Disclaimer: Ninguno de los personajes ni lugares mencionados me pertenece. Todos son propiedad de George R. R. Martin.

Nota: Este fic participa en el Reto 11 del foro "Alas Negras, Palabras Negras": Azar.


Estaba oscuro. Sólo el titilar de una antorcha alumbraba la pequeña sala. Olía a polvo y a humedad, y le daba dolor de cabeza. Pero, ¿qué importa una molestia más? Al fin y al cabo, todo su cuerpo estaba dolorido. Tenía los brazos entumecidos de estar en alto tanto tiempo; no había comido ni bebido en días y tenía fiebre.

La puerta se abrió con un crujido, y se temió lo peor. Efectivamente, allí estaba él. Aquellos labios gordos como gusanos se curvaban en una sonrisa retorcida, y los ojos desorbitados, que centelleaban de locura, la miraban como un cazador a su presa.

-Bueno, putita dragón –le oyó decir- Los Lannister pronto vendrán por ti. Por desgracia, te quieren de una pieza… pero eso no significa que no nos podamos divertir un poco.

Aun con la vista nublada, vio cómo se acercaba a ella con esa expresión delirante, al tiempo que se desabrochaba los calzones. Por primera vez en mucho tiempo, Daenerys Targaryen se sintió como la niña asustada que había sido años atrás. Sus dragones habían logrado huir, y ya estarían a kilómetros. Muchos de sus hombres habían muerto o los habían capturado también. Nadie podía salvarla, y ella estaba demasiado débil como para defenderse. Tampoco podría resistirse estando atada. Las manos rudas de aquel psicópata le levantaron la falda. Se estremeció al notar cómo aquellos dedos callosos tanteaban sus partes íntimas, y cómo su aliento le azotaba el cuello. Quería gritar, escapar, pero sus escasas fuerzas no se lo permitían. Entonces, todo se volvió negro…

Un estruendo la despertó de lo que parecía una terrible pesadilla. Abrió los ojos, pero todo lo que veía estaba borroso. Sólo la devolvía a la realidad era un olor repugnante, el más intenso que jamás había percibido. Poco a poco, fue recuperando la visión. Su captor estaba tendido en el suelo con una enorme herida en la nuca, probablemente provocada por la enorme roca que descansaba a su lado. Torpemente, notó que las cuerdas abrasadoras que le sujetaban las muñecas y las piernas se desataban. Entonces vio a quien la acababa de salvar. Hubiera jurado que era un cadáver. Le faltaban dedos en las manos y dientes, estaba escuálido y su pelo eran unos pocos hilillos blancos.

-Vamos, no hay tiempo que perder. Los otros no tardarán en llegar.

El desconocido la arrastró hacia la única ventana y saltó, empujándola consigo. El frío de la noche les dio la bienvenida. Dany pensó que se iba a desmayar. Él le sujetó la cara para obligarla a escuchar.

-Tienes que correr. No puedo ir contigo. Corre tanto como puedas y escóndete, ¿me has entendido?

Daenerys asintió, aún perpleja, pero hizo lo que le dijo. Theon la observó alejarse entre los árboles. Al menos ella no pasaría por lo mismo que Jeyne…