Disclaimer:Todo (excepto la trama) es de J.K.

El fic es para una amiga mía, que comunmente no lee fics y no tiene puta idea de ni que diablos se trata, pero me han dado ganas de dedicárselo a ella. Entonces Maca, aunque nunca en tu joven vida (a pesar de mi insistencia) has leído HP, te dedico el fic igual (probablemente nunca leas esto, pero vale, se me ha antojado dedicártelo)


Los primeros años de crianza compartida fueron un poco complicados para ambos, mayormente porque cuando Andrómeda decía "no" Harry no podía evitar decir "si".

La mayor de las hermanas Black se armaba de paciencia en ese entonces, teniendo en cuenta que "el ya no tan pequeño Potter" no había sido criado con un modelo de padre decente y que sus únicas referencias eran su primo Sirius y el siempre amable –aunque un poco suave- Arthur Weasley. Aún así no podía evitar reprocharle cuándo le compraba a Teddy algo –que incluso no necesitaba- por el sólo hecho de que al pequeño le hubiese parecido "fimpo" o simplemente, haya llamado su atención.

Repetidas veces se encontraba diciéndole que no malcriara al niño, pero el salvador del mundo mágico, - padrino inexperto como era en ese entonces- respondía testarudamente que: "Andrómeda, querida, no lo estoy malcriando, solamente le estoy dando algunos gustos"

A lo que ella siempre argumentaba que no deseaba en absoluto que, la primera frase que se escapara de los labios de su nieto, fuera un: "Quiero esto".

Pasaron los años y la viuda agradecía a Dios - del que Ted le había hablado tanto- porque milagrosamente la primer frase de su pequeño no fueron aquellas dos palabras.

Finalmente aconteció que un día de primavera ahijado y padrino paseaban de la mano por el Callejón Diagon y que, al pequeño niño de cuatro años, le llamó la atención un fenix que se vendía a quinientos galleons en la tienda de mascotas mágicas. Acostumbrado a que su padrino le diese todo, incluso aunque no lo pidiera, Teddy empezó a señalar con el dedo hacia la jaula dónde reposaba el ave, la cual en esos instantes se encontraba acicalándose tranquilamente. El jaleo que se armó en esa tienda aquel día no es algo de lo que Harry (ni el dueño del local) podrá olvidarse alguna vez.

A Andrómeda –a pesar de que ya hayan pasado catorce años de aquello- aún se le aparece una sonrisa en la cara cuándo recuerda a "el salvador del mundo mágico" con la túnica y el cabello llenos de plumas, un poco de lo que aparentaba ser excremento adornando su nariz y trayendo a un sonriente Teddy de la mano.

Recuerda muy bien que cuándo el ahijado de su primo terminó de contarle la historia, ella se contenía a duras penas de no decir "te lo dije" mientras observaba cómo el muchacho se limpiaba con su varita toda la suciedad que su nieto, desde aquel entonces apodado cariñosamente "crea jaleos", había provocado.

Después de eso a Harry se le curó un poco lo de acceder a cada capricho del pequeño metamorfomago, y lo perfeccionó aún más cuándo le tocó criar a sus tres hijos.

Pero así como hay veces que la gente cae con la misma piedra, Harry no puede evitar que en ocasiones le pase lo mismo y eso Andrómeda lo sabe; por lo que - al menos para ella- no es precisamente un misterio de dónde exactamente Teddy a conseguido el dinero para comprarse aquella motocicleta muggle que está vanamente ocultada en el garaje.


Un fic medio raro, pero es lo que hay :P Iba a poner el detalle de que la moto es turquesa, pero me pareció que quedaba mal, así que lo saqué :)

Fruta podrida, partes de auto obsoletas y demás, al GO :)

Besotes :)