Chat Noir desde la primera vez que conoció a Ladybug ya había puesto sus ojos en ella, poniéndose a observar cada una de sus expresiones y movimientos, ocasionando que no pudiera apartar su mirada y moviera su cola con impaciencia al esperar que lo notara y por fin hicieran contacto visual.

Paso tiempo desde la primera vez que se conocieron y su relación cada vez se hacía más estrecha. Sin embargo nunca pasaba más allá de la amistad, por eso en un momento el felino decidió que...

Su linda, colorida y llamativa Ladybug era su presa y él quería atraparla.

Se lo propuso y lo intento arduamente, pero lamentablemente a pesar de sus muchos intentos no lo conseguía. Además de que él tenía esa característica de los felinos, la cual le gustaba jugar con su presa y obviamente a la susodicha no le gustaba eso y menos su acercamiento que invadia su espacio personal, provocando que se alejara y huyera. No obstante el gatito ya la había elegido y él sabía que era cuestión de tiempo que sus garras, la aprisionaran y fuera suya y de nadie más.

Como anteriores días, otra vez lo había conseguido...

— Te atrape —Repuso con una sonrisa de oreja a oreja, abrazándola por detrás y rodeando sus brazos en su cuello.

— Suéltame Chat, ya deja de jugar —Replico molesta y sonrojada por la cercanía que mantenía el minino.

— Pero, te atrape —Dijo entristecido — Ahora eres mía — Añadió apoyando su barbilla en la cabeza de su Lady, mientras la aludida se ruborizaba en un tono más fuerte de rojo, aún no pudiendo creer lo osado que era el gatito últimamente.

—Chat, debo volver a mi casa, suéltame —Le pidió. Luego de unos segundos el gatito de a poco empezaba a soltar el agarre, pero aún sin intenciones de liberarla completamente, lo cual ella aprovecho para posar sus ojos en los de Chat buscando comprensión.

— Está bien, Mi Lady —Repuso de forma resignada ya liberándola completamente, y sentándose en cuclillas, veía partir a su mariquita en dirección a su hogar.

El motivo por el cual la dejaba ir es que al momento de liberarla sabía bien que iba a regresar y el gatito la esperaría pacientemente, preparándose de nuevo para jugar otra vez con ella y atraparla como lo que era, nada más y nada menos que su amada presa.