Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen son de Kurumada-Sama y de TOEI, yo sólo los tome prestados porque me gustan mucho ;)
Por motivos de objeción de conciencia desobedezco a la RAE y pongo tilde en algunas palabras, donde ya no es necesario.
Pongo empeño en la ortografía y en la puntuación. Pero la falta de práctica en habilidades narrativas a veces me juega una mala pasada. Cualquier error que encuentren…si me lo hacen saber lo corregiré tan pronto como me sea posible.
NOTAS DEL FIC:
1) Incluye YAOI.
2) En este fic los Caballeros de Bronce no son hermanos a excepción de Ikki y Shun.
3) Aioros es un adulto un año menor que Saga y Kanon.
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CAPITULO 1
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Saga se despertó angustiado sin saber en que momento se había quedado dormido. Pese a estar despierto el corazón le latía con violencia y un sudor frío y denso le envolvía el cuerpo. De nuevo se sintió asaltado por el terror, presa de un miedo enorme de hacer cualquier cosa, incluso a levantarse de donde estaba.
La voz de Aioros entrando en el Templo de Géminis lo devolvió a la realidad y poco a poco su miedo inexplicable e injustificado fue mermando.
— Saga, ¿Te encuentras bien? —El aludido negó con la cabeza—. Mi amor ¿Qué ocurre? —Aioros no podía disimular su preocupación. Por eso no se reprimió en hablarle con esa persistente dulzura que lo caracterizaba en algunas ocasiones cuando estaban a solas.
— Creo que fue una pesadilla —la voz de Saga era apenas un débil susurro. Bajó la cabeza, incapaz de controlar sus emociones. Algo impropio de él—. Fue tan real. Se repite cada vez que cierro los ojos... no sé si es un sueño o un recuerdo.
— Saga...
—...Kanon es un niño pequeño. Está llorando. Lo escucho gritar... puedo sentir su desesperación y no puedo acercarme. No puedo verlo… él si me ve. Lo sé. Él sabe que estoy ahí. No me dice ninguna palabra pero puedo sentirlo. Mi hermano me suplica que lo ayude...y yo...yo no puedo moverme, estoy tan aterrado que ni siquiera puedo hablar...
— Saga, tranquilízate — Aioros le tomó el rostro con ambas manos de forma delicada y firme para sacarlo de su ensoñación y obligarlo a prestarle atención—. Vengo del Templo del Patriarca. Atenea nos ha autorizado para salir del Santuario y buscar a Kanon. Lo encontraremos. Te prometo que haré todo lo posible para que Kanon no siga causando daño, ni siquiera a sí mismo.
Saga respondió con una débil sonrisa. No estaba muy convencido de querer la compañía de su amante para buscar a su hermano. Conocía mejor que nadie el desprecio que sentía Aioros por su gemelo y era consciente de que el sentimiento era mutuo. Sin embargo, tenía la certeza de que con él de por medio esos dos jamás se harían daño, entre otras cosas porque confiaba en el Caballero de Sagitario más que en nadie en el mundo. El arquero jamás haría nada que lo lastimara. Con esa convicción, la angustia en su corazón fue cediendo poco a poco. Quizás, no estaba todo perdido y todavía existía la esperanza de salvar a su hermano. Porque lo sabía —gracias a la divina o diabólica conexión que lo había unido a su gemelo desde mucho antes de su nacimiento—, podía sentirlo con la misma intensidad de sus pesadillas. Kanon estaba en un grave peligro.
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Todo estaba en absoluto silencio. No podía saber con exactitud en donde se encontraba. Tenía la impresión de estar acostado en una superficie muy blanda, pero su noción del espacio era prácticamente inexistente. Recordaba estar de pie frente aquel barranco, el sonido de las olas al chocar contra las filosas rocas de la playa. Volvió a sentir el vértigo que lo había invadido al asomarse y descubrir que la altura del precipicio era más alta de lo que esperaba. La piel de su rostro aún recordaba la fría brisa que agitaba sus cabellos y su corazón se retorcía presa de la desesperación que había sentido en el momento en el que cerrando los ojos, se había dejado caer al vacío esperando no volver a abrirlos jamás. Entonces lo entendió: Seguía vivo, no sabía qué demonios había ocurrido, pero él continuaba con vida. "Lo sabía… ¡Malditos Dioses! siempre interviniendo en mis planes… ".
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— ¡Cuatro semanas Shion! ¡Ya han pasado cuatro semanas y Kanon no aparece! ¿Cómo es posible que Atenea no sepa dónde está?
Dohko estaba enojado. No entendía el comportamiento de Atenea, y ya no sabía si la negligencia de la diosa era producto de su idiotez o si verdaderamente le tenía sin cuidado lo que pudiera ocurrir.
—Ya te lo dije Dohko. Mañana a primera hora Saga y Aioros partirán a buscarlo. Kanon se ha escondido muy bien, nadie ha logrado percibir ningún rastro de su presencia ni siquiera Atenea. No puedes culparla por eso.
Aunque era consciente de que la devoción de Dohko por Atenea, había desaparecido junto a Sasha y sabía que sus motivos eran legítimos. El Patriarca no podía evitar sorprenderse por la actitud de Libra y sus heréticas palabras.
—Aún te atreves a defenderla.
— ¡Basta! No pienso perder mí tiempo discutiendo contigo—dijo el Patriarca mientras callaba a su enfadado amante con un apasionado beso. Deseaba salir de su rol de Patriarca y olvidar sus preocupaciones. No pudo hacerlo. Dohko se deshizo de él empujándolo suavemente hacia atrás.
