Notas: No tenía nada para conmemorar el final de daiya, y no lo pude soportar. No tengo tiempo, así que un drabble y eso. Sólo quería dejar algo, hoy.

Ahora me devuelvo a llorarme la vida, permiso.


Huele a victoria

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El Sol, abrasando lo que por allí pilla, no quema. La tierra dentro de las zapatillas no molesta al tacto con los calcetines y la piel. La transpiración impregnada en sus manos no se siente.

Y lo único importante son esas expresiones de euforia que se hallan entre sí, que se llaman alegres, aglomerándose en el diamante.

Ya no sabe, si es que en algún punto lo supo, qué le duele y qué no; y por eso, sonríe. Es trabajoso hacerlo, porque sus músculos de la cara tardan en responder. Se estancan, como si no creyeran lo que sucede.

Zono está llorando -que lo niegue jamás dejará de ser gracioso-, Kuramochi ríe y se abalanza sobre él, brusco como él solo. Todos se abrazan en conjunto, festejan con júbilo. Otros suspiran y se desploman en el banco o en el compañero del lado.

Miyuki los contempla de lejos, y su pecho se hincha, y una especie de cosquilleo cálido, aliviado, pletórico de satisfacción, se expande.

El viento que no corre le apacigua.

Sonríe, soltando sus preocupaciones, de momento y con discreción, al aire.

Es por los senpai. Es por el entrenador. Es por el equipo. Es por sí mismo.

Han ganado.

¡Así es!