Magi y sus personajes le pertenecen a Ohtaka Shinobu.

Este es un Universo Alterno donde Kougyoku y sus amigos son estudiantes. Otros personajes más serán maestros o sólo aparecerán sin una profesión especificada.


PASATIEMPO.

1. Artista.

Judar arqueó una ceja al ver a Kougyoku cargando con un caballete a pesar de los intentos de Ka Kobun, su tutor bueno-para-nada, de ser él quien lo hiciera, mientras éste la seguía de cerca con botes de colores y varitas. Pronto comprendió que eran pinturas y pínceles y su curiosidad ganó inmediatamente, pues se acercó a la chica con todas las intenciones de averiguar qué tenía en mente ahora, dejando su intento de tarea abandonado en la sombrilla del gigantesco patio de la mansión Ren, su hogar desde que tenía memoria.

Kougyoku suspiró luego de dejar el caballete en una zona con sombra, sonriendo complacida por su nueva adquisición. Su sonrisa se ensanchó al ver a Judar acercándose para inspeccionar los objetos, antes de dirigirse a ella con una ceja enarcada.

—Oe, vieja, ¿qué estás tramando ahora?

—No soy vieja, Judar-chan, tengo 17 años apenas —se quejó la Ren, gesto que su amigo de la infancia, aunque él lo negara, ignoró con un ademán de mano, esperando su respuesta. Kougyoku volvió a sonreír—. Voy a pintar.

—¿Tarea de la escuela?

—No, no, quiero pintar por gusto. Suena como un buen pasatiempo.

—Estás de joda.

Kougyoku Ren, además de ser la hija menor de la ricachona familia Ren, junto con su hermanastro Hakuryuu, era una humilde estudiante de excelencia académica, quien, además, poseía una sensibilidad artística que se sumaba a su lista de dotes natos —y no tan natos— que no hacían más que crearle una fama de chica perfecta cada vez más problemática. Judar no entendía cómo es que la alumna perfecta del colegio Magi tenía tanto tiempo libre en vista de sus actividades extracurriculares como su amada esgrima, natación, caligrafía, atletismo, lenguas y ahora arte también. Y lo peor, a finales de semestre.

¿Era acaso una Mary Sue?

Aunque bueno, la chica demostraba lo arduo que trabajaba día con día, pues Judar a menudo solía verla cabeceando camino al colegio, molestándola con más gusto en dichas ocasiones, o usando maquillaje para esconder sus ojeras, que sólo él y su familia sabía que tenía —porque invadía su habitación como si fuera la suya, a pesar de las cientos de veces que ella le gritaba que respetara su privacidad— e incluso maldiciendo al mundo cuando hacía tarea, con Ka Kobun motivándola y Kouha exigiéndole que le explicara o le dejara copiar su tarea.

—¡Respeta a la señorita, Judar! —Renegó Ka Kobun, dejando de mala gana las pinturas colgando del caballete.

—Ka Kobun, ¿me ayudarías trayendo la mesita de madera? —Intervino la chica, sin dejar que Judar contestara.

El hombre obedeció, no tardando en regresar con una mesita de la miad del tamaño del caballete, en donde Kougyoku dejó los botes de pintura, un vaso de plástico, pinceles de varios tamaños, un godette circular y una botella con agua.

Judar arqueó de nuevo su ceja, sorprendido de lo preparada que estaba para su pasatiempo.

—Gracias, Ka Kobun.

Kougyoku le sonrió a Ka Kobun, diciéndole con la mirada que podía irse, pues ella se haría cargo del resto. El tutor no tardó en dar media vuelta, no sin antes dedicarle una mirada a Judar de «es mi trabajo y si me despiden por no cuidar bien a la señorita haré que te echen a patadas también», desapareciendo rápidamente en el interior de la mansión.

Judar se tumbó en el pastoso suelo, cruzándose de brazos. Kougyoku procedió a vaciar un poco de agua en el vaso de plástico, luchando contra el temblor de sus manos. Estaba ansiosa de comenzar.

—¿Por qué se te ocurrió la idea de pintar? Es un desperdicio de tiempo —comentó el muchacho, observando la mirada de Kougyoku. Pocas veces podía verla tan concentrada en su labor; concentrada y entusiasmada.

Sólo la esgrima la hacía poner esa expresión, pero Judar detestaba estar cerca porque ella insistía en que la acompañase a practicar a sabiendas de lo pésimo que era en cualquier cosa que involucrara más esfuerzo físico del habitual.

