Extra ecclesiam nulla salus
Soñé que mi piel se desprendía de mis huesos, los que repentinamente estaban helados.No valía de nada invocar a la Inocencia. Se había ido. Sólo quedaban mis piernas desnudas de ropa y de carne.
Habíamos perdido como en un juego de azar. Allen estaba muerto. Las cartas ensangrentadas aún volaban a su alrededor.
Y yo ni siquiera había apostado, acostumbrada como estoy a ganar gracias a la desgracia ajena.
Mi lugar debajo del sol se estremecía y la noche quedaba abierta sobre mi cabeza.
El suelo temblaba y yo me desarmaba en quejidos.
Entonces caía en una puerta oscura y volvía a ser yo, hecha llanto y sangre caliente y pelo enredado contra mis pestañas.
Un lobo me abrazaba. El lobo era ella y al levantar la vista, veía las almas de mis amigos subiendo al cielo, cubiertas en luces azules y blancas. Quise alargar la mano y llamarles, pero ella me mordió y luego me besó y luego me desmayé en su amor, que era amargo, rojo, deforme, agudo y hermoso como una manzana silvestre. El fruto del árbol prohibido, en un bosque oscuro que crecía en mi mente y corroía mi cuerpo debajo del suyo.
