Ando aburrida en la oficina, así que escribo slash :D (Perdón por el título, pero a estas horas mis neuronas toman un break).

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Disclaimer: Nada me pertenece –lamentablemente-, salvo la trama – más lamentable aún-, pero acepto Winchesters cuando quieran ;).


Nada más que eso

Para Dean no es nada más que sexo.

Es algo sencillo que involucra un poco más de manos y un poco menos de ropa. Calor y movimientos rápidos mientras desabrocha pantalones y le permite al pudor ir a darse una vuelta y regresar cuando ya se ha puesto las botas y miente sobre el nombre y las ganas de volver a verse.

Para Dean no es necesario tomarse un minuto para grabarlas en su mente, porque tiene olores y sabores bailándole en la punta de la lengua, y el que vuelva a cruzarse con ellas -y más aún a recordarlas- es tan improbable como que deje de molestar a Sam.

Por eso para él no es nada más que sexo, algo necesario para quitarse la sensación de sangre escurriendo por sus manos, algo tan común en él como tomarse un par de cervezas durante la cena. No le da vueltas al asunto porque al fin y al cabo es solo sexo, un calentón y carne dispuesta a ser devorada.

Es por eso que cuando lo hacen, Dean piensa que si bien no estará en la lista de camareras y muchachitas de bragas alegres, Sam no pasará a dar inicio a una lista de posibles esposas con quienes terminar de destruir sus huesos. En realidad no sabe como clasificarlo y está seguro que pasaran varias semanas antes de pensar que nueva categoría debe crearle.

Pero cuando termina y se desploma sobre su hermano, para él no es nada más que sexo caliente, prohibido y reconfortante, algo que lo calma cuando quiere coger la pistola y darse un tiro entre los ojos. Algo que tiene la fuerza suficiente para golpearlo y hacerlo entrar en razón a punta de insultos y patadas.

Para Sam debe ser algo parecido, porque lo necesita y para cuando siente la sangre entre sus nudillos, lo besa con calma, lamiendo cada gota que ahora son mezclas de sudor, lágrimas y sangre, tratando de olvidar que acaba de volver a pelear con su padre y que las ganas de largarse cada vez son más grandes.

Es por eso que Dean no entiende porque Sam se muestra tan distante al día siguiente, no entiende porque se molesta tanto cuando John ocupa una cama y el dinero no alcanza para pedir una habitación extra y terminan obligados a dormir juntos en la misma cama –de nuevo-, solo que esta vez ambos se dan la espalda, rígidos, prohibiéndose el más mínimo suspiro.

Para Dean no es nada más que sexo, algo que solo dura una noche -aunque el horario dependa de según se le despierten los ánimos-, algo que no tiene pies ni cabeza, así que no esperes una llamada ni una carta y mucho menos que te busque en sueños.

Pero a diferencia del resto de chicas sin nombres ni rostros recordables, con Sam vuelve a hacerlo luego de una semana de no hablarse, y luego no soportan más de tres días y se abalanzan contra el otro cuando John se marcha en busca de nuevas pistas. Y luego pierde la cuenta porque el tiempo ya no se mide en horas ni días, sino en cuanto dura Sammy antes de correrse y en cuanto tiene que esperar para poder tenerlo debajo suyo suplicándole que se apresure porque su padre podría estar cerca.

Antes de Sam, Dean podía decir que para él no era nada más que sexo.

Sin embargo, cuando comienza a pensar que a lo mejor no es solo sexo, y que tal vez es algo que va más allá de sábanas sucias y embestidas descontroladas (incluso rozando mariconadas como llamarlo hacer el amor), cuando Dean en verdad comienza pensarlo, Sam se despide desde la ventana, el bus parte rumbo a California y no le da tiempo suficiente para averiguar qué demonios es eso que quema tanto y que no puede detener.