Cazador de Brujas

Prólogo: "En la quietud del Bosque"

El bosque a las afueras de la pequeña villa de Konoha se encontraba sumido en un momento de paz y quietud, la noche había caído y la luna llena se alzaba con lentitud en el cielo estrellado, su luz iluminaba con destellos azules el claroscuro del bosque, los animales nocturnos empezaban a salir de sus madrigueras para el eterno ritual de la supervivencia…

Un pequeño Zorro permanecía en total atención ante un ratón de campo que no había notado su presencia, era un salto fácil, la primera caza de la noche sería productiva.

Pero entonces hubo un cambio en el aire, un extraño aroma hizo que ambos, cazador y presa dejaran todo y prestaran atención al ambiente. Un silencio anormal se hizo en el bosque y después, con un estallido de luz, una explosión retumbó, haciendo que los árboles en kilómetros a la redonda se sacudieran ante el impacto, cualquier criatura viviente cerca del lugar huyó despavorida. El pequeño Zorro estaba tirado en el suelo, la fuerza de la explosión lo había derribado, se levantó con dificultad y sacudió su pelaje para espabilarse, el lugar donde estaba su presa ahora lo ocupaba un tronco en llamas, gimoteó ante la pérdida de su comida pero al final se dio la vuelta y huyó. Siempre habría más ratones que cazar.

En el centro de aquella explosión se veían los restos de una cabaña arder con furia, las llamas se alzaban amenazando los cielos, esparciendo pequeños copos de carbón ardiendo. Hubo un pequeño destello y de la nada apareció una pareja, a pocos metros de la cabaña en llamas. Un hombre rubio, vestido con una especie de armadura de cuero y gabardina sujetaba entre sus brazos a una mujer joven, con sus ropas de aldeana parcialmente quemadas y resguardando algo contra su pecho.

—Descansa. —Dijo el hombre ayudando a poner a la mujer en el suelo— Necesitaras toda tu fuerza para protegerlo, la distraeré lo suficiente para que tú puedas…

—No, es muy tarde, Minato. —Dijo la mujer con voz débil— Tú lo sabes bien, ya no tengo fuerzas…

—Debes de tener fuerzas. —La voz del hombre se quebró ante la emoción— Cuando yo no este… Él va a necesitarte, saca fuerzas, Tú puedes hacerlo Kushina.

Por toda respuesta descubrió el bulto que protegía tan celosamente, era un bebé, muy pequeño, aun cubierto con restos de la placenta, parecía muy tranquilo, ella lo descubrió aún más y el hombre vio que en el estómago del infante estaba pintado un dibujo hecho con cenizas, era un circulo con inscripciones, un sello. Minato, el hombre, sintió que el pecho se le oprimía por la angustia.

—Es lo único que podemos hacer, Minato. —-La voz de ella era cada vez más débil— Si queremos que nuestro hijo viva, esta es la única opción.

Minato bajo la cabeza y puso su frente contra la de la mujer, una de sus callosas manos bajo hasta ponerla sobre la cabeza del bebé que gimió un poco ante el contacto poco familiar.

—Maldito sea ese monstruo. —Dijo en voz muy baja— Malditos todos aquellos que lo sigan.

—Que sean los dioses quien juzguen, Minato. —La mujer dirigió la mano de su hombre hasta el estómago del bebé— Que sean ellos los que den el don de que nuestro hijo encuentre la justicia que nosotros no pudimos encontrar.

La mano de ella empezó a brillar, luego la de él, bajo aquella luz el dibujo en el estómago del niño pareció girar y después muy lentamente desaparecer, finalmente el bebé empezó a llorar. Minato besó la frente de su esposa y después la de su hijo. Con delicadeza lo tomó entre sus brazos y lo llevó hasta un árbol hueco que las llamas no habían tocado, ahí lo dejó con mucho cuidado y le susurro unas palabras, antes de darle la espalda y regresar a donde su mujer se levantaba con dificultad.

Antes de llegar a ella se agacho y levantó una cruz hecha de hierro que yacía en el suelo, la apretó con fuerza, haciendo que sus guantes de cuero crujieran. Kushina ya estaba totalmente levanta y miraba desafiante a un punto en la cabaña que aun ardía. Cuando llegó Minato le dedico una sonrisa antes de volver su atención a aquel lugar.

De entre las llamas se dibujó una silueta, algo con una forma femenina parecía salir del fuego y caminar a ellos, una risa de mujer, una risa cruel se escuchó haciendo eco en el bosque y aquella figura en las llamas se movió, mostrando lo que parecían ser nueve colas de zorro bailando a su espalda.

— ¡No triunfaras! —Gritó Minato apuntando a la figura en las llamas— Mientras haya una sola pequeña luz de esperanza en nuestros corazones tu nunca triunfaras…

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El pequeño zorro parecía haber perdido el miedo inicial y ahora deambulaba entre ramas carbonizadas y raíces levantadas, había encontrado una gran variedad de insectos que a falta de algo mejor le servían de comida. Entonces escuchó los ruidos de una batalla y el inconfundible aroma de los humanos. Bajo las orejas y comenzó a escabullirse de regreso a la espesura del bosque cuando hubo un grito inhumano que le heló la sangre, seguido de una extraña luz blanca iluminó aquel lugar como el amanecer y después el silencio.

Levantó la cabeza y olisqueo el aire, el aroma de humano había desaparecido, así como la extraña presencia en el bosque. Pero quedaba algo, un aroma inofensivo y familiar. Dominado por la curiosidad el animalito llegó hasta el claro del bosque donde los restos de una cabaña humeaban silenciosamente. Más adelante, en el hueco de un viejo árbol pudo escuchar el llanto de algo, parecía una cría llamando a su familia.

Otro zorro apareció en ese momento, ambos animales se miraron con desconfianza pero el llanto del bebé les distrajo, un tercer zorro, más viejo llegó desde el otro extremo del bosque, sin duda llamado por aquel inusual llanto.

Un cuartó zorro, una hembra, ya había llegado al hueco en el árbol y olisqueaba con curiosidad, pronto los otros se le reunieron y vieron el interior, indecisos sin saber qué hacer. Más zorros llegaron al lugar y formaron un grupo que permanecía sentado en derredor de aquel árbol hueco.

Y ahí permanecieron hasta el amanecer, hasta que un viejo caminante pasó por el lugar y los descubrió. Y descubrió al pequeño niño abandonado y una leyenda se empezó a formar…

Fin del prólogo.

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Notas de autor: Esto es algo que tenía atorado en mi sistema y tenía que sacarlo de alguna manera, no pienso, claro, ponerme en el plan de sacar historias a diestra y siniestra ni meterme en tramas demasiado profundas, aunque siento que esta adaptación podría llevarme a terrenos insospechados...

No se pierdan el siguiente capítulo: "El primer paso del camino"