Hola a todos los que se aventuraron dentro de esta historia. Hace mucho tiempo que no publico nada sobre Naruto y durante los últimos meses ésta historia comenzó a tomar forma en mi cabeza. Si acaso alguno de mis lectores anteriores está por aquí, notará el cambio de registro en la trama. Esta es una historia mucho más seria y de algún modo triste que las anteriores que he publicado en cualquier categoría, así que si notan algún OCC me disculpo de antemano. De todas formas no quiere decir que la historia no tendrá sus partes divertidas, que toda historia las necesita y la mía no es excepción. En fin, espero que disfruten leyendo y que me dejen sus más sinceros comentarios.
Una cosa más, debido a mi ritmo de vida no prometo actualizaciones frecuentes, pero cuando actualice les prometo un capítulo de excelente calidad. Eso era todo. Nos vemos en el capítulo siguiente y muchas gracias de nuevo por pasarse por aquí.
Naruto y todos sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto
Del Matrimonio y Otros Demonios
Por:
Bel'sCorpse
"Naruto tan sólo tenía que firmar los papeles del divorcio y Sasuke lo único que debía hacer era proponerlo. Pero Naruto era un cobarde y Sasuke un idiota. Ninguno de los dos era capaz de hacer lo correcto y por ese motivo, hicieron todo lo contrario. Caer en la más peligrosa de las tentaciones."
-1-
El hombre sentado tras el escritorio soltó un aparatoso bostezo al tiempo que hacía a un lado una montaña de documentos. Esa mañana había llegado más temprano a la oficina con la intención de adelantar algo de todo el trabajo que tenía pendiente, pero había dado lo mismo, porque hasta ese momento no había hecho nada. Estaba demasiado cansado para pensar. Últimamente no dormía nada, sus sanos hábitos alimenticios se estaban yendo al caño y su nivel de concentración estaba por los suelos. Hubiera deseado poder echarle la culpa al trabajo, pero ni siquiera eso era tan estresante como el otro problema que tenía encima. Y de sólo pensar en ello se le retorcía el estómago.
Es más, ya comenzaba a dolerle la cabeza.
Haciendo un esfuerzo monumental para desviar su atención de aquel tema tan deprimente, retomó la tarea de revisar los tropecientos documentos frente a él. Aguantó diez minutos antes de perder la paciencia y dejarlo todo como estaba. Conteniendo las imperiosas ganas de lanzarse por la ventana o de largarse a su casa, la que viniera primero, sacó el móvil del bolsillo y se puso a trastear por las aplicaciones en un vano intento de relajación. Ni siquiera podía llamar a su secretaria para que le hiciera compañía porque ella llegaba a las nueve y eran a penas las siete y media de la mañana. ¿De quién había sido la brillante idea de ir temprano a la oficina? Ah, sí. Suya. Era un genio. Gimoteó.
Estaba considerando seriamente el irse a dar una vuelta por la zona comercial hasta que llegasen el resto de sus empleados, cuando alguien llamó a la puerta. El corazón se le disparó al instante; la puerta principal estaba cerrada con candado y su asistente no tenía las nuevas llaves. Nadie tenía las nuevas llaves, ahora que lo pensaba mejor. Sólo él. Aferró con fuerza el móvil y murmuró un leve 'adelante'. La puerta se abrió despacio, con desesperante parsimonia, revelando una alta figura embozada en negro. Le tomó un instante reconocerlo, y su ya alterado corazón, comenzó a latir más rápido.
─Dobe.
La última vez que se habían visto fue en un congreso de compañías, casi un año atrás. Sus esporádicas conversaciones telefónicas duraban segundos y no se repetían a no ser que se tratara de una situación en especial. Y a pesar de aquello, Uchiha Sasuke era y seguía siendo su mejor amigo. Recuperado de la impresión lo invitó a pasar, pero el moreno no se movió de la puerta. Simplemente lo miró con esos insondables ojos negros, silencioso como siempre.
─Si no estuvieras respirando cualquiera diría que eres un fantasma ─le soltó, esbozando una sonrisa─. ¿Te ha comido la lengua el ratón, Sasuke-kun?
