Disclaimer: Silent Hill y sus personajes no me pertenecen.


Lo peor de todo seria perderse a sí misma .Para un ser humano normal, cuya vida recorre una rutina marcada por los días y con apenas ligeros cambios que suelen ser bastante ocasionales, las experiencias fuera de lo común pueden ser peligrosas.

Emocionante, dirían unos, pero para Heather no lo era.

Era cierto que no era una chica aburrida y que constantemente buscaba emociones fuertes. Desde pequeña había sido así. Recordaba la vez en que, a la corta edad de cinco años, se había subido a lo más alto de su armario con unas alas hechas de cartón pegadas en los brazos. Si su padre no hubiera entrado en su habitación justo a tiempo, Heather hubiera acabado con al menos dos dientes rotos y una muñeca fracturada.

A pesar de los regaños y advertencias constantes, Heather siguió tratando varias hazañas similares: perseguir perros callejeros con una vara en la mano, atar su triciclo a la parte trasera de un coche….

Ahora que tenía 16 años, las aventuras habían cambiado: escapar de la escuela con un chico, beber, conducir un coche pasando el límite de velocidad,drogas ….

Pero lo que estaba pasando en este momento, en el centro comercial, no era nada parecido a cualquiera de sus travesuras pasadas.

¿Sería porque…aquello no era una travesura o una aventura? ¿Tan siquiera era real?

Más bien, parecía una pesadilla. Debía serlo. No había manera que aquellas paredes oxidadas en sangre y la perturbante soledad fuesen reales. Y los monstruos…¿ O acaso eran monstruos?

Lo fuese o no, estaba muerto. Heather lo había matado. Había disparado al menos cuatro balas. Su mente se había paralizado y su adrenalina había aumentado. No paro de disparar hasta que el monstruo cayó a sus pies, con su deforme cuerpo inmóvil.

Otro pensamiento incluso más terrible que el anterior, era que tal vez, ella había perdido la cabeza.

Locura….

Y si aquel ser no era un monstruo... ¿y si era un ser humano? Otra pobre alma que vio el fin de sus días.

En el chaleco y manos de Heather había manchas de sangre. Ella podía soportarla idea de que fuesen las marcas que había dejado la pelea contra una monstruosidad, pero si en realidad eran recuerdos de su primer homicidio, enloquecería.

¿Pero, que ya no había enloquecido?

No era momento de pensar sobre su cordura. Por más aterrorizada que estuviese, por más real que aquel infierno fuese, Heather tenía que seguir adelante.

Su pistola seria su arma, su única defensa. Sus pies serian su método de escape. Su valor el mejor soporte.

Ya estaba decidido, y con un último suspiro y el corazón latiendo como si fuese a explotarle, Heather salió de la habitación y se dirigió a la parte central del centro comercial. Dejo atrás el cadáver de la deformidad y a la victima que esta había asesinado antes de que Heather irrumpiera.

Ahora, tanto asesino como víctima, estaban en el paraiso. No podían irse al infierno por que este había ocupado a la realidad, una realidad llamada Centro Comercial.

Heather pensó que habían tenido suerte. No como ella, que tendría (aunque no lo supiese aun) que enfrentar a sus demonios personales, que se describían como seres anormales y deformes, sonidos que provenían de la oscuridad, hasta los malditos maniquís le causaban escalofríos. Sangraban, gritaban y sentían como si fuesen humanos. La observaban.

Su purgatorio había llegado y no se iría jamás….

Y pensar que, en el fondo, Heather sentía un ciego placer dentro de todo ese asunto.

Tal vez, ya se había perdido a si mismo desde incluso antes de que todo ese horror viviente iniciase….