—Hay algo que me estás ocultando—dijo Shion mirando a Libra directamente a los ojos.
—Estás subestimando la situación Shion. Kanon, él juró destruir el Santuario y quizás tiene el poder de hacerlo. Además... — el Caballero de Libra se detuvo indeciso.
— ¿Además qué? — Preguntó Shion con dureza.
—Cuando regresamos del Inframundo después de derrotar a Hades ¿Recuerdas que te dije que Kanon deseaba marcharse?
—Sí, lo recuerdo. Yo mismo te pedí que lo convencieras de quedarse. Atenea insistió en que Kanon no debía abandonar el Santuario.
—Bueno, Kanon no sólo deseaba marcharse porqué los demás lo tratarán con desprecio, en realidad le traía sin cuidado. Ni siquiera se sentía culpable. Me dijo que se había equivocado al luchar a favor de Atenea y que no habíamos derrotado a Hades, me aseguró que Hades estaba entre nosotros y que él fue quien nos resucitó, no Atenea. También, afirmó que había sentido la presencia de Ares muy cerca y que estaba acompañado de otra deidad con un cosmos igual de cruel y peligroso.
—Y si Kanon te mintió—. Sugirió Shion fingiendo un desinterés que no sentía.
—No lo creo Shion. Si tú hubieras visto la expresión de su cara mientras me contaba eso. Estaba completamente aterrado. Por un momento creí que se echaría a llorar.
— ¿Por qué no me dijiste esto antes?
—No creí que fuera relevante, pero...
— ¿Hay más? —Shion estaba empezando a desconcertarse.
— Shaka y Saga también percibieron las presencias poderosas y malignas. Al parecer nadie más lo sabe. Me lo contaron por separado. No estaban muy seguros, pero no desean correr riesgos.
— ¡Por todos los dioses, Dohko! ¿Cuándo ibas a decírmelo? ¿Cuándo estuviéramos en medio de una nueva Guerra Santa?
— No te enojes — la voz de Dohko era más suave. Había perdido por completo el enojo y ahora su rostro reflejaba una curiosa mezcla de preocupación y calma—. Hablé con Shaka durante el entrenamiento en la mañana y al venir a informarte me encontré a Saga a punto de desmayarse. Cuando acudí en su ayuda me dijo lo mismo que Shaka. De inmediato vine a avisarte, y me encuentro con que Atenea no había autorizado buscar a Kanon.
El Patriarca estaba perplejo, pero más que perplejo estaba molesto ¡Él no había percibido ninguna presencia maligna en el Santuario! y no sólo eso, al parecer los Caballeros Dorados no confiaban en él lo suficiente para decirle sus temores. Ni siquiera su querido Dohko parecía confiar en él. Se sintió dolido.
— Lo siento, yo…— Dohko fue interrumpido antes de poder completar la oración.
—El asunto es grave. Debo notificarlo de inmediato a Atenea. Informa a Saga que se reporte de inmediato ante mi presencia, en la azotea del Templo Principal—dicho esto el Patriarca se dio media vuelta y desapareció.
Cuando Dohko pudo salir de su estupor su amante ya no estaba. Libra se sentía fatal. Tenía la certeza de haber metido la pata hasta el cuello y no sabía muy bien porqué —quizás se reprochaba internamente su falta de aprecio hacía la diosa o su falta de tacto al hablar con el Lemuriano—. La mirada que le había dirigido Shion antes de marcharse le llenó el alma de tristeza. Sintió deseos de ir corriendo tras él caer a sus pies y gritarle que lo amaba, que lamentaba ser un idiota. Pero no era el momento oportuno. Había que esperar a que su adorado tormento tuviera la cabeza fría, si no quería que lo hiciera regresar de una patada en el trasero a Rozan durante quien sabe cuánto tiempo. No, eso no ocurriría, esta vez sería diferente. No volvería a perder a Shion y recuperaría su confianza en Atenea. Mientras realizaba ese juramento en su mente se encontró caminando al rumbo al Templo de Géminis.
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Sentado sobre el trono del Templo Principal con su esplendida túnica patriarcal y haciendo gala de su innata magnanimidad, un preocupado Shion esperaba en silencio la llegada del Caballero de Géminis.
Su rostro reflejaba una profunda preocupación. Hace sólo unos instantes su mente había estado en comunicación con Saori Kido. La actual encarnación de Atenea se sintió sumamente angustiada al enterarse de las últimas noticias. Ella al igual que el Patriarca no había podido percibir ningún Cosmos enemigo y aunque la desaparición de Kanon la tenía muy preocupada y sabía que el ex-Marina era muy poderoso, coincidía con Shion y no lo consideraba una amenaza. Estaba al tanto de su comportamiento impulsivo y era evidente que el gemelo había hablado dejándose llevar por la ira que sentía en ese momento. Atenea tenía la certeza de que si bien Kanon, no era oficialmente uno de sus caballeros, sí era un poderoso aliado y su amor por su hermano, junto a su afán de mantener su juramento y luchar a favor de la justicia eran más fuertes que sus ganas de destruir el Santuario.
...Pero incluso con estos pensamientos Saori no conseguía calmarse. Tenía un mal presentimiento, porque ni siquiera ella: la Diosa Atenea, haciendo uso de su Cosmos había podido dar con su paradero, y no solo eso, Shun de Andrómeda, Caballero de Bronce, también había desaparecido.
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NOTAS FINALES:
Gracias por leer.