Por un instante le pareció que iba a responder, pero dio media vuelta y desapareció pasillo abajo. Entendiendo a medias las intenciones del muchacho, salió tras él. Lo alcanzó cuando llegaban a la puerta principal y comprendió que Sasuke había usado una ganzúa para meterse en su oficina. Vaya con el bastardo, todavía conservaba esas mañas de adolescente.
Caminaban lado a lado por las calles, sumidos en un cómodo silencio. Ellos realmente no necesitaban de palabras para hacerse entender. Siempre había sido así, desde el día que se conocieron, cuando tenían seis años. Era una lástima que sus respectivos ritmos de vida los habían alejado.
─¿Cuándo llegaste de Miami? ─preguntó el moreno con voz ronca.
─Ayer en la tarde ─repuso el otro, soltando un suspiro.
Habían llegado a una cafetería a dos cuadras del bufete. Sasuke abrió la puerta, indicándole al rubio que pase, y él entró después. Se sentaron en una mesa junto a la ventana y automáticamente una mesera corrió a atenderles.
─Chocolate caliente y un pastel para él, café sin azúcar para mí ─recitó Sasuke de memoria, sin siquiera mirar a la muchacha. La chica le sonrió, nerviosa, y se marchó tan rápido como había llegado.
─Al menos todavía te acuerdas de lo que me gusta desayunar ─comentó el rubio con una media sonrisa─. ¿Y cómo así pasaste a visitarme?
El aludido se encogió de hombros y comenzó a juguetear distraídamente con el anillo de plata que decoraba su mano izquierda. El rubio reconoció en ese gesto un extremo nerviosismo, a pesar de que ese rostro tan delicado como la porcelana se mantenía impasible.
─¿Quieres contarme?
Sasuke levantó las comisuras de los labios en un remedo de sonrisa. Sólo Naruto podía darse cuenta de esos diminutos detalles que el moreno era incapaz de controlar. Suponía que por eso seguían siendo amigos. En ese instante llegó su comida. Naruto agradeció a la mesera y bebió un trago de su chocolate.
─Creo que Sakura ya no quiere nada conmigo.
El rubio casi se atraganta. Eso era imposible. ¿Qué demonios había sucedido para que su amigo llegase a esa conclusión?
─Con lo frío que eres, cualquiera se cansa ─le soltó medio en broma, medio en serio─. Escucha, sea lo que sea lo solucionarán.
Sasuke frunció el ceño.
─Ya son más de seis meses, y hay cosas que simplemente no tienen arreglo.
─Esa no es manera de pensar, si la amas, lucha por ella ─Sasuke rehuyó su mirada. Alerta roja. Algo allí no andaba bien─. Si quieres puedo hablar con ella, averiguar qué es lo que sucede.
─No te lo cuento para que hagas algo al respecto, sólo quería desahogarme.
─¿Tengo cara de psicólogo?
─No. De idiota, tal vez.
Era en momentos como ese en los que el rubio sentía sus viejas manías resurgir. Es que hubiese sido tan fácil arreglarle el rostro de un golpe. Suspiró.
─Al menos tu situación no está como la mía.
Sasuke le lanzó una mirada inquisidora.
─Estoy divorciándome ─susurró al cabo de unos minutos. Nadie, aparte de su abogada, lo sabía. Había guardado el secreto con un celo casi enfermizo para proteger su imagen. Tanto él, como Sasuke, eran figuras públicas en el país y sus nombres eran de los más reconocidos─. Hace unos meses presenté la demanda, Hinata está encargándose de todo.
─¿Qué pasó? ─preguntó, la curiosidad sacando lo mejor de él.
Hasta dónde Sasuke se acordaba, Naruto era el feliz y mimado esposo de Matsuda Sai, un afamado pintor de clase mundial. El tipo nunca le cayó bien, pero si debía admitir que hacía hasta lo imposible por consentir al rubio, hasta el punto en el que le daba nauseas de sólo verlos.
─Me está montando los cuernos ─soltó rotundo, conciso, vacío.
Sasuke no entendía cómo podía decir una cosa como esa con tanta naturalidad.
─Lo encontré en la sala con el imbécil de turno; fue algo… desconcertante.
