Disclaimer: nada del Potterverso me pertenece
"Este fic participa en el reto "Literatura musical" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".
Me tocó estudio, forma libre que explora las posibilidades del instrumento, pero tiene mayor dificultad que el tiento. Es continua, lo que quiere decir que no hay cortes que dividan las distintas partes de la obra.
Marlene lee distraídamente, tumbada en el sofá. Es Hamlet, de Shakespeare. A Marlene le encanta leer libros muggles.
Edgar limpia afanosamente sus piezas de ajedrez, a las que quiere como si de hijos se tratase. No hay nadie que quiera jugar con él. No hoy.
Hestia escribe en ese pequeño diario. Escribe algo que sólo ella sabe, que nadie más conocerá. Dice que sólo sabremos lo que escribe cuando ella muera. Pero nadie quiere que muera.
Caradoc mira por la ventana. Su mejor amigo murió asesinado hacía una semana y apenas se pudieron encontrar unos restos. Se está volviendo un temerario, quiere encontrar a los asesinos de Benjy. Y todos tememos que acabe como él.
Dorcas los mira a todos, porque así es ella, tan atenta, tan observadora.
Gideon no está. Tampoco Fabian ni Emmeline. Están en una misión. Una misión de la que aún no han vuelto. Y todos, absolutamente todos, no nos atrevemos a decir lo que pasa por nuestra mente. Porque sí, uno de los pensamientos que se nos cruzan por la cabeza es: ¿Estarán muertos?
Pero las misiones son así, un continuo ir y venir de pensamientos, de ideas, de temores. Y siempre nos decimos que son valientes, que llegarán sanos y salvos, que podremos abrazarlos, reír con ellos.
Y Marlene seguirá leyendo.
Y alguien querrá jugar con Edgar. Probablemente Fabian, pues Gideon se irá con Emmeline.
Y Hestia seguirá escribiendo en su diario para ella sola, rezando todos porque nunca muera.
Y Caradoc dejará de mirar a la ventana y sonreirá un poco, para variar, aunque jamás olvidará a su amigo Benjy.
Y Dorcas les seguirá mirando a todos, sonriente y aliviada.
Por eso, cuando Emmeline aparece sola en el salón, una sombra de duda nos cruza a todos, sin entender. Y ella camina hasta el pequeño mueble-bar que hay en una esquina y saca una botella de whisky de fuego. Y conjura varias copas. Y tras servir cada una, tras darnos una a cada uno, alza la suya.
―Por Gideon y Fabian.
Y bebió. Y todos bebimos. Y nos quedamos sin saber qué hacer, qué decir. Algo que se había convertido en una constante, en un continuo para nosotros, nos torturaba, perturbaba y quemaba por dentro.
Marlene terminó de leer con el tiempo. Sus libros terminaron por quedarse huérfanos.
Edgar dejó de jugar al ajedrez. Y sus piezas comenzaron a coger polvo.
Hestia siguió escribiendo, durante muchos, muchos años. Aunque sólo quedase ella para escribir. Nadie consiguió leer lo que en su día escribió.
Caradoc dejó de mirar por la ventana. Miró a la cara a aquellos que se llevaron a Benjy, todo para que, finalmente, también se lo llevasen a él.
Y Dorcas no volvió a observar a la gente, el día que fue asesinada.
Y Emmeline… Emmeline siguió luchando hasta su último aliento. Por todos aquellos que murieron en aquel momento, en aquella época, confiando en que aquella espiral no se repitiese, que se rompiese el continuo, que no fuese una constante.
