Cap. 1 - Inquietudes

-Cinco minutos niñas, Lincoln, tú también.

-Ya voy papá, solo tengo que…

-¡Es mi billete!

-No, es mío. Suéltalo, Lana o te voy a…

-¡Niñas! ¿Tiene que ser lo mismo cada semana? Denme eso acá –Lincoln tomo el billete de los dos pares de manos que forcejeaban por tenerlo y, como en aquella ocasión cuando tenía que salir todo bien en una mañana para entregar su trabajo escolar, le dio a cada una de las pequeñas niñas la mitad del billete en monedas-, 1 dólar en monedas para Lola, y otro para Lana. Listo.

-¡Gracias Lincoln! –dijeron las gemelas y se dirigieron escaleras abajo-.

Aquella mañana de domingo era como cualquier otra en la casa Loud, con la pequeña diferencia de que de vez en cuando, a los señores Loud, Rita y Lynn Sr, se les deba por llevar a su escuadrón de chicas y un chico a algún lugar a que, tanto ellos como sus 11 hijos, puedan relajarse y salir un poco de la rutina, aunque aquella mañana todo parecía estar siguiéndola. Era como un protocolo que se tenía que seguir a mano firme, solo que, sin serlo.

Momentos antes de la pequeña pelea de las gemelas por un billete de dos dólares, todos hacían lo que más les gustaba: Lori no se despegaba de su teléfono; Leni contaba las veces que cepillaba su cabello; Luna interpretaba música de fondo mientras Luan practicaba una nueva rutina con el Sr. Cocos; Lucy y Lisa se encontraban en el sillón de la sala, cada una con un libro en sus manos. Lucy leía una de sus novelas de "Vampiros de la Melancolía", mientras Lisa tenia puesta su atención en un libro de física cuántica; y Lili se encontraba con sus padres siendo preparada para la salida familiar, pero, ¿y Lynn jr.?

-¡Chuta y goooool! Gol de Lynn Loud jr. y la multitud enloquece – ¡ehhhh!, Susurraba ella misma mientras festejaba que ese tiro le había valido la copa del mundo de la especialidad, o eso tenía en su mente. No dejaba de pensar en el viaje de la familia y que llegando al parque, que es a donde irían, daría catedra de como jugar al futbol.

-El partido está por reanudarse, pero Loud ya sentencio este partido con ese gol al minuto…

-Mamá y papá dicen que es hora de irnos –comento Lucy a Lynn, apareciendo de la nada como de costumbre y casi provocando un infarto a la pobre de Lynn-, ven, vámonos.

-Lucy, ¿tienes que hacer eso siempre? Estaba muy concentrada en mi fantasía… -al pronunciar la palabra "fantasía", Lynn decayó un poco en su actitud eufórica, era difícil creer que la chica que ganaba la copa del mundo hace 20 segundos se hubiera quedado pasmada en solo un instante-.

-¿Te pasa algo? –preguntó Lucy sin parecer preocupada, triste o feliz, pues seguía siendo Lucy-.

-No importa hermana –respondió Lynn-, vamos Luce, antes de que papá diga su tan acostumbrada amenaza.

Durante el trayecto en la camioneta familiar, Lynn había vuelto a ser la chica eufórica que sus hermanas y hermano conocen. Todos sabían que el viaje no duraría tanto, por lo que no se molestaron en tratar de pasar el tiempo con algún juego o con Lucy intentando leer la suerte de nuevo, pues Lincoln no la paso bien la última vez y decidieron no hacerlo. Sin embargo, el viaje no paso de una forma silenciosa, era casi imposible con una camioneta llena de gente. Lana no tardo ni 10 minutos en comenzar a preguntar si ya casi llegaban; Luna, con sus audífonos puestos, tarareaba la canción y hacia abruptos movimientos como si estuviera dando el concierto ella misma; Lucy, Lisa, Lincoln y Lori no despegaban su mirada de sus respectivos libros, comic y teléfono. Luan practicaba sus chistes con Leni, quien hacia un esfuerzo por comprender algunos, o de plano pidiéndole a su hermana que se los explique, para después soltar una pequeña risa acompañada de un "oh, ya comprendí". Lili dormía en su asiento especial y Lynn, bueno, ella de nuevo no parecía ser la chica intensa y eufórica que era siempre, solo se encontraba con sus pensamientos, mirando a través de la ventana, pensando, o quizás concentrada, tal vez demasiado, pues para su sorpresa, el viaje había terminado. Ninguno de ellos espero a recibir alguna indicación de sus padres, todos ya se habían ido por su lado, excepto Lili, que no podía.

