Disclaimer: Fairy Tail le pertenece al imbécil de Mashima. "Este drabble participa de la CI Pairing Cup del foro Cannon Island. Segunda ronda."

Personajes/Parejas: Orga & Rufus.

Extensión: 544 palabras.

Resumen: No lograba entenderlo, y quería hacerlo.

Notas: No me gusta mezclar AU's con universo original, así que separo colecciones y sigo remando.

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little by little.

I.


Orga era realmente dulce a veces, como cuando le hacía cariño a un animal callejero o aceptaba jugar con los niños del barrio, también cuando realizaba recados o pedidos sin dar mayores problemas. Tenía esa extraña buena voluntad que no le entendía, huraño como era. Llamaba su atención, quizás por lo mismo. No... terminaba de entender cómo podía ser así, o por qué.

Sintió el frío roce de la tela contra su espalda y se estremeció, la piel sensible.

—¿Estás bien?

Negó, las heridas le dolían horrores. Abrazó sus rodillas, de paso incómodo con la situación. Por más que lo pensara y lo volviera a pensar, no entendía por qué lo ayudaba siendo que no obtenía nada con ello. Ni siquiera se llevaban bien, para empezar. Es más, hasta entonces bien podría haber creído que le odiaba.

Sintió una mano posarse en su hombro, con más suavidad de la que habría esperado.

—Trato ser... suave —comentó Orga.

Rufus no dijo nada, seguro de que esa pausa se debía a que no hallaba una palabra para explicarse. No era bueno hablando, después de todo, juraba que eran más los términos que desconocía de los que conocía. Le causaba gracia, o solía causarle gracia, pensando en lo inculto que era.

Ahora solo podía pensar en que no lo entendía.

No sabía por qué era amable con él, o mostraba preocupación por su estado. No obtenía beneficios o le debía favores, siquiera tenía algún tipo de obligación con él. Entonces qué, ¿lo hacía porque sí?

—¿Qué ocurre?

La pregunta lo tomó desprevenido, tanto que casi volteó a verlo, pero prefería contemplar el espacio entre sus pies.

—Nada, sencillamente me arde la espalda.

—Pareces desanimado.

—Porque me arde la espalda.

El movimiento del trapo húmedo, con el que supone limpiaba sus heridas, se detuvo.

—Estás como triste.

Sonrió, casi burlesco. Pero no dijo nada, porque no sabía qué decir o hacer, nunca antes había estado en una situación así.

—¿Quieres hablar?

—¿De qué? —inquirió.

—Lo que sea, lo que prefieras —Orga continuó limpiándole las heridas—, quizás te distrae.

Consideró la propuesta, no porque en verdad tuviese ganas de charlar, pero estar callado le mermaba el ánimo. Además, entendía tan poco en esos momentos que sentía necesitarlo.

—¿Te agrado?

—¿Qué?

Juraría que intentó ocultar el tono sorprendido.

—Creo tener la certeza de que no te agrado —comentó, casi casual—, y no albergo recuerdo de que me debas algo.

—¿Vas al punto?

—¿A qué viene el favor? —cuestionó, porque no podía dejar de pensar en ello.

No había razón alguna por la que tendría que ayudarlo.

—A nada.

—¿Qué?

Él sí que no pudo ocultar el tono sorprendido.

—A nada, solo lo hago, ¿por qué no lo haría? —dijo Orga, como si fuera evidente—. No es ni un favor, no tienes que devolvérmelo.

Finalmente se dignó a voltear a verlo, sosteniendo su cabello en el proceso para que no resbalara por su espalda y entorpeciera la curación.

—¿Qué?

—Tienes la espalda hecha pedazos, ¿qué tipo de infeliz parezco? No te iba a dejar así.

Se observaron un momento, con su confusión creciendo a cada segundo. Juraría que cualquier persona hubiera hecho exactamente eso, lo creía en verdad, como para que Orga insinuara lo contrario.

No lograba entenderlo, y quería hacerlo.


Nos leemos.