¡Hola! Como siempre, se me dio esta locura. Esto es parte de un reto y estaba emocionada por que me encanta el personaje de Irene Adler. De hecho mi fondo de pantalla son ella y Sherlock. Y pues eso fue complicado, por que esta historia fue escrita con la intención de ser Johnlock, no Irenelock. Afortunadamente, el día anterior al sorteo había terminado de leer "Escándalo en Bohemia". Así que las ideas estaban relativamente frescas. Y si no, me di a la tarea de ver "Escándalo en Belgavria" para buscar inspiración. No se si funciono, pero al menos Sherlock se quedo con quien debía.(Culpable de ser fan de Irene, culpable de ser fan del Johnlock).

Quizás fue mi entusiasmo lo que me hizo escribir algo de 3 capítulos y un prólogo en lugar de un one-shot sencillo. La idea comenzó como one-shot, pero era demasiado, así que... "simplemente sucedió"

Este fic, espero que tenga éxito, en contar como se sintió Irene al enterarse la muerte de Sherlock. Esta ubicado después del épico "The Reichenbach Fall" en la linea argumental principal.

Así que sin más que comentar, dejo los anuncios de siempre:

Disclaimer: Los personajes aquí me presentados no me pertenecen. Le pertenecen a Conan Doyle y en la versión de la BBC a Steven Moffat y Mark Gatiss. Si los personajes me pertenecieran, quizás podría saber cuál es la "taza de té" de Sherlock y quien admitió a John en la milicia con su estatura.

Recuerden comentar cualquier cosa en las cajitas de abajo, todo review es agradecido y casi siempre replicado. De una u otra manera.

¡Felices lecturas!

Este fanfic participa en el Rally "The game is on!" del foro I am sherlocked, para el equipo "Nicotine Psychopath". Reto 1: Puntos de vista.


"El juego del engaño."

Prólogo(La noticia)

Llevaba varios meses escondiéndome con mi nueva identidad. Y no podía dejar de recordar como se habían dado los acontecimientos. No podía quitarme de la cabeza a Sherlock Holmes. Mi ahora esposo ayudaba a mantenerme "ocupada" pero aun así, en mi mente siempre había algo que me recordaba a esos bonitos pómulos. Irene Norton tenía una vida tranquila. Pero Irene Adler extrañaba muchas cosas.

Dicen que podemos recordar con claridad los eventos que cambian nuestras vidas. Y, el haberme topado con el mejor detective y el más extraordinario hombre que alguien pudiera conocer, a mi me había cambiado por completo.

Y, mientras reflexionaba de lo afortunada que había sido la vida conmigo al darme tanto, tome el periódico que se encontraba en la mesa y comencé a leerlo. Y en las noticias internacionales mis ojos repararon en algo que hizo que me quedara helada: Sherlock Holmes había muerto.

Palidecí y fui a encerrarme a mi habitación, en un vano intento para que nadie notara el cúmulo de emociones que me embargaban. ¿Cómo era eso posible? El escrito estaba plagado de varias referencias vanas a su carrera. Yo sabía que la verdad no estaba en un periódico, si no en las palabras de su más fiel seguidor y mano derecha(y quien sabe que tantas otras cosas); por eso, corrí a encender la computadora para buscar el blog de John, y lo vi ahí reflejado, como si se tratase de mi propio corazón: el dolor que yo sentía en mi pecho se percibía en cada una de palabras del doctor. Muerto. Sherlock estaba muerto.

Me dedique a leer todas las declaraciones. Aparentemente había saltado de un edificio, ¿Suicidio? Si, tal vez no eras valiente para algunas cosas, pero ¿Tan cobarde? Lo dudaba. Las personas que se suicidan no suelen ser las que salvan de morir a otras. Supe que de seguro Moriarty tenía que ver algo, y me sentí culpable por vender mi información al mejor postor pero, ¿Qué otra cosa se podía hacer? De alguna manera sentía que era mi culpa la muerte de Sherlock.

— Cariño, ¿vas a bajar a cenar?— Oí a mi querido Godfrey llamándome desde el otro lado de la puerta. Seque las lagrimas que inconscientemente había acumulado y decidí contestarle.

— Si, solo dame un momento— Y cargando con una especie de pena, fui al encuentro con mi marido.

La cena me supo a cenizas, mi amor, mi compañero de vida me dio todo el cariño que pudo cuando vio mi estado y entendió mis razones. A este hombre no lo había escogido por que no supiera nada de mi, lo escogí por que a pesar de todo lo que sabía jamás me había juzgado. Si, puede que sea muy lista, pero al final también tengo un corazón que late por debajo, uno que se siente un poco perforado al saber que la humanidad había perdido a un ser maravilloso. Un ser tan maravillo que quizás no se diera los créditos merecidos por varias cosas. Entre ellas, ser alguien admirablemente justo.

Cuando en la noche, mi cabeza cayó sobre la almohada, empecé a preguntarme ¿Y si no era verdad? Digo, este hombre era un experto en ocultar personas ¿Y si seguía vivo? ¿Y si tenía una ridícula razón para ocultarse? Me reí un poco con la idea, pero sabía que eso era lo que más anhelaba. Que estuviera vivo, que me visitara y que supiera que él estaba bien.

Durante horas no hice otra cosa que buscar respuestas, a esa duda que me rondaba en la cabeza. ¿Puede alguien sobrevivir de saltar a un edificio aun cuando entre los testigos principales de su muerte se encontrara un médico que lo conocía a la perfección?. Me convertí en una activa seguidora de las teorías en las páginas web. Cada una más estrambótica que la anterior. Lo que ignoraba es que pronto iba a saber lo que los demás deseaban saber.

Pero bueno, eso es algo que siempre fue mi talento. Saber cosas que los demás ignoran. Y todos y cada uno de los encuentros con Sherlock, siempre me ponían en esa posición. La de enterarme la verdad que él ocultaba, hasta de sus más cercanos. Y nuestro primer encuentro, lo probaba. Por que aun recuerdo los eventos como si hubieran pasado el día de ayer, por que, sin él, sin el grandioso Sherlock Holmes yo no podría contar ninguna historia.