—Para desestresarme del colegio. Alibaba-chan dijo que si encontraba un pasatiempo de mi gusto, algo nuevo, podría servirme de distractor.

Alibaba... ugh, Judar odiaba que Kougyoku hablara de ese unicornio. Desde su ingreso al colegio, dos años atrás, la chica no se despegaba de él. Todavía lo comprendía de Kouha y Hakuryuu, ya que eran hermanos y al ser los más pequeños de la familia solían pasar más tiempo juntos, pero no entendía su afición de estar con Alibaba Saluja y su bola de inadaptados; esa chica-bestia de nombre Morgiana y ese enano-pervertido-niño-genio llamado Aladdin. Le daba náuseas que se contagiara de su inadaptosidad porque ya era, de por sí, una inadaptada, como para aumentarlo todavía más.

—¿Ah sí? ¿y se te ocurrió pintar? —Preguntó, más en busca de una forma de molestarla que por verdadero interés.

—Bueno, al principio no sabía qué escoger —confesó la chica, llevándose una mano al labio inferior—. Intentamos yendo al cine, pero no nos decidimos por una película; Morgiana-chan quería ver una película de acción; Hakuryuu la secundó, Alibaba-chan y Aladdin querían ver una función de adultos y yo quería ver romance... al final sólo comimos en la plaza —se rió, sin notar el sutil cambio en la expresión de Judar.

El muchacho realmente detestaba que Kougyoku conviviera con esos sujetos a menos que también estuviera Kouha. Él era el único en quien podía confiar ciegamente, pues Hakuryuu estaba cegado por Morgiana y ya no le dedicaba la misma atención a Kougyoku como habían acordado. Traidor enamoradizo.

—¿Y entonces?

—Entonces, cuando volvíamos, vi una tienda de arte. Alibaba-chan dijo que podíamos ir y ver, ya que no perdíamos nada. Oh, Judar-chan, ¡fue la mejor decisión de mi vida! —Chilló la chica, llevando ambas manos a su pecho. Sus ojos brillaron emocionados—. Había tantos materiales y colores y formatos... no sabía que Aladdin sabe de arte, pero nos explicó algunas cosas que desconocíamos. Alibaba-chan me dijo que quizá pintar me ayudaría ya que sabe que me gusta el arte. No estaba tan segura, pero luego de comprar los materiales...

—Entonces haces esto por ese unicornio. Ya me lo suponía —interrumpió Judar, torciendo la mirada—. Sólo le estás dando gusto a la gente. Nada más te hace falta tomarte fotos desnuda para ese mocoso.

—¡J-Judar-chan!

—Y nunca quieres cumplirme ninguna petición a mí. Hipócrita.

—¡¿Ah?!

—En fin —masculló Judar, levantándose y sacudiendo sus ropas—. Haz lo que quieras. Seguro terminarás cagándola. No tienes madera de artista, vieja.

—¡T-tú...! ¡Pues fíjate que sí la tengo! ¡Kouha nii-sama es testigo de mis dotes artísticos, y Alibaba-chan también!

—¿Ah sí?

—Dibujé en clases y me quedó muy bien. Por eso Alibaba-chan me recomendó que intentara pintar —contestó orgullosamente la Ren, alzándose en su lugar. Judar rodó los ojos—. ¡E-es verdad!

Judar sabía que Kougyoku no mentía. En varias ocasiones había revisado sus cuadernos en busca de apuntes que pudieran servirle —y otras veces sólo para molestarla— y se había encontrado con garabatos muy buenos. Aún recordaba que tenía uno de esos bosquejos en su cuaderno luego de forzarla a dibujarle algo, de eso hacia unos años. Desde ese entonces Kougyoku no había vuelto a dibujarle nada...

—Seguro lo dijeron para no hacerte llorar.

—¡No, Kouha nii-sama me hubiera dicho que estaba mal de haberlo estado! ¡Pero le gustó mi dibujo y se quedó con él!

—¿Por qué?

—Porque es él —respondió la chica, ruborizándose.

Judar arqueó una ceja.

—¿Dibujaste a tu hermano en clases? ¿Qué diablos?

—... m-me estaba durmiendo —se excusó ella—. Y fue lo primero que vino a mi mente.

—¡Vaya! ¡No fue Sinbad ahora! —Judar fingió sorpresa. Kougyoku se sonrojó furiosamente—. ¿O acaso eso dices para...?

—¡E-esta vez no fue Sinbad-sensei!