─¿Y qué le dijiste?
─Que me inviten a hacer un trío ─se pasó una mano por el rostro─. No hice nada, la verdad. Me fui al cuarto a dormir un rato. Llamé a Hinata el día siguiente y ella me dijo que se encargaría del resto.
Ambos guardaron silencio un largo rato, perdidos en sus pensamientos.
─¿Vendrás a la gala esta noche? ─preguntó entonces el moreno, recordando el motivo por el cual había ido a verlo esa mañana.
Naruto se tomó unos momentos para responder.
─Me llegó la invitación, sí, pero no sé si debería ir. Sai también está invitado ─se recostó en la silla─. Pero las apariencias son apariencias, así que nos vemos a las nueve en la puerta principal.
Sasuke asintió, satisfecho, y dejó algo de dinero sobre la mesa, zanjando la conversación. Se despidieron en la puerta de la cafetería y cada uno cogió su rumbo. Sus encuentros siempre eran así, pensaba el rubio de regreso a la oficina. Se veían de la forma menos esperada y tras hablar unos momentos, volvían a desaparecer. Podía decir sinceramente que era la relación más extraña que había tenido nunca.
─Su madre llamó, Uzumaki-san ─le soltó su secretaria ni bien lo vio entrar. Así que ya eran las nueve y había dejado la puerta abierta al salir. Definitivamente era imbécil─. Que se comunique con ella de urgencia. Y para la próxima, cierre antes de irse.
─Gracias, Yumi ─murmuró al tiempo que sacaba el móvil del bolsillo y marcaba de memoria el número de Uzumaki Kushina─. ¿Mamá?
"¿Se puede saber por qué cada vez que te llamo a la oficina nunca me contestas? Eres un irresponsable, Naruto, sólo ponte a pensar en lo difícil que es comunicarse contigo. ¿Y si tu padre y yo estuviésemos en problemas?"
─Mamá, por favor, no dramatices. Ya sabes que para eso tengo una secretaria, para que conteste el teléfono por mí.
"Agradece que no estoy allí o ya sabrías lo que es bueno. En fin, necesito que vengas a casa durante la hora del almuerzo. Tu traje para esta noche llegó y la costurera quiere asegurarse de que está hecho a la medida."
Naruto soltó un suspiro. Su madre, amén de todas sus cualidades, era la peor manager del mundo, pero desde que su querido retoño había saltado a la fama, Uzumaki Kushina se había tomado como reto personal el hacer que se mantuviese presentable, casi al borde de un desorden mental. Y una de sus últimas hazañas había sido el enviarle a hacer, a la medida, un terno de color blanco, a juego con otro que había enviado a hacer también para Sai, en color negro.
─Si tengo tiempo pasaré por allí, sino ya me pondré la ropa como esté, ya sabes que eso me da igual. Bueno, mamá, me llega un cliente ─mintió para finalizar la conversación─. Nos vemos esta noche, te quiero. Saluda a papá por mí.
Colgó antes de darle a su madre tiempo de responder y se guardó el móvil. Yumi, parapetada tras una revista de moda, le lanzaba miradas llenas de reproche. Ella amaba a su madre y no consentía que le mintiese en lo más mínimo.
─Deja de llenarte la cabeza de esas porquerías y ponte a trabajar, que tenemos bastante que hacer ─le espetó y se encerró en su oficina.
Sasuke tomó asiento tras su escritorio, y comenzando con su rutina mañanera, se sirvió una taza de café sin azúcar y leyó concienzudamente la sección de deportes del diario. Una vez terminado aquello, taza de café incluida, procedió a revisar sus correos electrónicos y a responderlos lo más escuetamente posible; aquello le tomó una buena media hora de su tiempo. Para cuando vino a darse cuenta eran diez a las diez y ya estaba tarde para su primera reunión del día. Tomando su maletín, salió de la oficina. Afuera, su secretaria lo esperaba de pie, agenda en mano. Rápidamente le recitó las actividades del día y tachó todas aquellas que su jefe le había ordenado postergar.