Lynn fue corriendo rápidamente a los campos de fútbol esperando encontrar al menos un encuentro del que pudiera hacerse participe, estaba ansiosa por empezar a jugar y dar la catedra que tenía en mente apenas hace unos momentos atrás. Pero inmediatamente vio algo que la dejó incrédula, pues no se encontraba nadie ahí, ni un alma, era un panorama más favorecedor para Lucy, puesto que parecía un lugar fantasma, aunque con la luz del sol, tal vez no le sería muy agradable.

-¡Oye, Linc! –llamó a su hermano, pensando que tal vez con él podría jugar un poco, en lo que llegaba más gente y poder armar un buen partido-.

-¿Qué pasa, Lynn? –respondió su hermano cortésmente-. Mamá y papá me pidieron cuidar a Lili mientras ellos se ocupan de preparar todo para el almuerzo.

-Oh, nada, olvídalo hermano –dijo con una voz algo decaída y levantando el puño amenazando con golpearlo, a lo que Lincoln respondió con un movimiento para protegerse-. Dos por moverte, jaja jaja. Ahh –soltó de su boca un sonido de alivio-.

Bien –con un poco de enojo en su voz por haber recibido dos golpes de su hermana mayor-, llevare a Lili a jugar. ¿No vienes?

-No –se apresuró en responder-, esperare aquí por si aparece alguien con quien jugar un poco.

-¿Por qué no se lo pides a alguna de nuestras hermanas?

-¿Has intentado que dejen lo que están haciendo para estar contigo?

-Cierto. Bueno hermana, no te desanimes, seguro aparecerá alguien pronto.

-Gracias, Linc. Creo que voy a descansar un poco bajo este árbol.

-Está bien, te veo en el almuerzo –dijo Lincoln para terminar con la conversación-.

Pasaron alrededor de 15 minutos en los que ni algún espíritu se dignó a pasar por ese lugar, y pronto, Lynn entraría en un estado de relajación que a la postre se convertiría en un estado de sueño ligero.

Pasaron otros 30 minutos y Lynn seguía dormitando bajo aquel árbol, en un estado semi inconsciente, pues tenía una idea de lo que podía pasar a su alrededor, pero no distinguiría si se tratase de la realidad o de un sueño.

-¡Pásamelo!

-Cúbranlo, cúbranlo.

-Mándala larga.

-Es del portero. ¡A la contra!

Lynn pensaba que todos esos gritos eran producto de su inconsciente, desesperado por jugar al fútbol, hasta que…

-¡Cuidado! –un golpe seco resonó en el tronco de aquel árbol donde ella estaba debajo, haciendo que se despertara de golpe, un poco asustada-.

-¿Estas bien, niña? –le preguntaron los personajes que estaban jugando. Se trataba de 9 niños, de entre 13 y 14 años, justo la edad de Lynn-.

-¿Eh? ¿yo? ¿qué?

-¿Nos puedes pasar el balón?

Lynn volteo a su izquierda y ahí estaba el balón que debía regresar a los chicos que jugaban en el campo. Ella no dudo un segundo en patear el balón hacia ellos, lo cual hizo con gran precisión de tal modo que el balón termino en las manos quien se lo había pedido en un principio.

-Oye –le dijo el chico-, golpeas bien el balón, gracias.

Lynn se esperaba que llegase una invitación a ser partícipe del juego, pero esta no llego, por lo que regreso a sentarse bajo el árbol, desanimada por la invitación que no llegó. Sin embargo, ella no pudo despegar su atención del juego que sostenían los niños, mientras pensaba –Quiero jugar, de verdad quiero jugar, ¿les pregunto si me dejan jugar? ¿y si me dicen que no?-. Todas esas ideas se pasearon por la mente de Lynn hasta que pudo notar que todos los jugadores formaban una especie de "team back", como si de una reunión antes de un encuentro se tratase. La reunión no duro ni 15 segundos. Ella aún seguía cabizbaja porque no se le había invitado a jugar cuando pudo notar que de nuevo, un balón cayó cerca de donde estaba ella, levanto la mirada y uno de los chicos venía a por él. Ella no estaba dispuesta a regresar de nuevo el balón, pues para ella, había sido una injusticia que se le invitara a jugar en su momento.

El chico que iba por el balón era, en apariencia, alguien que no practicaba deporte muy seguido, y aunque tenía en sus manos los guantes característicos de un portero, Lynn pensaba que solo los traía por ser, tal vez, un chico de buena posición económica y que había comprado los guantes solo porque sí.

-Oye –dijo el chico-, ¿quieres jugar?