—¿Y cuándo me dibujarás a mí? —Ronroneó el muchacho, antes de reír, cortando todo intento de la Ren de hablar—. Nah, mejor no. Me desgraciarás con tus horribles garabatos.

—No puedo desgraciar algo que ya lo está —contrarrestó ella.

Judar se calló, frunciendo el ceño. Kougyoku comenzó a juntar pintura en el godette, remojando el pincel lo suficiente para poder hacer trazos en la tela.

Pasaron minutos para que Judar volviera a hablar, no entendiendo qué intentaba dibujar Kougyoku. Sólo eran líneas de varios grosores, muchas de las cuales eran temblorosas y quebradizas.

—¿Y acaso pintarás lo que se te venga a la cabeza?

—No. Hice un temario.

—¿Temario?

La chica asintió, deteniendo su labor para mirar a Judar.

—¿Te interesa, Judar-chan? Podríamos pintar junt...

—Sólo dime qué temáticas tienes en mente y no intentes engatusarme en tus estupideces, vieja. Lo menos que quiero es mancharme con óleo.

—Es acrílico. Así se secará más pronto.

—Lo que sea —masculló el muchacho.

—Tengo mi temario en mi cuaderno. Deja... ¡J-Judar-chan ¿qué...?! ¡Ni se te ocurra...Judar-chan!

El muchacho ignoró los balbuceos de la chica, dirigiéndose a su habitación. No necesitaba su permiso porque igualmente lo haría, así que daba igual que tanto le gritara. No le haría caso.

Kougyoku se vio obligada, mientras Judar se dirigía a su habitación con los brazos cruzados detrás de su nuca, a dejar todo en la mesita de madera y correr para alcanzar a su amigo, sudando frío de sólo imaginarlo revisando sus cosas. Y no es que le gustara esconderle nada a Judar, sólo... había cosas que no debían saberse.

—¡Judar-chan, espera!

—Tú sigue con tus delirios de artista. Ya sé dónde buscar.

—¡No es eso...! —La chica no tardó en alcanzarlo, tirando de su trenza. Judar se frenó de golpe, dándole un manotazo—. ¡Aw, oye, eso duele!

—No toques mi cabello —le siseó éste—. Además, ya te dije que...

—¡Es que no puedes revisar mis cosas! ¡Judar-chan, eso es violación a mi privacidad!

—... ¿qué me estás escondiendo?

—Nada —respondió inmediatamente, sudando frío.

Judar le miró fijamente, no tardando en sonrojarla y obligarla a desviar la mirada, cubriéndose la cara.

Algo estaba escondiéndole.

—Si no me dices, vieja, lo descubriré.

—Uh... —Kougyoku tomó aire, separando los dedos de su rostro para ver a Judar—. Es que... A-Alibaba-chan y yo estábamos dibujando en mi cuaderno y... y... ¡y no veas! —Chilló, corriendo a su habitación a toda prisa, aprovechándose de que Judar era más lenta que ella.

—¡¿Ah?! ¡¿Qué dibujaron?! ¡Dime!

Judar corrió detrás de Kougyoku, subiendo las escaleras de dos en dos, aunque sabía que no la alcanzaría. Lo corroboró al entrar a la habitación de Kougyoku y ver a la chica encresparse, escondiendo un papel... bajo su blusa.

—¡A-aquí está el temario! —Dijo ella, sonriendo nerviosa.

El muchacho afiló la vista, mirando el busto de la chica con expresión severa.

—Dámelo.

—¿El qué?

—Ese papel.

—Toma —Kougyoku le acercó aún más su cuaderno, fingiendo ignorancia.

—Te lo quitaré.

—Te lo estoy dando. Mira, es un temario de siete días...

—Vieja bruja...

Kougyoku continuó hablando, a pesar de sudar frío y de que su sonrisa temblara.

—E-el primer día es una persona que aprecie mucho. El segundo día es alguien a quien respete, el tercer día es alguien inalcanzable...

—¿No sería dibujar tres veces a Sinbad? —Preguntó el muchacho, olvidando la razón de estar en la habitación de Kougyoku.

—¡N-no! ¡S-sólo debe ser una persona por día!

—Pero esos tes son Sinbad, no me engañas.

—¡Que no!

Judar le arrebató el cuaderno, leyendo el resto del temario. Luego sonrió con maldad. La Ren supo con dicho gesto que ya se había olvidado del garabato misterioso, pero el costo de su olvido... ah, iba a ser terrible.

—Esto derrocha Sinbad por todos lados. Sabía que eras su fangirl número uno, pero esto asusta.