Cuando salió del edificio respiró profundamente y echó a andar a paso rápido por las calles del centro. Manteniendo el rostro inexpresivo, atravesó seis cuadras en tiempo record. Para cuando el reloj marcó las diez en punto, Sasuke ya estaba de pie frente a la puerta de la oficina de Hyuuga Hinata, una reconocida abogada de divorcios, y su amiga. Entró sin anunciarse y encontró a la atractiva pelinegra gritándole a alguien por teléfono. Como el altavoz estaba activado, pudo escuchar la voz de su interlocutor con toda claridad.
"¡Pero no es tan fácil! ¿No puedes darme más tiempo?"
─Ya sabes que no, rubio idiota. Te queda un mes más para firmar esos malditos papeles. Hazlo de una vez y ahórrame los dolores de cabeza ─saludó a Sasuke con una inocente sonrisa y lo invitó a tomar asiento─. Ahora, si me disculpas, tengo que trabajar. Llámame cuando estés dispuesto a pensar como la gente racional ─y le tiró el teléfono.
Sasuke enarcó una ceja.
─¿Estabas hablando con Naruto?
─Coincidencia, ¿cierto? ─había vuelto a ser la misma dulce muchacha─. Sí, estaba hablando con él. Me tiene empantanada con un asuntillo y no es capaz de decidirse. ¿Se han visto?
Sasuke asintió.
─Hace unas horas, me comentó sobre su… problema.
Hinata masculló por lo bajo.
─Simplemente no puedo creer que Sai le hiciera una cosa así, con lo mucho que Naruto lo ama ─soltó un suspiro─. Bueno, vamos a lo tuyo. ¿De qué querías hablarme?
Sasuke repuso en voz baja. Hinata ni siquiera se sorprendió, ya se lo esperaba. Cuando los tres eran compañeros en la misma universidad, Hinata les había dicho que algún día ella se encargaría de divorciarlos. Casi diez años después esa predicción se convertía en una realidad.
─¿Has hablado con Sakura sobre esto?
─Simplemente quiero asesoría, no pienso pedírselo por ahora.
─A veces me da la impresión de que Naruto y tú son unos idiotas ─sacó unos papeles del primer cajón y los desparramó sobre el escritorio─. Estas son plantillas de diferentes actas de divorcio. Debes llenarlas con tus datos, los de Sakura y firmarlos. Una vez eso esté listo, me devuelves los documentos y yo me encargo de procesarlo todo. Realmente no es difícil. Casarse es más complicado que divorciarse, al menos cuando no hay mucha agua de por medio.
─Ya veo, ¿me das unas copias?
Hinata le entregó un dossier y se cruzó de brazos.
─¿Puedo preguntar por qué?
─Es algo bastante difícil de explicar, Hinata, pero gracias ─guardó el dossier en su maletín y se puso de pie─. ¿Te llegó la invitación a la gala?
─Neji irá conmigo, por fin conseguí que dejase el hospital por una noche ─se pasó una mano por el largo cabello─. Sólo espero que sepas bien lo que estás haciendo, Sasuke, los divorcios son dolorosos y dejan recuerdos horribles. Si no me crees, pregúntale a Naruto. Él sabe lo que se siente mejor que nadie.
El aludido asintió y abandonó la oficina sin despedirse.
De regreso en las calles, Sasuke se permitió un segundo de vulnerabilidad. Realmente no sabía lo que hacía. Era la primera vez en toda su vida que perdía el rumbo de esa forma, pero ya había tomado una decisión. Su relación con Sakura debía terminar, era lo más sano, lo moralmente correcto. Pero por otro lado estaba la reputación de ambos. Sakura era una prominente científica y una doctora ejemplar, él era el dueño de la exportadora más grande de toda Asia. No era tan fácil llegar a casa y a las buenas y primeras pedirle a Sakura que le firmase los papeles. Además, su relación no estaba mal, simplemente se había hecho monótona. Y ella lo sabía mejor que nadie, y por el bien de los dos estaba haciendo un esfuerzo titánico por aparentar que todo estaba bien. Soltó un suspiro. Al menos no le estaba montando los cuernos. Lo que lo llevó a pensar en Naruto. No lo había visto en casi un año y había cambiado por completo. Ya no se veía como un niño grande, sino como el respetable adulto que era, también había dejado de lado ese carácter tan explosivo, o al menos había aprendido a domarlo. Lo que nunca se imaginó es que estarían en la misma situación. Naruto sólo tenía que firmar los papeles del divorcio, en cambio él tenía que pedirlo. Eran casi la misma cosa, pero a la vez completamente diferente.
