventaja debido a la multitud pero luego recordé las últimas cuarenta y ocho horas… y supe que no respetarían a muchos inocentes por obtener mi cabeza, después de todo el apellido Swan era el más buscado incluso para el SISMI.
Me dirigí hacia el oeste por unas calles angostas y un poco deshabitadas, y por mucho que fuese arriesgado sabía que por algún lugar alrededor se encontraba una de las casas de seguridad de mi padre. La oscuridad casi reinaba y los faroles ya eran los únicos que podían guiar mis pies pero con cada paso que daba sabía que era una oportunidad menos para encontrar a alguno de mis guardaespaldas o alguien que me ayudara. Necesitaba mantener las esperanzas en alto para tener una razón por la cual luchar pero con cada minuto que pasaba se me hacía aún más difícil encontrar razones para no dejar de correr. La sed y el hambre me estaban ganando y solo podía pensar en una solución que rondaba mi cabeza hace ya muchas horas: esconderme. Solo esperaba que fuese un lugar deshabitado sin civiles por los cuales arrepentirme después.
Doblé por la esquina más cercana y me encontré con una nueva callecita con basureros apoyados a las paredes y ventanas a ras de suelo. Era lúgubre pero también era lo único que podía salvarme en ese momento debido a lo improbable que alguien se escondiera en ese lugar tan escalofriantemente solitario.
Corrí más despacio hacia lo largo de la calle, estando alerta por si me encontraba con alguna persona por el lugar pero todo parecía silencioso, vacío. Podía casi sentir la soledad entre las paredes de viejo ladrillo y el ruido del silencio reinante. Era casi tan atemorizante como aquellos que me perseguían.
Vislumbré una puerta a unos veinte metros y pensé por un instante que la suerte me había sonreído pero cuando me fui acercando pude darme cuenta que solo se trataba de una puerta trasera trabada con palos y cerrada con un sinfín de candados, cada uno más firme que el otro. Y mis ánimos decayeron un poco, pero la desesperación de encontrar pronto un escondite me llevaban a tratar de abrir cada ventana que cruzaba por mi vista, siendo imposible entrar a ninguna de ellas. ¿Qué podía hacer? Solo bastaba esconderme en uno de aquellos basureros malolientes y esperar a que la pudrición no me consumiera antes de que alguien me encontrara, y eso tampoco parecía un plan muy esperanzador.
Al pasar los minutos sabía que mi tiempo se agotaba, por lo que al escuchar un ruido anormal en la siguiente calle, supe que era el último momento, el todo o nada. Corrí hasta el siguiente gran basurero que se encontraba apoyado contra una pared con una ventana baja protegida con una malla de aluminio y traté de hurgar por los bordes en busca de algún costado desoldado. Encontré unas cuantas barritas sueltas pero para mi muy mala suerte me di cuenta que el margen de aquella barra protectora estaba soldado por la parte interior de la ventana. Mierda, mierda, mierda.
No había ningún objeto alrededor que pudiese ayudarme a abrir la maldita ventana, solo un poco de cáscaras de verduras esparcida por ahí y mis pies cubiertos por unas delgadas sandalias que no soportarían más de dos impactos sin romperse ni meter ruido por los golpes.
Pero antes de pensar en como poder entrar o hacer algo escuché pisadas al comienzo del callejón. Respira, me dije casi al borde de la histeria y recordé que siempre andaba con algún arma para estos casos, en los que no tenía más remedio que, bueno, defenderme. Y me di cuenta que, maldición, no tenía mi bolso.
Por supuesto, siempre fui una persona optimista y positiva acerca de casi todo en mi vida, pero tenía que ser realista en esta situación, ¿cuál era mi probabilidad entonces de salir de esta? Solo me quedaban dos posibilidades: 1. Que mágicamente apareciera una pistola en el bolsillo de mi pantalón corto. Imposible. 2. Que algún príncipe azul convertido en mi guardaespaldas me salvara mágicamente de esta. Mágicamente imposible.
Pero por muy estúpido que podría sonar, de todas formas hurgué entre mis bolsillos en busca de cualquier cosa, incluso una lima, por si podía servirme… y nada: un chicle, un boleto de tren usado, un clip y dos euros. Para mi vergüenza, ni siquiera podía sobornarlo con todo el dinero que poseía en mi cuenta bancaria y estaba bastante segura de que nadie se vendería por dos euros, ¿tal vez por mis encantos? Llevaban dos días corriendo, sin dormir y sin alimentarme y realmente lucía terrible. Absurdo.
Escuché los pasos de dos personas que se estaban acercando lentamente, silenciosos, e inconscientemente desarmé el clip y lo sujeté fuertemente entre mis dedos ya que mi vida dependía de ello. Veinticinco metros, veinte metros, mi frente sudaban frío; dieciocho metros, quince metros, mis manos temblaban incontrolablemente; doce metros, escuché un ruido extraño, once metros, alguien desde la ventana me agarró de las piernas y tiró de mi hacia la oscuridad.