—¡Judar-chan, te dije que...!

—Ni te tomes la molestia. No te hará caso, de todos modos.

—¡Eso...!

—Además de que dibujas horrible. Seguro le darás cáncer visual.

—¡Hey!

—Ah, en fin... dame tu tarea para copiarla.

—Judar-chan, haber recursado un semestre debería ser suficiente para que seas más dedicado y no un holgazán que copia la tarea todo el tiempo —le reprendió la chica—. Si vuelves a reprobar yo no podré ayudarte...

—¿Están aquí? Ah, sí, aquí están...

—¡Oe, escúchame cuando te hablo!

—¡Sí, ajá! ¡Suerte con tus delirios de artista! —Contestó el chico, retirándose mientras leía su tarea.

Kougyoku suspiró, fastidiada y aliviada al mismo tiempo. Mientras Judar no viera el garabato que resguardaba en su pecho, bien podía quedarse con su cuaderno y el resto de sus garabatos de Sinbad, Alibaba, Hakuryuu, Aladdin, Morgiana y sus hermanos, así como su temario y sus apuntes y tareas. Era un sacrificio que estaba dispuesta a pagar.

Aunque la burla y divulgación de los dibujos de su profesor de esgrima era más de lo que quisiera pagar realmente...

«Alibaba-chan idiota... en qué aprietos me metiste...»

Kougyoku palideció de golpe, chillando al recordar cierto detalle de su cuaderno... y no tardó en correr escaleras abajo, rogando para que Judar no hiciera lo que ya sabía que haría.

—¡JUDAR-CHAN, NI SE TE OCURRA...!

Pero ya era demasiado tarde. Sus hermanos se encontraban contemplando su cuaderno donde sus bocetos, sus dibujos y sus garabatos estaban expuestos a sus ojos, dejando que sus esfuerzos de mantenerse en el anonimato —y los esfuerzos de Kouha de cumplir su promesa— se fueran al diablo.

Hakuei sonrió con su pequeña parodia de ella misma consolando a su llorón hermano mientras Hakuryuu fruncía la boca, negándose a aceptar que la parodia no era tan falsa. Koumei contempló su retrato con sutil asombro y Kouen guardó su dibujo —mejor trabajado que el resto— sin dignarse en ser discreto. Kouha hojeaba su cuaderno, ansioso de encontrar otro dibujo suyo, o de su hermanita. Lo que no sabía era que Judar ya se había apropiado del único dibujo que la Ren había hecho de sí misma.

Judar sonrió con maldad al ver el rostro de Kougyoku incendiarse hasta competir con el color de su cabello, enmudecida la vergüenza.

—Quizá sí tengas madera de artista, vieja.

—¿Terminarás el dibujo, Kougyoku? —Preguntó Hakuei.

—Yo no soy tan llorón...

—¿Puedo quedármelo? —Habló Koumei.

Kouha continuó con su búsqueda. Kouen miró a su hermana menor con su severa fachada habitual. Aún así, la chica notó que, en el bolsillo de su pantalón, se alcanzaba a ver una hoja arrancada de su cuaderno.

—¡JUDAR-CHAN! —Chilló la Ren, no sabiendo qué más hacer.

—Tú me diste el cuaderno.

Jaque mate.

Los Ren tomaron el silencio de su hermana como una afirmación, de modo que Hakuei le sonrió con cariño, ansiando ver el dibujo terminado. Koumei detuvo a Kouha en su búsqueda y arrancó cuidadosamente la hoja con su dibujo. Kouen se marchó sin nada qué decir.

Y Judar... el muchacho se retiró campante a terminar su tarea luego de violar el cuaderno de Kougyoku y arrancarle hojas que jamás regresarían a su dueña. De hecho, cada uno de los dibujos estaban destinados a colgarse en las habitaciones de los Ren, mientas su retrato permanecería preso entre la escasa colección de objetos de valor de Judar.

Porque, mientras mantuviera preso ese dibujo, las posibilidades de molestar a la chica eran más altas que nunca. Sobre todo si decidía fotocopiarlo para la posteridad.


Bueno, este nuevo fic es algo que se me ocurrió gracias a la idea inicial de hacer siete drabbles con determinada temática (enfocados en Kougyoku y cómo ve a varios personajes), pero me animé a darle mayor formato y más trama a ver qué salía. Me animé a hacer un AU porque eso me da un poco más de libertad para trabajar los sucesos y actitudes de los personajes (esperando no cambiar totalmente sus actitudes). Espero valga la pena leerlo.