Pasado el momento de autocompasión, recompuso su máscara de hieratismo y continuó andando hasta estar de regreso en su oficina. Ni bien entró reconoció el perfume de su esposa, y una pequeña sonrisa bailó en sus labios. No la amaba como a una mujer, pero la quería como a una amiga. Levantando sus escudos mentales, entró en la estancia. La encontró sentada tras su escritorio, leyendo un grueso libro de medicina.
─Tengo más de media hora esperándote, ¿dónde estabas? ─de forma automática se puso de pie y lo recibió con un beso en los labios─. Nuestra cita con la modista es en veinte minutos. ¿Te olvidaste?
─Claro que no ─se le había pasado por completo. Con tantas cosas que tenía en la cabeza, la cita con la modista era la menos importante─. ¿Viniste en tu auto o quieres que te lleve?
─Vamos juntos, me llamaron a contar que hay reporteros en la escena tratando de conseguir algo de información para esta noche ─cerró el libro y lo dejó sobre el escritorio─. ¿Estás bien, Sasuke?
El moreno asintió. Sakura no hizo más preguntas. Abandonaron la oficina unos momentos después, rumbo al estacionamiento. Sasuke, más por costumbre que por caballerosidad, le abrió la puerta del copiloto a su esposa y esperó a que estuviera instalada antes de tomar su lugar tras el volante. Salieron del subterráneo a toda velocidad.
─¿Te enteraste? Parece que Sai no vendrá esta noche ─comentó Sakura tras quince minutos de silencioso recorrido─. Llamé a confirmar la asistencia y me dijeron que Sai no ha dicho nada. Naruto confirmó hace una hora. ¿Qué tal te fue con él?
─Bien ─repuso, escueto. No pensaba mencionarle a Sakura ni una palabra sobre el tema de su divorcio─. Ya creció, si te interesa saberlo. Con lo mucho que lo quieres.
No había reproche en sus palabras. Él sabía mejor que nadie que antes de que Sakura aceptase ser su novia, seis años atrás, ella había estado estúpidamente enamorada del rubio. Lastimosamente su relación no había funcionado, porque en esa época Naruto confesó su homosexualidad y había empezado a salir con Sai.
─Me imagino ─una sonrisa boba iluminó las facciones de la muchacha─. Bueno, ya lo veré esta noche. Lástima que va a estar solo.
─Ya sabes que Sai es un imbécil.
─No te expreses de él de esa forma; Sai es un marido ejemplar.
Sasuke no dijo nada. Si tan solo ella supiera…
Naruto vaciló frente a la puerta del departamento por unos minutos, antes de encajar la llave en la cerradura y entrar. Lo primero que lo recibió fue el familiar olor a pintura e incienso, luego lo recibió el silencio. Así que Sai no estaba en casa. Sintiéndose algo aliviado, dejó el maletín junto a la entrada y ya se había zafado la corbata antes de llegar a la sala. Sin ánimos de llegar a su habitación, se recostó en uno de los sillones y clavó los ojos azules en el techo. Estar en ese lugar le oprimía el pecho. Realmente no entendía porque era tan masoquista y se torturaba de esa forma. Lo único que tenía que hacer era firmar los papeles del divorcio y pedirle a Sai que los firmase también. El rubio sabía a la perfección que Sai lo haría sin pensarlo dos veces. Después de todo, hace mucho tiempo que los dos habían llegado a la conclusión de que ya no se querían y que de su relación quedaba solo el fantasma de una amistad.
─Llegas temprano ─le sorprendió una voz carente de emoción. Así que sí estaba en casa─. ¿Pasó algo en la oficina?
