Cualquiera diría que con una mente privilegiada como la mía mis pensamientos se moverían siempre en cosas de suma importancia como la seguridad del mundo, difíciles ecuaciones o algo de las bastas tierras literarias de los nerds, cosas así. Pero no, en este momento mi cerebro trabaja al cien por ciento con un único objetivo, tratar de demostrar a Kensi que está completamente equivocada, aun cuando necesito juntar todas las pruebas posibles para desbaratar su estúpida teoría.

Todo comenzó este lunes pasado con una "charla de chicas", o al menos así la había calificado Kensi. Parecía normal mientras salíamos de OPS y nos íbamos a un bar por un par de tragos, algo muy común entre amigas, según ella. Yo llevaba un par de semanas sin interactuar con otro ser humano fuera del trabajo, además de Eric por supuesto, por lo que acepté gustosa.

La conversación recorrió todo los temas que se le pueden ocurrir a una mujer; desde zapatos, vestidos, chicos lindos en la televisión, algún que otro culebrón que seguíamos a medias y hasta su relación con el agente Marty Deeks. Todo muy normal, lo suficiente para que me relajara y no viera las intenciones de ella.

-Tengo una duda Nell - me dijo, con la voz un poco afectada por el alcohol.

- Dispara - le respondí feliz. Si, quizás a mí también me había afectado un poco la cerveza que bebí, pero bueno, estábamos entre amigas, compinches, compañeras...¿qué podría salir mal?. Tomé un poco mas de mi vaso.

-¿Cómo calificarías tu relación con Eric? - clara y concisa, así salió la pregunta. Mi trago, por otro lado, parecía atorado en mi garganta y me ahogué un poco. Tosí mas para retardar el momento y conseguir recomponerme que por asfixia en sí. Maldita pregunta, odiaba que me la hicieran. Nadie parecía creerme cuando la respondía.

-Amigos, somos amigo. - dije tratando de ser lo más clara y creíble posible. Fracasé estrepitosamente.

Kensi me miró seria apenas unos segundos antes de soltar una sonora carcajada demostrando que, al igual que el común de la gente, tampoco me creía. Sonrojada, me mordí el labio inferior tratando de no gritar a mi amiga para que se calmara y bajé el vaso asentándolo sobre la mesa, sintiéndome traicionada por el traslucido líquido que me había hecho distraer y no notar lo que se venía.

-Basta Kensi, ¿qué es lo que te resulta tan gracioso? - espeté algo molesta. Mi mirada ardía tanto de vergüenza como de ira. - Deja de reírte como desquiciada y compórtate que la gente ya voltea a mirarnos-

La morena solo me miró unos segundos antes de estallar en otra ruidosa carcajada. Era como un estruendo recurrente que rebotaba en cada rincón y volvía a mis oídos haciendo que mis mejillas brillaran aun mas.

- Kensi- grité un poco alterada tratando de que se calmara. La vi tratar de calmarse varias veces sin lograrlo hasta que por fin volvió a respirar con regularidad. Me miró aun sonriente casi con superioridad, como si su mente hubiese notado algo que la mía no. Mi frustración empezaba a ser más notoria.

- Realmente te has convencido de eso ¿verdad? - me preguntó con esa sonrisa aun en la cara pero con cierta mueca de lástima, hablándome como una niña pequeña a la que los misterios de la vida se le escapan. Mi seño se frunció mas.

- ¿A qué te refieres? - indagué y me arrepentí de inmediato. Debería tener esa respuesta, debería poder ver más allá de la simple acusación pero en este terreno mi "prodigioso" cerebro parecía de vacaciones. Muy bien Nell Jones, muy bien.

- A que tú te has cegado completamente a conciencia, que te impides ver lo que es tan obvio para el resto de los mortales... salvo Eric, él es demasiado inocente. Pero nosotros si lo vemos Nell.- me dijo aun sonriendo. Odio esa sonrisa.

- No sé de qué me hablas Kensi - le espeto ya sin paciencia. Intento hacerme la enojada aun mas a ver si deja el tema ya que me asusta lo que me dice. Todos lo notan... salvo Eric, al menos eso cree y me aterra que se equivoque.

- Nell, niégatelo lo que quieras pero hay dos cosas demasiado obvias - y su sonrisa se vuelve a transformas. Casi puedo ver al gato de Cheshire frente a mi burlista y soberbio.

- Estoy segura de que te equivocas, de que puedo probar que lo haces.- le digo aun sin saber cuáles serán las frases exactas que elaborará. Pero soy Nell Jones, la más inteligente en OPS según mi coeficiente intelectual, ella no puede ganarme en esta.

- Demuéstramelo, pruébame que me equivoco - me desafía mientras se levanta aun (si, aun) sonriendo. Paga por sus bebida y camina hacia la salida. Tomo mis cosas rápidamente, pago y la sigo. Me molesta que ella espera que haga eso y sabe que lo haré, me frustra ser tan predecible.

La miro fijo en la vereda al lado de la puerta que acabamos de atravesar. Sus ojos brillan con el desafío y hasta parecen bailar regodeándose en la victoria, como si mis chances de ganar esto fueran nulas.

- Tu y Eric no son amigos - dice lenta y claramente. - Ustedes hacen demasiadas cosas que los amigos no hacen. Te doy una semana para que puedas refutarme ese argumento. Si lo consigues, ni yo ni Marty volveremos a mencionar el tema jamás.- su lógica me deja helada, tratando de buscar cuáles son esas cosas que según ella mi compañero y yo hacemos. Me tienta el premio, especialmente la parte de Deeks, que suele ser el que más molesta con el tema. - Pero..- odio los peros - ... si no lo consigues deberás admitir frente a mí que yo tenía razón y que son algo más que amigos. ¿Trato hecho? -su mano extendida solo me inquita, casi como si estuviera por pactar con el diablo. La tomo.

- Hecho - digo tratando de sonar segura, pero no lo consigo del todo. Kensi para un taxi de un silbido y se acerca a la puerta. La miro abrir y entrar. Me muerdo el labio porque sé que no debo preguntar, sé que es malo, que debo callarme por mi propio bien. Pero saberlo algunas veces no alcanza.

- ¿Cuál era la otra obviedad? - pregunto antes de que arranque el taxista. Ella sonríe aun mas y yo deseo que al menos le duelan mucho las mejillas en venganza.

- Que tu, mi pequeña genio, estás irremediablemente enamorada de Eric Beal - es lo último que dice antes de alejarse en ese taxi mientras los colores suben a mi rostro con más fuerza que en toda la noche. Necesito concentrarme en refutar la primera obviedad, porque realmente no creo poder con la segunda.