No alcancé a gritar y de todas formas no tenía sentido, ya que en cuanto caí al piso del sótano del edificio, aquella persona me había sujetado por la espalda y había tapado mi boca con su mano. Estaba casi segura que la ventanilla no podía abrirse sin hacer algo de ruido y por otra parte, en cuanto tiró de mi, no sentí haberme golpeado al ser arrastrada hacia abajo.
—Silencio —me advirtió con un susurro, como si hubiese leído mis pensamientos.
Y esperamos a escuchar los pasos que seguían de largo fuera por la calle. Nos quedamos unos minutos más así, el sosteniéndome por la espalda y yo simplemente quieta, tratando de relajarme entre sus brazos para así el dejara de agarrarme con tanta fuerza. Sentía su respiración en mi nuca y, aunque fuese lo más absurdo que podría haber pensado en aquel momento, nunca me había sentido tan segura últimamente. Esperé a que hablara, alguna amenaza o algo, pero nada salía de su boca, solo sentía su respiración acompasada y una extraña sensación entre nuestros cuerpos.
Ahora—me dije en el momento en que sus brazos aflojaron y bajé mi puño con tanta fuerza hacia a su entrepierna que sentí pena por sus futuros hijos. Soltó de inmediato su agarre y con una mano agarré el cuello de su camisa y la otra la dirigí directo a su rostro. Antes de que el clip desarmado entre mis dedos llegara a su ojo izquierdo, tomó fuertemente mi muñeca y la torció, luego colocó su pié detrás de el mío y empujo hacia delante, cayendo de espaldas con el encima mío.
A pesar del dolor que estaba sintiendo en mi trasero por el duro golpe y en mi muñeca torcida, no pude evitar deslumbrarme con sus ojos, que me decían algo que no podía descifrar. ¿Impotencia, rabia, pasión? Sus ojos me quemaban y sin poder mover mis brazos sentía que me ahogaba. Eran una mezcla entre un verde oscuro y un negro y nunca los rasgos de una persona —que de por cierto quería matarme— me habían parecido tan atractivos. Me dirigió una sonrisa torcida y vi diversión en sus ojos ¿qué tramaba? Hasta que su risa inundó la oscura habitación.
Se puso de pie y me tendió la mano para ayudarme sin siquiera ponerse a la defensiva.
—No esperaba eso —respondió a mis intrigantes ojos por su extraña risa— sí que sabes pelear —
—¿Qué quieres de mi? —espeté poniendo mis puños temblando en frente.
Estaba cansada, agotada y nerviosa y aún no sabía de que veía este tipo al salvarme y luego a reírse de mi. Y ciertamente sus acciones solo empeoraban mi confusión.
Me dirigió nuevamente esa sonrisa torcida, casi como si estuviese burlándose de mi y recito:
—Servire la famiglia Swan. Sono qui per proteggere la mia principessa —
Supe entonces que era un enviado de mi padre y con gracia me di cuenta que las situaciones mágicamente imposibles sí podían suceder. Sentí un extraño alivio y quise reír pero al momento siguiente todo a mi alrededor parecía borroso y luego mi mundo se fue a negro.
-EC-
Te vi.
Te vi.
Te vi y supe que algo había cambiado, que estaba en problemas. O que tal vez me rescatabas.
Divisé una figura a través de la ventana y en seguida supe que tú eras mi objetivo. Habías estado escondida al lado de ese basurero en Capri, pero antes de percatarme de algo más acerca de ti, solo recordé para qué había sido contratado a este trabajo, para qué estaba aquí. Para salvarte, ¿no es así?.
Tomé tu pié y tiré de ti por la ventanilla y, para mi sorpresa, ni siquiera intentaste gritar. Solo te quedaste ahí, envarada entre mis brazos y sin siquiera haber visto tu rostro, supe que algo iba entre nosotros dos.
Realmente me sorprendí cuando intentaste atacarme porque creí que cualquier chica de tu edad, incluso en una situación como la tuya sencillamente se desmayaría entre mis brazos. Tu simplemente seguiste luchando y te admiré. Y nuevamente recordé que me encontraba en problemas. Tus ojos fueron los que me lo confirmaron. Aquellos ojos con los que me mirabas fijamente, penetrantes, desafiantes, llenos de convicción por vivir, y tan abrumados por el miedo, de un cansancio que jamás había conocido ¿qué tratabas de decirme? ¿qué buscabas tan desesperadamente?
Lo supe unos minutos antes de que colapsaras entre mis brazos.
Sálvame, gritaban tus ojos con toda tu fuerza.
Pero de alguna forma, tu fuiste la que terminó salvándome.
...
SISMI: Servicio de inteligencia Italiano.
"Servire la famiglia Swan. Sono qui per proteggere la mia principessa": "Sirvo a la familia Swan, Estoy aquí para proteger a mi princesa". Italiano.
Capri: Isla y ciudad turística de Italia, una de las ciudades más caras que existen. Hermosa.
Jazzz