─Me dolía un poco la cabeza, así que decidí tomarme el resto de la tarde libre ─le echó un rápido vistazo: como siempre, iba embozado en un mandil manchado de pintura y pantalones de algodón de color negro. Tenía el rostro sucio y el cabello desordenado. Le daba la impresión de que no había estado pintando precisamente─. Además, tenemos que pasar por casa de mi madre. Nuestra ropa para la gala llegó y debemos probárnosla.
─No entiendo por qué Sakura nos invitó, no formamos parte del grupo médico ─tomó asiento frente a Naruto en una mullida butaca.
Naruto soltó un suspiro.
─Ya sabes que intenta mantener al grupo unido, es a la única que le interesa que sigamos siendo amigos después de tanto tiempo.
─Tampoco entiendo por qué hace eso ─se arregló un poco el cabello─. Te llevo a casa de tu madre, pero no me quedaré. No tengo intenciones de ir a la gala.
─Gracias ─repuso, lacónico. Ya se imaginaba algo como eso─. ¿Debería usar la excusa de siempre, o ya se te ocurrió algo mejor?
Sai se puso de pie lentamente.
─La excusa de siempre estaría bien. Avísame cuando tengas que irte para cambiarme de ropa.
─Dame una hora.
Sai asintió y se perdió pasillo abajo.
Una vez a solas, Naruto hizo el enorme esfuerzo de mantener las lágrimas en su lugar. El matrimonio del que tanto alardeaba había quedado reducido a nada. Durante más de tres meses que se trataban con esa amabilidad con la que se regala a los extraños. Sai ni siquiera lo tocaba. Antes no perdía una oportunidad para mandarle mano, así estuviesen en público. Ahora simplemente se limitaban a caminar uno a lado del otro, pretendiendo ser felices para todos aquellos que los reconocían en la calle. Tenía que divorciarse o terminaría volviéndose loco. Pero por algún motivo no se veía capaz de sacar el tema a la luz. Además, todavía tenía un mes y medio para entregarle esos papeles a Hinata. Y en un mes y medio podían pasar muchas cosas.
Cuando terminó de lamentarse por su miserable existencia, el rubio se puso de pie y fue a su habitación a darse una ducha a ponerse algo más cómodo. Sai ya se había cambiado y jugueteaba con las llaves de la motocicleta. Así que no saldrían en el auto.
─¿Quieres que te lleve a la gala?
Naruto asintió.
─No sería mala idea ─terminó de arreglarse la ropa frente al espejo del baño─. Así les damos a los reporteros la oportunidad de tomar unas buenas fotografías, y así cuando me entrevisten la excusa será más creíble. ¿Estás seguro de que no quieres venir?
─Completamente.
Naruto no dijo nada más y salió de la habitación, con Sai pisándole los talones. Llegaron a casa de Kushina en menos de media hora. Sai se despidió de Naruto con un beso en los labios, tras notar que la pelirroja los miraba por una de las ventanas del segundo piso. Naruto le sonrió a su madre con toda la alegría que puso reunir y entró a la casa.
─¿Por qué Sai no se quedó? ─preguntó Kushina, saltándose las buenas costumbres.
─Está atorado con un cuadro, ya sabes cómo son los artistas, mamá. Además, no irá a la gala.
─Pobre, trabaja tan duro ─Kushina no tenía ni la menor idea de todo lo que estaba pasando─. En fin, vamos a mi habitación a que te pruebes el terno.
Naruto la siguió, dócil, y subió las escaleras con extrema lentitud.
─¿Dónde está papá?
─En la oficina, tuvo una reunión de emergencia y llegará más tarde. ¿Naruto, te pasa algo?
Durante varias semanas que Kushina había notado a su hijo algo decaído, pero no sabía si debía preguntar. Desde que se casó con Sai, Naruto se había vuelto mucho más reservado y a duras penas hablaba sobre su vida o sus problemas.
─Sí, mamá, todo está bien.
─¿Estás seguro? ¿Tienes problemas en casa?
El rubio negó. Si tan solo ella supiera…
─Vísteme rápido, antes de que me arrepienta y me ponga otra cosa.
Kushina asintió y sacó el tema de su mente. Ya le preguntaría luego.
¿Merece un comentario, un tomatazo, una bomba, algo? Dejen sus comentarios. Nos vemos en el siguiente capítulo.
Bel's.
