Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.
Advertencias: Conforme se creen las viñetas. Actualmente, ninguna.
Eros & Ágape.
By KellenHakuen
1. Mandil.
Dio una mirada de soslayo y sintió la pesada saliva irle quemando parte de la garganta. A pesar de que él estaba en la mesa y alejado del fuego de la estufa, podía sentir el calor muy cerca de él. Los dedos se entrelazaron entre ellos intentando distraerlo, pero no podía.
Ni siquiera el ruido del aceite y la espátula que se fregaba contra el metal lograba despabilarlo.
¿Qué era lo que le pasaba a Katsuki Yuuri? Fácil, un delantal y su legítimo dueño que ahora se peleaba con el sarten. Desde la mañana Yurio había insistido en hacer el desayuno, el japonés cedió ante aquello al parecerle una buena idea, pero demonios, mejor se hubiera negado desde un principio
Malditas centellas, nadie le comentó que estaría como quince minutos embelesado y observando el cuerpo de su novio. Qué débil era.
Esa prenda le hizo ponerse de rodillas. Le quedaba de maravilla a Yurio, marcaba su cuerpo y resaltaba sus facciones. Pero ese efímero deleito fue cortado de pronto por el mismo causante de éste, qué se volteó, aún con la espátula con la que lo acusó.
—¿Qué tanto miras? —la voz dura del rusa no tardó en pronunciarse.
El morocho sintió que el diablo se lo llevó por su tentación. Yuuri quedó en silencio, sin querer admitirle que llevaba observándole desde hace rato. El rubio gruñó.
—Más te vale que me digas qué es lo que sucede.
—El mandil te queda muy bien.
Lo siguiente que supo Yuuri fue un mandil proyectado a su cara, al menos agradecía que fuera eso y no algún objeto contundente como la vez pasada.
2. Bate.
—¿Yurio que estás haciendo? —Katsuki asomó su cabeza, emergiendo de forma fortuita en la orilla de la entrada de la habitación.
—No te interesa —respondió éste, estirando la mano y alzándose unos cuantos centímetros gracias a las puntas de sus pies. Trataba de alcanzar la última caja, abriéndose pasó entre los obstáculos del estante más alto.
Aún no lo alcanza, miró de soslayo quién ahora era su pareja. Éste se cruzó de brazos, y lo observó en silencio todo este tiempo.
—Quizá pueda ayudarte —insistió de forma amable. Yurio le miró de mala gana.
—No soy tan débil como tú.
—Está bien, está bien. Tú puedes.
Katsuki ya no insistió a ver esa discusión como algo perdida. Después de tanto tiempo, aprendió a cómo lidiar, comprender y llevar el carácter salvaje del ruso. Luego de años de formalizar su relación, aún sonreía al ver que Yurio trataba de hacer las cosas por su propi cuenta.
—¿Al menos me contarías qué vas a hacer?
El rubio dejó de insistir en intentar acercarse a la caja, y lo taladró con su mirada.
—Otabek y yo iremos a jugar un rato baseball. Quiero ver dónde dejé el bate.
—Oh, déjame ayudarte.
—No —respondió, volteándose para que no le ayudará. El morocho sonrió, acercándose con lentitud al rubio, recorriendo la habitación con sosiego gobernado en él.
—Anda.
—No.
—Por favor.
—¡Qué no! —masculló, pero fue una mala idea, al girar con brusquedad perdió ese mismo equilibrio, Yurio reaccionó rápido e intentó agarrarse, atrayendo consigo los empaques de cartón que estaban en la orilla. Katsuki dejó la sonrisa e y procuró por los medios ayudarle, un grito agudo por su nombre, una maldición por parte del rubio y dos corazones que vibraron al sentirse demasiado cerca del otro.
Yurio terminó encima del moreno, éste trató de no verse afectado por la posición y la exquisita vista que tenía de él. El japonés sonrió, sujetando la cintura y delineándola suavemente. Yurio tuvo que apretar los dedos contra un objeto cercano para evitar caer ante esa caricia.
—Espero que lo encuentres.
Recibió lo que fue una sonrisa de Yuuri, y él se vio apartado de él. El patinador nipón se levantó, sacudiéndose la suciedad adherida y levantando a su pareja. Cambió su dirección y se dirigió a la salida.
—Lo haré.
El ruso dio una mirada de soslayo a su lado al sentir algo firme y ovalado que presionaba contra su pierna, agachó la mirada, lo aprehendió y frunció el ceño ligeramente al ver el tan anhelado trozo de madera de antaño.
—Aquí está.
Notas finales de la autora.
Creo que me emocioné con ese generador de palabras, realmente es divertido y sirve como un duelo imaginativo. Me agradó bastante la idea que decidí explotarlo como una serie de drabbles de estos bebés. En cuánto menos me di cuenta, mis dedos se movían por el teclado escribiendo y redactando relato de cortos con las palabras.
En realidad no tengo mucho que advertir, más que lo de siempre, mis posibles fallos ortográficos, algo de rastros de O.C y posiblemente que sólo serán viñetas cortas conforme me salgan las palabras.
