He vuelto con un nuevo fic de mi pareja favorita, ItaDei. Las advertencias son lemon, lenguaje vulgar y muerte de un personaje. Me gustaría que dejaran sus opiniones, críticas y sugerencias sobre este fic, gracias.

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.


Caminó por los pasillos de la universidad con los ojos brillantes, como cada vez que lo veía. Eran como el desierto y el polo, uno era cálido, el otro era frío. Uno era rubio de brillantes ojos color cielo, el otro tenía el cabello negro como la noche y los ojos del gris más oscuro que pueda existir. Uno de ellos era escandaloso y conversador, el otro callado y tranquilo. Ciertamente, no se parecían en nada. Durante mucho tiempo había intentado llamar la atención del moreno inútilmente, y se había sentido despreciado. Pero todo rastro de odio hacia el chico de ojos profundos desapareció el día que él le confesó su amor, el día en que le dijo que lo amaba, y que la razón por la que se había alejado de él era protección.

Deidara no había entendido a qué se refería con protección, pero como respuesta sólo obtuvo un "Ya no pude contenerme" y no se preocupó más. No, ahora lo único que importaba era que Itachi lo amaba, y mejor aún, siempre lo había hecho. Aunque hubiera declarado su odio hacia el mayor, debía admitir que simplemente se sentía ignorado, sin valor, inútil... así lo hacía sentir que Itachi no lo apreciara. La razón era simple, el moreno le fascinaba totalmente.

Ya tenían una semana de relación, Itachi simplemente lo acariciaba durante horas, deleitándose con la visión de su rostro angelical, grabando todas esas imágenes a fuego en su memoria. Sabía que le quedaba poco tiempo, que pronto moriría, y que esa era la razón por la que quería que Deidara lo odiara, no podría verlo sufrir cuando su hora llegara. Pero cambió de opinión y confesó sus sentimientos cuando se dio cuenta que no lograba odio, simplemente hacía que Deidara sufriera... al final era lo mismo, el rubio sufriría de todas formas.

Decidió complacer los deseos de ambos, dejar que la luz brillante llamada Deidara iluminara su oscuro mundo, darse una oportunidad a sí mismo de ser feliz, y dejar que Deidara fuera feliz... aunque fuera por un corto período de tiempo, decidió darle ese beneficio. No le diría sobre su enfermedad, eso sólo mancharía de preocupación y dolor los bellos momentos que estaban viviendo. Quería disfrutar lo que le quedaba de vida.

"No habrá próxima vez"

Esas palabras taladraban su mente, cuando allí lo vio a lo lejos, acercándose a él con los ojos límpidos y brillantes, sonriente y feliz.

—Deidara... —susurró con algo de nostalgia mientras el rubio se le acercaba.

Vio como lo miraba atentamente, pero antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, simplemente se abalanzó sobre él y lo besó. No le importaba el sonrojo de Deidara, ni que todos los estudiantes los estuvieran mirando, sólo importaba la pasión de ese beso. Lo amaba, lo amaba apasionadamente, le encantaba cada parte de él, su actitud inmadura, infantil, impulsiva, su forma de enojarse, su forma de sonreír, incluso su forma de caminar... todo. Se había enamorado de él desde que se dio cuenta de que era la luz que iluminaba su irregular y mortífero camino, un verdadero ángel brillante que Dios había enviado para salvarlo de la oscuridad en la que su ser se sumía poco a poco.

Desató toda esa tensión acumulada en ese beso lleno de adoración, no podía evitarlo, le entraban unas tremendas ganas de besarlo cada vez que lo veía con su llamativa personalidad, y su autocontrol no era suficiente. Esos sentimientos que tenía hacia Deidara eran demasiado fuertes, incontenibles y apasionados. Necesitaba de él, y aunque sólo fuera un niño inmaduro, lo amaba. Lo amaba, lo deseaba, lo anhelaba.

En el momento en que se separó de él para respirar lo abrazó con todas sus fuerzas. A pesar de que intentara no pensar en ello, no quería perderlo. Aún no habían vivido juntos lo suficiente. Deidara se encontraba sorprendido, a pesar de que Itachi hubiera confesado su amor por él, había seguido siendo bastante distante, más bien cariñoso. Pero ahora lo abrazaba y besaba como si fuera la última vez. ¿Qué estaba pasando?

—I... Itachi... déjame respirar —su voz sonó ahogada por el esfuerzo.

El moreno de la coleta se dio cuenta de lo que estaba haciendo y deshizo el abrazo para volver a su actitud normal. Era cierto, quería disfrutar a Deidara el poco tiempo que le quedaba, pero tampoco quería llenarlo de falsas esperanzas e ilusiones.

Entró al salón de clases seguido por el rubio, mientras revisaba que el papel en el bolsillo de su mochila siguiera intacto, sintiendo cómo Deidara era la vela que le otorgaba luz y calor a su destruida alma, el chico que aún lo mantenía en pie, el que evitaba que se deprimiera y se dejara hundir por el dolor.